Correo (VII) comentado: Los teólogos y la religión.®

(Cuatro minutos)


No es aventurado pensar que dadas las corrientes de actualidad este blog moleste a importante porción de lectores habituales de entre el conjunto de blogs que le acompañan.

Podría creerse que, al contrario que en tiempos pasados cuando al llegar a Santo Tomás el seminarista se enfrentaba a la quema de naves para la conquista del reino de Dios, la nueva teología se haya vuelto vehículo seguro para no tener certezas de nada. Ciego hay que estar para negar que el estamento clerical ya no vive en comunión con la perenne doctrina de la Iglesia.

La teología post Concilio Vaticano II, en sus múltiples disciplinas o escuelas, determina una rara enfermedad que impide trabajar por la Iglesia como siempre se trabajó dando a Dios, primero, "todo honor y toda gloria". Ahora la energía se nos escapa por la espita de la erudición pedante, y también epatante, de las controversias sin fin. Una ola de ideas quitándose el asiento a empujones.

Las mejoras pretendidas han traído peligrosas realidades: no se misiona (¿Por qué lo digo? Porque misionar es actuar como enviado y ahora, el enviado no viene tanto de parte de Jesús como de la ONG-Iglesia-humanista-proletarista.) Ya no se reza, lo que importa es la oración implícita (¿Cuándo fue de otro modo?). No se sobrenaturalizan nuestras esperanzas y se han debilitado las lealtades a la Verdad, al Camino y a la Vida, Jesús, "luz que alumbraba a todo hombre que viene a este mundo". (Se rezaba así todos los domingos y ahora no sé si uno al año, si acaso.)

¿Hasta dónde llega el poder de los nuevos modernistas que nos han convencido de que las promesas cristianas las tiene aseguradas el que se titula teólogo? Que el que sabe teología es el que sabe de religión. ¿Es religión la teología? ¡Dios santo! Con la inmensidad de doctrinas que circulan por la Iglesia. Hombres y mujeres orgullosos hasta del anhídrido que expiran...

Hoy se afirma que el modernismo condenado por San Pío X es desde el Concilio Vaticano II el espíritu de la Iglesia. (¿Será verdad? Asís nos lo aclarará el próximo día 27.) Curioso me resulta que muchas protestas a mis posts no son para corregir un desvío del Credo milenario sino para justificar, o encubrir, las posiciones disolventes, el descuido de las almas, la laxitud, la acedía...

Gracias al empeño partidario en el que se uniforman algunos teólogos y sus discípulos se descubre lo que son: modernistas, progresistas. Esos y otros ismos que no les dan luz para el alma pero sí se la electrocutan. La fe no es progresista ni modernista. Dígannos, por favor: ¿En qué tiene que progresar la fe, el Evangelio? La fe de la Iglesia es actual en nosotros porque nos sometemos a ella y no porque la sujetemos a nuestra invención o convención. Como lo intentaron tantos, desde Arrio a Erasmo, de Prisciliano a Lutero, de Lammenais a Maritain. Todo un conjunto de nombres que iban a hacer al cristianismo más cristiano que Cristo, y a ellos mismos más divinos que Dios. Paradoja es que Él nos enseñó una sola fe para ir al Padre, una sola puerta, un solo camino. Exclusivismo que la "nueva teología" pretende superar. Aun si 'teo' es abducido y si al 'logos' se le enmudece.

No lo olvidemos: «La Iglesia es el conjunto de todos los cristianos regidos por Jesucristo, y su vicario el Papa.» Y hablando del Papa digamos lo elemental: Es Pontífice porque ‘hace puentes’ entre lo temporal y lo eterno. Por la santidad del cargo y su fidelidad al depósito que le encomendaron, y no por donación gratuita de santidad personal. Es decir, lo es por predicar sin cambios la Buena Nueva de la Encarnación y la promesa de una vida perdurable sobre la muerte. Un depósito que es aquella misma predicación de los Apóstoles sellada con su vida, sentada por los Padres y afirmada por los primeros siete concilios. No es propiedad de un grupo, curia, logia, partido, corriente intelectual... o pontífice.

La fe cristiana no es fenómeno de masas.

Perogrullo lo dice: Somos católicos no por el absurdo pluralismo de aceptarlo todo sino, muy distinto, por enseñar lo mismo a todos los pueblos. Y a todos la cruz salvadora, escándalo para los judíos y locura para los gentiles. Según lo creído desde el principio, siempre, por todos y en todas partes. A esta continuidad los católicos lo llamamos tradición; hasta tal punto es así que llamar a alguien católico tradicional, como ahora se quiere distinguir, es simple redundancia. Si se corta el lazo con la tradición sólo nos aseguramos 'el llanto y el rechinar de dientes'. Los que se tienen por docentes piensen que si ellos pierden el norte nosotros tenemos el deber de no seguirles. "Que la Iglesia puede que necesite revisar el deslumbre de su número." (Card. J. A. Ratzinger)

Porque, por más que moleste a muchos, la religión no es sociología, ni filosofía, ni teología, ni política, ni partidismo, ni psicología, ni un medio de vida... Tampoco la vida de piedad, ni la misa, ni siquiera los sacramentos son la religión, toda la religión. La religión es para cada alma individual. Esas ciencias y gracias pueden ser dones divinos y herramientas de certeza para querer lo que Dios quiera de nosotros, un vivir la intimidad personal ocupada, invadida por Él. ¿Para qué nos sirve una teología que nos aparta de la religión? Para nada, es pura pedorrez -perdonen el exabrupto- de los diletantes e increyentes... que viven de ella.

Por eso la fórmula infalible está en el Evangelio: "Buscad el reino de Dios y su justicia." Primero el reino de Dios, esto es que Dios reine (¡Oh! ¡Qué poco avanzado soy!). Después SU justicia, es decir, la de su reino, no la de nuestras reivindicaciones. Empezando así, todo lo demás se nos da por añadidura. (Lc 12, 31-37)

Sentir con la Iglesia

Si yo no siento la religión así tendré que seguir pidiendo a Dios 'sentir con la Iglesia' -que es intemporal- para saberme católico. Sentir con la Iglesia no es sensiblería; es saber todo lo que se sepa dentro de su unidad en el tiempo, presente, pasado y futuro, y en el no-tiempo. El que no crea insertado en esa unidad atemporal no puede ser católico, universal en las cuatro dimensiones. Puede llegar a Papa, gobernar la Iglesia, incluso creerse que ejerce la infalibilidad, pero no será católico. La revelación cerrada con el último apóstol no está ‘en progreso’ como empresa humana... Porque las cosas de Dios no podemos tomarlas como algo cambiante. "Dios no se muda", dijo la Doctora de Ávila. Las llaves que recibió Cefas no son para abrir las puertas a los ladrones. Atar y desatar no puede pretender que un círculo sea cuadrado, ni llamar bien al mal o al contrario. (Is 5, 20)

Se lo aseguro amigos, como bien lo estamos viendo esta anemia de firmeza, fruto de la falta de humildad, sólo nos asegura apartar a Dios de nuestro lado. O desfigurarlo, que viene a ser lo mismo. Mas nuestro problema es que "sin Él nada podemos hacer", así que allá cada cual ante su último día.
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