A medio siglo del Concilio (II): Paradojas de la Iglesia posconciliar ©

La desorientación en que se debate el creyente católico, el sincero creyente, proviene de la corrupción interna en la Iglesia. La corrupción pastoral. Mucho más allá de la pederastia, del aborto y la contracepción, de la liberación del pecado, o de la relajación de la catequesis... Estas cosas que no pasan de la superficie no muestran la causa verdadera: la pérdida de la fe en sus estructuras rectoras. Cuando el médico diagnostica sarna o tiña, sólo ve en la piel el efecto de abandonos y miserias, sus causantes no están presentes pero son los que son. En el caso de la Iglesia me atrevo a decir que sus miserias son la asfixia de la Buena Nueva cristiana y un Evangelio tergiversado, al igual que sus exigencias. Lo cual es origen y resultado de la frecuente insinceridad de la vida consagrada convertida en modus vivendi, o solución de vida. Lo que a su vez se alimenta con ideologías de los llamados "nuevos teólogos" que fomenten la ignorancia y el materialismo desde la pereza mental. Del olvido de Dios al que tenemos años aplastado en la rutina de una religión social y de preceptos.

En lo que atañe a la Iglesia española diremos que tras la clausura del CV2, a la ideología marxista, que no se condenó, se le sumó el odio a España, asentado, antes que en el resentimiento político, en los anticristos de logia, negra y blanca, que ya se habían infiltrado en nunciatura, sedes, cancillerías y, por tanto, en parroquias.

Y es que a España se la tenían guardada desde muy antiguo. No sólo por la guerra del 36 superada con creces por sus perdedores. Recordemos que nos hicimos nación, propiamente dicho, cuando nos unimos en una sola fe identificadora. Cuando nos libramos, primero, del Islam y, después, de otro pueblo huésped que se conjuraba contra esa fe. Pocos lustros más tarde, España fue el gran proveedor teológico del Concilio de Trento, dique formidable a las oleadas del protestantismo que amenazaba, enésimo intento, con destronar de toda Europa al Dios encarnado. Trento fue ciudadela de dogma y disciplina levantada con el hombro de España, de sus doctores y de su rey, aparte de brazo armado el más resolutivo de aquel tiempo. Hasta el punto de que, a su pesar, los enemigos de Nuestro Señor Jesucristo, con toda propiedad lo llamaron “El Concilio Español”.

El 4 de octubre de 1983, un año después del triunfo del PSOE, el Primado de Toledo, don Marcelo González Martín, se lamentaba de que los españoles «portadores de una herencia católica» dieran sus votos «en proporción tan alta a partidos políticos que nos llevarán a la desaparición del sentido cristiano de la vida

Pero don Marcelo y demás obispos y clérigos fueron parcos en denunciar lo que veían, pues que por nadie sabe qué increíble dogma, si procedía de Roma tenía que ser bueno porque sí. Encima, a los "demolition men" nos los presentaban como héroes... de una clandestinidad protegida, desde la CEE, la Nunciatura o el Vaticano. Por la fuerza que la ingenuidad otorga al mal, nuestros curas llegaron a la reforma política con el paso cambiado en contra del Evangelio y de la Iglesia, convencidos de que solo iban contra Franco.

Gracias a la complicidad de la Iglesia, o su pasarse al enemigo, nunca antes tuvo la revolución anticristiana tan grande ayuda para su acción en España. Los que tenían información sabían que esa era la triste sorpresa del Concilio formador de soldados sediciosos, tontos o cobardes. Recordemos un significativo testimonio de parte contraria. En 1964, el XI Congreso del Partido Comunista italiano - financiado por la URSS - nos ofrecía un resumen muy aleccionador de sus jornadas dedicadas al “Nuevo horizonte de diálogo con los católicos”. Aquí va un mínimo extracto:

