RESILIENCIA PARA RESISTIR Y ACTUAR EN UN MUNDO INJUSTO Y DESTRUCTOR DE LA NATURALEZA
EN MEDIO DE LAS TINIEBLAS BRILLA LA LUZ (Jn1,5)
| Fernando Bermúdez
Nadie pone en duda que vivimos una situación de oscuridad. Voy a señalar algunos aspectos de esta oscuridad:
Incremento de la pobreza y el hambre en el mundo a consecuencia de la creciente desigualdad. El 98% de la población mundial posee menos riqueza que el 1% más rico del planeta. El sistema imperante, el capitalismo neoliberal, hace a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Los países ricos usurpan los recursos naturales de los países empobrecidos.
En el Sur global aumenta el sufrimiento, la angustia y el dolor de multitud de hombres y mujeres, marginados, sin vivienda digna, sin trabajo, sin servicios sanitarios, excluidos, viviendo en una situación de hambruna, que ya sobrepasa los 900 millones de personas. Yo he sido testigo de ello durante los 30 años de vida misionera en Guatemala y Chiapas.
Otra oscuridad es el fenómeno migratorio de los países del Sur hacia el Norte (Europa y USA), el riesgo de las pateras, los muertos en el Mediterráneo y en la ruta a Canarias y los migrantes latinoamericanos ametrallados en la frontera sur de USA por las patrullas fronterizas o muertos en el desierto de Arizona. Este sistema obliga emigrar a los pobres. Es un fenómeno que va en aumento a nivel mundial.
La UE discrimina a migrantes y refugiados. A unos los recibe y les proporciona toda clase de ayudas, cosa que aplaudimos, sin embargo, a otros, los que vienen de Oriente Medio y de África, se los mata en las fronteras cuando tratan de saltar las vallas. Y si logran entrar se los retiene como delincuentes en campos de concentración, ( Véase los Campos de refugiados en Grecia o en los CETIS).
Otra oscuridad es la ocupación y represión del pueblo Palestino por parte del Estado de Israel, donde apenas transcurre una semana sin que los soldados israelíes asesinen a algún palestino, incluso a menores de edad. O la situación del pueblo saharaui, reprimido por Marruecos.
Las guerras, como la que se está viviendo con la invasión rusa a Ucrania y las otras 36 guerras que hay en el planeta, sobre todo en África y Oriente Medio son una de las tinieblas más dramáticas que envuelve a este mundo.
La industria y el comercio de armas van en aumento. Es el negocio que más dinero mueve en el mundo. Solo USA tiene 800 bases e instalaciones militares en el planeta. Con el presupuesto que se invierte en armamento se podría acabar con el hambre y el analfabetismo en todo el mundo, creando puestos de trabajo, viviendas, escuelas y hospitales. El armamentismo es verdaderamente una blasfemia contra el Dios de la vida.
Y a todo esto se suma la oscuridad del cambio climático a consecuencia de la degradación ambiental y destrucción de la naturaleza.
En medio de esta oscura situación brilla una luz de esperanza. “La luz brilla en medio de las tinieblas” (Jn 1,5).
Es el gesto de multitud de personas en todo el mundo que sueñan y luchan por una nueva sociedad, hombres y mujeres que salen al encuentro de la humanidad sufriente.
Es la práctica de la compasión, la solidaridad y la resiliencia, que es la capacidad de adaptarse a las situaciones adversas, sin perder la esperanza, para seguir amando, luchando y comprometiéndose por aliviar el sufrimiento humano y el sufrimiento de la Naturaleza. Resiliencia es resistencia y es compasión.
Compasión significa “sufrir con”, (con pasión). Es la capacidad de dolerse con el sufrimiento del otro. Es meterse dentro y vibrar con él. Es un sentimiento de amor, de cariño. la capacidad de sonreír, de acoger, de abrazar, de llorar y de reír.
