Las dos caras de Fátima
JOSE MANUEL VIDAL.-La reciente muerte de sor Lucía,
la única testigo que quedaba de las apariciones de Fátima, ha resucitado la polémica sobre el milagro. Mientras sus detractores hablan de «montaje», «fraude» e «inmenso negocio», otros ven en Fátima «la roca de la fe contra las asechanzas del Maligno». Cada año cuatro millones y medio de visitantes de todo el mundo peregrinan al santuario portugués.
Falleció la santa en vida, sor Lucía, la última vidente de las apariciones de Fátima. Pero deja tras de sí el milagro del milagro más polémico, controvertido e influyente de todos los tiempos.Fátima marcó a la Iglesia y a la Historia del mundo. Con sus símbolos, sus miedos y sus secretos. Y sus protagonistas: Rusia, fin del mundo, Guerra Fría, Salazar, Ratzinger o Juan Pablo II.Sus apasionados defensores, que ven en Fátima «la roca de la fe contra las asechanzas del Maligno», y sus radicales detractores, que la califican de «fraude, montaje y negocio».
Fátima levanta pasiones. Desde el principio y hasta ahora. Fátima ha hecho correr ríos de tinta a favor y en contra. Ninguna otra aparición mariana (Lourdes o Guadalupe incluidas) suscitó tanto interés. Los libros escritos en todo el mundo sobre el fenómeno de Fátima se cuentan por miles. Sólo en la biblioteca del santuario se contabilizan más de 10.000 volúmenes. Todos alabando a la «señora que brilla más que el sol». Eso sí, allí no entran los críticos ni los iconoclastas.
Pero también los hay. Y muchos. Porque Fátima tiene dos caras.La más conocida de ángeles, apariciones, visiones apocalípticas y culto a María Reina. Es la versión que defiende con pasión Juan Clá, 66 años, fundador y presidente de Los Heraldos del Evangelio, una asociación internacional de derecho pontificio, cuyo escudo es la Virgen de Fátima, la eucaristía y las llaves de Pedro, símbolo del papado. Son 3.000 laicos y están presentes en 55 países. El fundador es también el director del coro y de la orquesta de la asociación, con los que ha grabado 15 CDs de música religiosa, una de sus especialidades.
Con un ceremonial aristocrático, los heraldos, vestidos de medio monjes, medio soldados, pertrechados de pendones y estandartes, con coro y orquesta, suelen interpretar el drama sacro de la coronación de Nuestra Señora de Fátima, cuyo corazón, rodeado de espinas y flameando llamas por sus aurículas, «triunfará sobre la Babilonia moderna».
La otra cara de Fátima es menos conocida y habla de «paganismo y utilización aviesa de la religiosidad popular con fines políticos y crematísticos». El padre Mario de Oliveira, sacerdote portugués, tiene 68 años y es uno de los detractores más conocidos de las apariciones de Fátima. Ambos, Juan y Mario, son hombres de Iglesia.Pero con sensibilidades eclesiales distintas, por no decir opuestas.
El padre Mario es cura de la diócesis de Oporto desde 1962. Fue párroco de Maceira da Lixa y enviado como capellán militar a Guinea-Bissau, cuando esta colonia portuguesa se encontraba en plena guerra por la independencia. Duró sólo cuatro meses. Los mandos del Ejército del régimen fascista de Salazar lo expulsaron por pedir la paz y defender el derecho a la independencia de los pueblos colonizados. Fichado, a su vuelta al país, es detenido por la PIDE, la policía política del régimen, y encarcelado.Participa en la revolución de los claveles y se dedica a la atención pastoral de las comunidades cristianas de base.
Claro exponente de la Teología de la Liberación, abogado de los pobres y de las causas perdidas, es muy conocido en Portugal donde participa asiduamente en debates televisivos. Unos le llaman el Casaldáliga portugués (en referencia al rebelde claretiano español y obispo de los pobres del Mato Groso brasileño). Otros, padre Apeles. Ha publicado más de 25 libros. Pero el que le lanzó a la fama fue Fátima nunca mais, publicado en 1999 por la editorial Campo das Letras, con 11 reediciones (está en la imprenta la 12) y más de 30.000 ejemplares vendidos que, en un país como Portugal, es todo un récord.
