Criterios imprescindibles para un proyecto completo de vida
No puede faltar en un proyecto de vida, personal o comunitario, el conocimiento e información sobre el mundo en el que vivimos; la verdad sobre la persona; la manifestación de los valores interiorizados y la ilusión por lo que hacemos y pretendemos como fruto de los ideales y objetivos. Son las categorías y criterios analizados en el artículo anterior. Ahora exponemos otros tantos que también son imprescindibles, como el entusiasmo, fruto de las motivaciones; la radicalidad para cumplir los compromisos; la fortaleza necesaria para superar obstáculos; la coherencia para caminar hacia la meta; la imprescindible fidelidad presente en la conducta. Y la humildad para valorar triunfos y fracasos.
5. De las motivaciones brota el entusiasmo y el amor para las tareas y relaciones
Quien aspira a una meta con sus exigencias necesita razones fuertes que le motiven como es el amor a la familia, la fe del creyente, el interés comercial, la ambición, el dinero, el poder del político, el miedo ante el peligro, etc. La marcha hacia la plenitud depende en gran parte de las motivaciones polarizadas en un amor como objeto de la opción fundamental.
¿Qué fruto producen las motivaciones polarizadas en el amor? Reforzar las ilusiones y esperanzas que la persona vive con entusiasmo y como fuerza para superar las dificultades. La ilusión es completa cuando la persona siente la atracción hacia una meta, proyecto, opción fundamental o ideal que da sentido a su vida.
6. Los compromisos urgen respuestas de radicalidad
Aceptamos valores, pero ¿qué exige su puesta en práctica? Orientamos la vida hacia unas determinadas metas y nos preguntamos ¿qué piden su consecución? Adoptamos un determinado camino, y nuevamente surge la pregunta ¿cómo será eficaz? He aquí una respuesta para los tres interrogantes: los valores, metas y caminos aceptados, exigen radicalidad, manifestaciones coherentes y concretas de los compromisos emitidos. ¿Razón? Porque, una vez más: el pensar pide un obrar proporcionado, la idea tiende al acto. Las respuestas radicales integran el camino para llegar a la meta elegida.
7. Para superar los obstáculos y dificultades, necesitamos valor y fortaleza
Quien interioriza los valores, se llena de entusiasmo y de fuerza por el ser de su persona; posee una “mística” que fundamenta la radicalidad y el deseo de vivir en plenitud. Con estas cuatro disposiciones (entusiasmo y fuerza, radicalidad y plenitud) la persona, creyente o no, afronta con firmeza los obstáculos y utiliza de modo coherente los recursos y ayudas para armonizar su vivir con el ser de su persona.
El obstáculo más cercano y permanente reside en el interior del hombre “viejo” dominado por el “ego” a veces exaltado, descontrolado o debilitado. Fuera de la persona acosa el ambiente cultural adverso. Siempre, el obstáculo es lo que impide o retrasa llegar a la meta o fin propuesto; siempre implica una lucha en la persona: entre el yo-ideal y el no-yo pasional.
8. La eficacia de los medios exigen coherencia en el camino hacia la meta
¿Cómo lograr la armonía del vivir con el ser? ¿Qué hacer para que las tareas, compromisos y relaciones reflejen la dignidad y valores de la persona? Y más brevemente, ¿cómo ser coherentes para llegar a la meta propuesta? Muchas son las orientaciones, terapias y técnicas que la psicología y la pedagogía ofrecen para que la persona llegue a la meta de la madurez personal dada su vocación o estado de vida. Con la fundamentación antropológica, el cristiano dispone de otros recursos y ayudas espirituales. La clave para el ascenso radica en el grado de coherencia a la hora de utilizar tales medios y recursos.
9. Que en las etapas o peldaños del pasado y del presente sobresalga la fidelidad
Corrupción, honradez y heroicidad son tres tipos de conducta. Podemos calificar al individuo como irresponsable, justo y generoso. Son clásicas las tres etapas de la vida espiritual: la purgativa como superación del pecado grave, la iluminativa como seguimiento maduro de Cristo, y la unitiva como la unión profunda y permanente con Dios. A estas fases, estereotipadas habrá que añadir otras peculiares de cada individuo. La vida en ocasiones no es un subir-subir siempre sino en un caminar en zig-zag, en subir y bajar, en adquirir y perder. Y así puede interpretarse la vivencia de la espiritualidad cristiana como un camino en ascenso con muchos peldaños. Ahora bien, el cristiano, impulsado por un ideal de vida, puede superar diversos escalones hasta llegar a la meta final. El gran criterio será la fidelidad a la conciencia honesta
10. Para el balance de una vida, humildad en la valoración de triunfos y fracasos
Si miramos al conjunto de una vida, podemos calificar a la persona de héroe, santo, normal, mediocre o incoherente. Se impone el balance con la evaluación de éxitos y fracasos, virtudes y pecados, méritos y deméritos, teniendo en cuenta las dificultades, las posibilidades de su personalidad y los recurso externos e internos. El criterio más adecuado es la verdad total, es decir la humildad de quien valora justamente lo bueno y malo realizado en su vida.