«El hecho extraordinario de la apertura del Concilio que con toda razón puede compararse con los Estados Generales de 1789, ha venido a mostrar a todo el mundo que la vieja Bastilla político-religiosa está siendo conmovida en sus cimientos. Ha surgido una nueva situación a la que hay que hacer frente con los medios adecuados. Se presenta una posibilidad insospechada de acercarnos a nuestro triunfo final por medio de las maniobras apropiadas. [...] El Concilio nos pone de este modo en las manos, y gratis, los mejores instrumentos con que poder llegar al público católico. [...] Jamás hemos estado en una situación tan favorable.»
(Revista “PROPAGANDA”, octubre 1964)

Ya en 1979, tras el pistoletazo de salida de la Constitución refrendada siete meses antes, el Cardenal Tarancón, presidente a dedo de la CEE, declaraba a la Prensa su satisfacción por la legalización de la masonería en España. (La Verdad de Murcia, 25.05.1979, p. 40.) El presidente de la CEE tampoco disimuló sus entusiasmos anticatólicos en 1981, pues que, como privilegiado conocedor de que el Presidente del Gobierno don Adolfo Suárez convocaría elecciones legislativas, se adelantó a sugerir a los votantes que «con un gobierno menos católico España estaría mejor.» Y repitió las palabras del más alto funcionario del Estado Español según el cuál a los españoles "les haría bien una pasada por el socialismo". Elija el lector los adjetivos. Porque tenía que saber que con un gobierno menos católico, y además socialista, vendría inexorablemente el divorcio, el aborto, el juego, la pornografía y la eutanasia, además de una legislación radicalmente en contra de la fe cristiana.

A esto siguió un campeonato de declaraciones "pastorales" a favor de la elección de los socialistas. Y con ese impulso, el Super-Cardenal promovía el activismo progresista y la difusión de simpatías miméticas en el pueblo. Que fuera aplaudido por corrientes políticas sin Dios no es tan grave como la anuencia del Papa y de sus legados... Sin discusión posible algo conceptualmente execrable.

No va a ser fácil olvidar a semejante personaje tan querido de Pablo VI.

En 1963, el publicitado "Papa Juan" ordenaba que en España no se aceptara «para obispo, canónigo, catedrático, consiliario y aun párroco de parroquia importante a nadie que haya tomado parte con los nacionales (...) o simpatizantes con el glorioso Alzamiento Nacional.» (Cfr.: Carta de Mosén José Bachs, Pbro., firmada el 7 de enero de 1976; Boletín Nº 135, febrero 1982, de “La persecución anticristiana y los mártires sacerdotes”, firmado por Mosén Salvador Nonell Bru, de la Asociación San Antonio María Claret, de Barcelona.) Una recomendación, ésta del "Papa Bueno" - para los masones de París -, de la que pocos concluyen que desde entonces todos los candidatos de éxito serían solamente los que tuvieran en su historial militancia con las fuerzas que lucharon del lado de la URSS y sus Checas, del Frente Popular y sus Paracuellos...

Hechos y actitudes decisivos en el plan revolucionario de "dar la vuelta a la tortilla". Un ejemplo, y hay muchísimos, es la intervención de la "Nueva Iglesia Posconciliar" (sic) en las estructuras católicas de Andalucía que se teñían de rojo sin apenas mención en los mass media. Decisivo fue colocar, en 1954, a Mons. José María Bueno Monreal como obispo coadjutor en la sede de Sevilla... Es cierto que el gobierno del Cardenal Arzobispo Don Pedro Segura fue un caos de vanidad antifascista y delirios teocráticos, mas lo que importa es que con Bueno Monreal el PSA quedó fuertemente protegido para los años de clandestinidad que le quedaban.

