Atardecer esperando con la luz larga
Todo termina con la muerte es la convicción de quien al atardecer de la vida camina sin fe, con la luz corta; le falta la potencia de la luz larga. Pero el cristiano, gracias a la fe y esperanza, está seguro que tras la muerte comenzará el cumplimiento de las promesas de Jesús. Tras la muerte, sigue la vida eterna, la bienaventurada, que culminará con la separación definitiva o el encuentro eterno, “cara a cara”, con Dios
Este artículo enumera algunos testimonios de creyentes con esperanza y resume el fundamento de la promesa de Jesús sobre la vida eterna.
Testimonios de creyentes con esperanza
El atardece con luz larga es la respuesta de quien cotempla, tras el atardecer, un amanecer posterior y definitivo. Su fe le asegura que la existencia no termina con la muerte sino que continúa con un más allá, con un mayor horizonte de -posibilidades que lo confortan y hasta disminuyen el dolor de la enfermedad.
Aunque el porcentaje sea menor, quien profesó una fe coherente, puede opinar de esta manera:
-“siempre creí en Dios, y ahora dejo en sus manos el final de mi vida”. El “buen cristiano-a”, con devoción a la Virgen y que procuró vivir según el Padre nuestro, tiene clara la respuesta: “hágase tu voluntad”….”ruega en la hora de mi muerte”. Vive tranquilo con la confianza en Dios y con la protección de la Virgen María en “la hora” de su adiós a la vida en este mundo.
-“Agradezco a Jesucristo la esperanza de la vida eterna en la que estaré después de la muerte”. Más que fijarse en la muerte, el cristiano, impulsado por la esperanza, centra su atención en el “más allá” que tiene un destino concreto, la vida eterna. Y todo, vinculado al misterio de Cristo que padeció, murió y resucitó por todos nosotros.
-“Contemplo la muerte como el final y el comienzo de un vivir con Cristo”. Quien interiorizó las palabras de san Pablo, afirma que el seguidor de Cristo en la tierra, reinará con Él en el cielo. La muerte, en definitiva, es un paso seguro con un destino cierto y una buena compañía.
-“Por la esperanza, me alegra pensar que tras la muerte seré feliz y reencontraré a quienes amé en este mundo”. El creyente de esperanza profunda, contempla con alegría la muerte, como el puente firme para encontrar su felicidad personal –salvación- y la nueva convivencia con familiares y amigos.
-“Amo a Dios con todo mi corazón y deseo ardientemente amarle “cara a cara” El convencido por el “muero porque no muero” de Santa Teresa, el cristiano enamorado de Dios en la tierra, está seguro que cuando se rompa la “tela” de la muerte mantendrá un trato afectuoso y directo con Dios, su Amado.
Fundamentos de la esperanza, la luz larga
La salvación o vida eterna que esperamos es uno de los misterios del Credo que, en definitiva, resumen la vida de Cristo, anticipo de lo que será el cielo.
En la persona y en la obra de Cristo.
Cristo, como Verbo encarnado, hombre y Dios que vivió en la tierra, reveló la verdad del cielo, prometió el paraíso, murió, resucitó, se apareció a los apóstoles y subió a los cielos. Cristo es el Salvador, y la vida eterna, en definitiva, es la salvación para los que aceptan y siguen a Jesús. Él es nuestro Redentor que consiguió para nosotros la vida divina (la gracia) y abrió la puerta para la vida eterna..
En la vida del Salvador.
Él, con sus enseñanzas, milagros y con la institución de la Eucaristía, adelantó “parte” de lo que será el cielo. Cuando Jesús predicaba la Buena nueva, curaba a los enfermos, compartía la alegría de la mesa o de una boda, daba de comer a los hambrientos, pacificaba a los atribulados e instituyó el alimento eucarístico, Jesús anticipó lo que sería la vida eterna: una situación sin dolor, y unavivencia plena de paz y amor.
En la doctrina del Evangelio.
