Derechos de las niñas y los niños
Las niñas y los niños tienen derecho a una vida plena, con una atención médica y una enseñanza públicas y de calidad, a estar bien alimentados, a un hogar en armonía, a vivir con ilusión, alegría y esperanza.
Las personas adultas deben ofrecerles protección, cuidado, ternura y una educación crítica, social, humana y liberadora. Y las niñas y los niños deben mostrarse siempre agradecidos por ello.
Las niñas y los niños tienen derecho a una identidad, un parentesco, una amistad enriquecedora, una nacionalidad, la pertenencia a una humanidad, un país, un planeta, un universo tan familiar y tan cercano como la casa en la que viven.
Las niñas y los niños tienen derecho al juego, a la risa, a los sueños, a la fantasía, a recibir y a dar una información veraz a cada interrogante. Y a aceptar con serenidad cuando no se encuentren las respuestas.
Las niñas y los niños tienen derecho a expresar su opinión y a recibir otras diferentes. A escuchar y ser escuchados. A recibir un no por respuesta por su bien. A enseñarles a limitar sus apetencias y a compartir lo que tienen con los demás.
Las niñas y los niños tienen derecho a ser felices junto a quienes les rodean. Aunque también deben saber que la vida no es un camino de rosas y de dicha ininterrumpida, sino que tendrán que afrontar problemas, desilusiones, incertidumbres, desconsuelo y tristeza.
Las niñas y los niños tienen el derecho de cultivar su interioridad, mediante la compasión, la solidaridad, el compartir, el silencio, la meditación, la contemplación de la belleza... desde la práctica de una religión o de la vivencia de una espiritualidad profundamente humana.
Las niñas y los niños tienen derecho a saber que un día tendrán que dejar el cómodo nido de su primer hogar, para vivir su propia vida. Y las madres y los padres deberán facilitarles con satisfacción ese paso, como algo natural, para que puedan volar solos o con quien ellas y ellos elijan compartir su existencia.