Para mi querida amiga y hermana Concha
HOLA, MI AMOR
Hola, mi amor,
fueron tus últimas palabras.
Como si te sorprendiera este instante
de descanso y consuelo
y te prendaras de su mano
por medio de las nuestras.
Luego te fuiste desvaneciendo leve,
como en un sueño,
entre caricias y besos de despedida,
de ardiente amor que suavizaba
la frialdad del momento,
hasta que el último aliento
despertó en ti una renovada
presencia de tu vida.
Porque no es otra existencia
a la que despiertas
sino la continuidad de esta,
asumida ya definitivamente,
absorbida, abrazada,
tú misma,
por la Fuente de la Vida.
Y nosotros, dolidos pero serenos,
con paz,
te sentimos viva
en nuestros recuerdos,
en nuestros corazones,
en nuestro pálpito comunitario.
Nadie podrá borrar la huella
de tu paso por nuestras vidas,
el eco de tu voz
en la caracola del alma,
las experiencias vividas
durante tantos años
y paisajes a tu lado.
Nadie podrá deshacer
el lazo que nos une,
tú a un lado, nosotros al otro,
acercándonos, haciéndote presente,
identificando tus miradas, tus gestos,
tus nítidas fotografías,
otra vez rebosantes de vida.
Sabemos que buscarás
recónditos senderos
por los que volver en la noche
para abrigarnos los sueños,
para acompañarnos
las tardes de cada viernes
y orar con la música del silencio,
para reavivar las brasas
del compromiso y la esperanza,
para desvanecer todas las fronteras,
para experimentar todo lo nuevo.
Enséñanos un alfabeto distinto,
o un nuevo lenguaje de signos
para comunicarnos,
para sentirte entera por dentro,
para danzar el baile de la vida
y sonrojarnos mirándote a los ojos
hasta hacernos suspirar con tu aliento.
No hay insalvables distancias
para quienes de verdad se aman,
aunque se abracen y se miren
tras los cristales del tiempo.
Hay un universo mayor,
otro firmamento más denso,
el de las inéditas sendas
que nos ayudarás a transitar
para acudir a tu encuentro,
para decirte quedo, al oído,
“hola, mi amor”,
y desaparecer de la mano
tras la brisa, la niebla y el viento.