Reflexiones a la “Lettre au Pape François”, Louvain-la-Neuve, Bruselas. Septiembre 28, 2024 La valentía del diálogo: Cuando una comunidad universitaria católica se atreve a pensar con el Papa
"Este documento, fruto de un trabajo colectivo que reunió a profesores, investigadores y estudiantes, representa un hito en la comunicación entre la academia católica y el papado"
"La carta surge de un proceso reflexivo colectivo estructurado en torno a cinco ejes fundamentales: las raíces filosóficas y teológicas de la crisis climática, el lugar de las emociones y el compromiso, la cuestión de las desigualdades, el papel de las mujeres y las actitudes de sobriedad y solidaridad frente a la emergencia climática"
"La carta vincula explícitamente la crisis ecológica con el legado colonial europeo"
"La comunidad de Lovaina nos enseña que es posible mantener un diálogo franco y directo con la jerarquía eclesiástica sin perder ni la reverencia ni la audacia intelectual"
"La carta vincula explícitamente la crisis ecológica con el legado colonial europeo"
"La comunidad de Lovaina nos enseña que es posible mantener un diálogo franco y directo con la jerarquía eclesiástica sin perder ni la reverencia ni la audacia intelectual"
| Alberto Embry, teólogo
En un momento histórico donde el diálogo intergeneracional parece cada vez más complejo, una comunidad de la Universidad Católica de Lovaina (UCLouvain) nos ofrece una lección magistral sobre cómo construir puentes entre la tradición y el cambio. El pasado 28 de septiembre de 2024, durante el encuentro del Papa Francisco con la comunidad universitaria, se presentó una carta que merece nuestra atención no solo por su contenido, sino por lo que representa para el futuro del diálogo eclesial. Este documento, fruto de un trabajo colectivo que reunió a profesores, investigadores y estudiantes, representa un hito en la comunicación entre la academia católica y el papado.
La confianza como fundamento del pensamiento crítico
Lo primero que llama la atención al analizar esta carta es la extraordinaria confianza que muestra la comunidad universitaria al dirigirse al Papa Francisco como “Querido papa Francisco”. No estamos ante una misiva protocolaria ni ante un ejercicio de adulación institucional. La carta surge de un proceso reflexivo colectivo estructurado en torno a cinco ejes fundamentales: las raíces filosóficas y teológicas de la crisis climática, el lugar de las emociones y el compromiso, la cuestión de las desigualdades, el papel de las mujeres y las actitudes de sobriedad y solidaridad frente a la emergencia climática.
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Esta estructura metodológica ya nos dice mucho sobre la seriedad del ejercicio. Los autores no se limitaron a reaccionar emocionalmente ante Laudato si', sino que organizaron un verdadero proceso de reflexión académica y espiritual. La carta comienza respondiendo directamente a la invitación que el Papa realizó en su encíclica a “entrar en diálogo con todos sobre nuestra casa común”. Esta respuesta no es meramente formal: los autores toman la palabra del Papa en serio y construyen sobre ella un diálogo sustancial que aborda las preocupaciones más apremiantes de nuestro tiempo.
El clamor de una generación que se atreve a pensar
La comunidad universitaria de Lovaina identifica con precisión quirúrgica uno de los dilemas fundamentales de nuestra época: la tensión entre el consumo presente y la catástrofe futura. Como señalan en la carta, los jóvenes universitarios “viven en una temporalidad inédita. La sociedad de consumo los invita a disfrutar materialmente del presente. Pero el conocimiento que adquieren los convence de una catástrofe en marcha frente a la cual se sienten impotentes”. Este diagnóstico generacional merece especial atención. No estamos ante la típica queja adolescente contra el sistema establecido, sino ante una articulación sofisticada de la paradoja existencial que enfrentan los jóvenes universitarios.
Por un lado, su formación académica les proporciona las herramientas para comprender la magnitud de la crisis ecológica; por otro, esta misma comprensión puede generar un sentimiento de parálisis ante la enormidad del desafío. Para ilustrar esta tensión, la carta hace referencia a la cantante Pomme, cuya obra expresa la angustia ecológica de una generación con notable claridad.
Me parece muy importante reconocer que la cita de su canción no es un mero adorno literario, sino una demostración de cómo las nuevas generaciones están encontrando formas innovadoras de expresar su relación con su entorno y en este caso específico, la crisis ambiental. Cuando la cantante dice “Cuando caminé en la alameda de los secuoyas, respiré por completo, por primera una vez”, está articulando una experiencia que va más allá de lo individual para convertirse en metáfora de una generación que busca respirar en medio de la asfixia ecológica.
La interseccionalidad como clave de lectura
Un aspecto particularmente notable de la carta es su comprensión sofisticada de las interconexiones entre diferentes formas de dominación. La carta de Lovaina expone un diagnóstico agudo de la sociedad contemporánea, señalando explícitamente que “la situación ecológica actual tiene mucho que ver con relaciones de dominación cruzadas: la dominación de los humanos sobre la naturaleza, la dominación de los hombres sobre las mujeres, la dominación del Norte sobre el Sur”. Este enfoque permite entrelazar las desigualdades estructurales con la necesidad de un cambio sistémico.
Este análisis interseccional no es común en los documentos dirigidos a la jerarquía eclesiástica, y sin embargo, los autores lo presentan con una claridad, valentía y compromiso notables. La carta vincula explícitamente la crisis ecológica con el legado colonial europeo, señalando cómo “las empresas coloniales europeas, al organizar el saqueo de los recursos del Sur global sin consideración por el equilibrio de los ecosistemas y las poblaciones indígenas, generaron lo que Laudato si' llama una “deuda ecológica””.
