Cruce de navajas en la Curia romana
Dice mi amigo Ángel (fino analista eclesial desde su rincón asturiano) que la causa de estos y otros males eclesiásticos derivan de que el papado es "la única monarquía electiva del mundo". Y, cuando los electores y los lobbies electorales eclesiásticos huelen elección a la vista, se disparan las intrigas y las luchas de poder. Para evitarlo, los emperadores romanos optaron por la "adoptio" de su sucesor. Y, con los visigodos, la monarquía pasó a ser hereditaria. Pero, el papado sigue siendo una monarquía electiva.
Para analizar las fuentes de los problemas curiales actuales habría que remontarse a la misma elección de Benedicto XVI. Un Papa elegido casi a la primera, porque las diversas cordadas se pusieron de acuerdo. Primero, en su valía personal. Era de los pocos que podía tomar el relevo del Papa Magno. Y segundo, por ser ya muy mayor. Se buscó un papado de transición y se pospusieron las hostilidades para más adelante. Pero ese más adelante ya ha llegado. O eso es al menos lo que cree uno de los dos grandes partidos vaticanos. El "partido" o la cordada que sigue liderando el cardenal Sodano.
Maniobras orquestales en la oscuridad, pues, para posicionarse de cara a la sucesión de Benedicto XVI. El ex Secretario de Estado vaticano y actual decano del colegio cardenalicio, Angelo Sodano, ha roto abiertamente las hostilidades contra su sucesor y jefe de filas del otro partido curial, el cardenal Tarcisio Bertone. Duelo de dos pesos pesados, que arrastra a ambas cordadas. Sodano quiere deshacerse cuanto antes de Bertone en la sala de máquinas de la Iglesia, para colocar en ella a uno de los suyos y amarrar la sucesión. No se trata, pues, de discrepancias teológicas o eclesiológicas, sino de meras luchas de poder.
Además, Sodano se siente "herido". Considera que el Papa no salió en su defensa, cuando nada menos que el cardenal Shönborn, amigo personal del Pontífice y uno de los cardenales con mayor prestigio de la Iglesia, le acusó pública y abiertamente de haber sido el gran protector del pederasta Marcial Maciel. Otros incluso fueron más allá y acusaron a Sodano de haber recibido cantidades ingentes de dinero del fundador de los Legionarios. Al parecer, Sodano está muy dolido con Benedicto XVI, por no haberlo defendido públicamente ante las gravísimas acusaciones del purpurado austríaco y de los medios de comunicación.
Herido, Sodano prepara el postratzingerismo. Y de su cordada están saliendo todas las filtraciones. Y contra su cordada, poco pueden hacer los tres ancianos cardenales (Herranz, Tomko y De Giorgi) nombrados por Bertone para investigar las filtraciones. De hecho, hace un mes que operan y, que se sepa, no han descubierto nada. Ni siquiera han sido capaces de meter el miedo en el cuerpo a los eventuales filtradores ni parar la fuga de documentos.
Una fuga nunca vista que sólo puede beneficiar a Sodano y a los suyos. Por mucho que Nuzzi, como es lógico en el periodista que recibe tal scoop, en su libro, atribuya las filtraciones a una supuesta "fuente María", movida por el deseo de una mayor transparencia en la Curia y en la Iglesia. ¡Me cuesta creerlo! Entre otras cosas, porque el remedio sería peor que la enfermedad.
Porque las consecuencias de esta "batalla en la cumbre" están siendo brutales para la Iglesia. Algunos llegan a plantearse si la propia seguridad del Papa no está en peligro, cuando su intimidad (su correspondencia) privada se hace pública y alguien es capaz de acceder y filtrar sus cartas personales.
Tanto que el propio Vaticano habla, en su resuesta, de "acto criminal" y de que se han violado "derechos personales de intimidad y de libertad de correspondencia". Más aún, denuncia la "violación de la dignidad del Santo Padre como persona y como Autoridad de la Iglesia y del Estado de la Ciudad del Vaticano". Y amenaza con acciones legales.
¿Acciones penales contra quién? ¿Contra los que filtraron los documentos o contra el escritor? Porque lo más fácil, en estos casos, es "matar al mensajero". Cuando el verdadero culpable está dentro. Descubrirlo y juzgarlo es una necesidad urgente y perentoria del Estado vaticano. Y de su gendarmería y de su ejército cuya imagen, si no lo consigue con rapidez, quedara por los suelos. Porque tampoco deben ser ni siquiera dos docenas las personas que tengan acceso a la correspondencia privada del Papa. ¿Tan difícil es hacerles "cantar"?
Amén de plantear interrogantes sobre la seguridad del Pontífice, el escándalo también pone en cuestión la selección de los curiales, dado que alguno/os son capaces de traicionar su juramento de guardar el secreto pontificio por favorecer a su cordada de poder. Van a por Bertone y no se paran ante nada. No les importa ni la credibilidad de la institución ni la seguridad del propio Papa. Y es que, como ha señalado en múltiples ocasiones Benedicto XVI, "en la viña del señor han entrado los jabalíes". De colmillos afilados, dispuestos a todo, porque en nada creen. Sólo en el poder. ¡Cuídese mucho, Santidad!
Más aún, no estaría mal que hiciese acopio de sus fuerzas y de la firmeza alemana, que se le supone, para dar un puñetazo en la mesa. Fuerte y sonoro. Aunque le cueste. Aunque no sea su estilo. Está en juego la credibilidad de la Iglesia.
José Manuel Vidal