Hermano de los campesinos y los indígenas Joao Bosco Burnier, un cura sencillo que amó y sirvió hasta las últimas consecuencias
“Debemos adaptarnos a la cultura de los indígenas para poder transmitir el Evangelio, o descubrir dentro de la vida de los indígenas, los valores del Evangelio.”
“La labor más humilde y más difícil para un sacerdote brasileño se halla en el Mato Grosso, trabajando para una gente arrastrada y llevada por una ola de pobreza, soledad, y crimen. Mato Grosso es una tierra todavía sin ley. La vida de los campesinos consiste en nacer y morir, en que se los mate sin que puedan gozar de los derechos fundamentales; en el Mato Grosso, estas palabras van juntas con una asombrosa naturalidad’’.
“El 11 de octubre del 76, en este lugar de Ribeirao Bonito, Mato Grosso, el padre Joao Bosco Bournier fue asesinado por defender la libertad de los pobres. Murió como Jesucristo, ofreciendo su vida por nuestra liberación.”
“El 11 de octubre del 76, en este lugar de Ribeirao Bonito, Mato Grosso, el padre Joao Bosco Bournier fue asesinado por defender la libertad de los pobres. Murió como Jesucristo, ofreciendo su vida por nuestra liberación.”
| Jesús Herrero Estefanía
Joao Bosco Burnier nació en Minas Gerais el 12 de junio de 1917. A los 11 años, ingresó en el Seminario en Paquetá, en Río de Janeiro. De allí fue al Seminario Mayor de los jesuitas de Roma, donde concluyó una maestría en Filosofía y Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana. En 1946, fue ordenado sacerdote y complementó su formación en España.
Regreso a Brasil en 1954, luego de ser nombrado asistente de la Compañía de Jesús en América Latina y viceprovincial de la región de Minas Gerais, Goiás y Espírito Santo. Su proceso de inculturación con los indígenas comenzó en la Misión Anchieta en Mato Grosso do Sul donde se vinculó al Consejo Misionero Indio. Durante años se dedicó al trabajo pastoral con campesinos e indígenas denunciando la violencia cometida por terratenientes y funcionarios públicos.
Era una tarea dura y exigente. Joao Bosco decía que: “Debemos adaptarnos a la cultura de los indígenas para poder transmitir el Evangelio, o descubrir dentro de la vida de los indígenas, los valores del Evangelio.”
Como miembro del Consejo Misionero Indio, conoció a Pedro Casaldáliga obispo del Mato Grosso, un encuentro que le cambió la vida. Dom Pedro vivía en una humilde casa y se vestía como campesino. Por su defensa de los pobres, soportaba un continuo hostigamiento y persecución por parte del gobierno militar y de los terratenientes locales.
Al encontrarse con Joao Bosco y conocer su labor pastoral, Pedro Casaldáliga le dijo: “La labor más humilde y más difícil para un sacerdote brasileño se halla en el Mato Grosso, trabajando para una gente arrastrada y llevada por una ola de pobreza, soledad, y crimen. Mato Grosso es una tierra todavía sin ley. La vida de los campesinos consiste en nacer y morir, en que se los mate sin que puedan gozar de los derechos fundamentales; en el Mato Grosso, estas palabras van juntas con una asombrosa naturalidad’’.
En 1976, Joao Bosco se encontraba junto al obispo Pedro Casaldáliga y otros miembros de la comunidad cuando fueron avisados de que algunas personas habían sido detenidas sin orden judicial y estaban siendo torturadas por la policía. Ambos acudieron a la Comisaría de Ribeirao Bonito para interceder por ellas. Los nombres de los detenidos eran: Margarid Barbosa da Silva, Yolanda Elisa de Santos, Santana Rodrigues y José Pereira Andrade.
En la Comisaría, cuatro policías recibieron a los religiosos con amenazas de muerte. Los gritos de los detenidos se podían escuchar desde la calle. Era un 11 de octubre y un policía disparó a Joao Bosco cayendo al suelo malherido.
En su agonía decía: “Los sufrimientos que experimento me gustaría ofrecerlos a Dios para que la Comisión Indígena pueda ayudar a esta pobre gente. Son tan anónimos”. Sus últimas palabras fueron: “He llegado al fin de mi camino. Dom Pedro, hemos llegado al final de la tarea, juntos.”
El asesinato de Joao Bosco aumentó la tensión entre la dictadura y la jerarquía católica, que denunciaba el crimen en las misas dominicales. El hecho provocó protestas estudiantiles en varias universidades del país. Nueve días después de su muerte, la gente invadió la Comisaría, liberó a los presos y destruyó e incendió el edificio.
En el lugar donde fue abatido los campesinos levantaron una cruz con la inscripción: “El 11 de octubre del 76, en este lugar de Ribeirao Bonito, Mato Grosso, el padre Joao Bosco Bournier fue asesinado por defender la libertad de los pobres. Murió como Jesucristo, ofreciendo su vida por nuestra liberación.”