La capa magna que no retrata a Cañizares

La foto de la capa magna persigue al cardenal Cañizares desde hace años. Sus enemigos la reproducen, para descalificarlo, y sus 'conocidos' la repiten por comodidad, aunque sólo sea porque en el sistema de imágenes de Google sale en los primeros puestos. Una foto que se ha convertido en un cliché absolutamente injusto. Porque no retrata ni define al hombre ni al pastor. Es sólo un sambenito inapropiado.

La foto de la capa magna no hace justicia al actual arzobispo de Valencia, que podría presumir (aunque nunca lo haga), de austeridad personal y servicio pastoral siempre centrado en los más pobres, los preferidos de Cristo.

La capa habla de exhibición y lujo, en las antípodas de la personalidad austera, sencilla y, más bien tímida, del cardenal de Valencia. No es Cañizares de los altos eclesiásticos que presume o que se mira al espejo. La vanidad no es su pecado. Al contrario, la austeridad cuasi espartana es marca de la casa de un hombre que hasta va apagando las luces, cuando alguien se las deja encendidas.

La capa magna tampoco retrata al cardenal Cañizares como pastor. En su ya largo recorrido pastoral, que va de Ávila a Granada, pasando por Toledo, la Curia vaticana y, ahora, Valencia, ejerció siempre su labor con una enorme sencillez y cercanía hacia todos: fieles y curas. Sin distinciones o con una clara tendencia a privilegiar siempre a los más necesitados.

A Cañizares le persigue la foto de la capa magna y los clichés sedimentados y acuñados por los medios de comunicación durante todos estos años, para referirse a él y señalarlo siempre como “el adalid del PP”, por defender la unidad de España como un bien moral. Esos mismos medios son los que ocultan el papel de mediador que el entonces arzobispo de Toledo jugó durante el Gobierno de Zapatero y que tan buenos resultados le dio a la Iglesia. Entre ellos, la subida al 0,7% de la casilla del IRPF de la Iglesia.

La dinámica (a veces perversa) de los medios hace que Cañizares sólo salga, cuando arremete contra la ideología de género o contra el “escarnio” del pasado carnaval canario. Pero la verdad es que su pontificado en Valencia se centra, en gran medida, en la acción social.

Por ejemplo, es el único obispo español que dedica el diezmo (el 10% de los presupuestos de su archidiócesis) a los más pobres, con especial atención, en estos momentos, a los refugiados. De hecho, suele decirse en la ciudad del Turia que la Iglesia ha salvado y está salvando a muchas personas de la crisis.

Otra muestra de su tendencia social es la Ciudad de la Esperanza, un complejo que acoge, en la actualidad, a un centenar de personas sintecho o con escasos recursos, y que se prepara para poder recibir a refugiados, si, como pide la Iglesia, se abren corredores humanitarios para ellos.

Pequeñas pinceladas que hablan a las claras de un cardenal entregado, sencillo y servicial, que tuvo la mala suerte de fotografiarse un día (algún día me gustaría preguntarle el por qué) con una capa magna.

Respeto y aprecio a Cañizares, con ese recuerdo mezclado de reconocimiento que los alumnos sentimos siempre por nuestros maestros. Por eso, me duele la reiterada y aviesa utilización de la foto de la capa magna. Al cardenal se le podrá criticar por otras cosas, pero no por presumido o vanidoso. Es de justicia reconocerlo y contarlo.

José Manuel Vidal
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