¿Existen motivaciones para vivir en los abuelos?
Los esposos compartieron ilusiones, entusiasmo y muchas motivaciones: con sus hijos cuando eran niños, estudiantes, novios y jóvenes esposos. Pero ahora los padres son abuelos que bautizaron al último nieto y viven solos con sus enfermedades y limitaciones. Pareciera que terminaron sus tareas y que ya poco les queda por hacer. ¿Se acabaron también las motivaciones para vivir? ¿Existirán otras nuevas? ¿Qué puede motivar a los ancianos en su vida personal, familiar y religiosa?
Las motivaciones, motor para toda conducta Quien desea un objetivo con sus exigencias y dificultades, necesita para conseguirlo razones que le motiven, como es el amor, el interés, la ambición, el dinero, el poder, el honor, la dignidad personal, el miedo, etc. La marcha de la persona hacia la plenitud depende en gran parte de las motivaciones polarizadas en el amor.
Y ¿qué es lo que más motiva para vivir? El valor elegido como prioritario cuando se convierte en la meta central de la vida. Otra respuesta más desarrollada: toda persona es motivada por su realización personal, por el amar y ser amada, el bien de la comunidad y por cualquier ideal transformado en opción fundamental. El creyente, tiene a Dios como la motivación decisiva, luz y fuerza para su vivir. Al cristiano, además, le motiva seguir a Cristo para instaurar el reino de Dios dentro de la comunidad eclesial.
Las motivaciones tienen como denominador común el ser un estímulo para actuar. Y son diferentes según que despierten mayor o menor interés por la tarea en sí misma, engrandezcan al “ego”, aumenten la autoestima; surjan de la mente o del corazón -racional o afectiva-; impulsen una respuesta altruísta o no; provoquen atracción o rechazo de las personas o tareas; se ajusten a la recta conciencia (actuar bueno), o fomenten valores aceptados (respuesta nociva, mala).
Será mayor o menor la motivación, siempre que el objeto estimulado sea necesario o conveniente. La motivación es el lazo para satisfacer una necesidad o conveniencia.
Como norma general: el estímulo o motivación está vinculado a valores de la persona: el amor, la realización persona, el poder, la necesidad de conquistar algo y la vinculación afectiva con las personas. También se relaciona con el temor, bien de fracasar o de tener éxito. En cuanto a las dificultades: las motivaciones tienen que ser mayores o más intensas cuando crecen los obstáculos para conseguir los objetivos deseados.
Se observa que la motivación baja cuando no se consiguen los resultados apetecidos o la recompensa merecida. Por el contrario, sube y está unida a la satisfacción, cuando los resultados son mayores de los previstos.
Y lo que existe en toda persona antes de la tercera edad, ¿cómo sucede en la vida de las personas mayores?
Motivaciones en la vida personal del anciano
Amar y ser amado. En la vejez, más que nunca, el amor se convierte en la meta central de la vida. Siempre predominará el amor, pero multiplicado. Porque ahora, el amor se extiende a los hijos, nietos y nuevos familiares; ahora el amor de los abuelos es la punta de una pirámide donde convergen la felicidad de todos lo miembros de la familia que es mayor en número y en preocupaciones, en sufrimientos y compensaciones. Si antes motivaba el bien de la pareja, ahora son las nuevas familias que hayan formado los hijos: nietos, novias, nueras.
A la mujer-abuela siempre le motivarán las faenas-tareas de la casa. Al abuelo anciano le puede ayudar el prestar pequeños servicios domésticos, pero, claro está, que más le motiva y distrae la conversación y el juego con los amigos. Tanto el abuelo como la abuela quedarán recompensados según las tareas que puedan realizar. Todo dependerá de que se sientan útiles, importantes, necesitados, consultados, y, sobre todo amados.
De modo extraordinario, la historia presenta a personas mayores motivadas y con creatividad en una de las artes en las que destacaron. Así en la pintura brillaron grandes artistas como Goya, Velásquez, Salvador Dalí y Pablo Picasso. En la literatura, Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez y Unamuno. En la música, Joaquín Rodrigo. Verdi compuso “Otelo” con 63 años y “Falstaff” cuando tenía 80 años. Goethe publicó su célebre “Fausto”, cuando tenía 80 años y Cervantes escribió la segunda parte del “Quijote” con 68 años. En la vida religiosa, y como anciana, destaca recientemente la Madre Teresa de Calcuta, dedicada a la atención de enfermos y mendigos que recibió el Premio Nobel por la Paz en 1979, cuando ya había cumplido 69 años de edad y continuó trabajando intensamente hasta el fin de su vida en 1997, con 87 años de edad.
En la vida de los mayores, el conjunto de motivaciones tiene su campo de aterrizaje. El más general se centra en la realización de la propia persona o de una comunidad, bien familiar o patriótica. La persona como individuo aspira a su realización personal y como ciudadano está motivada para trabajar por un mundo mejor. Este desarrollo de las facultades y aspiraciones, felicidad relativa, no puede ser “narcisista” y por lo tanto dominado por el egoísmo personal o de la propia familia. Al contrario, la realización es aceptable en el “hombre para los demás”: prudente, humilde, responsable, sacrificado y colaborando en el bien común de un mundo más humano. ¿De qué modo? Con la promoción de los derechos humanos para facilitar una vida digna. Y a continuación, poniendo su “granito” de arena en la práctica de la justicia, la paz, la ayuda mutua y de la corresponsabilidad.
