San Giovanni in Fiore y el motor histórico de la Iglesia después de Cristo En el umbral de una nueva era de la Iglesia y la humanidad
"En 1202 murió en San Giovanni in Fiore (Calabria) el abad y fundador de una orden Joaquín de Fiore, que se convirtió en el pionero de una nueva forma de entender la historia"
"¿Cuál fue la 'innovación' de Joaquín? Ha "dinamizado" la interpretación cristiana de la historia, para la que Cristo es "el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último" (Ap 22,13), creando así el 'futuro' histórico"
"Joaquín adquiere una especial actualidad en nuestro tiempo con el Concilio Vaticano II, que tiene muchos ecos de su visión de la historia, la humanidad y la Iglesia"
"El Concilio sintió que la Iglesia está 'insertada' en la familia humana y habló con oA más tardar desde el Concilio, nos encontramos (visto a través de los ojos del historiador) en el umbral de una nueva época de la Iglesiaptimismo universal de un amplio 'desiginio de Dios para la salvación del género humano'"
"Muchos asociamos la 'nueva orientación' (¡también del papado!), de la que habla el papa Francisco en la exhortación apostólica 'Evangelii gaudium' (2013), con el coraje necesario para una nueva forma de Iglesia"
"Joaquín adquiere una especial actualidad en nuestro tiempo con el Concilio Vaticano II, que tiene muchos ecos de su visión de la historia, la humanidad y la Iglesia"
"El Concilio sintió que la Iglesia está 'insertada' en la familia humana y habló con oA más tardar desde el Concilio, nos encontramos (visto a través de los ojos del historiador) en el umbral de una nueva época de la Iglesiaptimismo universal de un amplio 'desiginio de Dios para la salvación del género humano'"
"Muchos asociamos la 'nueva orientación' (¡también del papado!), de la que habla el papa Francisco en la exhortación apostólica 'Evangelii gaudium' (2013), con el coraje necesario para una nueva forma de Iglesia"
"Muchos asociamos la 'nueva orientación' (¡también del papado!), de la que habla el papa Francisco en la exhortación apostólica 'Evangelii gaudium' (2013), con el coraje necesario para una nueva forma de Iglesia"
| Mariano Delgado, Decano de la Facultad de teología de Friburgo
En 1202 murió en San Giovanni in Fiore (Calabria) el abad y fundador de una orden Joaquín de Fiore, una de las figuras más interesantes e influyentes de la historia de la humanidad y de la Iglesia. Se convirtió en el pionero de una nueva forma de entender la historia. Como escribió Joseph Ratzinger en 1959, su pensamiento lo vemos hoy "con tanta naturalidad como la visión cristiana por excelencia... que nos resulta difícil creer que en algún momento no fuera así".
También se pueden encontrar rastros de la teología de la historia de Joaquín en diversas interpretaciones seculares que suponen un "progreso" cualitativo en el devenir histórico, por ejemplo en el discurso de la educación del género humano, en la interpretación idealista, marxista y positivista de la historia, en las utopías sociales y en los milenarismos políticos de la modernidad (cf. Henri de Lubac, La postérité spirituelle de Joachim de Flore, París 1979).
¿Cuál fue la "innovación" de Joaquín? Pues bien, seguro que ya lo han ha adivinado: ha "dinamizado" la interpretación cristiana de la historia, para la que Cristo es "el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último" (Ap 22,13), creando así el "futuro" histórico. Porque entendió la promesa de Cristo de un Paráclito, el Espíritu Santo, "que enviará el Padre en mi nombre" para que nos lo enseñe todo y nos vaya recordando todo lo que nos ha dicho (Jn 14,26 también 16) y para guiarnos "a la verdad plena" (Jn 16,13) como motor de la historia de la humanidad y de la Iglesia después de Cristo. A ello contribuyeron algunas visiones místicas que tuvo en Pascua y Pentecostés mientras meditaba sobre la Escritura.
Joaquín une el esquema trinitario de tres edades con la idea de un progreso histórico cualitativo, con la expectativa de una era verdaderamente nueva "en este mundo", con un cambio del estado actual del mundo y de la Iglesia a un estado en el que, bajo la guía del Espíritu Santo, la Iglesia y la humanidad crecerán en conocimiento y sabiduría, en libertad y virtud, en la semejanza de Dios, en la "salvación".
Otros representantes de la teología monástica inclinada al misticismo y la contemplación ya habían interpretado la historia sobre la base de un esquema trinitario de tres edades. Pero en la obra de Joaquín esto va unido a la idea de un progreso histórico cualitativo, con la expectativa de una era verdaderamente nueva "en este mundo", con un cambio del estado actual del mundo y de la Iglesia a un estado en el que, bajo la guía del Espíritu Santo, la Iglesia y la humanidad crecerán en conocimiento y sabiduría, en libertad y virtud, en la semejanza de Dios, en la "salvación".
