¿Alertó Juan Pablo II sobre las ideologías?

En muchas personas del mundo, ese tren acelerado y aldea global en el que vivimos, existe la confusión a la hora de armonizar los criterios de su propia cultura, con los de otras ideologías que difunden los medios de comunicación social. Ampliamos ahora el abanico de ideologías, las más significativas para el ser y el vivir de la persona. Imposible detallarlas todas. Por ahora será suficiente con la selección que realiza el Juan Pablo II, el Papa “mediático” y filósofo..

Criterios e ideologías según la Fides et Ratio Lo que Juan Pablo II constataba en los últimos años del siglo veinte, en su Encíclica Fe y razón, Fides et Ratio (FeR), de 1998, es todo un desafío para el presente milenio. Resumimos su pensamiento sobre:

1. El nihilismo que niega toda verdad objetiva y toda esperanza. El nihilismo como filosofía está alejado del sentido del ser y rechaza todo fundamento a la vez que niega toda verdad objetiva (FeR 90). ¿Qué es la existencia para esta mentalidad? «Es sólo una oportunidad para sensaciones y experiencias en las que tiene la primacía lo efímero» (FeR 46). Ante la experiencia dramática, cayó el optimismo racionalista que veía la felicidad en el progreso de la razón. Por la ley del péndulo muchos ceden a tentación de la desesperación (FeR 91c).

2. El relativismo y el subjetivismo. En el campo ético, otro rasgo contemporáneo es la actitud de quien relativiza la verdad, exalta el dictamen de la propia conciencia y renuncia al conocimiento objetivamente verdadero (FeR 82). Una variante del relativismo se da en el eclecticismo y en el historicismo que «consiste en establecer la verdad de una filosofía sobre la base de su adecuación a un determinado período y a un determinado objetivo histórico». Se niega la validez de la verdad, pues «lo que era verdad en una época... puede no serlo ya en otra» (FeR 87a).
El Papa recuerda cómo muchos problemas derivan de la crisis en torno a la verdad, al giro hacia una conciencia subjetivista que desemboca en una ética de signo individualista (FeR 98). La ética individualista exalta la conciencia, a la que se concede «el privilegio de fijar, de modo autónomo, los criterios del bien y del mal, y actuar en consecuencia. Esta visión coincide con una ética individualista, para la cual cada uno se encuentra ante su verdad, diversa de la verdad de los demás» (FeR 98).

3. La ética individualista y el pragmatismo. Unido a la ética individualista está el pragmatismo que rechaza toda reflexión fundamentada en principios éticos (FeR 97a). Esta mentalidad pragmática repercute gravemente en la vida democrática pues «la admisibilidad o no de un determinado comportamiento se decide con el voto de la mayoría parlamentaria [...] Las grandes decisiones morales del hombre se subordinan, de hecho, a las deliberaciones tomadas cada vez por los órganos institucionales» (FeR 89).
La misma fe no escapa a sus conclusiones pues queda reducida a reglas de comportamiento como resultado del consenso de la mayoría pero no de la acomodación de nuestra mente a la realidad objetiva (FeR 97a);

4. El fideísmo y el cientificismo. Por una parte el fideísmo no acepta la importancia del conocimiento racional y de la reflexión filosófica para la inteligencia de la fe, y, más aún, para la posibilidad misma de creer en Dios (FeR 55c). Y por otra parte, el cientificismo solamente admite el conocimiento propio de las ciencias positivas y considera como fruto de la imaginación cuanto se refiere a la ética y a la religión. Su radicalismo es evidente al afirmar que «los valores quedan relegados a meros productos de la emotividad y la noción de ser es marginada para dar lugar a lo puro y simplemente fáctico» (FeR 88a). Y así mismo es radicalizado el criterio que sostiene «lo que es técnicamente realizable llega a ser por ello moralmente admisible» (FeR 88b).

Las dos alas del hombre. Como final, merece la pena recordar la orientación que Juan Pablo II ofrece al comienzo de la Fides et ratio: “la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo”
Volver arriba