Con Gandhi, al Everest “religiosidad liberadora”

Criterio fundamental en la espiritualidad dinámica: vivir como en un círculo cerrado o en espiral abierto; de modo fijo bajo un reglamento o en el contexto de una misión liberadora que da sentido a las prácticas religiosas. En el cuento ficción, Gandhi es el guía de una expedición dispuesta a escalar el Everest de la “religiosidad liberadora”. Este artículo presenta la religiosidad liberadora del Mahatma (Grande) en el contexto de toda religiosidad y del marco religioso de la India. También resume el perfil ascético y místico de quien desea acompañar a Gandhi a la cima del Everest.

La personalidad liberadora de Gandhi (1869-1948)
Los biógrafos presentan a Gandhi como el Mahatma (Grande), como el político, filósofo y místico que afrontó la violencia de la discriminación de los hindúes en Sudáfrica, la injusticia de la dominación británica y las luchas entre hindúes e islámicos. Proclamó la "desobediencia civil" pero sin violencia porque afirmó: "quisiera sufrir todas las humillaciones, todas las torturas, el ostracismo absoluto y hasta la muerte, para impedir la violencia." Hay que lamentar su final: el promotor de la paz entre hindúes y musulmanes murió víctima de la violencia, asesinado por un extremista hindú.
Pensamientos de Gandhi sobre Dios y la religiosidad
E
ntre su abundante pensamiento religioso, seleccionamos algún que otro más significativos sobre lo que es Dios, la comunicación mediante la conciencia, la confianza en la divinidad y las condiciones para ser sus mensajeros.
-Los nombres de Dios son innumerables; pero si hubiésemos de elegir uno, este sería Sat Staya, esto es, la Verdad. Por tanto, la Verdad es Dios. Donde está Dios, allí esta la Verdad. Y donde está la Verdad, allí esta Dios.
Yo vivo en el temor de Dios. Amo solo la Verdad, Dios está conmigo. Aquel que se confía a Dios deja de temer a los hombres. Cuando todos te abandonan, Dios se queda contigo.
-La voz interior me dice que siga combatiendo contra el mundo entero, aunque me encuentre solo. Me dice que no tema a este mundo sino que avance llevando en mí nada más que el temor a Dios.
-Si no tenemos miedo de los hombres y buscamos solo la verdad de Dios, estoy seguro que todos podemos ser sus mensajeros. En lo que a mi respecta, creo sinceramente que respondo a estas dos condiciones.
La religiosidad en su contexto universal
Gandhi, como todo creyente, aceptó a Dios como valor prioritario. Él vivió la religiosidad en general aunque no estuviera claro en su vida la religión estructurada y la práctica religiosa. Por mi parte, propongo dos criterios fundamentales:
1º Pasar de la aceptación a la religiosidad. Quien acepta a Dios como Señor pasa de la aceptación a la vinculación religiosa con Dios o religiosidad. Esta nueva respuesta religiosa está integrada por varias manifestaciones como son: el reconocimiento de Dios como poder superior que trasciende totalmente al hombre; la aceptación de la dependencia que el creyente tiene respecto de Dios en cuanto al origen, la orientación de la vida hacia Dios a quien reconoce como el principio y el último destino y el objeto de la plena felicidad; la vinculación del obrar personal a la voluntad de Dios que está contenida en la ley natural; la adhesión a las manifestaciones morales, piadosas y litúrgicas prescriptas en la religión aceptada.
2º Pasar de la religiosidad personal a la religión estructurada. En la dimensión individual, la religión viene a ser la respuesta de cada persona al fenómeno religioso, el medio para relacionarse con Dios, los dioses, lo divino o lo sobrenatural. Pero la religión institución estructura el impulso religioso y comprende los actos externos con los cuales una comunidad expresa la religiosidad o vinculación con Dios mediante oraciones, sacrificios, liturgia, ascesis y moral.
El contexto cultural-religioso de Gandhi
Para comprender la religiosidad liberadora de Gandhi hay que tener presente la religión, historia y cultura hinduista en el momento histórico en el que vivió y murió. Por impulso de su fe, el hinduista trabaja por la liberación personal y colectiva mediante el amor a la verdad; la práctica de la justicia y de la no-violencia, unida a la consagración a Dios. A grandes rasgos se puede afirmar que el hinduismo presenta, junto a la devoción amorosa, el camino de la sabiduría. Pero el hinduismo, más que una religión, es un conjunto de religiones unidas por el marco geográfico-cultural aunque sea con mentalidad opuesta. Junto al monoteísmo más puro y místico se encuentra el politeísmo más exagerado y absurdo.
