Con él llegó el "Escándalo": Trump y el capitalismo senil.

El resultado de las elecciones estadounidenses de este 8 de noviembre va a pasar a la historia por varios motivos. El primero por el rotundo fracaso de las encuestas, que daban la victoria a Clinton por un margen de más de 3 puntos. Este fracaso se suma al vivido también con el brexit y en las elecciones españolas de diciembre de 2015. Algo no funciona en la demoscopia actual y lo que no funciona es que los métodos de análisis domoscópico no responden al cambio de las sociedades en estos tiempos y por eso no pueden ajustar los resultados como hace unos años. La forma de pensar de la gente ha cambiado y las empresas demoscópicas necesitan un tiempo para adaptarse, aunque me temo que cuando lo hagan llegarán tarde, pues estamos en una época de cambios vertiginosos.

También pasarán a la historia estos resultados por ser quien es el vencedor: un empresario millonario con los grandes medios en contra. Un ser que ha sido presentado como abyecto, un racista misógino y fascista. Y la verdad es que lo es. No resulta fácil que un hombre que es capaz de insultar en un mismo día a los extranjeros, a las mujeres y a los musulmanes pueda caer bien, pero el problema aquí está en los motivos que han llevado a más de 50 millones de votantes americanos a darle su apoyo. Esos 60 millones, de hombres y mujeres, ricos y pobres, blancos y negros, hispanos y musulmanes, no han tenido en cuenta sus barbaridades fascistoides, ni su brabuconería. No les ha importado nada sus intenciones de expulsar a los musulmanes o de construir un muro con México. Seguro que eso le ha dado pocos votos y antes bien se los ha quitado. Entonces, por qué lo han votado. Creo que el motivo hay que buscarlo en el slogan de su campaña y en las reminiscencias que produce en el imaginario colectivo de los trabajadores y clase media, principalmente.

El lema pone en el centro aquello que más enorgullece a los estadounidenses, América. Es la palabra mágica que les retrotrae a sus orígenes, cuando eran trece pequeñas colonias sometidas al Imperio británico. Entonces eran el grito de libertad en el mundo. América y libertad están unidas en su imaginario. Los estadounidenses quieren a su país y lo quieren por encima de cualquier otra cosa. La propuesta de Trump es hacer América grande, otra vez. Cuál es esa vez que América fue grande. La respuesta es fácil, cuando ganó la guerra y se convirtió en el adalid de la libertad en el mundo. América cayó en lo más hondo por las políticas financieras de Wall Street en los años 30. Se empobreció a la población por un capitalismo de salón que ponía la especulación por encima de lo productivo (Ver La sociedad del Escándalo). De aquello salió mediante un potente plan de inversión pública que dio trabajo a todo el mundo y que puso a América como primera potencia mundial en 1939, afianzada al finalizar la guerra y extendida hasta final de los sesenta. Esta época llega a su fin cuando se empiezan a implementar las políticas neoliberales de Reagan, pero especialmente de Clinton y Bush. La liberalización de la economía y los acuerdos comerciales hacen de Estados Unidos un país desindustrializado en grandes áreas, que son las que más le han votado a Trump. Él propone reindustrializar, hacer hospitales, proteger a los ancianos, dar trabajo a los americanos. Por esto le han votado. Quieren una América como lo era antes. Cosa distinta es que Trump vaya a cumplir con eso, pero sus votantes lo ven como un hombre contra el sistema que ha llevado a su país a la bancarrota social, por eso lo apoyan.

Ahora bien, el principal motivo por el que los resultados pasarán a la historia es porque son históricos en sí mismos. La victoria de Trump supone un giro del capitalismo neoliberal globalizado hacia un capitalismo anterior, hacia el fordismo paternalista, en el que el movimiento obrero americano se sintió tan a gusto. Son esos obreros, de cierta edad, ya jubilados muchos, blancos en su mayoría, los que han votado en masa a Trump. Y con ellos, las grandes urbes del medioeste. Hay que buscar en los tratados de apertura comercial la causa de este voto, porque muchos han visto como se desmantelaban las industrias y todo lo anejo a ellas. Y se hacía por el bien del libre comercio. Trump propone volver al viejo capitalismo de producción y consumo, al capitalismo industrial de grandes empresas que protege a los trabajadores. Es decir, se trata de una vuelta al proteccionismo y de un golpe a la globalización neoliberal. De ahí que tantos medios de comunicación estén en contra en Europa y en especial en España. Pues somos los alumnos aventajados de la clase y defendemos con uñas y dientes la bota que nos aplasta. Si con Trump se frenan acuerdos como el TTIP, bienvenido sea, pues esos acuerdos solo benefician a las élites globales que extraen su riqueza del robo a los pueblos.

No, no me alegro de la victoria de este protofascista, pero la otra opción era peor aún que esta. Mi opción fue Sanders, pero el establishment no lo consintió y ahora tenemos a la primera potencia mundial en el camino del fascismo. No es buena noticia, pero es un signo de que el capitalismo está dando sus últimos coletazos, pues el fascismo es la respuesta de un capitalismo asustado. El final se avizora, aunque aún quede mucho sufrimiento hasta entonces. Nuestra acción debe ser agudizar las contradicciones de este capitalismo senil que vuelve a una infancia perdida para que las opciones que se abren en estos tiempos tan oscuros permitan abrir un futuro de esperanza para la humanidad. Trump no es una buena noticia, pero sí es la noticia que puede abrir un futuro distinto. Es el síntoma de la enfermedad mortal del capitalismo.

*Para mi amigo y hermano Iñaky de la Fuente, que me ha apremiado a pensar este "acontecimiento" epocal. Aunque sus intereses sean más espurios.
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