Pensamientos reconducidos – I ©

Por supuesto reconducidos o aplicados a la realidad que vivimos en la moderna Iglesia.
De muchas situaciones, aparentemente ajenas entre sí, puede sacarse una enseñanza o una reflexión pedagógica en favor de nuestro conocimiento y formación de criterio.

Acá siguen simplemente tres.
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Luis Rosales, (Diario Arriba, el 7 de julio de 1974):

«El Régimen (Gobierno de Franco) debiera ser el primer interesado en aclarar punto por punto la muerte de Federico (García Lorca). No aceptar la verdad histórica no es haberlo matado, es seguir matándolo. »

Reconducción:

El Papa debiera ser el primer interesado en revisar y reparar de modo claro y terminante el Concilo Vaticano II hacia los pricipios tradicionales que forman la doctrina católica. No aceptar que ésta fue traicionada es seguir traicionándola.
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Confucio.-

«Si el lenguaje no es exacto, si lo que se dice no es lo que se piensa, las obras no llegan a existir; si las obras no llegan a existir, no prosperan la moral ni el arte; si la moral y el arte no prosperan, no acierta la justicia; si la justicia no acierta, el pueblo no sabe dónde poner su mano y su pie. Así, pues, no se tolere arbitrariedad alguna con las palabras. »

R.:

Si las nuevas traducciones o versiones de los Evangelios y de los libros litúrgicos no traducen lo que siempre se enseñó, en la práctica los Evangelios y los misales han dejado de existir; en tal traición, la fe católica no prosperará, sino sólo su contraria; si los prelados y pastores pierden su crédito, el pueblo fiel no sabe elegir dónde poner su mano y su pie de entre las discordancias que les proponen.
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Ronald David Laing.-

«Puesto que la única alternativa es que los buenos exterminen a los malos, y los malos a los buenos, la empresa no parece demasiado difícil ni improbable si se considera que, en nuestra opinión, nosotros somos los buenos y ellos los malos; y, en su opinión, los buenos son ellos y los malos nosotros. »

R.:

Según esto siempre vencerán los buenos porque sólo serán “los buenos” los que ganaron a “los otros”.
Y es que no se puede ser real y verdaderamente buenos o malos según nuestro criterio sino según aceptamos fiel y cuidadosamente, o despreciamos, el cauce que Dios –fuente de toda bondad- nos propone para serlo.
Enseñar, apoyados en la fuerza, que dos y dos son siete no cambia ni altera la realidad de las Matemáticas.
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