Ni en libros ni en éxito editorial le va a la zaga Juan Clá.El presidente general de los Heraldos del Evangelio tiene 14 obras publicadas, con una tirada total de más de ocho millones de ejemplares. La mayoría centradas en las apariciones de Fátima, como Mi inmaculado Corazón triunfará, Fátima, Aurora del tercer milenio, El Rosario, la oración de la paz o Jacinta y Francisco, predilectos de María.
A su juicio, «las apariciones de Fátima de tal modo están marcadas por señales de autenticidad que han recibido una atención particular de la Iglesia católica», con bendiciones especiales de los últimos Papas, especialmente de Juan Pablo II.
Si Juan Clá mitifica, el padre Mario desmitifica y cuestiona uno de los pilares de la religiosidad conservadora. El primero cree a pies juntillas en las apariciones de Fátima, según las ha plasmado sor Lucía en sus Memorias. El segundo rebate punto por punto las memorias de la hermana Lucía, las apariciones y los secretos. Por ejemplo, asegura que Lucía «no escribió las memorias, porque apenas sabía leer ni escribir. Luego, alguien las escribió por ella».
Y el cura iconoclasta portugués va más allá. Asegura que todas las apariciones son «un montaje y un fraude». Según él, «es una invención del clero portugués de la época que nunca soportó la revolución de la República que había puesto fin a casi ocho siglos de matrimonio entre la Monarquía y la Iglesia. Lo que los niños creen ver no son más que las imágenes de las predicaciones de las Santas Misiones populares, en las que los predicadores amenazaban a la gente con el fuego eterno. No hay dedo de Dios, sino dedo humano. Como mucho, hay un delirio o alguna alucinación provocada por el miedo».
Juan Clá sostiene, en cambio, que los tres pastorcinhos de Fátima no se inventaron nada. Se les apareció, como cuenta Lucía, «una señora vestida de blanco, más brillante que el sol». Y lo contaron.Y eso que hasta sus padres les pegan para que se desdigan. Y las autoridades los amenazan con echarlos en aceite hirviendo.Tan presionados se vieron que Lucía pidió a la Virgen un milagro.
El famoso milagro del sol que baila del 13 de octubre de 1917. Según Clá, «la Virgen había prometido una señal para que todos pudiesen creer y, en efecto, la multitud pudo testimoniar el milagro del sol: el astro bailó en el cielo y aparentó precipitarse sobre la tierra. «Era una aurora boreal», replica el padre Mario.«Todo falso, como los mensajes, que fueron reescritos en 1935 y en los que les hacen hablar de la URSS a los niños en 1917, cuando la Unión Soviética no existía y en Portugal nunca se había oído ese nombre. Y menos tres niños analfabetos funcionales».A su juicio, los tres pastorcitos son «víctimas inocentes del terrorismo eclesiástico de la Curia vaticana. A Jacinta y Francisco, los clérigos los mataron de hambre, sed y miedo. Y la peste los remató. Sólo les quedaba Lucía, una chica de escasas luces, fácilmente manipulable».
DEMENCIA Y DELIRIO
El cura portugués sostiene que Lucía, «secuestrada desde entonces, fue condenada a vivir en estado de demencia y delirio, con visiones y apariciones a todas horas». Y sentencia: «Son crímenes que habría que llevar a los tribunales». Culpa de la sacralización del «paganismo» de Fátima al Papa, uno de los mayores fatimistas.Wojtyla atribuyó a la Virgen de Fátima el haberse salvado de los disparos del turco Ali Agca. De hecho, la bala y el anillo papal están en la corona de la Virgen.
«Y no sólo eso, sino que se apropió el tercer secreto, se lo atribuyó y, para eso, se lo fabricaron a medida», denuncia el padre Mario. Durante décadas se creyó que el tercer secreto predecía el fin del mundo. El 13 de mayo de 2000, con motivo del Jubileo, el número dos del Vaticano, cardenal Angelo Sodano, hace público el temido misterio. Que no es el Apocalipsis, sino la visión de un «obispo vestido de blanco» que camina hacia la cruz entre los cadáveres de mártires y cae como muerto por disparos de arma de fuego. Ese obispo vestido de blanco era Juan Pablo II. Aunque, como precisa, Juan Clá, «la Iglesia deja libre la interpretación del complejo texto, admitiendo que podría referirse a acontecimientos venideros».
