La 'sacudida' de Marie Collins a la Curia renuente

Algunos curiales del colmillo retorcido siguen resistiendo erre que erre y desde la sombra (su habitat preferido) a la revolución evangélica de Francisco, que conlleva, como es evidente, la tolerancia cero real con los curas abusadores y la quiebra total del sistema de encubrimiento, vigente durante tanto tiempo en la Iglesia. Marie Collins experimentó las reticencias curiales y, para denuciarlas, dimitió de su puesto en la comisión antiabusos del Vaticano. Un gesto como un aldabonazo.

La irlandesa Marie Collins primero fue víctima de abusos de un clérigo y, ahora, víctima de la falta de escrúpulos de algunos curiales (no sabemos cuántos), que siguen despreciando a las víctimas y, ya de paso, poniendo palos en las ruedas de las reformas de Francisco. Viejas y culpables inercias. Las cloacas de la Curia en acción.

No están dipuestos, por ejemplo, a contestar a las cartas de las víctimas de abusos. ¡Qué menos se merece una víctima! Pues ni eso quieren hacer. Les da igual que lo diga el Papa. Siguen anclados en los viejos métodos de la negación y del encubrimiento.

El pueblo de Dios tiene derecho a saber quiénes y cuántos son esos curiales. Y dónde trabajan y por qué se les sigue manteniendo en sus puestos, cuando no obedecen ni al Papa.

Marie collins, en su despedida, no cita nombres. Sólo señala drectamente a un dicasterio, la Congregación para la Doctrina de la Fe, que dirige el cardenal Müller. Sin acusarlo a él directamente. Pero ya es casualidad que, siempre que se habla de este tipo de problemas o reticencias, ante siempre de por medio el ex Santo Oficio.

Marie Collins se va precisamente para eso. Para lanzar un sos al pueblo de Dios. Para gritar a los cuatro vientos que hay curiales resistentes, dispuestos a todo para mantener sus privilegios y su ley del 'antiguo régimen'.

O, como dice nada menos que el Secretario de Estado, cardenal Parolin, Marie Collins se va "para sacudir el árbol". Una bofetada que deja en evidencia a los 'resistentes'. Un grito de socorro, para que la limpieza en la Iglesia vaya más de prisa y más a fondo. Y nadie la pare.

Porque de lo que se trata no es sólo de desactivar a unas cuantas manzanas podridas del clero, sino de acabar con el 'sistema eclesial de encubrimiento'. Todo un sistema, al que se aferran los que minimizan el problema de los abusos, los que lo interpretan siempre como maniobras de los 'enemigos' o los que, incluso, llegan a justificarlos o, al menos, restarle importancia.

Un viejo sistema eclesial a la defensiva, que rompe Benedicto XVI y continúa Francisco, pero no asumen algunos de sus curiales (y muchos obispos en todo el mundo). Se trata de un cambio de mentalidad. Dejar de pensar que los abusos son un mero pecadillo, que se cura con el traslado del depredador y que no conviene denunciar, para no dañar la imagen pública de la institución.

Los abusos son un pecado, el mayor pecado, el del escándalo de los inocentes, el del 'mal le valiera al que lo comete atarse una piedra al cuello y arrojarse al mar', como dice el Evangelio. Un pecado y un delito.

Lao tolerancia cero en la Iglesia sólo será real (y dejará de ser una frase teórica) cuando los feligreses, los compañeros curas y los obispos denuncien a los abusadores a la justicia civil, los expulsen del sacerdocio y paguen a las victimas.

En Estados Unidos es ésta la dinámica que aplican los obispos. En muchos casos, porque se han visto obligados. Y es que, para indemnizar a las víctimas, muchas diócesis están en quiebra. A la fuerza, ahorcan.

En España, a pesar de los recientes casos descubiertos, sólo han salido a la luz menos del 5% de los abusos, según dicen los expertos en el tema. La punta del iceberg. Un iceberg que muchos se empeñan en ocultar. Sin éxito, en la sociedad de la globalización y de la información.

Santidad, saque el látigo. Como Cristo en el templo. ¡Con misericordia y por misericordia con las victimas: a latigazo limpio con los abusadores, con los renuentes y con los encubridores!

José Manuel Vidal
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