Gradualmente desde entonces el obispado sevillano facilitó el activismo marxista, sabiamente enmascarado de sindicalismo, actividades culturales, catequísticas, conferenciantes de la Nueva Teología (vieja ideología), mediante la cesión de locales de la Iglesia. Ángelo Roncalli al ocupar la silla de Pedro (28 octubre 1958) a toda prisa nombró cardenal elector (diciembre 1958) a Mons. Bueno Monreal en el torrente de

nombramientos que aseguraban a su camarada Montini un cónclave favorable, consecuente con que éste antes lo forzara a favor de Roncalli. (S. S. Juan XXIII, B. Bentura Remacha, Ed. Pandora, nov 1958.) Nada menos que cuatro consistorios en los siete primeros meses de pontificado para sumar la mayoría ideológica que le convenía. Con ello se saltaba a la torera la ley de Sixto V, que limitó a setenta el número máximo de electores fundándose en las sagradas escrituras como mandato solemne que obligaba a perpetuidad a todos sus sucesores.

Un hecho nada menor fue la entrega del órgano de expresión, de la Iglesia, “El Correo de Andalucía” que, a partir de entonces el hoy ex-presidente autonómico Manuel Chaves pudo controlar a través de sus gestores oficiales. Como es obvio, con él detrás pronto se convirtió en órgano oficioso del PSOE. Estamos en los años próximos anteriores a 1982. Por cierto, de manos del P. Javierre, pluriempleado en buen número de “líneas intermedias”, como lo fue en la semiclandestina “Cuadernos para el Diálogo”. Acotemos aquí que su fundador, el “intelectual de izquierdas” Joaquín Ruiz-Jiménez, propuso ante S.S. Pío XII, y sin conocimiento de Franco, la beatificación de José Antonio Primo de Rivera.

Seleccionemos ahora cuatro muestras de los pasos seguidos por el clero español para que la Iglesia española fuera la mejor colaboradora, "por la paz del pueblo", en la originalísima tarea de que un Estado que era católico confesional por la sangre de victoria contra los sin-Dios pasase a ser siervo obediente del "Nuevo Orden Mundial" gracias al denodado esfuerzo de sus sucesores:

1) Se discutía el artículo 16 sobre la confesionalidad del Estado cuando el Cardenal Tarancón, Presidente de la CEE, con su Vicario el jesuita Martín Patino, se reunía en secreto con los señores Felipe González y Alfonso Guerra para tantear un entendimiento en la Transición que se quería tutelar. (?) Se reunieron en un colegio de religiosas a orillas de la Cuesta de las Perdices, en Madrid. Los socialistas se asombraron de las facilidades encontradas. (Crónica dela Cruz y de la Rosa, Abel Hernández, Argos Vergara, 1984.)

2) El 25 de septiembre de 1982, y casi en el tiempo de reflexión electoral, Mons. Amigo declaraba a la prensa ser «bueno para España que los católicos voten opciones de izquierda, como el PSOE». Así de imparcial, el hombre.

3) Una semana antes Mons. Echarren se ufanó públicamente de tener «más amigos en el PSOE que en la derecha». Esa derecha hija y nieta de la que se enfrentó con riesgo de sangre a la izquierda stalinista, matarife de obispos, curas, frailes y monjas a la par que de millares de fieles civiles.

4) Recuerdo — el dato está en las hemerotecas — que el Cardenal don Ángel Suquía confesaba estar muy satisfecho con el texto constitucional, que no dedicaba una sola letra al Credo del pueblo español, todavía entonces 89% declarado practicante.

La cosecha de espinas

Pero, ¡Oh, inicuo misterio!, a poco de nacer nuestra "Carta Magna", avalada en hechos y actitudes por el Cardenalísimo, aparecía ya la Ley 30/1.981, de 7 de Julio, introductora del divorcio en el Código Civil . Era la "Ley Fernández Ordóñez" así llamada en honor a su autor, aquel afiliado a la UCD que fuera ministro de Justicia, antes de Hacienda y antes Presidente ¿facha? de la Compañía Telefónica Nacional. Este funcionario se negó a mejorar la fiscalidad de las familias numerosas pero impuso el divorcio sin referéndum y por mayoría simple parlamentaria. No es para olvidar que esta ley, en menos de una generación, debilitó a la sociedad rebajando el concepto de familia a uniones sin proyecto perdurable. Si el Cardenal Tarancón finalmente la contestó, fue a toro pasado y sin acompañarse de presión popular que en aquellos días la Iglesia hubiera organizado con éxito.