Cristo no miente. Él promete la felicidad para el más allá. epetidas veces, el Maestro aseguró a sus seguidores una existencia feliz después de la muerte, llámese paraíso o reino de los cielos o felicidad eterna o visión de Dios.
-De su doctrina, la que más me impresiona son las Bienaventuranzas. En ellas, Cristo habló del cielo como parte fundamental del Reino de Dios; reveló el estadio temporal y escatológico de la existencia humana; animó con la esperanza a los pobres, enfermos, humillados, perseguidos… etc. Para Jesús, las actitudes de pobreza, paciencia, sed de justicia, misericordia y limpieza de corazón, así como las situaciones de dolor, persecución e injuria, tienen una contrapartida en la felicidad o bienaventuranza. ¿Por qué razón? Por la existencia del Reino de los cielos en su dimensión ultraterrena. Allí el bienaventurado conseguirá el consuelo, la paz, la misericordia divina, la visión de Dios, y la posesión del cielo como tierra prometida. Ciertamente, Jesús revolucionó los valores del hombre porque ante situaciones poco apreciadas en el mundo como es el dolor, la pobreza, la humillación, etc. Él ofrece una esperanza escatológica: “alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Mt 5,3-12).
En el testimonio de muchos cristianos.
La esperanza cristiana motiva fuertemente, porque quien ha vivido en Cristo en la tierra, tras la muerte, resucitado, seguirá viviendo en y con su Salvador en el cielo; quien ha compartido aquí la suerte del Hijo de Dios, en la bienaventuranza le acompañará ante el Padre. Y así, los primeros cristianos como san Pablo, se fiaron de Cristo, colaboraron con él en la edificación del reino de Dios y no tuvieron miedo a la muerte porque esperaban el reencuentro glorioso con Dios Padre y con Cristo Salvador. Ellos lo tenían claro: la resurrección de Cristo cabeza fundamenta la de los cristianos. Y sin esta resurrección, parte esencial de la vida eterna, el cristiano es un infeliz, un desgraciado.
Las palabras de Pablo son contundentes: si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicación no tiene contenido ni vuestra fe tampoco (1Cor 15,14). Es más, si no hay resurrección, "somos los más desgraciados de los hombres" (1Cor 15,19), porque habríamos puesto nuestras esperanzas en un pobre fracasado, que terminó en la muerte como todos los mortales y además de la peor manera.
Este artículo enumera algunos testimonios de creyentes con esperanza y resume el fundamento de la promesa de Jesús sobre la vida eterna.
Testimonios de creyentes con esperanza
El atardece con luz larga es la respuesta de quien cotempla, tras el atardecer, un amanecer posterior y definitivo. Su fe le asegura que la existencia no termina con la muerte sino que continúa con un más allá, con un mayor horizonte de -posibilidades que lo confortan y hasta disminuyen el dolor de la enfermedad.
Aunque el porcentaje sea menor, quien profesó una fe coherente, puede opinar de esta manera:
-“siempre creí en Dios, y ahora dejo en sus manos el final de mi vida”. El “buen cristiano-a”, con devoción a la Virgen y que procuró vivir según el Padre nuestro, tiene clara la respuesta: “hágase tu voluntad”….”ruega en la hora de mi muerte”. Vive tranquilo con la confianza en Dios y con la protección de la Virgen María en “la hora” de su adiós a la vida en este mundo.
-“Agradezco a Jesucristo la esperanza de la vida eterna en la que estaré después de la muerte”. Más que fijarse en la muerte, el cristiano, impulsado por la esperanza, centra su atención en el “más allá” que tiene un destino concreto, la vida eterna. Y todo, vinculado al misterio de Cristo que padeció, murió y resucitó por todos nosotros.
-“Contemplo la muerte como el final y el comienzo de un vivir con Cristo”. Quien interiorizó las palabras de san Pablo, afirma que el seguidor de Cristo en la tierra, reinará con Él en el cielo. La muerte, en definitiva, es un paso seguro con un destino cierto y una buena compañía.
-“Por la esperanza, me alegra pensar que tras la muerte seré feliz y reencontraré a quienes amé en este mundo”. El creyente de esperanza profunda, contempla con alegría la muerte, como el puente firme para encontrar su felicidad personal –salvación- y la nueva convivencia con familiares y amigos.