Motivaciones familiares y religiosasEn los abuelos quizás disminuyan las ilusiones personales pero aumentan las relacionadas con su familia. Su felicidad depende en buena parte de la vida feliz de hijos y nietos. Siempre será una ilusión el seguir ayudando al hijo más necesitado y el cuidar de los nietos cuando los padres no pueden llevarlos al colegio o cuando tienen que viajar. Y no digamos en las situaciones precarias de los hijos en paro. En los padres y abuelos siempre encuentran respaldo el hijo o la hija separada que retorna al primer hogar, y, en ocasiones con los hijos-nietos. Impresiona saber que con la crisis económica, son miles las familias que viven gracias a la pensión de los abuelos.
Si los padres conviven con hijos y nietos, su presencia es un factor decisivo para la paz en el hogar y para el diálogo entre generaciones.
Y las motivaciones que surgen de la fe
En las personas mayores, especialmente las abuelas, Dios, el culto religioso y las devociones tradiciones, ocupan un lugar privilegiado. Y más cuando palpan su mayor debilidad. Con toda razón, en la fe encuentran el consuelo, la paz y la fuerza para seguir viviendo. Es ahora cuando Dios viene a ser la primera motivación para vivir y para morir. Es ahora cuando se acepta a Dios como el Todo, el Absoluto, el Amo del mundo, el Providente, el Soberano a cuya voluntad se somete toda criatura, Creador y Ser supremo que vela y protege a sus hijos, Padre misericordioso, el único Señor y Liberador, el Dios encarnado que comparte la suerte con el hombre; el que entregó a su Hijo para que tengamos la vida eterna.
Y evangelizadores.
Los abuelos, los que siempre fueron creyentes y practicantes, comprueban con dolor la falta de la práctica religiosa y de la misma fe en alguno de los hijos y de los nietos. Junto al dolor, muchos reaccionan y se convierten en misioneros dentro de la familia. Tarea difícil por el rechazo que sufren. En ocasiones ni les dejan plantear el problema religioso. Pero suplen a los padres en la catequesis a los nietos. No falta quien, a escondidas bautizó y se comprometió como padrino. Mayor sufrimiento cuando suceden los divorcios, el matrimonio sin sacramento o la vida en plan de amantes. Responden como pueden: con la oración, la paz y la alegría de su fe coherente. No tienen inconveniente en comunicarles que para ellos un motivo de satisfacción en la vida fue y es su fidelidad como católicos, creyentes y practicantes.
Las motivaciones, motor para toda conducta Quien desea un objetivo con sus exigencias y dificultades, necesita para conseguirlo razones que le motiven, como es el amor, el interés, la ambición, el dinero, el poder, el honor, la dignidad personal, el miedo, etc. La marcha de la persona hacia la plenitud depende en gran parte de las motivaciones polarizadas en el amor.
Y ¿qué es lo que más motiva para vivir? El valor elegido como prioritario cuando se convierte en la meta central de la vida. Otra respuesta más desarrollada: toda persona es motivada por su realización personal, por el amar y ser amada, el bien de la comunidad y por cualquier ideal transformado en opción fundamental. El creyente, tiene a Dios como la motivación decisiva, luz y fuerza para su vivir. Al cristiano, además, le motiva seguir a Cristo para instaurar el reino de Dios dentro de la comunidad eclesial.
Las motivaciones tienen como denominador común el ser un estímulo para actuar. Y son diferentes según que despierten mayor o menor interés por la tarea en sí misma, engrandezcan al “ego”, aumenten la autoestima; surjan de la mente o del corazón -racional o afectiva-; impulsen una respuesta altruísta o no; provoquen atracción o rechazo de las personas o tareas; se ajusten a la recta conciencia (actuar bueno), o fomenten valores aceptados (respuesta nociva, mala).
Será mayor o menor la motivación, siempre que el objeto estimulado sea necesario o conveniente. La motivación es el lazo para satisfacer una necesidad o conveniencia.
Como norma general: el estímulo o motivación está vinculado a valores de la persona: el amor, la realización persona, el poder, la necesidad de conquistar algo y la vinculación afectiva con las personas. También se relaciona con el temor, bien de fracasar o de tener éxito. En cuanto a las dificultades: las motivaciones tienen que ser mayores o más intensas cuando crecen los obstáculos para conseguir los objetivos deseados.
Se observa que la motivación baja cuando no se consiguen los resultados apetecidos o la recompensa merecida. Por el contrario, sube y está unida a la satisfacción, cuando los resultados son mayores de los previstos.
Y lo que existe en toda persona antes de la tercera edad, ¿cómo sucede en la vida de las personas mayores?
