¿Son religiosos o no los jóvenes de hoy? A propósito del Informe Jóvenes 2010

Hace poco se ha hecho público el Informe Jóvenes 2010 por parte de la Fundación Santa María. Estos informes, que se vienen presentando desde 1984, son los mejores con mucho que se hacen en España. Adjunto hoy un artículo que publiqué en la Revista Crítica en julio de 2009 porque creo que lo que allí escribí sigue siendo básicamente válido en las tendencias que marca el nuevo informe. Por supuesto, es mi análisis, con la correspondiente carga de subjetividad, y está abierto a críticas y sugerencias. Aquí os lo dejo. Para facilitar la lectura, he suprimido parte del aparato crítico (notas y demás):

¿Son religiosos o no los jóvenes de hoy?

¿Son más o menos religiosos los jóvenes de hoy? A la hora de abordar esta pregunta me he acordado de un profesor de filosofía de bachillerato, amigo y compañero de claustro, que ante preguntas del tipo “¿Es más libre hoy que antes el ser humano”?, solía responder: “Defíneme ser humano, defíneme libertad, defíneme hoy y defíneme antes, y empezamos a hablar”. Pues bien, en nuestro caso sería sencillo definir joven para responder a nuestra cuestión, no sólo en el sentido de acotar la edad (¿de los 15 a los 25 o 30?), sino sobre todo el lugar: está claro que los jóvenes africanos son mucho más religiosos que los europeos o los norteamericanos, y los terceros mucho más que los segundos. Pero el problema se complica a la hora de definir religión. Porque creemos que, desde cierto punto de vista amplio o inclusivo, un buen porcentaje de los jóvenes -incluso europeos-, siguen siendo religiosos. Mientras que desde otro punto de vista, que podríamos llamar “religioso institucional”, son cada vez menos religiosos. Nos va a permitir el lector que aparquemos un momento esta precisión terminológica para hacer un resumen de los datos. A la hora de interpretarlos, volveremos sobre esa cuestión, que nos parece decisiva para responder con honestidad nuestra pregunta.

1. Los datos: postura religiosa de los jóvenes

De diez años para acá se vienen realizando numerosas encuestas a los jóvenes, y en todas hay algún apartado sobre sus opiniones sobre la religión, el cristianismo y la Iglesia Católica. Es cierto que las encuestas no ofrecen nunca la verdad objetiva total, pero no debemos despreciarlas, sobre cuando se da una fuerte convergencia en los resultados.

La Fundación Santa María ha sido la pionera en hacer estudios sistemáticos sobre la población juvenil española, y viene presentándolos, con una periodicidad aproximada de cinco años, desde 1984. Su estudio Jóvenes Españoles 2005 resumía así –citamos del resumen facilitado en abril de 2006 por la propia Fundación- el perfil religioso de los jóvenes españoles:

“Los jóvenes españoles no encuentran modelos de religiosidad atrayentes por lo que se ha producido una precipitada aceleración del proceso de secularización. Hace diez años los jóvenes que se consideraban católicos eran el 77% y hoy, por primera vez en la historia, no llegan al 50%, un descenso de más de 25 puntos. Esto es debido, en cierto modo, a la creciente secularización de la sociedad, los cambios políticos en una dirección claramente laicista y la desconfianza que suscita la Iglesia entre los jóvenes. De ella critican su excesiva riqueza, su injerencia en política y su conservadurismo en materia sexual. En 1994, dos terceras partes de los jóvenes españoles afirmaban que eran “miembros de la iglesia y que pensaban seguir siéndolo”. En 1999 ya eran solo la mitad y en el año 2005 es un 29%. Por otra parte, sólo el 10% de los jóvenes se declara católico comprometido frente a un 20 que se caracteriza por la indiferencia religiosa, agnosticismo o ateismo. El resto, descontando una minoría religiosa no católica, se constituye por una gran masa de españoles que en mayor o menor medida están identificados con su condición de católicos, pero que se caracteriza principalmente por su pasividad. Hace diez años los jóvenes que se consideraban católicos eran el 77% y hoy no llegan al 50%. La Iglesia es la institución española que más desconfianza suscita entre los jóvenes”.