-“Amo a Dios con todo mi corazón y deseo ardientemente amarle “cara a cara” El convencido por el “muero porque no muero” de Santa Teresa, el cristiano enamorado de Dios en la tierra, está seguro que cuando se rompa la “tela” de la muerte mantendrá un trato afectuoso y directo con Dios, su Amado.
Fundamentos de la esperanza, la luz larga
La salvación o vida eterna que esperamos es uno de los misterios del Credo que, en definitiva, resumen la vida de Cristo, anticipo de lo que será el cielo.
En la persona y en la obra de Cristo.
Cristo, como Verbo encarnado, hombre y Dios que vivió en la tierra, reveló la verdad del cielo, prometió el paraíso, murió, resucitó, se apareció a los apóstoles y subió a los cielos. Cristo es el Salvador, y la vida eterna, en definitiva, es la salvación para los que aceptan y siguen a Jesús. Él es nuestro Redentor que consiguió para nosotros la vida divina (la gracia) y abrió la puerta para la vida eterna..
En la vida del Salvador.
Él, con sus enseñanzas, milagros y con la institución de la Eucaristía, adelantó “parte” de lo que será el cielo. Cuando Jesús predicaba la Buena nueva, curaba a los enfermos, compartía la alegría de la mesa o de una boda, daba de comer a los hambrientos, pacificaba a los atribulados e instituyó el alimento eucarístico, Jesús anticipó lo que sería la vida eterna: una situación sin dolor, y unavivencia plena de paz y amor.
En la doctrina del Evangelio.
Cristo no miente. Él promete la felicidad para el más allá. epetidas veces, el Maestro aseguró a sus seguidores una existencia feliz después de la muerte, llámese paraíso o reino de los cielos o felicidad eterna o visión de Dios.
-De su doctrina, la que más me impresiona son las Bienaventuranzas. En ellas, Cristo habló del cielo como parte fundamental del Reino de Dios; reveló el estadio temporal y escatológico de la existencia humana; animó con la esperanza a los pobres, enfermos, humillados, perseguidos… etc. Para Jesús, las actitudes de pobreza, paciencia, sed de justicia, misericordia y limpieza de corazón, así como las situaciones de dolor, persecución e injuria, tienen una contrapartida en la felicidad o bienaventuranza. ¿Por qué razón? Por la existencia del Reino de los cielos en su dimensión ultraterrena. Allí el bienaventurado conseguirá el consuelo, la paz, la misericordia divina, la visión de Dios, y la posesión del cielo como tierra prometida. Ciertamente, Jesús revolucionó los valores del hombre porque ante situaciones poco apreciadas en el mundo como es el dolor, la pobreza, la humillación, etc. Él ofrece una esperanza escatológica: “alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Mt 5,3-12).
En el testimonio de muchos cristianos.
La esperanza cristiana motiva fuertemente, porque quien ha vivido en Cristo en la tierra, tras la muerte, resucitado, seguirá viviendo en y con su Salvador en el cielo; quien ha compartido aquí la suerte del Hijo de Dios, en la bienaventuranza le acompañará ante el Padre. Y así, los primeros cristianos como san Pablo, se fiaron de Cristo, colaboraron con él en la edificación del reino de Dios y no tuvieron miedo a la muerte porque esperaban el reencuentro glorioso con Dios Padre y con Cristo Salvador. Ellos lo tenían claro: la resurrección de Cristo cabeza fundamenta la de los cristianos. Y sin esta resurrección, parte esencial de la vida eterna, el cristiano es un infeliz, un desgraciado.
Las palabras de Pablo son contundentes: si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicación no tiene contenido ni vuestra fe tampoco (1Cor 15,14). Es más, si no hay resurrección, "somos los más desgraciados de los hombres" (1Cor 15,19), porque habríamos puesto nuestras esperanzas en un pobre fracasado, que terminó en la muerte como todos los mortales y además de la peor manera.