Oración desde los sentidos
Padre de las más dulces caricias, enséñanos a acariciar con la palabra, con la empatía, con la búsqueda del bienestar y la felicidad del otro, especialmente de quien necesita más ternura, cuidado, justicia.
Madre del corazón misericordioso, que siempre escuchemos los clamores de desesperanza, las lágrimas amargas, los gritos de auxilio, las manos suplicantes, y que sepamos atenderlos, aún a costa de nuestro tiempo, de nuestro bienestar. También las alegrías, las sonrisas y las esperanzas serán parte de nuestra escucha y de nuestro abrazo generoso.
Jesús, tú estabas siempre atento ante el dolor y la dicha, tus manos tocaban para sanar y liberar, te estremecías al contemplar a tanta gente sedienta de dignidad y justicia, y así dejaste a tu alrededor un olor a misericordia, cuidado y bondad. Comías y bebías con los marginados y excluidos, para mostrarles la acogida y la cercanía entrañable y compasiva de tu buen Padre Dios.
Fuente de agua viva, de limpieza, claridad y sencillez. Danos de esa agua para vivir sencillamente y así otros podrán sencillamente vivir. Para ser más felices, compartiendo lo que somos y poseemos con los más débiles y desheredados y trabajando cada día por otro mundo más justo y fraterno..
Dios de la mesa ofrecida y compartida, invítanos a sentarnos a la mesa de la vida, con quienes no pueden disfrutar de nuestras comodidades, brindando nuestra solidaridad, nuestros esfuerzos y luchas junto a ellos y ellas, para que alcancen su plena dignidad, para que vivan con justicia, como hijas e hijos tuyos, como verdaderos hombres y mujeres, al fin libres y dichosos.
Solo así te transparentaremos y alcanzaremos la más profunda y verdadera humanidad.