Despistes vaticanos
Reciente es el nombramiento del Dr. Miguel Nicolelis como miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias. Un neurocirujano brasileño, profesor de la Duke University, en Durham NC, USA. A causa de su confesión política el nombramiento parece un resbalón de la Curia Papal con respecto, justamente, a la influencia de opinión que tiene la Iglesia en el mundo.
El Vaticano es un minúsculo estado, sede administrativa y apostólica de la Iglesia Católica. Pequeñez territorial que es inversamente proporcional a la enorme resonancia de sus opiniones y actos. Recordemos que es la sede oficial del sucesor de San Pedro, por si alguien lo olvidó, líder supremo de los católicos en tanto y cuanto si, como Vicario de Cristo, guarda el Depósito de nuestra fe. Según ello sus actos públicos son, para los católicos, derivaciones de su fe y de la moral que de ella se deriva.
En la campaña electoral a la presidencia del Brasil, de 2009, el Dr. Nicolelis respaldó con énfasis extraordinario a la delfín del Presidente Lula, Señora Dilma Roussef, del Partido de los Trabajadores, la cual finalmente ganó las elecciones. Su principal mérito curricular, según destacaba su propaganda, es su fiel pertenencia al Partido, el desempeño como Ministra de Energía y la aureola de sus años de agitación, 1963, en el Movimiento Estudiantil contra la Dictadura.
Pero volvamos al Doctor Nicolelis. En una famosa carta, que se publicó a los cuatro vientos, apoyó sin rodeos a la señora Roussef bajo el prestigio científico de su membrete. La carta era un cúmulo de descalificaciones del oponente, el candidato de las llamadas derechas, señor José Serra, cuya redacción deja perplejo al más inocente lector. Por dos razones: primera, porque en lugar de resaltar las cualidades de su recomendada ataca con demagogia barriobajera, y sin el menor enfoque profesional, los defectos que con muy significado criterio él le atribuye al candidato contrario; segunda, la inesperada visceralidad hacia la moral tradicional católica de alguien con prendas intelectuales tan destacadas.
Dice el citado: «(...) Volviendo a la estrategia estadounidense de ganar las elecciones, en una segunda fase, en caso de que el oponente sobreviva a la primera, se recurre a otra arma infalible. [Nos dice que el oponente de la ganadora Dilma recurrió a sacarle los trapos sucios, lo cual hace en clave irónica.] «La evidente falta de valores cristianos de la señora Roussef, por manifestarse en la aceptación explícita del aborto, el libertinaje sexual y la falta de valores morales, siempre vinculados con ese fantasma que persigue a la tradición, la familia y la propiedad de la derecha histérica. [Representada por el candidato difamado.] Como lo es la aprobación, legítima, de la unión civil de parejas homosexuales. En relación con esta aplanadora implacable, todo está dirigido hacia la victoria, cueste lo que cueste, poco le importa al ‘George Bush brasileño’ [Es como apoda el Dr. Nicolelis al candidato derrotado.] que miles de mujeres humildes y abandonadas [Algo así como santas mártires de esta era.] mueran cada año, en los hospitales y las salas de emergencia de Brasil, víctimas de las infecciones causadas por horrendos abortos clandestinos.» [Blog del Comité “Universidades por Dilma”]
Está claro. Para el Dr. Nicolelis el aborto, «por sentido humanitario», debe ser protegido por el Estado y practicado a libre demanda en las clínicas públicas. Y, más claro, que para ocultar la falta de una educación que fomente los valores morales tradicionales, o una política social que controle y reduzca las consecuencias de su falta, el académico pontificio nos rocía con miles de mujeres muriendo de infección y hemorragias. Mujeres de condición humilde, por supuesto, que es la nueva fuente de toda virtud.
Lo malo es si de este nuevo resbalón del Vaticano, nombrando al Dr. Nicolelis miembro de la Academia Pontificia, se llega a inferir que lo que el Papa decía respecto al preservativo no ha de limitarse a su exclusivo uso profiláctico sino que puede traspasar fácilmente los límites del mal menor y legalizar el mayor. Total, ¿qué impide esta deducción si Roma ensalza en méritos a un propulsor de la homosexualidad y del aborto libre?
Preservativo, sí; preservativo, no
Respecto al asunto del preservativo, o profiláctico, quiero comentar acerca del probable sentido que Benedicto XVI tendría en su cabeza cuando lo mencionó en el famoso libro entrevista.
Anticipemos que “el mal menor" no tiene que ser demonizado cuando se busca, no habiendo una opción de bien absoluto, evitar se cierre el paso al bien posible. Frente a algo que es malo desde todo punto de vista, si existe otra alternativa que reduce su mal, ésta es ya una ganancia de bien. Elemental, ¿no? Estamos eligiendo el Bien en la porción de Mal que se dificulta o reduce. No verlo es perder el norte.
Ahora bien, yo así lo creo, lo curioso de este asunto es que no atañe a la Iglesia. El católico sabe que el preservativo es siempre un anticonceptivo y que discutir de su uso es como discutir si para tomar la cicuta es conveniente hacerlo con palillos o beberla en infusión. Lo intrínsecamente malo es el porqué de su uso y no el preservativo en sí mismo. Por tanto, que los que no son católicos le pidan al papa que condene o apruebe esto o aquello es una tontada. O una maldad que intenta involucrar a la Iglesia en la conducta de quienes nada tienen en común con ella. En la Iglesia tenemos una moral muy clara: el preservativo es un método anticonceptivo, de aborto encubierto, y está por tanto condenado. Es una norma para nosotros, para los católicos en nuestras costumbres. Punto y aparte.
Mas, puesto que los católicos somos islas en un océano pagano, es posible y frecuente, que los vicios y miserias del paganismo, con sus consecuentes esclavitudes, afecten a la salud de aquellos que infringen la moral católica. Y eso puede significar que el pecador - los ateos no son pecadores - contagie de la calle a su matrimonio una enfermedad grave y muy destructora.
No es pequeña minuta que las estadísticas de la sífilis suben en sus gráficas y que el SIDA no desaparece. De todos modos, es de lo más seguro que al que adultera su matrimonio con una rabiza cualquiera le trae sin cuidado lo que diga el Papa. Las palabras de Benedicto XVI quiero entenderlas dentro de esta realidad.
Pero lo del Doctor Nicolelis en la Academia Pontificia es bastante chocante, qué quiere usted que le diga... Más aun cuando estos brindis a la ONU y a "sus derechos humanos", contrarios a los de Dios, se repiten como norma de una nueva moral. Que ya no es católica según la tradicional usanza y enseñanza.