Con esos resultados, es evidente que la imagen juvenil de la Iglesia y de la religión resulta bastante negativa. Las causas de esta imagen negativa son tanto externas (debidas a los valores y antivalores sociales y culturales predominantes) como internas (actitudes y actuaciones de los miembros de la Iglesia). Seguramente esta imagen negativa es en gran medida injusta, pero, como suelen decir hoy los jóvenes, “es lo que hay”. De hecho, en los últimos estudios de Santa María se señala que los jóvenes distinguen entre la imagen general de los ministros de la Iglesia y la de los sacerdotes, religiosos y religiosas que ellos han tratado y conocido personalmente. Si se nos permite resumirlo coloquialmente, la frase de de los jóvenes españoles que han tenido algún trato con la Iglesia sería: “Los 3 o 4 curas o monjas que yo he conocido (en el colegio, en la parroquia, en tal asociación...) no son mala gente; pero el resto dejan mucho que desear...” Este hecho refleja, evidentemente, que la opinión juvenil está muy condicionada por los medios de comunicación. Hay un problema de comunicación entre la Iglesia española y los medios, que influye mucho en los jóvenes y sus posicionamientos religiosos (o arreligiosos).

El estudio de SM Jóvenes 99 presentaba un dato especialmente llamativo: sólo un 2,7% de los jóvenes concebía la Iglesia como el lugar en que se dicen cosas importantes sobre el sentido de la vida. Este dato fue explicado mejor en una obra dedicada a profundizar los resultados sobre religiosidad juvenil, Jóvenes 2000 y Religión. Además, en un artículo de 2005, Javier Elzo comparaba esos datos con un estudio sobre los jóvenes de la Universidad jesuita de Deusto y con otro sobre universitarios españoles en general, en que confirmaba esa pérdida de estima hacia la Iglesia (Cf. JAVIER ELZO, A vueltas con los jóvenes y la Iglesia Católica, en Misión Joven 342-343 (Julio-agosto 2005), p. 8).

Otro estudio de 2005 destacaba que la adolescencia es el momento de ruptura más fuerte de los jóvenes españoles con la religiosidad:

“Los jóvenes españoles no creyentes podrían superar a los practicantes en apenas dos años. Es previsible que en la actualidad, o muy a corto plazo, la población no religiosa supere a la religiosa. Esta es la principal conclusión del estudio La disminución del sentido religioso en la juventud: secularización o desvinculación, realizado por el Centro de Estudios de la Realidad Social de la Universidad Abat Oliba-CEU. El informe constata la disminución de la distancia existente entre creyentes y no creyentes en los últimos treinta años. «Mientras en 1975 -se apunta- la diferencia entre practicantes y no religiosos era de 16 puntos a favor de los primeros, en el año 2002 esta distancia ha quedado reducida a 3 puntos». Una situación que indica un elevado proceso de secularización entre la juventud española, especialmente en la transición de los 14 a los 15 años. El católico practicante registra una caída extraordinaria entre los 13-14 y los 15-17 años, descenso que se prolonga, pero ya de manera muy suave, hasta los 18-20… La pérdida, el punto clave, está en la adolescencia” (Cita en ABC, 3 de julio de 2005).


Por otro lado, el Segundo estudio de la Fundación BBVA sobre los universitarios españoles, presentado en noviembre de 2006, refleja una preocupante situación de distanciamiento entre la Iglesia y los jóvenes universitarios españoles:

“Los universitarios expresan un bajo nivel global de religiosidad: 3.3 puntos en una escala de 0 a 10. El 78% de los universitarios españoles fue educado en la religión católica. Sin embargo, actualmente, se observa una división de los estudiantes en dos grupos prácticamente iguales entre quienes se consideran católicos (45%) y quienes declaran no tener ninguna religión (47%). Asimismo, la población universitaria española expresa un nivel global de religiosidad bajo, con una media de 3.3 puntos en una escala de 0 a 10, donde 0 significa “nada religioso/a” y 10 “muy religioso/a”. Si, además de la media, se observa la distribución de las respuestas agrupadas, existe un posicionamiento claro por parte de la mayoría de los universitarios españoles: el 52% se coloca entre un 0 y un 3 en la escala de religiosidad. El centro de estudio también diferencia las creencias de los universitarios en gran medida. Los estudiantes de centros privados suelen ser más creyentes y religiosos que sus compañeros en centros públicos (57% se declara católico frente al 44% que se identifica de este modo entre los estudiantes de centros públicos). Por otra parte, se observa entre los universitarios un bajo nivel de práctica religiosa. El 11% asiste a ceremonias religiosas, aparte de bodas, funerales o bautizos al menos 1 vez al mes, el 9% varias veces al año, el 17% con menor frecuencia, y el 60% declara que nunca va a misa.

