Campos de concentración del siglo XXI

Las clínicas de criopreservación se han convertido en los “campos de concentración del siglo XXI”, donde se lleva a cabo un "genocidio" lento, efectivo y silencioso.

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La primera impresión que generan las técnicas de reproducción asistida suele ser de empatía. ¿Quién podría oponerse al legítimo deseo de una pareja de ser padres? Sin embargo, al examinar el asunto con detenimiento, surgen cuestionamientos éticos profundos.

Dilemas éticos fundamentales

¿Puede una persona tener derecho sobre otra? ¿Es legítimo generar artificialmente vidas humanas? Más aún, ¿es ético crear nuevas vidas con una potencial condena anticipada de muerte? Estas y otras preguntas emergen al considerar estas técnicas, en particular, un elemento fundamental para su implementación: la criopreservación de embriones.

Estos dilemas no deberían ser respondidos únicamente por las clínicas que lucran con el anhelo de las personas de ser padres. Es necesario un debate amplio y multidisciplinario para evitar que se imponga la ley del más fuerte.

La realidad de la criopreservación

Es difícil determinar con exactitud cuántos embriones han sido criopreservados, ya que esta información no suele recopilarse sistemáticamente. El enfoque está en los ciclos, partos y nacimientos, asumiendo la criopreservación como un mero paso en el proceso de lograr un embarazo.

El Registro Latinoamericano de Reproducción Asistida informa que en 30 años se han producido 238,045 nacimientos en la región. Esta cifra nos permite imaginar la cantidad significativamente mayor de embriones que se fecundaron para llegar a este número de bebés nacidos.

El proceso implica la obtención de óvulos, su fecundación, y un breve desarrollo antes de la implantación. En este punto, algunos embriones son transferidos al útero de la mujer, mientras otros son criopreservados. El destino de estos últimos es incierto: pueden ser utilizados en intentos posteriores, guardados para futuros hijos, o permanecer congelados por años antes de ser finalmente desechados.

Las clínicas de criopreservación: Una perspectiva crítica

Las clínicas de criopreservación se han convertido en los “campos de concentración del siglo XXI”, donde se lleva a cabo un "genocidio" lento, efectivo y silencioso.

Esta práctica se ampara en el deseo de los adultos de tener hijos, convirtiendo al embrión en un producto mercantil.

En América Latina, estas clínicas han proliferado debido a la falta de legislación, operando bajo la premisa de que lo que no está prohibido está permitido.

El desafío de la legislación

Legislar en esta materia presenta un gran desafío debido a las posturas divergentes:

Quienes creemos que el embrión es una persona con derechos desde la concepción y, por tanto, prohibirían las técnicas de fecundación asistida. Quienes consideran que el embrión no es persona y, por ende, aprueban estas técnicas sin limitaciones.

El reto radica en encontrar un punto de equilibrio que permita regular e imponer límites a las clínicas, tanto en relación con quienes se someten a estas prácticas como con la cantidad de embriones que se fecundan y el origen de los gametos.

Casos y controversias

La falta de legislación ha llevado a situaciones complejas, como el reciente caso en Argentina donde los tribunales se abstuvieron de pronunciarse alegando que se trataba de un contrato entre particulares, evidenciando el temor a abordar un tema controvertido.

Esta controversia no es nueva, en 1995 hubo un gran revuelo por la situación acaecida en Inglaterra, cuando la ley obligó a desconectar a los embriones de más de 5 años de antigüedad. Pero fue llamativa la resistencia de las propias clínicas a la desconexión de estos embriones.

El temor universal que genera su desconexión es muestra de la conciencia que en el fondo todos tenemos respecto de su valor. 

Pero también queda en evidencia lo largo del debate y cuyo final no parece estar cerca.

Problemas de fondo

La industria de la reproducción asistida maneja grandes sumas de dinero, lo que puede llevar a priorizar criterios de mercado sobre la dignidad de la persona. Frecuentemente se carece de una deliberación ética sobre quiénes deberían acceder a estas técnicas (matrimonios, parejas del mismo sexo, personas solas) o sobre el origen de los gametos. Se carece de una fundamentación antropológica que permita dilucidar el tema.

Reflexiones finales

Es importante recordar que cada persona humana es un don para quienes la aman y a quienes ella ama. Si bien un niño nacido por fecundación in vitro tiene la misma dignidad y derechos que cualquier otro, está la preocupación por el destino de sus hermanos que permanecen congelados, cuyo futuro es incierto y, en muchos casos, termina en su destrucción.

La divergencia de posturas nunca se superará; sin embargo, está a la vista que si el ser humano no adquiere personalidad desde el momento de su fecundación, los momentos posteriores siempre implicarán un cierto grado de arbitrariedad en el paso de objeto a sujeto de derechos; por la dificultad de separar de forma tajante el momento en que se produce ese paso.

Estas técnicas plantean además otros dilemas éticos, como la legitimidad de generar una vida compatible con un hermano enfermo, la venta de óvulos o esperma como medio de subsistencia, la maternidad subrugada o el derecho de los hijos a conocer su identidad biológica.

La complejidad ética de este tema demuestra que no todo lo técnicamente posible es éticamente aceptable. Es crucial continuar el debate y buscar soluciones que respeten la dignidad humana en todas sus etapas.

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