El padre Mario concluye: «Fátima es un fraude y un inmenso negocio».Con cuatro millones y medio de visitantes al año y más de 500 comercios. Para Juan Clá, tiene «una suprema importancia, porque fue la propia Virgen la embajadora del Cielo». En general, los teólogos serios sienten animadversión por las apariciones de Fátima. Pero sólo algunos se atreven a decirlo. Como el ya fallecido jesuita Carlos María Staehlin, cuyo libro sobre las apariciones, publicado en 1954, las desautorizaba y fue prohibido por Roma.Como también se silenciaron los 22 volúmenes del padre Alonso y casi toda la obra del padre Gruner sobre el mismo tema.
CUESTION DE FE
El también teólogo jesuita José Ignacio González Faus asegura tajante: «No creo en las apariciones de Fátima. Como cristiano, no estoy obligado a creer en ellas». Juan Clá, en cambio, cree que se puede decir «sin miedo a exagerar que Fátima constituye el principal acontecimiento del siglo XX. El mensaje transmitido por María toca de lleno en los principales problemas de los últimos 100 años, tales como las dos guerras mundiales, el avance del comunismo, los conflictos religiosos y la avasalladora crisis moral en curso; apunta sus causas básicas y aporta remedios».
Y es que, como dice el catedrático de la Complutense Rafael Navarro-Valls, «Fátima añade a las claves geopolíticas criterios teológicos para explicar las grandes quiebras morales del siglo». Un siglo, como el XX, que «ha sido el más sangriento de toda la Historia de la Humanidad». Al decir de Paul Claudel, «Fátima es una irrupción violenta y escandalosa del mundo sobrenatural en este agitado mundo material».
Una irrupción siempre envuelta en la polémica. La muerte de sor Lucía la ha reavivado. Juan Clá cree que se puede ver en su fallecimiento «una señal de que tragedias apocalípticas están a punto de abatirse sobre la Humanidad». Y concluye: «Pase lo que pase, no tengamos temor: la Virgen cuidará de nosotros como hijos muy queridos».
En cambio, el padre Mario considera que «las apariciones son contrarias al Evangelio. Mi mayor alegría sería que se acabase con ellas y que la apocalíptica Nuestra Señora de Fátima, que amedrenta con las llamas del infierno, se convierta en María de Nazaret, pasando de fuente de alineación popular a compañera del pueblo empobrecido».
Las dos caras de Fátima han pervivido durante casi un siglo y la llama de la polémica se ha reavivado. ¿Pervivirá para siempre?
Falleció la santa en vida, sor Lucía, la última vidente de las apariciones de Fátima. Pero deja tras de sí el milagro del milagro más polémico, controvertido e influyente de todos los tiempos.Fátima marcó a la Iglesia y a la Historia del mundo. Con sus símbolos, sus miedos y sus secretos. Y sus protagonistas: Rusia, fin del mundo, Guerra Fría, Salazar, Ratzinger o Juan Pablo II.Sus apasionados defensores, que ven en Fátima «la roca de la fe contra las asechanzas del Maligno», y sus radicales detractores, que la califican de «fraude, montaje y negocio».
Fátima levanta pasiones. Desde el principio y hasta ahora. Fátima ha hecho correr ríos de tinta a favor y en contra. Ninguna otra aparición mariana (Lourdes o Guadalupe incluidas) suscitó tanto interés. Los libros escritos en todo el mundo sobre el fenómeno de Fátima se cuentan por miles. Sólo en la biblioteca del santuario se contabilizan más de 10.000 volúmenes. Todos alabando a la «señora que brilla más que el sol». Eso sí, allí no entran los críticos ni los iconoclastas.
Pero también los hay. Y muchos. Porque Fátima tiene dos caras.La más conocida de ángeles, apariciones, visiones apocalípticas y culto a María Reina. Es la versión que defiende con pasión Juan Clá, 66 años, fundador y presidente de Los Heraldos del Evangelio, una asociación internacional de derecho pontificio, cuyo escudo es la Virgen de Fátima, la eucaristía y las llaves de Pedro, símbolo del papado. Son 3.000 laicos y están presentes en 55 países. El fundador es también el director del coro y de la orquesta de la asociación, con los que ha grabado 15 CDs de música religiosa, una de sus especialidades.