Crítica constructiva: El arte de pensar con el otro
Lo más notable de esta misiva es cómo articula sus críticas. Cuando aborda temas sensibles como el papel de las mujeres en la Iglesia o la relación entre cristianismo y ecología, lo hace desde una posición de compromiso constructivo. La pregunta “¿Cómo es compatible el cristianismo con las exigencias de una defensa coordinada de los ecosistemas?” no se plantea como una acusación, sino como una invitación a profundizar en el pensamiento ecológico cristiano.
Los autores no temen señalar las ausencias significativas en Laudato si'. Por ejemplo, cuando abordan la cuestión de género, señalan: “Las mujeres son las grandes ausentes de Laudato si'”. Sin embargo, esta crítica se presenta siempre en el contexto de un diálogo constructivo, buscando enriquecer y expandir la visión de la encíclica más que desacreditarla.
El desafío de la sobriedad y la justicia social
La carta aborda con particular agudeza la cuestión de la sobriedad y su relación con la justicia social. Los autores señalan que “la elección de la sobriedad, entendida como “una renuncia a transformar la realidad en puro objeto de uso y dominación”, puede abrir un auténtico camino de liberación y alegría.” Esta definición de sobriedad es particularmente significativa porque la vincula con la libertad más que con la privación.
Sin embargo, los autores son claros en señalar que la solución no puede limitarse a decisiones individuales. Como afirman: “la solución a la crisis socioambiental no puede dejarse solo a las decisiones personales, por muy lúcidas y valientes que sean. Debemos trabajar en un cambio sistémico que establezca mecanismos de solidaridad que garanticen la cohesión social y la justicia.”
La universidad como espacio de transformación
La carta dedica una atención especial al papel de la universidad en la transición ecológica. Los autores reconocen que “la universidad es más que nunca un entorno sometido a presiones competitivas”, pero no se detienen en la crítica: proponen un modelo de investigación y enseñanza orientado hacia una ecología integral.
Esta propuesta se articula en tres niveles:
La investigación fundamental como espacio protegido de la lógica comercial, donde se pueden aplicar “criterios éticos estrictos para orientar los fondos hacia la realización de una transición ecológica justa.”
La adaptación de los programas académicos a las exigencias de la transición ecológica, con énfasis en “el desarrollo de enfoques interdisciplinarios o de la pedagogía activa”.
El compromiso con iniciativas sociales transformadoras, reconociendo que los universitarios están "llamados a comprometerse en diversas iniciativas portadoras de futuro"
El ejemplo franciscano como inspiración
La carta concluye con una referencia significativa a Francisco de Asís, patrón de la parroquia estudiantil de Lovaina. Los autores señalan que “la comunidad monástica franciscana, donde la pobreza se vive en el modo de compartir los bienes, sigue siendo muy actual: subversiva en la época de los inicios del capitalismo, lo es también hoy, en una sociedad en busca de formas más justas de habitar la “casa común”.”
Esta referencia no es casual: vincula la tradición franciscana de pobreza voluntaria y cuidado de la creación con los desafíos contemporáneos de la crisis ecológica y la justicia social. Al mismo tiempo, establece un puente simbólico con el Papa Francisco, quien eligió su nombre papal en honor al santo de Asís.
Una lección sobre el diálogo eclesial para el siglo XXI
Lo que hace verdaderamente excepcional este documento es que demuestra cómo el pensamiento crítico y la fidelidad eclesial no son mutuamente excluyentes. La comunidad de Lovaina nos enseña que es posible mantener un diálogo franco y directo con la jerarquía eclesiástica sin perder ni la reverencia ni la audacia intelectual.
La diversidad de los firmantes del documento, desde estudiantes hasta profesores eméritos, demuestra que este ejercicio de diálogo no fue un esfuerzo aislado de un grupo particular, sino un verdadero ejercicio de colegialidad académica y eclesial. Los 28 firmantes representan diferentes niveles académicos y disciplinas, lo que enriquece la perspectiva del documento y subraya la confianza de esta comunidad en el liderazgo del Santo Padre, invitándolo a un intercambio genuino y enriquecedor.
En un momento histórico donde las polarizaciones amenazan con fragmentar tanto a la sociedad como a la Iglesia, esta carta no solo ofrece un modelo de diálogo que merece ser estudiado y replicado, sino que también destaca la confianza que estos jóvenes y académicos tienen en la figura del Papa Francisco. La carta es, en última instancia, una manifestación de respaldo a su misión, animada por la convicción de que la verdadera fidelidad a la tradición católica no consiste en la repetición acrítica de fórmulas, sino en el compromiso activo con los desafíos de nuestro tiempo, siguiendo el ejemplo que el Papa ha marcado.
Lejos de ser un documento contestatario, la carta de Lovaina reafirma la disposición de la comunidad universitaria para construir puentes entre la tradición y la innovación, entre la jerarquía y la academia, entre la fe y la razón crítica. En palabras de los propios autores, citando a Laudato si', lo que necesitamos es “una mirada diferente, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que constituyan una resistencia frente al avance del paradigma tecnocrático”.
La comunidad de Lovaina ha mostrado cómo dar los primeros pasos en esa dirección, proporcionándonos un mapa para navegar las complejidades del diálogo eclesial en el siglo XXI. Al acoger con reverencia y audacia intelectual la invitación al diálogo hecha por el Papa Francisco, la carta nos recuerda que la verdadera tradición católica siempre ha sido un diálogo vivo entre el pasado y el presente, entre la autoridad y la comunidad, entre la fe y la razón. En este sentido, la carta no es solo un documento más, sino un testimonio vivo de cómo la universidad católica puede y debe contribuir a la renovación de la Iglesia y la sociedad, en consonancia con la visión del Santo Padre.
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