Con la UCD y sus ministros demo-social-cristianos (?), útil antinomia, no sólo se dieron estos pasos, el pasivo ante las familias numerosas y el activo contra el matrimonio, sino otros de eficaz perversión moral. Entre ellos, la edad electoral adelantada a los dieciocho años; la autorización del juego desde los casinos a los bingos y tragaperras, éstas hasta en las estaciones del Metro; la liberalización de la prostitución; la despenalización del adulterio; la libre exposición de la pornografía, con límites blandos para cine y TV. Pasos que indudablemente se sugerían por “doctrina de aggiornamento o adaptación a los tiempos”.

Así, volviendo a 1976, los Padres de Constitución tan elogiada por los príncipes de la Iglesia sólo tenían que asegurarse el paso más lógico: mandar a Dios al cuarto de las ratas. Es decir, decretar también sin referendum la no-confesionalidad de un Estado que desde 1953 reconocía en Dios y en el Evangelio la suprema pauta de su régimen. La sorpresa para el común de los fieles nos llegó más tarde de la Roma de Juan Pablo II ratificando que «[...] ninguna confesión tendrá carácter estatal». (cfr. “Acuerdos del Estado español con la Santa Sede de 1976 y 1979”, ANEXO 7).

No podía ser de otro modo si pensamos que, tras el Vaticano II, la Iglesia regida por Pablo VI se adhirió solemnemente a la ONU y bendijo su Declaración de los Derechos Humanos, que nada más más es la puesta al día de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, del siglo XVIII. De esta siembra, siete años después los socialistas introducían en el Código Penal el artículo 417bis como el objetivo más ansiado “para el bien de la sociedad española”.(sic.) Esto es, el aborto pagado por la Seguridad Social. La Ley se publicó en el BOE como LO 9/1985 y RD 2409/1986. Y el alto clero callaba, mientras las feministas y los militantes marxistas presionaban gritando a las puertas del Congreso el día mismo en que la ley se debatía. El Papa Juan Pablo II al recibir a los reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, en 1983 y 1984, los exoneró de responsabilidad moral.

Puede ser oportuno todavía decir algo a los que leer estas líneas, este artículo, les escandalice. Creen quizás que los católicos debemos comportarnos con la jerarquía - que no siempre es autoridad apostólica - igual que ciertos hinchas de fútbol y aplaudir a su equipo aun si practica el anti-fútbol y lo bajan a quinta regional. Esto no es sensato. Los aficionados y socios pueden y deben exigir que se destituya al entrenador con sus técnicos, al capitán y al presidente. Los malos resultados de la Iglesia en España son terminantes: 80% de españoles se declaraban católicos en 1981 y, en 2012, sólo el 41%. Y a los curas se les tiene como a “la clase menos valorada”. (REYES MATE, en “El Periódico”, 09.04.2006).

Se suele argumentar que no se puede ir contra corriente, que debemos adaptarnos a los signos de los tiempos... Pero yo no lo creo así. Para empezar, aunque la Iglesia no sea del mundo deberá siempre estar en el mundo; y si tiene que ser "astuta como serpientes" habrá de serlo con inteligencia y no con maldad, para no dejar de ser "inocente como palomas". Lo seguro es que la historia no se hace sola sino que la hacemos nosotros.

“La fuerza del sino...”, “los vientos de la historia...¡Vaya bobadas! Lo que pasa es que la Iglesia ha cortado sus lazos con el Espíritu Santo, al que recurren con la boca pequeña. La pasividad de organizaciones sociales fuertes y bien establecidas, como por ejemplo el Opus Dei, que se quedaron – y ahí siguen – en sus mesas camillas jugando a la canasta, seguros de la salvación eterna garantizada por sus charleros. Pero de esto hablaremos otro día.


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