Correo comentado VIII - Miscelánea. ©
2) Los que no entienden nada sobre la Tradición.- Sugiero a algunos de mis incógnitos antagonistas que no se esfuercen en describir la psicología de las personas que se afianzan en la Tradición. Somos tan simples y tan complicados como todo ser humano; el tradicionalismo no es una patología, como quisieran los modernos. Distinta cosa es que sus fidelidades molesten a quienes hace tiempo que las abandonaron. Me refiero a las cúpulas pastorales y no a las obedientes ovejas. Esto es, la ‘Iglesia docente’ que renunció a enseñar y la ‘Iglesia enseñada’ que tan poco sabe desde el CV2º para acá.
A propósito de antagonismos, me adelanto a decir que no hay tal en el sentido de elección de vida sino en cuanto al error de suponer bueno lo que uno hace, no objetivamente sino sólo porque se obra dentro de un entendimiento general ya posicionado. Sin detenerse a discernir su virtud o desgracia. El antagonismo principal y más interesante es el que se encuentra dentro de cada uno de nosotros, en nuestra realidad. Cuando en nuestro fuero interno estamos en contra de lo que hacemos pero nos vemos en la corriente de seguir haciéndolo.
Todavía unas décadas atrás decir 'Iglesia tradicional' era redundancia de 'Iglesia católica'. Si se decía lo primero era para distinguirnos de los progresistas que, desde antes de la Revolución Francesa, pululaban por los foros oficiosos de la Iglesia. Ya el Prof. José María Bover, S.J. nos advertía que los que traducen a S. Pablo (2 Tes, 13-17) cambiando "tradiciones" por "enseñanzas" son protestantes larvados.
Puede ser útil conozcan el texto de la nota: «[...] es triste el fenómeno que aquí y un poco más abajo (2 Tes 3, 6) ofrecen las versiones protestantes, las cuales, mientras traducen indefectiblemente 'tradición' siempre que se trata de tradiciones reprobables, cuales eran las farisaicas, esquivan, en cambio, la enojosa palabra cuando, como aquí, se trata de tradiciones recomendadas, cuales eran las tradiciones apostólicas.»
El profesor Bover advierte que con tales argucias los «desleales intérpretes protestantes dan la falsa impresión de que la Tradición es cosa reprobada en la Sagrada Escritura».
Y dado que hoy los protestantes tienen un predicamento que ni ellos soñaban ni nosotros temíamos, nada debe extrañarnos que lo tradicional, inclusive la sola palabra Tradición haya decaído tanto. Hombre, si ya en la práctica ser tradicionalista es anatema, como atestiguan bastantes lectores de este blog en sus comentarios.
Todo viene de las nuevas doctrinas adoptadas por la Iglesia dando a la Tradición una idea de transeúnte y camaleónico magisterio vivo, etc. Este es el problema, ya que según algunos conciliares, gracias a las "nuevas y revolucionarias maneras de entenderla" (sic), la Tradición a partir del CV2 ha dejado de llevar por el correr del tiempo las mismas verdades siempre enseñadas. Desde Schleiermacher, ese doctor oculto en tantas novedades de hoy, dieron grandes avances los anticristianos embutidos en nuestras filas. De modo que los principios inamovibles: Escritura, Tradición... Revelación, son hoy de libre -dinámica (sic) - interpretación.
Pero todos sabemos que digan lo que quieran los documentos de quienes los preparan para fines dolosos, si la Escritura y la Tradición se tornan fuente adaptable, por no decir variable, de nuestra fe, ésta quedará herida de muerte: Podríamos readaptarla e interpretar que Jesús no fue Verbo encarnado, que la Virgen no lo era después del parto, que la Resurrección es una alegoría, que el alma no se perpetúa después de la muerte, o que la transubstanciación es un camelo pues que "el pan por más que se le mire sigue siendo pan"... En verdad que no me parece tan raro. ¿Quién se sorprende de que el nuevo Prefecto de la Fe (!) coincida en algunas de estas "ideas avanzadas"? ¿Ha oído alguien a algún párroco ponernos en guardia? ("Cállese usted y no juegue con las cosas de comer.")
Así que, una vez abierta la espita del "librepensamiento" no es que ya todo estará permitido sino que, peor, solamente lo estará lo que ataque, menosprecie o desfigure la fe de nuestros padres, santos y mártires.
Terminaré esta pequeña apología de la Tradición, a la que no pueden cambiar obispos, papas ni concilios (Gál 1, 6), recurriendo otra vez a San Pablo: "Hermanos: Quiero ahora recordaros el Evangelio que os he predicado, que vosotros recibísteis, en el cual estáis firmes, y por el cual sois salvados; si es que lo conserváis tal como yo os lo prediqué, porque de otra suerte en vano habríais abrazado la fe. En primer lugar, os he enseñado lo mismo que yo aprendí, a saber, que..."(Co 1, 15)
Seguiremos con más correos.
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