Del hecho de que después de Cristo continuara una historia frecuentemente violenta y sin experiencia de salvación, Joaquín saca la conclusión de "que una historia verdaderamente reparada y buena está aún por venir". Esto está relacionado con un optimismo de la salvación y, según la pedagogía divina de la historia, también con la idea de una revelación progresiva: Después de la caída del primer hombre, el género humano vuelve gradualmente al conocimiento de su Creador. En la primera edad echa raíces en el Padre, en la segunda germina en el Hijo y en la tercera experimenta en el Espíritu Santo "el dulce fruto" del conocimiento de Dios.
En esta tercera y última edad del mundo, pues, ya no viviremos bajo el velo de la letra, de modo que nuestro conocimiento sea "imperfecto" (1 Cor. 13:9), "sino en la plena libertad del Espíritu".
Joaquín estaba convencido de que con esta periodización de la historia de la salvación "entendía el sentido de la Escritura". Los grandes teólogos escolásticos del siglo XIII (con la excepción de Bonaventura) lo consideraron un "simplex" o "ignorante". Pero el teólogo "laico" Dante, que en la cima de la juridificación y clericalización de la Iglesia comprendió bajo un papado ebrio de poder el fuego encendido por Joaquín, lo situó en el paraíso.
"Joaquín adquiere una especial actualidad en nuestro tiempo con el Concilio Vaticano II, que tiene muchos ecos de su visión de la historia, la humanidad y la Iglesia"
Joaquín adquiere una especial actualidad en nuestro tiempo con el Concilio Vaticano II, que tiene muchos ecos de su visión de la historia, la humanidad y la Iglesia. Comienza con la designación de Juan XXIII como "papa buono", en la que podría verse una alusión moderna al papa angélico esperado por Joaquín.
Juan XXIII, historiador eclesiástico de formación, asoció el Concilio con la esperanza de un "nuevo Pentecostés" y de un "salto cualitativo", sí, que empezáramos a "comprender mejor el Evangelio" y a convertirnos en una "Iglesia de los pobres" ("Ven, Espíritu Santo, ... Padre de los pobres", como se dice en la secuencia de Pentecostés!) Como Joaquín, el Concilio estudió proféticamente "los signos de los tiempos para interpretarlos a la luz del Evangelio". Y fue consciente de que la humanidad se encuentra "en una nueva época de su historia" (Gaudium et Spes, n. 4), en vísperas de rápidos cambios y desarrollos cualitativos.
El Concilio sintió que la Iglesia está "insertada" en la familia humana y habló con optimismo universal de un amplio "desiginio de Dios para la salvación del género humano", un designio que "dimana del ‘amor fontal’ o de la caridad de Dios Padre, que, siendo Principio sin principio, engendra al Hijo, y a través del Hijo procede el Espíritu Santo" (Ad Gentes, n. 2).
Bajo la guía del Espíritu Santo, la Iglesia y la humanidad avanzan hacia la realización del plan de salvación, hacia una "civilización del amor", como dijo Pablo VI después del Concilio, y el magisterio papal ha estado recordando desde entonces. El lenguaje del Concilio, rico en metáforas y orientado hacia la Biblia y los Padres de la Iglesia, está más cerca de Joaquín que de la teología escolástica, y atestigua implícitamente la vigencia del abad de Fiore.
Muchos asociamos la "nueva orientación" (¡también del papado!), de la que habla el papa Francisco en la exhortación apostólica "Evangelii gaudium" (2013), con el coraje necesario para una nueva forma de Iglesia.
A más tardar desde el Concilio, nos encontramos (visto a través de los ojos del historiador) en el umbral de una nueva época de la Iglesia. Tales transiciones en la historia no se producen de forma puntual, sino en el transcurso de varias generaciones, de modo que la vieja y la nueva época se mantienen durante un tiempo al lado hasta que la nueva se impone realmente.
Muchos asociamos la "nueva orientación" (¡también del papado!), de la que habla el papa Francisco en la exhortación apostólica "Evangelii gaudium" (2013), con el coraje necesario para una nueva forma de Iglesia, de la que hablaba el mismo Joseph Ratzinger en vísperas del Concilio al decir que faltaba el paso de la Edad Media a nuestra propia mentalidad.
Hoy es muy importante implorar al Espíritu Santo para que nos guíe cada vez más "a la verdad plena", pero también para que la Iglesia sea realmente "signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (Lumen Gentium, n. 1), y en diversos campos (entre otros, la relación entre el clero y los laicos, el papel de la mujer, la relación con las otras iglesias, confesiones y religiones) se despida claramente de la "forma medieval", como señaló el Concilio, aunque de manera "inicial y tímida" (Karl Rahner).
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