Pero la compasión hoy no es solamente con la Humanidad sufriente sino también con la Naturaleza oprimida. Es vibrar con los animales del campo, las aves del cielo y los peces del mar; con los bosques, las montañas, los ríos y mares. (Laudato si). La naturaleza es cuerpo de nuestro cuerpo y alma de nuestra alma. Hoy día crece en todos los rincones de la Tierra la conciencia y sensibilidad por el cuidado del planeta, nuestra casa común. Es una luz de esperanza. Resiliencia es esperanza.
Otra luz de esperanza es la reforma de la Iglesia que el papa Francisco está impulsando. Una Iglesia profética, sencilla y comunitaria, defensora de los derechos humanos, humanizadora de este mundo y cuidadora de la Creación, para hacer presente el reino de Dios en la historia.
Los cristianos y cristianas, como seguidores de Jesús, miran a los que sufren, a los golpeados por el sistema, a los hambrientos, a los emigrantes, a los desahuciados, a los niños de la calle, a los drogadictos, a los ancianos, a los enfermos… y a toda la Creación, dejándose afectar por su situación.
No puede haber compasión sin entrar en la parábola del buen samaritano. El herido del camino no es solo la persona herida, marginada, apaleada por el sistema, gente sin techo, sin trabajo, hambrientos, migrantes o refugiados. Es también la naturaleza herida.
La compasión exige conocer la realidad de sufrimiento del pueblo y de la naturaleza. Pero no basta ver. Hay muchas maneras de mirar. El sacerdote y el levita de la parábola (Lucas 10,30-37) "al ver al herido del camino, dieron un rodeo y pasaron de largo". Vieron la realidad, pero les molestó y huyeron de ella. Hoy en día hay también gente que conoce la realidad de los que sufren, pero la rehúye porque cuestiona y exige un compromiso. No basta conocer la realidad. No basta mirar.
Es necesario mirar al que sufre con la mirada de aquel samaritano, con mirada solidaria y de ternura, así como Dios nos mira a nosotros y mira a toda la Creación. Y desde esta experiencia, comprometerse con la humanidad sufriente y con la naturaleza herida, golpeada, degradada, contaminada. El samaritano vio al hombre tirado en el camino, dejó que le traspasara las entrañas, hizo suyo el dolor de aquel hombre y consintió que este sentimiento y compasión se tradujera en principio fundante y orientador de su actuación. Resiliencia es actuar.
La compasión es la esencia de la solidaridad. Quien tiene un corazón solidario sabe mirar con ternura, sabe comprender la situación del otro y le duele por dentro, y se conmueve. Y por eso se acerca al herido, ("se acercó", dice el evangelio), se identifica con él, entra en su mundo y es capaz de amarlo y ayudarlo solidariamente. La solidaridad del samaritano le comprometió a ocuparse de él y llevarlo a la curación, a la vida. Esto es hacer justicia. En el origen de la justicia está las entrañas de misericordia. O dicho de otro modo, la justicia hace eficaz la compasión y misericordia con la humanidad sufriente y con la naturaleza herida.
La misericordia no se realiza solamente entre las personas que viven bien y las personas que sufren. Es necesario, para construir un mundo nuevo, que también el pobre, el herido socialmente, en su pobreza se haga compasivo con sus hermanos que sufren. Cuando el pobre comparte y ayuda al pobre se construye la fraternidad y se siembra la semilla de un mundo alternativo. La compasión, la misericordia entre los pobres, encierra un potencial revolucionario, profundamente transformador.
En conclusión: la compasión requiere participar activamente sobre el sufrimiento ajeno, pensar, conocer y mirarla realidad con los ojos de las víctimas, de las personas empobrecidas, luchar contra las causas que lo provocan y curar las heridas que genera la injusticia. La compasión es una «pasión» que se dirige espontáneamente al sufrimiento de los otros y de la naturaleza oprimida, y nos hace seres más humanos y personas más conectadas e identificadas con la naturaleza de la que formamos parte. Esto es la resiliencia.