Julián Marías y las misas del Novus Ordo ®

(Dos minutos y medio)


Poco nuevo puedo decir, ni lo pretendo, de este filósofo de sobras conocido en las enciclopedias de casi todos los idiomas. Llegué a tratarle cuando tenía sus pies ya en el estribo hacia la eternidad. No obstante, dos años y medio son mucho tiempo para recibir bienes de quien en aquellos últimos de su vida tenía la cabeza más sabia y el alma aligerada para el despegue con una fe, católica, sorprendente.

Recuerdo mi intento de verle y hablar con él. Encontré una pregunta acerca de su amigo y maestro José Ortega y Gasset , al que no admiró tanto como dicen sus enemigos y menos de lo que aseguran sus amigos. La pregunta tenía que ver con la esposa de aquél y una carta privada que hizo pública, si mal no recuerdo, Gonzalo Fernández de la Mora.

Le llamé por teléfono - venía en la guía - y me aceptó visitarle una mañana. Así de fácil. Sólo estuve una hora en su casa de la Calle de Vallehermoso, de Madrid. Me atendió con su endiablado carácter, cortante... y no tan fiero como parecía. Aparte quede que todo lo perdonaría yo en aquel momento a quien tuvo de compañeros a Zubiri y a García Morente, a más de al citado Ortega.

Lo de la carta publicada por Fernández de la Mora le enfureció uno o dos minutos y enseguida derivó sobre cosas diversas y tan distintas como la posible influencia del judaismo, afirmada por Arnold J. Toynbee, respecto a la dinastía de los Borbones. La verdad es que según se le escuchaba se hacía amable y cordial.

Mucho antes de publicarse su asombrosa Tercera de ABC - ¡Ah, las terceras de ABC! - con sus 'Quejas litúrgicas...' sobre la "Misa estropeada" (sic), ya se mostraba bastante contrariado con la jerarquía eclesiástica. (Fue contratado para dar unas conferencias a los obispos.) Debo decir que apenas hablamos de nada porque mi suerte fue la de escucharle. Al final me dedicó un libro, que llevé con esa intención, y me regaló otro. Me propuso asistiera a las conferencias que en aquellos dias estaba dando en las improvisadas aulas del Cuartel del Conde-Duque. Y eso fue todo.

Así que ya ven ustedes, señores obispos que le conocieron bien, hoy me ha parecido oportuno hablar de este notable español, por culpa de la revuelta que se está produciendo entre los que pintan a la Segunda República española como la defensora de la Iglesia, o a los curas abertzales como los mejores del clero español. Porque de este "patrono" de mis aficiones, Julián Marías, he de resaltar que en sus últimos años fue un cristiano que sufrió, también, las locuras de las misas modernistas. Que así deberían llamarse, modernistas, pues que modernistas fueron también sus padrinos Mons. Roncalli-Juan XXIII, Mons. Montini-Pablo VI y Mons. Wojtyla-Juan Pablo II.

Quien quiera saber qué es eso del modernismo, con frecuencia ridiculizado por los progresistas pues que les retrata con pincel certero, debe leer la Encíclica de San Pio X, Pascendi dominici gregis. Aparte de repasar, y esto es importante, las amistades del dos veces condenado y finalmente excomulgado Ernesto

Buonaiuti, amigo y maestro de Mons. Roncalli; o de Jacques Maritain, converso sui generis y maestro (sic) de Pablo VI.

Por tanto, este artículo termina dándole a mi lector una de las varias "terceras" de ABC que don Julián Marías dedicó a la misa. (Cuando se abra la página de ABC vean en su barra de arriba el ampliador de tamaño.) No dejen de leerla todos los que se interesen por el bien de la Iglesia y de recuperar un culto a Dios realmente católico, por religión y respeto a la tradición apostólica. Es bastante mortificador para muchos que el Doctor Julián Marías no era un cochino fascista; tampoco un clandestino obispo lefebvriano ni, según se sabe, menos todavía distinguido comecirios.

De Marías, el psico-filósofo José Antonio Marina dijo, como panegírico al día de su muerte, que admiraba lo egregio, la vida ascendente, una aristocracia del esfuerzo y del mérito, lo que irritaba sobremanera a un cierto populismo de la mediocridad.

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