IMAGEN DE LA IGLESIA CATÓLICA.- La imagen de la Iglesia Católica entre los universitarios españoles, basándonos en las facetas que examina el presente estudio, es de carácter crítico. En la actualidad los jóvenes universitarios no perciben a la Iglesia Católica como guía moral; la mayoría tiende a estar en desacuerdo con la idea de que “las normas de la Iglesia Católica nos ayudan a vivir más moralmente” (3.8 en una escala de acuerdo de 0 a 10). Este dato, que apunta a la escasa influencia que ejerce la Iglesia Católica entre los jóvenes universitarios, marca una distancia en la posición de los estudiantes y la Iglesia que puede visualizarse en un terreno concreto y relevante para los universitarios. Uno de los aspectos contemplados en este estudio, que indica esta falta de sintonía, es el elevado consenso con la afirmación sobre que “la Iglesia Católica tiene una postura anticuada respecto a las libertades sexuales” (8.2 en escala de 0 a 10). Sin embargo, los jóvenes perciben, aunque de un modo relativo, un atributo tradicional que la Iglesia Católica ha logrado conservar: su ayuda a los más débiles y pobres (5 en escala de 0 a 10)(Cf. http://w3.grupobbva.com/TLFB/dat/np_universitarios_06.doc, 29.11.06).


No parece exagerado concluir que la mayoría de los jóvenes españoles –especialmente universitarios- están alejándose del cristianismo, y muy especialmente de la Iglesia institucional. Obsérvese que hemos dicho “la mayoría”, porque existe una minoría de jóvenes católicos convencidos y que dan testimonio de una fe comprometida. Esta minoría se distribuye en diversos grupos parroquiales, grupos fomentados por congregaciones religiosas y por los llamados nuevos movimientos eclesiales, por lo que hay una gran diferencia en el tipo de cristianismo que viven, con teologías de fondo muy diferenciados, que aquí no describiremos.

Lo más responsable es aceptar con honradez los datos reales, y así lo hace precisamente el Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española 2006-2010, que reconoce que se da hoy “una débil transmisión de la fe a las generaciones jóvenes”.

2. La interpretación de los datos

Hay que decir que esa dificultad en la transmisión de la fe se enmarca en una situación más amplia de difícil transmisión de cualquier tradición. El conocido sociólogo Anthony Giddens la ha descrito como una auténtica alergia a lo que suene a tradicional, que él denomina destradicionalización, y que provoca una especie de desconexión de las propias tradiciones sociales y culturales, especialmente en las generaciones juveniles. Puede verse un análisis muy detallado y lúcido de las consecuencias que esa ruptura general en la transmisión de la tradición cultural tiene en la crisis del cristianismo occidental en varias obras recientes de la socióloga francesa Danièle Hervieu-Léger (Cf. DANIÈLE HERVIEU-LÈGER, La religión, hilo de memoria, Barcelona, Herder, 2005). Esta autora describe lo religioso como un hilo de memoria que une a cada creyente con sus predecesores, sus coetáneos y sus sucesores, creando así una memoria colectiva, de cuyo pasado se nutre dicha comunidad para afrontar el presente y el futuro. Pues bien, según ella las sociedades europeas occidentales apenas son capaces de conservar el hilo de memoria que las une con su pasado religioso.

Si se nos permite una anécdota, esto recuerda un hecho narrado hace años en un diario madrileño. Una profesora de historia del arte visitaba con alumnos de unos 15-16 años de una población del sur de Madrid el Museo del Prado, y delante de un conocido cuadro –conocido para la profesora y para cualquier persona de cultura media- oyó la exclamación de uno de sus chicos: “¿Y quién es ese pibe con alas y qué está diciendo a esa piba?” Quizá el lector haya adivinado que el pibe con alas era el Arcángel San Gabriel, la piba la Virgen María y el cuadro era la Anunciación de Fra Angélico. Esta anécdota revela el grado de ruptura con la tradición cultural cristiana de una gran parte de adolescentes y jóvenes. Una ruptura que, por cierto, se produce más bien en la generación de sus padres, los que ahora tienen entre 35 y 50 años.

