Invitado de honor (IV): Michael Hoffman ©

Muchas veces, al contemplar el pasado, remoto o cercano, nos damos cuenta de cuán poca novedad ofrece el tiempo que nos tocó vivir. Así lo vi hace unos años leyendo la magistral Historia de la Iglesia, del P. Alfredo Sáenz, como ahora lo subraya el nuevo invitado de este blog.

Mayor sorpresa nos llevamos cuando además de contemplar la historia la analizamos, la estudiamos asépticos de intenciones, y nos preguntamos de sus "porqués", mejor dicho, de las relaciones causa y efecto. Este es el trabajo de quienes revisan la historia limpiándola, si necesario es, de lo aceptado partidariamente.

En el caso de la Iglesia de Roma, revisar su peregrinación es una necesidad constante de sus honrados servidores y un imperioso deber de todos los que aceptamos a su fundador como Hijo de Dios, Verbo encarnado. El cual nos enseñó a ver, a oír y a discernir por encima de los creadores de opinión, en su tiempo los fariseos, el establishment o clase dirigente: ¡el Poder! Esta sumisión, este dejarse llevar, es algo muy repetido dentro de la Iglesia, cuyos fieles, más ingenuos que indulgentes, más subyugados que obedientes, no queremos ver ni nos atrevemos a considerar las sofisticadas huellas del nuevo clericalismo.

Arquetipo de esta clase de estudiosos podría serlo Michael Hoffman, católico, que ha escrito un ácido artículo acerca de lo que ya se anuncia en su título.

El Vicario de Cristo en la tierra se pregunta: ¿Quién soy yo para juzgar a un sacerdote gay?

por Michael Hoffman

(La versión española que publicamos en este blog nos la ha autorizado el propio autor.)
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El abrazo que de la usura hizo la Iglesia Católica del Renacimiento se cumplió bajo eufemismos que desde 1515 han deslumbrado y confundido a los verdaderos creyentes de la Iglesia de Roma. La encíclica Vix pervenit del papa Benedicto IV publicada en 1745 contra la usura, es un caso a considerar. Tenía un 95% de antiusura y un 5% de doble sentido, porción esta última que significó un escape para ciertos tipos de usura. No obstante, la encíclica citada se defiende hasta hoy por ciertos escolásticos católicos conservadores como un bastión contra la usura.

Observemos (ahora, después de la introducción) cómo el papa Francisco se aproxima al asunto sodomita. El New York Times informa que habló a los reporteros a bordo del avión papal: «Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?» (NYT, 29 de julio de 2013) ¿Usó en realidad la manera de hablar orwelliana para la sodomía gay? ¿Se dan cuenta del anzuelo de la doble manera de hablar del Papa? ¿Se dan cuenta de la cláusula de escape? No dice que renuncia a juzgar actos homosexuales; sólo que renuncia a juzgar a un sacerdote que es homosexual. Esto supone que se refiere a un sacerdote célibe con orientación homosexual.

El Papa solamente está diciendo que no va a juzgar a los sacerdotes de buena fe que tengan una orientación gay. No está defendiendo los actos homosexuales. En los días que sigan habrá también aclaraciones para parchear las sensibilidades heridas de la derecha. Sin embargo, incluso en ese caso es una gran traición. Que el Papa identifique a [ciertos, algunos] seres humanos como con inclinaciones gay sanciona el mito popular de que la mayoría de los homosexuales han nacido así y no pueden cambiar.

Lo contrario es la verdad. La criptocracia (el gobierno en la sombra) anima a la androginia y a la homosexualidad. Una de sus razones es que ayuda a reducir el exceso de población y, la otra, que nos lleva a una anarquía sin raíces que convierta en servidores de futuros cambios revolucionarios y antinaturales.

Una persona joven normal con una atracción al sexo opuesto puede ser seducida por la cultura a experimentar con actos homosexuales y después, como resultado del experimento, decir que tiene una permanente orientación gay.

Cualquier verdadero Vicario de Cristo habría informado a los periodistas en el avión:

«Con Dios todas las cosas son posibles. Algunos creen que en su orientación son homosexuales pero pueden a través de la oración, pureza de corazón y mente, aclarar sus deseos y descubrir una sana atracción hacia el sexo opuesto enterrado bajo asunciones y desilusiones que les han sido impuestas por una cultura que valora las modas por encima de la ética bíblica y el ennoblecimiento humano. El homosexual es hoy una persona celebrada, admirada, en la cultura contemporánea. Esto lleva a la gente a identificarse como de condición homosexual incluso si en el fondo de su corazón no es en realidad su caso. Mientras tanto la base de la sociedad, las madres heroicas y los padres con muchos hijos que trabajan diariamente para proveer a sus familias con el sustento y la educación, son vistos por la publicidad y otros medios como aburrimientos poco atractivos y las últimas personas a quien emular. No esperen que yo apoye estas patologías.»

Esto es lo que Francisco habría dicho si fuera un papa merecedor del nombre.

Los partidarios del papa Francisco, que son de la izquierda eclesial, se van a agarrar al arriesgado y obvio simbolismo de sus declaraciones e interpretar sus palabras del modo en que la mayoría de la gente, incluidos los jóvenes, las querrán percibir: “No es moralmente objetable ser un sodomita si buscas al Señor mientras lo eres.” Si los sacerdotes homosexuales fueran neo-nazis en lugar de sodomitas me apuesto mil dólares a que este pontífice los juzgaría bien metidos dentro de la eterna barbacoa del infierno. Pero si de lo que se trata es de sacerdotes que simplemente desean sexo anal, entonces "no es algo que caiga bajo su juicio como Sumo Pontífice".