El Vaticano II sintetizó los criterios básicos del hinduismo: «así, en el hinduismo, los hombres investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición, ya sea mediante las modalidades de la vida ascética, ya sea a través de profunda meditación, ya sea buscando refugio en Dios con amor y confianza» (Nostra Aetate 2)
Dios y la devoción amorosa (Bahkti) en el hinduismo.
Para el hinduista, ante la naturaleza del Brahmán, realidad suprema, el mejor camino es decir neti, neti, “no es eso, no es eso”. Sobre Dios no existe una doctrina coherente por la diversidad de corrientes de pensamiento. Sin embargo como criterio predominante, el tú divino, Dios, es el ser supremo, inabarcable por el pensamiento y lenguaje humano; es la existencia-conciencia-felicidad que se manifiesta de tres maneras o teofanías que son Brahma, Vishnú y Siva.
Para unirse a Dios, varios son los caminos como varias son las modalidades del yoga El Bhakti-yoga indica el camino de la devoción amorosa a Dios y el abandono confiado en él. Dios es personal, bueno y compasivo. Se puede llegar a un encuentro vital con Dios, experimentando su bondad. Consiste en una actitud de amor ardiente y exclusivo a Dios experimentado como grandeza y benevolencia, marcada por el respeto y la adoración, que suscita la consagración de la persona a Dios, previa la autopurificación y la renuncia a todo lo que es incompatible con dicha relación religiosa.
Perfil de quien desea ascender al Everest de la “religiosidad liberadora”
Ante todo, practicar las condiciones para unirse con Dios, el Absoluto: una vida moral intachable, la autodisciplina que consiste en la limpieza exterior e interior y el control de funciones corporales mediante ciertas actitudes del cuerpo.
El testimonio de Gandhi. Era una persona profundamente ascética y religiosa que murió diciendo Hey Rama, “Oh Dios”. Bajo la influencia de la idea de la “a-himsá”, del espíritu del Sermón de la Montaña (de Jesucristo, la resistencia pasiva), y de las enseñanzas del escritor ruso León Tolstoi, dio forma e inició su política de "resistencia pacífica" en contra de las leyes injustas.
Gandhi, hombre de austeridad inflexible y absoluta modestia, se quejaba del título recibido de Mahatma ('Gran Alma'). Ante la corrupción, Gandhi introdujo la ética en ese dominio a través de la prédica y el ejemplo. Vivió en una pobreza sin paliativos, jamás concedió prebendas a sus familiares y rechazó siempre el poder político, antes y después de la liberación de la India. Sin duda, fue el líder de la no-violencia.
Y para caminar, la oración, corazón de la religiosidad
Por varias razones, la oración es tan importante para el creyente como la misma respiración: 1ª porque mediante la oración, el creyente tiene el privilegio de hablar con Dios y de escucharle en su corazón; 2ª sin la comunicación con Dios, el hombre, un ser hacia la Trascendencia, pierde el contacto con quien da sentido a su vida; 3ª por la oración, el fiel expresa su gratitud, adoración, alabanza, petición de perdón o de ayuda; 4ª gracias a la oración se puede intimar con Dios, conocerle mejor, sacar más fuerza para liberarse del pecado y progresar en la madurez religiosa; 5ª en la oración el creyente dialoga con Dios, como dos amigos: “Dios hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (Ex 33,11).
La oración revela la personalidad de Gandhi
En la oración expresamos lo que somos, deseamos y necesitamos. Gandhi, en su comunicación con Dios, revela la grandeza de su personalidad como persona y como creyentes. Así rezaba:
Mi Señor:
Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.
Enséñame a querer a la gente como a ti mismo y a no juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.
Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte y que la venganza es la señal del débil.
Si me quitas el éxito, déjame fuerza para triunfar del fracaso.
Si yo faltara a la gente, dame valor para disculparme y
si la gente faltara conmigo dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de ti, no te olvides de mí.

En Mounier, en el budismo y en Gandi encontramos una maravillosa plataforma humana y religiosa para escalar la cima más alta. Pero el cristiano cuenta con Francisco de Asís.
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