Descubrir el silencio
«Deja de hablar. ¿No ves que cuando hablas / apagas el amor con el ruido / vano de tus palabras? / ¿No sientes, cuando callas, / que ilumina el amor con el silencio / la noche de tu alma?» (José Bergamín).
Es realmente difícil comunicar a esta sociedad en que vivimos el valor del silencio. Y no solo a los jóvenes, porque creemos que son ellos y ellas los que no pueden aguantar un momento sin escuchar música, sin ver alguna película, sin hablar por el móvil, sin jugar en el ordenador… No pueden tener un solo momento libre sin realizar algún tipo de actividad. Esta es la verdad, por regla general.
Pero a las personas adultas también nos pasa lo mismo, en buena medida, porque también nos hemos dejado atrapar por esta marea del ruido y la ocupación permanente, para no quedarnos en silencio, pensando, respirando, volviéndonos hacia nosotros mismos. Aún tenemos en la memoria ram de nuestro cerebro los silencios en los sitios públicos, para la lectura de un libro, al observar obras de arte, al entrar en una iglesia, o en nuestro hondón personal…
No pretendo ser más papista que el papa. Es imposible dar marcha atrás en esta deriva tecnológica. Pero el reto debe estar en conjugar la utilización de los medios audiovisuales, virtuales y electrónicos, junto con espacios de silencio para sentir sin más nuestra respiración, nuestros latidos, la circulación de la sangre, el océano y el eco de fondo que nos trae recuerdos y nos invita a adentrarnos mar adentro.
Porque es positivo, bueno y saludable para nuestra psique y nuestro cuerpo, para nuestra vida espiritual y nuestra relación con los demás. Porque si no logramos parar durante unos minutos cada día, para acallar tanto ruido, publicidad, violencia, miedos, sufrimiento, para pasarlo todo por el tamiz del corazón, cada vez nos encontraremos más alejados de nuestra identidad más profunda, más auténtica. Viviremos desde una cáscara, un disfraz, otro yo, que no nos dejará descubrir el yo más verdadero, el que somos en realidad, un yo descentrado, abierto, contemplativo y comunicativo, sereno y apasionado, comprometido y libre, espiritual y corpóreo a la vez.
El silencio es como una sinfonía callada, un diálogo sin palabras, una mirada que contempla con detenimiento y que todo lo acoge con inmenso gozo y lo reconduce al valle de la serenidad, superando el temor a quedarse a solas y en silencio consigo mismo. Es necesario para la salud interior apagar de vez en cuando la radio, la televisión, internet, el móvil, para reflexionar un rato en silencio sobre los hechos cotidianos.
Quienes llegan a hospedar al silencio en su vida, sentirán cómo fluye poco a poco un manantial sereno, aunque ya esté latente en su interior, para sentir muy adentro a toda la humanidad y a todo el universo. Allí es preciso contemplar en silencio, escuchar en silencio, para saben valorar y acoger la iluminación y la sabiduría que provienen de ese mismo silencio.
No hay mayor felicidad que dejarse invitar por la soledad y el silencio y acudir a su cita, para transformarnos desde dentro, para ser cada día más afables, para emplear las palabras adecuadas en cada situación, que solo provienen del útero materno y amoroso del silencio.
«Felices quienes sienten el silencio como una sinfonía callada, un diálogo sin palabras, el propio corazón al que se le mira con detenimiento y se le acoge con inmenso gozo».