Con un ceremonial aristocrático, los heraldos, vestidos de medio monjes, medio soldados, pertrechados de pendones y estandartes, con coro y orquesta, suelen interpretar el drama sacro de la coronación de Nuestra Señora de Fátima, cuyo corazón, rodeado de espinas y flameando llamas por sus aurículas, «triunfará sobre la Babilonia moderna».
La otra cara de Fátima es menos conocida y habla de «paganismo y utilización aviesa de la religiosidad popular con fines políticos y crematísticos». El padre Mario de Oliveira, sacerdote portugués, tiene 68 años y es uno de los detractores más conocidos de las apariciones de Fátima. Ambos, Juan y Mario, son hombres de Iglesia.Pero con sensibilidades eclesiales distintas, por no decir opuestas.
El padre Mario es cura de la diócesis de Oporto desde 1962. Fue párroco de Maceira da Lixa y enviado como capellán militar a Guinea-Bissau, cuando esta colonia portuguesa se encontraba en plena guerra por la independencia. Duró sólo cuatro meses. Los mandos del Ejército del régimen fascista de Salazar lo expulsaron por pedir la paz y defender el derecho a la independencia de los pueblos colonizados. Fichado, a su vuelta al país, es detenido por la PIDE, la policía política del régimen, y encarcelado.Participa en la revolución de los claveles y se dedica a la atención pastoral de las comunidades cristianas de base.
Claro exponente de la Teología de la Liberación, abogado de los pobres y de las causas perdidas, es muy conocido en Portugal donde participa asiduamente en debates televisivos. Unos le llaman el Casaldáliga portugués (en referencia al rebelde claretiano español y obispo de los pobres del Mato Groso brasileño). Otros, padre Apeles. Ha publicado más de 25 libros. Pero el que le lanzó a la fama fue Fátima nunca mais, publicado en 1999 por la editorial Campo das Letras, con 11 reediciones (está en la imprenta la 12) y más de 30.000 ejemplares vendidos que, en un país como Portugal, es todo un récord.
Ni en libros ni en éxito editorial le va a la zaga Juan Clá.El presidente general de los Heraldos del Evangelio tiene 14 obras publicadas, con una tirada total de más de ocho millones de ejemplares. La mayoría centradas en las apariciones de Fátima, como Mi inmaculado Corazón triunfará, Fátima, Aurora del tercer milenio, El Rosario, la oración de la paz o Jacinta y Francisco, predilectos de María.
A su juicio, «las apariciones de Fátima de tal modo están marcadas por señales de autenticidad que han recibido una atención particular de la Iglesia católica», con bendiciones especiales de los últimos Papas, especialmente de Juan Pablo II.
Si Juan Clá mitifica, el padre Mario desmitifica y cuestiona uno de los pilares de la religiosidad conservadora. El primero cree a pies juntillas en las apariciones de Fátima, según las ha plasmado sor Lucía en sus Memorias. El segundo rebate punto por punto las memorias de la hermana Lucía, las apariciones y los secretos. Por ejemplo, asegura que Lucía «no escribió las memorias, porque apenas sabía leer ni escribir. Luego, alguien las escribió por ella».
Y el cura iconoclasta portugués va más allá. Asegura que todas las apariciones son «un montaje y un fraude». Según él, «es una invención del clero portugués de la época que nunca soportó la revolución de la República que había puesto fin a casi ocho siglos de matrimonio entre la Monarquía y la Iglesia. Lo que los niños creen ver no son más que las imágenes de las predicaciones de las Santas Misiones populares, en las que los predicadores amenazaban a la gente con el fuego eterno. No hay dedo de Dios, sino dedo humano. Como mucho, hay un delirio o alguna alucinación provocada por el miedo».
Juan Clá sostiene, en cambio, que los tres pastorcinhos de Fátima no se inventaron nada. Se les apareció, como cuenta Lucía, «una señora vestida de blanco, más brillante que el sol». Y lo contaron.Y eso que hasta sus padres les pegan para que se desdigan. Y las autoridades los amenazan con echarlos en aceite hirviendo.Tan presionados se vieron que Lucía pidió a la Virgen un milagro.
