Testamento de un futuro beato: Pablo VI - (I).- Introducción. ©

Se reaviva en el aniversario de su muerte el testamento del Papa Pablo VI, ayer reproducido en este portal. Un texto que nos enciende de piedad para esa hora final que a todos nos está señalada desde que nacimos. Saber del testamento de Pablo VI nos invita a repetir nuestros mejores deseos para la acogida del Padre, el abrazo con el Hijo y la comunión con el Espíritu Santo. Desde que el Buen Ladrón alcanzó de Cristo el Paraíso en sus últimos minutos de cruz no otra cosa mejor podemos desear en nuestro adiós que su amor final para nuestro doloroso arrepentimiento y sincera humillación.

Este testamento de Pablo VI, que inspira tantas alabanzas, y hasta a olvidarnos del legado que nos dejó, también nos recuerda el portento de su antecesor y camarada, Juan XXIII cuyo cadáver jamás lo fue pues que fue preservado de la acción de los gusanos. Así lo aseguraron los embalsamadores de la momia de Lenín venidos de Moscú, noticia que las hemerotecas confirman. Un cuerpo incorrupto y un testamento son realmente edificantes para homenaje de esos dos artífices del Concilio Vaticano II, el más determinante hito de la Historia de la Iglesia incluyendo la encarnación del Verbo, su muerte y resurrección. ¿No es ahora que, gracias a esos papas, Buda o Bafumet merecen igual consideración que Nuestro Señor Jesucristo...? ¿No hemos oído de labios de Juan Pablo II en su visita a Marruecos que nuestro Dios es el mismo que el de Mahoma? ¿No se descubren ahora, desde el concilio de Juan y Pablo, tantas virtudes que imitar de Lutero...?

Por tan generosas innovaciones se nos proponen los nombres de estos papas como sobradamente dignos de ser canonizados para que, según sus particulares fundamentos, queden atados estos frutos pastorales de los que la historia prepara ya su veredicto., como en ella es inevitable,

Y, consecuentes con ello, habremos de tener por no merecedores de igual dignidad en los cielos a una reina como Isabel I, de Castilla, evangelizadora de cien pueblos por cada uno que Lutero le quitó a la Iglesia. Ni lo merecen, por remitirnos a nuestro tiempo, el Papa Pío XII, los cardenales Siri y Midszenty o el arzobispo Casimiro Morcillo...

Por este derrape hacia la incoherencia, muchos católicos como clavo ardiente al que agarrarse en su perplejidad, hacen del papa un ídolo mediático, lo idealizan como si fuera el Aga-khan al que pesar en oro. Más tal que Dios mismo del reino de este mundo que comprometido Vicario de Aquél que nos prometió el de los cielos. Así sea con la santificación del destructor ocupante de la Sede, antes que por la defensa de la Sede destruida. Y que no veamos en el representante de Cristo (cuya divinidad debe proclamar frente a sus seculares enemigos) al administrador que gerencia - "ata y desata" - para su Señor la hacienda que le fue confiada (1 Tim 6, 20). Tampoco al mayordomo que usa para su amo las llaves con las que no sólo nos abre el cielo sino que, también, guarda de ladrones la casa terrestre. (Teniendo en mente que lo que nos abre el cielo es la adopción de aquellas enseñanzas que el Espíritu Santo afirmó en el corazón de Pedro y resto de sus Apóstoles.)

Es idolatría seguir al Papa haciendo abstracción de la función que le fue encomendada. Con esta falsificación de la fe se traspasan al Espíritu Santo compromisos que exceden su prometida asistencia, y se otorga al papa una infalibilidad imposible. La obediencia es sólo un instrumento según a qué se obedece: si es para entregar la Patria al enemigo, la obediencia del soldado en lugar de virtud es traición. La obediencia debida no le salva de la pena de muerte.

En la definición dogmática, la asistencia prometida señala limitaciones como, por ejemplo, en la advertencia de que «[...] no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles, o depósito de la fe.» (cfr. Dz 1836, Concilio Vaticano I).
Porque para el fiel más párvulo es claro como el agua que en el incidente de Antioquía, no fue el Espíritu Santo el que rechazó a los gentiles sino San Pedro en su propia debilidad.

Así fue en este y tantos casos de la historia de la Iglesia, sin secuestro de teologías que muchas veces sólo son cuñas "doctorales" del corporativismo de un clero que pierde Gracia por todos lados. Lo seguro es que fue el Espíritu Santo el que inspiró a la Iglesia, en la persona de San Pablo, la reprensión a San Pedro afeándole que sometiera el conocimiento de Cristo a las exigencias judías de la previa circuncisión. (Hch 15, 1; Ga 2, 11-14) Sometimiento que al paso que llevamos, y si Dios no lo ataja, no tardará en ser sancionado como novísima doctrina.

Una intervención, la de San Pablo, verdaderamente trascendente pues que fijó en los cristianos su total independencia de imaginados hermanos mayores y desmontó la primacía del Antiguo Testamento. Primacía que ahora se vuelve a promover, no sobre la realidad histórica de dar marco a la aparición de Jesús sino para diluirle. Importante intervención la de San Pablo que, salvo mejor opinión, patenta prioridades doctrinales y disciplinares colocando en sus justos límites la infalibilidad de San Pedro, en su enseñanza, como arriba subraya la referencia magisterial.

Parece que la beatificación de Pablo VI ha de lograrse contra viento y marea. Ya beatificado Juan XXIII, nada más queda él para darle la laureada al Concilio Vaticano II. Y es urgente seguir el proceso. Porque al santificar a los papas conciliares se canoniza también esas cabezas de dragón que son las mentiras nominadas Liberalismo (masónico), Democratismo (igualitario), Antropocentrismo (revolucionario), y sus secuelas de materialismo histórico, progresismo y comunismo impulsados, ya desde la clandestinidad, por sus egregios convocantes.

Faltos de razones más consistentes, se acude al sentimentalista argumento de que el papa Montini fue un Hamlet (como le llamaba Juan XXIII) "que sufrió mucho". Chocante tesis que reivindicaría méritos para el mismo Belcebú, criatura en eterno tormento. Pero lo que de la biografía de Pablo VI nos queda, en verdad a los fieles que nos tocó en suerte vivir su gobierno, es que aun si dijéramos que quiso hacer el bien pese a que “por humana debilidad involuntariamente hiciera algún mal”, lo paradójico de su reinado, quizás lo preternatural es que el bien lo hizo muy mal y el mal lo hizo bastante bien.


--- --- --- * * --- --- ---

Importante

Los artículos de este blog son originales. En cualquier reproducción citen, por favor, autor y fuente. Comentarios.- Procuren ceñirse a los asuntos tratados en el artículo. El blogger se reserva el derecho de admisión y moderación.

¿Qué es un troll?

En Internet se llama troll a una persona que inserta comentarios irrelevantes en un foro de discusión, sala de chat o blog. O que, simplemente, busca que los usuarios se enfrenten entre sí. El troll se distingue por llevar la contraria pretendiendo superar cualquiera sea el asunto. Lo que parece guiar su interés es el vicio común: "De qué se habla que me opongo". Suele crear mensajes con diferente tipo de contenido como textos falsificados, groserías, ofensas, mentiras difíciles de detectar, con la intención de confundir y estorbar la unidad del blog o su buen fin. Prefiere escribir en soportes ajenos y nunca abre uno propio.

Saber más:
http://es.wikipedia.org/wiki/Troll_(Internet)

Volver arriba