Mi Buen Samaritano, (Lc 10, 25-37).
Esta respuesta de Jesús, niño de 12 años, a Santa María y a San José subraya la idea de que las parábolas reflejan con especial claridad y fielmente la Buena Nueva. Esto es "el carácter escatológico de su predicación y su oposición contra el fariseísmo". (J. Jeremías).
-"¿No sabíais que....?"
Pues si lo sabíamos ya no nos acordamos. Y es que toda su enseñanza -incluida para San José y la Virgen- estuvo pautada por el amor del Padre y nuestra educación hacia el valor final de nuestra existencia. En aquel tiempo y lugar se tenía una idea de prójimo interpretable solamente a beneficio del judío. "Ellos son israelitas: a ellos pertenecen la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto y las promesas. A ellos pertenecen también los patriarcas, y de ellos desciende Cristo según su condición humana, el cual está por encima de todo, Dios bendito eternamente. Amén." (Rom 9, 4)
Pero los judíos tenían como ley -y no sé si siguen teniendo- esta innoble exclusiva de salvación que Jesús descalifica señalando el error de creer que el estar dentro de un colectivo -el levita, el sacerdote, el seguidor de un lider, el endeudado con una obra- baste para ganar la vida eterna y nuestra filiación divina. Esta lección me -nos- llega del mismo Jesús cuando sus discípulos, un poco espesos de mollera, le preguntaron cómo distinguir a los que son "de los nuestros". (1 Jn 2, 19) A lo cual respondió lapidariamente: "Por sus hechos -obras- los conoceréis." (Mt 7, 16) Recogido aún con mayor claridad en Lc 6, 44: "Por los frutos se conoce al arbol."
Consecuentemente no es promesa la raza o el nacimiento, y menos aún el sólo remite a un acta de bautismo, sin confesión de fe y sin obras. Puesto que de hechos y frutos hay muchas interpretaciones, Jesús hablaba de que los frutos buenos denotan al árbol bueno, entendida su bondad objetiva. Es aquí donde acude uno a la definición del substantivo longanimidad con el que los viejos cristianos identificaban su orientación. (*)
Por tanto, a mi parecer, ante esta parábola es fácil atrevernos a rescatar el principio elemental de que la fe sin obras -luteranismo, calvinismo, etc.- no es fe verdadera. Con sobrada razón, Hilaire Belloc afirmaba que cristianos solo lo somos los católicos. Los demás, aun con Cristo en sus prédicas no pueden decirlo. Para ser cristiano no basta agruparse en una comunidad, asistir a todas las actividades parroquiales o ir a la iglesia los domingos. La Parábola del Buen samaritano sugiere el mandato de la fe con obras, y éstas fundadas en la fe.
Permítame el lector ahora retomar, con respecto a la parábola de El Buen Samaritano, la enseñanza tradicional frente al atorrante y estafador "humanismo" salido del CV2. Estafa de la peor especie porque si a la razón de nuestro ser le quitamos la trascendencia, el tal humanismo no es otra cosa que "animalismo".
"Un samaritano" para el sacerdote y para el levita era lo más apartado de la salvación, y en este contraste de su elección Cristo, creo yo, nos hace una advertencia hoy muy destacable. Repitamos: "...las parábolas reflejan con especial claridad y fielmente la Buena Nueva". Esto es "el carácter escatológico de su predicación y su oposición contra el fariseísmo." Porque en el samaritano que atiende al malherido, hombre que bajaba de la Jersalén Celestial al Jericó mundano, y que no es otro que el mismo Jesús que se vuelca en los despreciados de Israel, en la gentilidad de donde ya piensa reclutar su Iglesia. Esos gentiles que los judios le escamotean a Dios, Padre de todos, acaparando para sí su amor, que es universal.
Hoy que es tiempo triunfal judaizante esto no se quiere interpretar, pero ¿qué otra cosa puede deducirse en esta parábola? (Y en todo el Nuevo Testamento).
En la nueva versión "oficial" se pretende ver a Cristo en el samaritano. Pero no es así, en el samaritano siempre creimos, al menos hasta el CV2º, que se simbolizaba al cristiano, a la Iglesia que viene de la gentilidad y ya no de la sinagoga.
¡Ah! Como paréntesis déjenme decir que lo de socorrer sin discernimiento me parece una interpetación muy apresurada de la parábola. Porque “hacer el bien sin mirar a quién” puede redundar, por ejemplo, en crímenes si el ayudado es un criminal. Por tanto, de la propuesta de Jesús se entiende, por un lado, que la víctima de los bandidos era un hombre de bien -para nosotros Jesús mismo, el Dios hecho hombre- y que el samaritano obró bajo convencimiento de tal condición. Este enfoque determina una aplicación más veraz y menos ilustrada. Una interpretación hacia el Bien, y hacia Dios, su fuente.
El humanismo insertado en la doctrina de la Iglesia es una blasfemia.
Haré aquí un paréntesis para recordar grosso modo, que en la historia de la Iglesia, a cada tiempo de exaltación humanista ha seguido una lógica e inevitable decadencia -o exterminio- del esencial enfoque cristiano. Se cumple así fatalmente su advertencia: "Sin Mí nada podéis hacer." (Jn 15,5) ¿Que ahora Cristo es secundario y el hombre es lo que importa? Pues no nos sorprenda la tisis galopante de espiritualidad que sufrimos.
Por no remontarnos a la antigüedad recordemos solamente que tras los desvios del Renacimiento vino el Protestantismo y sus persecuciones; que por la llamada Ilustración, sufrimos la sangrienta Revolución Francesa, y por la mentira del Liberalismo, que encandiló a Pio IX, el fruto final de cien millones de víctimas del comunismo. La última edición humanista podríamos asociarla a la persona de Jacques Maritain y su "Nueva Cristiandad" -conferencia en Santander, en 1934-, junto al modernista Buonaiutti y su discípulo Roncalli. Este último, el papa del Concilio Vaticano II. Ese concilio que pocos años después Paulo VI, no a humo de pajas, se atrevió a calificar: "¡Más decisivo e importante que el de Nicea!" (A confesión de parte...)
Conclusión
(No perdamos el simbolismo educador con el que las parábolas nos dan su enseñanza trascendental.)
"Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó..."
¿Quién es ese hombre que baja del cielo al mundo?
Pues sin duda el mismo Jesús de Nazaret. (Otros interpretan que Adán, pero es una tontería: Adán "ya estaba en Jericó", su habitat no era el cielo.)
Unos bandidos le roban y le dejan malherido.
¿Quiénes son esos bandidos?
Los que le hieren, son los que adulteran el Catecismo y corrompen el Culto y los sacramentos.
Los que le roban, son los que viven de su doctrina sin proclamarla.
¿Quién el samaritano que socorrió al herido?
Más claro que el agua: el cristiano de la gentilidad, la Iglesia enseñada que salva nuestra fe de las cornadas del demonio. ("Ve y haz tú lo mismo".)
¿Quiénes el levita y el sacerdote?
"Los judíos, los suyos", a los que vino, como fue anunciado, y no le recibieron. (Jn 1, 10-12)