Pensemos en un adolescente católico de quince o dieciséis años que esté sexualmente confuso, porque tiende principalmente hacia las chicas pero de alguna manera también le atraen los chicos, e imaginemos que hoy está leyendo los titulares del Papa. Si ese chico católico elige una orientación gay, Francisco quiere que sepa que como papa no tiene poder para juzgarle. Si el chico finalmente es sodomizado, la derecha católica dirá: «No es culpa del Santo Padre. No aprobó la sodomía; solamente renunció a juzgar la orientación sodomita.»

Por nuestra propia investigación se vuelve cada vez más claro que la esterilidad de que se alimenta el dinero, la usura, fue permitida por la Iglesia de Roma al principio del s.XVI. Y que también al principio del s.XVI la práctica de la sodomía subió exponencialmente en las altas esferas del clero romano, enfundada en un secreto que ha durado desde entonces hasta hoy. Llamo la atención hacia el hecho patente de que la sodomía también es una forma de esterilidad.

El papa Francisco es un reflejo de esta corriente pro-sodomita. Tanto antiguamente y, desde entonces, clandestina. Esto último hasta ahora que emerge abiertamente, como una revelación. Y, entre tanto, los media dan en estos días su imprimatur entusiasta con ¡hurras! al “Papa de la Humildad”.

No es ninguna sorpresa que millones de cristianos de latinoamérica se marchen de la Iglesia Católica hacia las capillas de las iglesias protestantes que no se desvían del fundamento bíblico apostólico ni de la cristiandad patrística. No tienen un papa infalible sobre ellos que les desvíe a perder su salvación eterna. Son libres de escoger el adherirse a la verdad bíblica y desafiar el movimiento sodomita; son independientes del último cavador de tumbas de Roma, el Papa Bergoglio. El último hasta hoy en una linea que se estira durante más de cuarenta papas de la usura. Los católicos que no tienen encefalograma plano deben atreverse a pensar, profundamente y con temor de Dios, sobre el engaño y la destrucción que desde 1515 fue traída con los papas de Roma por la senda de la usura y de la sodomía. Durante los últimos cuatrocientos noventa y ocho años dentro de la institución romana.

El desdoro de esta podredumbre no empezó con la Ilustración de la Revolución Francesa o con el Concilio Vaticano II. Si usted cree entre los católicos tradicionales que tal podredumbre es un añadido falso, entonces nunca descodificará la presente manifestación de La Babilonia del Misterio que ostenta el putativo Vicario de Cristo en la tierra al decir que no puede juzgar a aquellos sacerdotes católicos que tengan inclinaciones sodomitas. Este tipo de descarada mentira es un reto a las ovejas hipnotizadas para tantearnos y ver si aceptaremos este satánico discurso o si nos levantaremos y testificaremos la palabra de Dios y de sus Apóstoles, Patriarcas y Santos.

El papa Francisco no tiene ninguna brújula moral excepto por las éticas de situación. Fue una ética de situación lo que determinó la legalización del pecado mortal de la usura, primero en la Iglesia de Roma cuando Calvino no era más que un niño y, más tarde, por el mismo Calvino bajo la influencia de los juristas romanos y la epiqueya, que es a veces justa para modificar las leyes del hombre, mas siempre talmúdica y rabínica cuando se emplea para modificar las leyes de Dios.

[Aquí el autor cita el seudonazi egipciaco ‘zeitgeist movement’ como un nuevo espíritu rebelde dentro del Vaticano contra Dios’]

El espíritu de nuestro tiempo es completamente homosexual y de eso que el Papado se acomode, él mismo, a tal pervertido estado de cosas. Ningún papa tiene el derecho de alterar la ley de Dios. Para el caso de que se atreva a hacerlo debería haber un mecanismo que lo corrija o lo elimine.

Durante los últimos 498 años la ley eterna de Dios no ha sido la guía o la regla de los moralistas papales de situación. Dentro del papado renacentista las éticas de situación tropezaron con la ley de Dios pero hoy los papas comprueban que los católicos finalmente empiezan a darse cuenta de que la autoridad absoluta dada a un papa lleva en sí misma la semilla de la catástrofe. Cristo pretendió que sus seguidores fueran superiores y no esclavos de simples hombres. Mucho menos de un payaso siniestro vestido de blanco que invoca a Jesús para burlarse de Él y de su ley eterna e inmutable. Ya sea en asuntos de préstamo de dinero (Lc 6, 22-26) o de hombres que yacen con hombres (Lev 18, 22; Rom 1, 25-27)

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Y más duro sigue San Pablo, en Rom 1, 27-32, cerrando con estas palabras: «...quienes conociendo el justo decreto de Dios, que los que tales cosas hacen son dignos de muerte, no solamente las hacen ellos, más aún dan plácemes a los que las hacen.» Nota del blogger. ]

Finalmente prometámonos que de aquí en adelante dejaremos el nuevo lenguaje orwelliano que hace pensar como quieren los persuasores escondidos (los creadores de opinión). Se trata, pues, de que en el sexo de la cloaca rectal del cuerpo humano no hay absolutamente nada inocente. Ni alegre, que es lo que significa la palabra “gay”.

Por tanto, cesemos en nuestra sumisión a la ambigüedad, al doble pensamiento que se nos impone a través de los medios de comunicación, cuando estamos luchando por la pureza de nuestros hijos y contra la ferocidad del lobo con piel de oveja. En este caso la de San Pedro.
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