Una fiesta religiosa pero también social Pascua en Atenas: "Xristos anesti"
(Manuel Mandianes).- Estoy en medio de un caos perfectamente organizado, en un gran aeropuerto. Se escuchan todas las lenguas, se ven todas las caras posibles. Los aeropuertos me hablan, me revelan rincones de mi mismo. Voy a Atenas a vivir por primera vez la Pascua Ortodoxa.
El jueves por la noche, una ceremonia que equivale a la del lavatorio de los pies católica se constituye el Epitafio, algo que podría equivaler al monumento en donde se guardaba el Santísimo hasta el viernes.
Los atenienses arrancaron los dioses que dormían en las entrañas de las canteras de mármol. Desde entonces hombres y dioses compartían opiniones en las encrucijadas, en el umbral de la puerta de entrada y salida de la ciudad, a la sombra de cipreses y olivos. Humanos y dioses mantenían amoríos y convivían en armonía.
Hoy, esa Atenas de los dioses parece un fantasma salido del mundo de los muertos. Desde el Partenon veo los templos como niños agazapados a sus pies. Haces de columnas como troncos quemados de un bosque devorado por un voraz incendio. Atenas me parece desde aquí el cráter de un volcán dormido en cuyo seno bulle la poesía y el pensamiento. Se me revela el valor del silencio y aprendo a callar
El Viernes los atenienses pasaron visitando los Epitafios. Por la noche una ceremonia que, podría corresponder a la católica del Descendimiento. Después de la ceremonia, sacan el Epitafio en procesión, como la el Santo Entierro, delante va la cruz seguida de dos candelabros, sigue el Epitafio seguido del Pope rodeado por los cantores y detrás el pueblo fiel con candelas encendidas en las manos. De vuelta a la iglesia, los fieles, niños y adultos, pasan de rodillas debajo del Epitafio después de besarlo. Los fieles, antes de salir, pasan a besar la mano al Pope que da a cada una flor que arranca del Epitafio.
Los turistas han bajado a los dioses de su Olimpo y atónitos han invadido su recinto para sacudirles el polvo y rescatarlos del olvido. Si un incendio o un terremoto redujera a los que quedan a escombros, muchos llorarían la destrucción de objetos de arte que hoy hacen parte del patrimonio de la humanidad, pocos lamentarían que el mundo habría perdido un poco de sentido. Las obras de arte tienen replicas y, en muchos casos, pueden reconstruirse pero el sentido de la vida y del mundo no tienen repuesto
El Sábado la Iglesia ortodoxa celebra el día de Anastasia. Por la mañana celebran la Primera Resurrección, una larga ceremonia, cantan el Evangelio de la resurrección, comulgan prácticamente todos los asistentes y al final el Pope reparte el pan bendito que los fieles comen sobre el lugar o llevan para casa. "Mucha gente que no comulga en todo el año, lo hace este día. Equivaldría (me dijo un teólogo) a la comunión por Pascua de los católicos". El saludo hoy en la calle es Katanastasia (Buena o feliz Resurrección).
A la sombra de Sunion los pensamientos se escapan y escurren como un puñado de agua entre los dedos. Las columnas del templo son las lágrimas del padre de Teseo que descienden hasta el mar y lo convierten en un océano de espigas doradas. Pasear por la playa a los pies de Sunion es como ir pisando los pensamientos de los dioses hechos escombros.
El sábado, a las 11.30 de la noche, todos las calles que convergían a la iglesia (a cada iglesia) eran un río de gente portando velas apagadas en las manos. Han dejado la cena preparada en casa, la iglesia y los alrededores se llenaron de gente. El sacerdote y el coro cantaban. A las doce en punto, el coro anunció la resurrección de Jesús. Las campanas volaron, las velas se encendieron, los fuegos estallaron, cada garganta una canción, las gentes se abrazaron y besaron: "Xristos anesti" (Cristo resucitado), gritaron todos.
Desde la iglesia las calles se convirtieron en ríos de fuego que esta noche llegó, entró e iluminó cada una de las casas de toda Grecia. A la luz de las velas sagradas tomaron la cena pascual: sopa y dulces. Hoy las gentes se saludaron durante todo el día y en todas partes diciendo: "Xristos Anastesi (Cristo ha resucitado)" y la respuesta: "Alazos o Kirios (Verdad, es el Señor)". Un judío, estudioso de la sociedad griega, me dijo: "La Pascua Ortodoxa es muy espiritual; es una fiesta religiosa pero también social. Participa todo el mundo".
En los aeropuertos de Atenas, Roma y Barcelona estos últimos días he visto hombres de negocios, gente que iba a enterrar un familiar muerto en su ausencia, parejas en luna de miel, un chico que iba a visitar a su novia, niños de la mano de sus padres cabreados porque no sabían que hacer con ellos; personas con el dolor del adiós en los ojos, con la incertidumbre en la mente, con la angustia que da la certeza de que el control le estaba arrancando la oportunidad de seguir viendo por última vez al ser querido, con la esperanza escrita en el rostro de ver pronto al ser querido ausente ¡tanto tiempo!, con la expresión de asombro y desconcierto del que escucha llamadas en todas las lenguas menos en la suya que es la única que entiende.
En los aeropuertos y en las grandes estaciones en los que para moverse hace falta ser un experto en signos y señales, me pregunto siempre: ¿Cómo habrán podido sobrevivir los emigrantes que partieron, sin a penas sabían leer ni escribir, a países de lo que lo desconocían todo?
Cada una de las personas que he visto, cruzado, con las que he hablado, las que adivinado, imaginado; cada una con sus problemas, con su cruz, con su Semana de Pasión, es un Cristo resucitado, crucificado. "Si así no fuere, no hubiera habido Pascua para mi", me dijo alguien.