UNA VEZ EXPUESTO EL PROYECTO DE VIDA, será oportuno ampliar cada una de las diez categorías con sus correspondientes criterios para la acción.
5. De las motivaciones brota el entusiasmo y el amor para las tareas y relaciones
Quien aspira a una meta con sus exigencias necesita razones fuertes que le motiven como es el amor a la familia, la fe del creyente, el interés comercial, la ambición, el dinero, el poder del político, el miedo ante el peligro, etc. La marcha hacia la plenitud depende en gran parte de las motivaciones polarizadas en un amor como objeto de la opción fundamental.
¿Qué fruto producen las motivaciones polarizadas en el amor? Reforzar las ilusiones y esperanzas que la persona vive con entusiasmo y como fuerza para superar las dificultades. La ilusión es completa cuando la persona siente la atracción hacia una meta, proyecto, opción fundamental o ideal que da sentido a su vida.
6. Los compromisos urgen respuestas de radicalidad
Aceptamos valores, pero ¿qué exige su puesta en práctica? Orientamos la vida hacia unas determinadas metas y nos preguntamos ¿qué piden su consecución? Adoptamos un determinado camino, y nuevamente surge la pregunta ¿cómo será eficaz? He aquí una respuesta para los tres interrogantes: los valores, metas y caminos aceptados, exigen radicalidad, manifestaciones coherentes y concretas de los compromisos emitidos. ¿Razón? Porque, una vez más: el pensar pide un obrar proporcionado, la idea tiende al acto. Las respuestas radicales integran el camino para llegar a la meta elegida.
7. Para superar los obstáculos y dificultades, necesitamos valor y fortaleza
Quien interioriza los valores, se llena de entusiasmo y de fuerza por el ser de su persona; posee una “mística” que fundamenta la radicalidad y el deseo de vivir en plenitud. Con estas cuatro disposiciones (entusiasmo y fuerza, radicalidad y plenitud) la persona, creyente o no, afronta con firmeza los obstáculos y utiliza de modo coherente los recursos y ayudas para armonizar su vivir con el ser de su persona.
El obstáculo más cercano y permanente reside en el interior del hombre “viejo” dominado por el “ego” a veces exaltado, descontrolado o debilitado. Fuera de la persona acosa el ambiente cultural adverso. Siempre, el obstáculo es lo que impide o retrasa llegar a la meta o fin propuesto; siempre implica una lucha en la persona: entre el yo-ideal y el no-yo pasional.
8. La eficacia de los medios exigen coherencia en el camino hacia la meta
¿Cómo lograr la armonía del vivir con el ser? ¿Qué hacer para que las tareas, compromisos y relaciones reflejen la dignidad y valores de la persona? Y más brevemente, ¿cómo ser coherentes para llegar a la meta propuesta? Muchas son las orientaciones, terapias y técnicas que la psicología y la pedagogía ofrecen para que la persona llegue a la meta de la madurez personal dada su vocación o estado de vida. Con la fundamentación antropológica, el cristiano dispone de otros recursos y ayudas espirituales. La clave para el ascenso radica en el grado de coherencia a la hora de utilizar tales medios y recursos.
9. Que en las etapas o peldaños del pasado y del presente sobresalga la fidelidad
Corrupción, honradez y heroicidad son tres tipos de conducta. Podemos calificar al individuo como irresponsable, justo y generoso. Son clásicas las tres etapas de la vida espiritual: la purgativa como superación del pecado grave, la iluminativa como seguimiento maduro de Cristo, y la unitiva como la unión profunda y permanente con Dios. A estas fases, estereotipadas habrá que añadir otras peculiares de cada individuo. La vida en ocasiones no es un subir-subir siempre sino en un caminar en zig-zag, en subir y bajar, en adquirir y perder. Y así puede interpretarse la vivencia de la espiritualidad cristiana como un camino en ascenso con muchos peldaños. Ahora bien, el cristiano, impulsado por un ideal de vida, puede superar diversos escalones hasta llegar a la meta final. El gran criterio será la fidelidad a la conciencia honesta
10. Para el balance de una vida, humildad en la valoración de triunfos y fracasos
Si miramos al conjunto de una vida, podemos calificar a la persona de héroe, santo, normal, mediocre o incoherente. Se impone el balance con la evaluación de éxitos y fracasos, virtudes y pecados, méritos y deméritos, teniendo en cuenta las dificultades, las posibilidades de su personalidad y los recurso externos e internos. El criterio más adecuado es la verdad total, es decir la humildad de quien valora justamente lo bueno y malo realizado en su vida.
UNA VEZ EXPUESTO EL PROYECTO DE VIDA, será oportuno ampliar cada una de las diez categorías con sus correspondientes criterios para la acción.