Un documento que nadie interesado en la religiosidad juvenil debería dejar de leer, escrito por los Obispos del Quebec (Canadá), describe acertadamente, con una metáfora muy clarificadora, esta ruptura en el río de socialización cristiana. La religiosidad cristiana era antes un río que se nutría de varios afluentes (la familia, la escuela, la parroquia) con cuidada gradualidad (Cf. ASAMBLEA DE OBISPOS DE QUÉBEC, Proponer hoy la fe a los jóvenes. Una fuerza para vivir, en DONACIANO MARTÍNEZ – PELAYO GONZÁLEZ – JOSÉ LUIS SABORIDO, Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto, Santander, Sal Terrae, 2005, pp. 161-191). Pero, por razones evidentes, hoy esos afluentes bajan con poca o ninguna agua.

Así pues, podemos responder ya a la pregunta del comienzo del artículo. Parece que los datos nos dicen que los jóvenes en España y en Europa son mucho menos religiosos en el sentido institucional del término religión. Se alejan de la pertenencia institucional y de la práctica sacramental de la Iglesia. Pero, como dice la socióloga inglesa Grace Davies, hay bastantes que afirman creer sin pertenecer (en inglés es un juego de palabras: believing without belonging). Así, muchos admiran a Jesús o creen en Dios de manera vaga (algo tiene que haber, una especie de energía o fuerza…). Incluso bastantes dicen que rezan a diario a pesar de no creer en un Dios personal. ¿Coinciden con Wittgenstein, que escribió que “orar es pensar en el sentido de la vida”?

Esta desinstitucionalización de la religiosidad, que otra socióloga francesa, Françoise Champion, describe como religiosidad salvaje o silvestre, tiene importantes consecuencias. Según el sociólogo de la religión Peter Berger, sólo con una mínima estructuración e institucionalización se puede afrontar el poder devastador de lo que él llama el problema de la mañana del día siguiente. Las grandes religiones se consolidan sólo cuando, tras el fogonazo o vivencia intensa de su fundador y de los que viven con él, son capaces de conservar un resto de esa fuerza en la mediocridad de la vida cotidiana. En la Pastoral Juvenil el problema del día siguiente no es uno más… ¿Qué pasa, por ejemplo, con este grupo que celebró con pasión la Pascua y quince días después interrumpe sus reuniones o sus compromisos? ¿Por qué de estos veinte jóvenes confirmados en mayo sólo hay tres que inicien el grupo de postconfirmación en septiembre? ¿Por qué este chico/a que viene de hacer medio año de voluntariado en un país africano no quiere saber nada de comprometerse en su barrio o parroquia tras su regreso? La respuesta es la misma en todos estos casos: ¡el problema de la mañana del día siguiente! En realidad, nos dice Berger, “no existe plausibilidad sin la adecuada estructura de plausibilidad”. Si una comunidad religiosa naciente se dota de una mínima estructura que le dé continuidad “al día siguiente”, quizá logre dar un marco de referencia a lo que al principio fue una experiencia luminosa pero aislada o minoritaria, y pueda así hacer disponible a más personas la experiencia original de su fundador (Cf. P. BERGER, Una gloria lejana, la búsqueda de la fe en una época de credulidad, Barcelona, Herder, 1994, pp. 212-213. Hemos desarrollado más esta idea en: JESÚS ROJANO, Proyectos pastorales: ¿qué sí y qué no?, en Misión Joven 353 (junio 2006), pp. 3-20). En ello se ha basado la transmisión de la fe cristiana durante siglos. Creemos que este es el problema principal en el descenso de religiosidad de los jóvenes europeos.

Con todo, hay quien piensa que este solo es un aspecto, el de la pertenencia institucional, del problema. Así, muchos jóvenes, en un sentido amplio (buscar sentido a la vida, ansiar experiencias de trascendencia, hacerse preguntas últimas) siguen siendo religiosos. Se trata de saber captar dichas preguntas y acompañar esas experiencias, para dar cauce a esa otra forma de expresar la religiosidad y evangelizarla. Nos permitimos aquí remitir al lector a un libro de José Luis Moral que narra precisamente eso, que muchos jóvenes hoy son religiosos, pero lo expresan de otra manera (cf. JOSÉ LUIS MORAL, ¿Jóvenes sin fe? Manual de primeros auxilios para reconstruir con los jóvenes la fe y la religión, Madrid, PPC, 2007).

Jesús Rojano Martínez
Revista Crítica 962 (julio-agosto 2009), pp. 42-47.
Volver arriba