Motivaciones en la vida personal del anciano
Amar y ser amado. En la vejez, más que nunca, el amor se convierte en la meta central de la vida. Siempre predominará el amor, pero multiplicado. Porque ahora, el amor se extiende a los hijos, nietos y nuevos familiares; ahora el amor de los abuelos es la punta de una pirámide donde convergen la felicidad de todos lo miembros de la familia que es mayor en número y en preocupaciones, en sufrimientos y compensaciones. Si antes motivaba el bien de la pareja, ahora son las nuevas familias que hayan formado los hijos: nietos, novias, nueras.
A la mujer-abuela siempre le motivarán las faenas-tareas de la casa. Al abuelo anciano le puede ayudar el prestar pequeños servicios domésticos, pero, claro está, que más le motiva y distrae la conversación y el juego con los amigos. Tanto el abuelo como la abuela quedarán recompensados según las tareas que puedan realizar. Todo dependerá de que se sientan útiles, importantes, necesitados, consultados, y, sobre todo amados.
De modo extraordinario, la historia presenta a personas mayores motivadas y con creatividad en una de las artes en las que destacaron. Así en la pintura brillaron grandes artistas como Goya, Velásquez, Salvador Dalí y Pablo Picasso. En la literatura, Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez y Unamuno. En la música, Joaquín Rodrigo. Verdi compuso “Otelo” con 63 años y “Falstaff” cuando tenía 80 años. Goethe publicó su célebre “Fausto”, cuando tenía 80 años y Cervantes escribió la segunda parte del “Quijote” con 68 años. En la vida religiosa, y como anciana, destaca recientemente la Madre Teresa de Calcuta, dedicada a la atención de enfermos y mendigos que recibió el Premio Nobel por la Paz en 1979, cuando ya había cumplido 69 años de edad y continuó trabajando intensamente hasta el fin de su vida en 1997, con 87 años de edad.
En la vida de los mayores, el conjunto de motivaciones tiene su campo de aterrizaje. El más general se centra en la realización de la propia persona o de una comunidad, bien familiar o patriótica. La persona como individuo aspira a su realización personal y como ciudadano está motivada para trabajar por un mundo mejor. Este desarrollo de las facultades y aspiraciones, felicidad relativa, no puede ser “narcisista” y por lo tanto dominado por el egoísmo personal o de la propia familia. Al contrario, la realización es aceptable en el “hombre para los demás”: prudente, humilde, responsable, sacrificado y colaborando en el bien común de un mundo más humano. ¿De qué modo? Con la promoción de los derechos humanos para facilitar una vida digna. Y a continuación, poniendo su “granito” de arena en la práctica de la justicia, la paz, la ayuda mutua y de la corresponsabilidad.
Motivaciones familiares y religiosasEn los abuelos quizás disminuyan las ilusiones personales pero aumentan las relacionadas con su familia. Su felicidad depende en buena parte de la vida feliz de hijos y nietos. Siempre será una ilusión el seguir ayudando al hijo más necesitado y el cuidar de los nietos cuando los padres no pueden llevarlos al colegio o cuando tienen que viajar. Y no digamos en las situaciones precarias de los hijos en paro. En los padres y abuelos siempre encuentran respaldo el hijo o la hija separada que retorna al primer hogar, y, en ocasiones con los hijos-nietos. Impresiona saber que con la crisis económica, son miles las familias que viven gracias a la pensión de los abuelos.
Si los padres conviven con hijos y nietos, su presencia es un factor decisivo para la paz en el hogar y para el diálogo entre generaciones.
Y las motivaciones que surgen de la fe
En las personas mayores, especialmente las abuelas, Dios, el culto religioso y las devociones tradiciones, ocupan un lugar privilegiado. Y más cuando palpan su mayor debilidad. Con toda razón, en la fe encuentran el consuelo, la paz y la fuerza para seguir viviendo. Es ahora cuando Dios viene a ser la primera motivación para vivir y para morir. Es ahora cuando se acepta a Dios como el Todo, el Absoluto, el Amo del mundo, el Providente, el Soberano a cuya voluntad se somete toda criatura, Creador y Ser supremo que vela y protege a sus hijos, Padre misericordioso, el único Señor y Liberador, el Dios encarnado que comparte la suerte con el hombre; el que entregó a su Hijo para que tengamos la vida eterna.
Y evangelizadores.
Los abuelos, los que siempre fueron creyentes y practicantes, comprueban con dolor la falta de la práctica religiosa y de la misma fe en alguno de los hijos y de los nietos. Junto al dolor, muchos reaccionan y se convierten en misioneros dentro de la familia. Tarea difícil por el rechazo que sufren. En ocasiones ni les dejan plantear el problema religioso. Pero suplen a los padres en la catequesis a los nietos. No falta quien, a escondidas bautizó y se comprometió como padrino. Mayor sufrimiento cuando suceden los divorcios, el matrimonio sin sacramento o la vida en plan de amantes. Responden como pueden: con la oración, la paz y la alegría de su fe coherente. No tienen inconveniente en comunicarles que para ellos un motivo de satisfacción en la vida fue y es su fidelidad como católicos, creyentes y practicantes.