Humanamente, ¿cómo superar el sufrimiento?(1ª)

Es difícil el problema de cómo suprimir el dolor físico, pero no es más fácil el objetivo de cómo superar o, por lo menos, paliar el sufrimiento interno, el espiritual-moral o el psicológico, parte esencial de la cruz humana. Para tal finalidad, innumerables consejos y terapias humanas ofrecen los psicólogos, pedagogos y toda clase de educadores. En plan modesto presento para superar el sufrimiento espiritual, las motivaciones como exigencias del amor y algunas reflexiones unidas a la madurez con la enumeración de alguna que otra técnica de relajación.

1º. La superación por las motivaciones, exigencias del amor
El gran secreto para conseguir la superación de los obstáculos y de los sufrimientos radica en el amor. Y el amor se alimenta de las motivaciones o razones que entusiasman e ilusionan. Quien aspira, por ejemplo, a ser médico, abogado, un buen deportista, sacerdote, esposo y padre de familia...necesita conocer los valores y ventajas de su meta-opción para que surja el amor, la ilusión y el entusiasmo.
Apliquemos el tema de las motivaciones. Efectivamente, cuando la persona comprueba que tal dolor, sufrimiento o cruz, es un medio necesario, o quizás inevitable, para conseguir el fin propuesto, el sufrimiento es aceptado no como fin en sí mismo sino como el “pago” inevitable del objetivo-persona-misión o tarea que amamos. ¿Y cuándo surge el drama? Cuando no existe tal amor o cuando la persona no conecta el sufrimiento como parte de la donación de amor.
Un ejemplo: un padre o madre ha dicho que por sus hijos, mata. Sin llegar a estos extremos, son innumerables los padres que por la felicidad de su familia aceptan, y hasta gozosamente asumen toda clase de sufrimientos. El que de veras ama, lo único que desea es que el otro-s sea feliz, alcance sus objetivos. En esta situación, para el padre-madre, su dolor, sufrimiento o cruz “no tienen importancia”. Y hasta se sienten felices porque colaboraron al bien de los hijos.
Otra aplicación la encontramos en los que aman el bien de su patria, de su comunidad política o de su religión. Es lo que ocurre con el soldado en caso de guerra, con los políticos con verdadero amor al bien común, con los misioneros en peligro de muerte o con los obligados a renegar de su fe. Gustosamente, unos y otros emplean su tiempo, dinero personal, comodidad, salud y hasta la vida cuando es necesario. Y siempre con una sensación de bienestar, de cierta felicidad y gozo porque la “causa” (la patria o la fe) así lo exigen y así lo merecen.

2º. La superación por las exigencias de la madurez personal
Del amor al prójimo pasamos al bien personal, concretado en la madurez o realización como persona.
La experiencia diaria confirma cómo todo atleta-deportista, para conseguir el triunfo o los objetivos propuestos acepta los muchos esfuerzos, sacrificios, dudas, derrotas y victorias hasta llegar al final. Y toda persona, como ley de vida, es consciente que para conseguir su madurez o realización personal necesita superar muchos obstáculos (sufrimientos, cruces). También sabe que tiene que aplicar muchos criterios, unos generales, para aprender el arte de saber sufrir y otros más particulares como la aceptación de sí mismo, la progresiva interiorización de las duras exigencias, la autoestima equilibrada, la compresión y la humildad, por ciertas las más significativas.
Los criterios más genéricos o universales. Algunos, a manera de ejemplo:
-es cierto que se sufre más de lo que podemos porque no sufrimos como debemos;
-el dolor aceptado, es medio dolor, pero rechazado es doble dolor;
-para aprender a sufrir se impone la aceptación del dolor como ley inevitable de vida, que, si no es rechazado, ayuda a madurar;
-urge también objetivar los hechos y así aminorar el sufrimiento;
-y como complemento: toda persona modere los deseos y esperanzas, consciente de que a mayor austeridad, habrá más paz;
-mucho ayuda el cultivo de una actitud serena, alegre y optimista en la adversidad.
-algo hay de verdad esconde la máxima que se atribuye a Buda: para no sufrir, no desear, no esperar. Claro está que se tratará de esperanzas con poco fundamento.

La aceptación de sí mismo. Esta respuesta sigue a la toma de conciencia de las posibilidades y limitaciones. El protagonista que aspira a una meta exigente puede preguntarse: ¿poseo el mínimo de posibilidades para aspirar a la meta que me propongo? ¿podré superar las limitaciones que aprecio en mi situación actual? ¿me realizaré como persona en el digno desempeño de las funciones que me esperan? Se impone como gran criterio para llegar a la meta el tomar conciencia de nuestro yo con sus valores, posibilidades y limitaciones a nivel global y en las principales facetas. Mucho ayudará el conocimiento lo más exacto posible de los valores temperamentales y caracterológicos con sus respectivos defectos. ¿Cuál será la reacción ante el conocimiento propio? Se requiere una respuesta en la que estén presentes la aceptación, la humildad, la responsabilidad, el valor y la esperanza. Humildad para aceptar las limitaciones; responsabilidad para ser fiel a la ilusión; esperanza y valor para comenzar a trabajar en el desarrollo de la personalidad.

Interiorización progresiva de las exigencias. Todo ideal exige esfuerzo para decir sí a las exigencias y no a los obstáculos. Si las exigencias son interiorizadas como parte del ideal, se practicarán con ilusión y entusiasmo hasta llegar al “sí” profundo o entrega sin límite. La interiorización progresiva de la meta con sus exigencias logrará que el proyecto se convierta en el "tú" personal o no-personal que más influye en la vida del "yo" como el centro de valores, el motor de opciones parciales, la raíz profunda de las decisiones concretas, la motivación decisiva para el trabajo y el secreto que explica los sacrificios, esperanzas, alegrías y sufrimientos. La meta, el proyecto y las exigencias constituyen el armazón del edificio, el árbol de la vida que comprende la raíz que sostiene la conducta; el tronco de fines y metas complementarias; la savia o el amor de comunión entre el yo y el tú ideal; las ramas que configuran las principales relaciones de la persona; los frutos como respuestas concretas que contienen implícitamente la actitud básica adoptada ante la vida.
Pero todavía queda por detallar la autoestima equilibrada, la comprensión y la humildad. Y la superación por otras técnicas de relajación. Para el próximo artículo
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