Correo (V) comentado: Ni Calvino ni Sáenz y Arriaga®
(Tres minutos y medio)
El 26 de agosto de 2011, alguien tras el nombre de Tomás me lanzó la pedrada siguiente: "Vaya, parece que al final el sedevacantista se destapó como calvinista." Contesto esta mentecatada sólo porque apunta a temas de mayor interés.
Primero cuatro líneas sobre:
El calvinismo.
La herejía y después apostasía del católico Juan Calvino, s. XVI, fue llamada también por sus adeptos "tradición cristiana" pues que, al igual que en la segunda mitad del pasado siglo y la convocatoria del Concilio Vaticano II, el argumento era llevar a la Iglesia a la pureza de sus orígenes.
Su teología la aprovechó Thomas Cranmer, el reformista inglés, con sus sacrilegios a la Eucaristía. Será curioso señalar las principales novedades 'purificadoras' de aquella puesta al día. De repente Inglaterra dejó de creer en la transubstanciación de 'lo que no es más que simple pan'; se quitó el ara para que el altar fuera sólo 'mesa'. Se abolió el sacrificio, por lo cual la antigua "misa" se llamó 'memorial de la Cena' y el celebrante pasó a ser simple maestro de ceremonias, ya no sacerdote, pues no sacrificaba nada ni tenía intención de hacerlo. (*)
No sabemos por qué llamaron a esto "vuelta a los orígenes" cuando es seguro que no lo habrían reconocido ni San Ignacio de Antioquía, ni San Ambrosio, por citar sólo dos gigantes de la Iglesia.
Por si lo dicho fuera poco, lo más destacado de los calvinistas fue su creencia en la predestinación. Pensaban que el que nace rico es por predilección de Dios para disfrutar de los bienes de este mundo y, después de la muerte, del Paraíso. Y que el que nace pobre se tiene que aguantar por estar destinado a todo lo contrario, incluido la negación del cielo.
Tan extensa fue esta horrible herejía que en España, aun con la sana vigilancia de la Inquisición, por influencia francesa se enraizó y extendió, principalmente en las provincias periféricas y zonas del Levante Sur, de la Mancha -baste leer El Quijote- y del norte de Andalucía, de entre cuyos terratenientes se enquistó un despotismo crudelísimo con brotes de demencia y engreimiento de elección divina. Esta barbaridad del teólogo ginebrino se extremó en un odioso clasismo más allá de sus adoctrinados. Con frecuencia entre los católicos encandilados por el enriquecimiento financiero sin esfuerzo y sin moral. Algo diametralmente opuesto al cristianismo. En verdad una más de las fórmulas destructivas inventadas en las sinagogas de Satanás para destruir o debilitar el cristianismo. La combinación de feudo y divinización produjo en la Europa calvinista un plutoclasismo incalificable al que, todavía hoy, se adhiere con facilidad más de alguna obra supuestamente católica.
Otras cuatro líneas sobre:
El sedevacantismo.
He de comentar el caso de que cuando se cite a los sedevacantistas alguien dirija su pensamiento a los católicos adheridos a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX) fundada por el Arzobispo de Dakar, Mons. Lefebvre. Para empezar, el supuesto cisma no existe en esta congregación, en absoluto, tal como hace siete años reconoció el Cardenal Prefecto Castrillón Hoyos. Los padres de FSSPX son apoyados por un millón de fieles, un ejército de quinientos sacerdotes formados con la disciplina escolástica de la antigua Iglesia, más siete seminarios que hoy se suman al inicial de Ecône y de los que cada año surgen nuevas ordenaciones. Comunidades religiosas de monjes y monjas. Terceras órdenes. Prioratos, en limitada función de parroquias, que se extienden por la geografía de este mundo hambriento de trascendencia, para enseñar la doctrina católica y celebrar el Santo Sacrificio de la Misa según el "nunca prohibido misal de San Pío V". (Es chocante que lo que 'nunca pudo prohibirse' sea recordado como mérito de los que lo persiguieron a muerte y ahora deberán cultivar.)
Importante dato es que estos hechos y estas cifras se registran a pesar de la hostilidad de los obispos posconciliares que les pusieron, y ponen, trabas, y que permitieron insultos en las homilías donde se les presentó como secta de paranoicos. La razón es patente: No son Neocatecumenales, ni de Regnum Christi o Legión de Cristo (Dios la proteja), ni de Comunión y Liberación... No están en sintonía ni con el progresismo de la "indignada" pobreza proletaria, ni tampoco con el endiosamiento de los aniquiladores de diócesis a través de la desidia litúrgica y el abandono catequético. Contra estas "virtudes de hoy" los sacerdotes de la FSSPX y sus feligreses se empeñan en "el viejo defecto" de ser leales a las tradiciones recibidas (1 Co 11,2; Col 2, 8) en que se incluyen todos los dogmas y se destaca el amor al Papado.
Nadie que me conozca puede acusarme de calvinista.
Y en cuanto al sedevacantismo..., pues va a ser que tampoco.
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(Un minuto más)
Como si el fantasma de Cranmer nos castigara, a los católicos del Post-Concilio en cosa de meses se nos quitaron los reclinatorios, los santos y capillas de nuestras parroquias que pronto parecieron inhóspitos "Salones del Reino" de peladas paredes. Se arrinconaron los sagrarios, recordatorio de la presencia sacramental de Cristo vivo y real. Los altares centrales se derruyeron sustituidos por mesas sin reliquias de mártires. Los textos nuevos no buscaban, como se decía, enriquecer la fe en la Revelación de la Nueva Alianza sino el entroncarnos con los mal llamados "hermanos mayores"... ¡que no aceptan a Cristo! (La Iglesia siempre habíamos llamado "hermanos mayores" a nuestros mártires.)
Los traductores cambiaban del latín lo que querían, autorizados por una jerarquía que no nos atrevíamos a imaginar hubiera dejado de ser católica. Así, por citar una muestra entre cientos - Padrenuestro, Gloria, Credo, Sanctus... - , aquellas palabras del legionario al pie de la cruz: "Este hombre era realmente el Hijo de Dios", las cuales se "tradujeron" del latín por: (...) era un gran profeta".
Los prefacios se prodigaron hasta más de veinte pero el de la Santísima Trinidad fue casi eliminado aun siendo dogma esencial de la Iglesia. Como es inaceptable para judíos y musulmanes que no admiten a Cristo-Dios, así se les endulzaba el disgusto. Este prefacio se rezaba en la Misa de Trento todos los domingos del año y, ahora, un solo día y por su fiesta. Con el mismo objeto - "Jesús no es Dios" - se eliminó la lectura del Inicio del Evangelio según San Juan: - "... y el Verbo era Dios..." "estaba desde el principio en Dios..." "Y se hizo carne".
De los ofertorios creativos ni digamos. Yo mismo con mi familia asistí a uno realizado con mocitas en leotardos simulando una danza... (Ávila, 1983, Obispo: Felipe Fernández García.) El leotardo es una prenda que se pega al cuerpo sin ocultar nada de lo que tapa.
Estas misas nuevas -aun las bien dichas - es claro que son algo más que una "liturgia popular". Son la expresión de una nueva Iglesia y de una religión distinta que nos han metido con calzador a través de un paciente trabajo - dos siglos - de seducción eclesial. El escollo inesperado se levanta de la contradicción de decir que la misa es el compendio, centro y culmen de la fe católica y al mismo tiempo querer dar por válidos los estragos de la nueva con respecto a la siempre celebrada. La de S. Ambrosio y S. Ignacio de Antioquía.
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