Princesa de Barcelona, proteged vuestra ciudad

Este año estamos conmemorando los 800 años de la fundación de la Orden de la Merced, en Barcelona. Hoy esta obra mercedaria es un árbol frondoso que se ramifica en los cinco continentes. Ha suscitado diversas congregaciones de vida activa, de vida contemplativa y también asociaciones de laicos que, todas juntas, constituyen la gran familia mercedaria.

Gracias a esta dimensión universal del carisma de la Merced, la celebración ha sobrepasado nuestra ciudad. Así, el pasado mes de enero se abrió en Roma el Año Jubilar Mercedario. En Barcelona, el recuerdo de este octavo centenario de la fundación está muy unido a la fiesta de la Virgen de la Merced, a la que mosén Cinto Verdaguer oraba, en sus populares Goigs, llamándola «Princesa de Barcelona».

La gran obra mercedaria no es únicamente una página gloriosa de nuestra historia religiosa, sino que es también una realidad del presente porque, tal como está hoy el mundo, tenemos mucho trabajo por delante. En el origen de esta gran empresa cristiana, además de la Virgen, con hechos extraordinarios e, incluso, podríamos decir milagrosos, hay un laico, un gran devoto de santa María, san Pedro Nolasco, marcado por la piedad mariana y el compromiso social en favor de los más pobres.

El padre Juan Carlos Saavedra, maestro general de la Orden de la Merced, nos deja el testimonio de este gran ciudadano de Barcelona en el mensaje para el Jubileo mercedario: «Entregado al servicio de los cautivos, Pedro Nolasco […] se deshizo de todos los bienes que tenía y compartió su vida y su misión con los más necesitados de su tiempo, y se convirtió en un signo de visita y de redención, de servicio y de ayuda para muchos cautivos cristianos y también para los que no compartían la fe. Así pues, Pedro Nolasco, por su gran caridad, se convirtió en la persona enviada por la Santísima Trinidad para redimir y ser el liberador de sus hermanos, porque encontró a los hermanos de Jesús en los desplazados, los sufrientes y desfavorecidos, los privados de libertad, que tenían necesidad de la infinita misericordia de Dios».

Estimados hermanos, el ejercicio de la caridad es uno de los rasgos más característicos de la Iglesia católica, desde sus orígenes hasta el presente. Desde esta perspectiva, podemos ver la obra mercedaria como una confirmación más de la sensibilidad de los cristianos de esta ciudad para hacer realidad las palabras de Jesús: «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Jn 13,35). No podemos entender Barcelona sin la sensibilidad femenina recibida de la Virgen ni sin su mirada atenta a los que más sufren. Pido hoy la intercesión de la Virgen de la Merced para que nuestra ciudad permanezca abierta al mundo y siempre atenta y sensible a las necesidades de los más vulnerables.

Recordamos especialmente a todos los que están en la cárcel y que tienen por patrona a la Virgen de la Mercè. Un recuerdo y una oración para todos ellos y sus familias. ¡Feliz fiesta mayor a todos!

Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona
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