El famoso milagro del sol que baila del 13 de octubre de 1917. Según Clá, «la Virgen había prometido una señal para que todos pudiesen creer y, en efecto, la multitud pudo testimoniar el milagro del sol: el astro bailó en el cielo y aparentó precipitarse sobre la tierra. «Era una aurora boreal», replica el padre Mario.«Todo falso, como los mensajes, que fueron reescritos en 1935 y en los que les hacen hablar de la URSS a los niños en 1917, cuando la Unión Soviética no existía y en Portugal nunca se había oído ese nombre. Y menos tres niños analfabetos funcionales».A su juicio, los tres pastorcitos son «víctimas inocentes del terrorismo eclesiástico de la Curia vaticana. A Jacinta y Francisco, los clérigos los mataron de hambre, sed y miedo. Y la peste los remató. Sólo les quedaba Lucía, una chica de escasas luces, fácilmente manipulable».
DEMENCIA Y DELIRIO
El cura portugués sostiene que Lucía, «secuestrada desde entonces, fue condenada a vivir en estado de demencia y delirio, con visiones y apariciones a todas horas». Y sentencia: «Son crímenes que habría que llevar a los tribunales». Culpa de la sacralización del «paganismo» de Fátima al Papa, uno de los mayores fatimistas.Wojtyla atribuyó a la Virgen de Fátima el haberse salvado de los disparos del turco Ali Agca. De hecho, la bala y el anillo papal están en la corona de la Virgen.
«Y no sólo eso, sino que se apropió el tercer secreto, se lo atribuyó y, para eso, se lo fabricaron a medida», denuncia el padre Mario. Durante décadas se creyó que el tercer secreto predecía el fin del mundo. El 13 de mayo de 2000, con motivo del Jubileo, el número dos del Vaticano, cardenal Angelo Sodano, hace público el temido misterio. Que no es el Apocalipsis, sino la visión de un «obispo vestido de blanco» que camina hacia la cruz entre los cadáveres de mártires y cae como muerto por disparos de arma de fuego. Ese obispo vestido de blanco era Juan Pablo II. Aunque, como precisa, Juan Clá, «la Iglesia deja libre la interpretación del complejo texto, admitiendo que podría referirse a acontecimientos venideros».
El padre Mario concluye: «Fátima es un fraude y un inmenso negocio».Con cuatro millones y medio de visitantes al año y más de 500 comercios. Para Juan Clá, tiene «una suprema importancia, porque fue la propia Virgen la embajadora del Cielo». En general, los teólogos serios sienten animadversión por las apariciones de Fátima. Pero sólo algunos se atreven a decirlo. Como el ya fallecido jesuita Carlos María Staehlin, cuyo libro sobre las apariciones, publicado en 1954, las desautorizaba y fue prohibido por Roma.Como también se silenciaron los 22 volúmenes del padre Alonso y casi toda la obra del padre Gruner sobre el mismo tema.
CUESTION DE FE
El también teólogo jesuita José Ignacio González Faus asegura tajante: «No creo en las apariciones de Fátima. Como cristiano, no estoy obligado a creer en ellas». Juan Clá, en cambio, cree que se puede decir «sin miedo a exagerar que Fátima constituye el principal acontecimiento del siglo XX. El mensaje transmitido por María toca de lleno en los principales problemas de los últimos 100 años, tales como las dos guerras mundiales, el avance del comunismo, los conflictos religiosos y la avasalladora crisis moral en curso; apunta sus causas básicas y aporta remedios».
Y es que, como dice el catedrático de la Complutense Rafael Navarro-Valls, «Fátima añade a las claves geopolíticas criterios teológicos para explicar las grandes quiebras morales del siglo». Un siglo, como el XX, que «ha sido el más sangriento de toda la Historia de la Humanidad». Al decir de Paul Claudel, «Fátima es una irrupción violenta y escandalosa del mundo sobrenatural en este agitado mundo material».
Una irrupción siempre envuelta en la polémica. La muerte de sor Lucía la ha reavivado. Juan Clá cree que se puede ver en su fallecimiento «una señal de que tragedias apocalípticas están a punto de abatirse sobre la Humanidad». Y concluye: «Pase lo que pase, no tengamos temor: la Virgen cuidará de nosotros como hijos muy queridos».
En cambio, el padre Mario considera que «las apariciones son contrarias al Evangelio. Mi mayor alegría sería que se acabase con ellas y que la apocalíptica Nuestra Señora de Fátima, que amedrenta con las llamas del infierno, se convierta en María de Nazaret, pasando de fuente de alineación popular a compañera del pueblo empobrecido».
Las dos caras de Fátima han pervivido durante casi un siglo y la llama de la polémica se ha reavivado. ¿Pervivirá para siempre?