Felices quienes no se sienten identificados con el mundo injusto en el que viven y se esfuerzan por transformarlo.
Felices quienes en su corazón y en su cotidianeidad no secundan las razones egoístas del capitalismo, pues sus prácticas llevan a la miseria, la exclusión y la muerte a las mayorías empobrecidas.
Felices quienes se alejan de los poderosos del mundo y se sienten cercanos a las personas más débiles y marginadas, y a quienes se unen a sus causas justas.
Felices quienes reflexionan y profundizan en las causas de la injusticia imperante en el mundo actual, y se esfuerzan por crear alternativas.
Felices quienes mantienen un corazón joven e inquieto y abandonan el envejecido y trasnochado discurso del neoliberalismo.
Felices quienes luchan pacíficamente, pero con determinación, por crear un mundo más humano, mejor y posible.
Felices quienes no aceptan las fronteras y se mueven de un país a otro, enriqueciéndose con las distintas costumbres y culturas de los pueblos del mundo.
Felices quienes no desean solo cambios políticos y económicos, sino que trabajan por otras formas de relación, de humanidad, de fraternidad, desde un profundo espíritu de amistad y concordia.