¿Llegará Navidad a la vida humana en “dramático adviento”?
La vida humana, el vivir digno del grupo social, político o religioso de nuestro mundo actual, merece el calificativo de comunidad con valor real en la medida en que los derechos humanos estén presentes en las conductas, estructuras y en las relaciones, interpersonales e internacionales. A esa situación llamamos “navidad” pero interpretada como el nacimiento de un mundo mejor, de una comunidad universal humanizada. Ahora bien, la realidad histórica de nuestros días nos muestra un “adviento dramático” por la esperanza y frustración de tantos derechos humanos y de tantas aspiraciones justificadas. Una vez más, tenemos que revisar algunos de los criterios básicos, éticos y cristianos, que integran el camino para que del adviento actual, el mundo, todo el vivir humano, pueda llegar a la ansiada "navidad".
El adviento dramático
Junto a la proclamación de los derechos a la vida digna y a la salud, está la realidad histórica que nos habla de homicidios, abortos, eutanasia, suicidios deliberados, torturas morales o físicas, condiciones infrahumanas de vida que conducen a enfermedades irreversibles: “todas estas prácticas y otras parecidas son en sí mismas infamantes, degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus victimas y son totalmente contrarias al honor debido al Creador” (GS 27).
En el siglo XX proliferaron los ataques masivos contra la vida en una auténtica conjura que propagaron los medios de comunicación social y en la que no faltó la colaboración de muchos responsables de la salud. Y junto a los ataques, la justificación de toda una cultura donde se considera hasta un derecho el poder matar a seres inocentes. Muchos deforman la verdad con el subjetivismo y justifican el aborto y hasta la eutanasia cuando proponen la libertad como derecho absoluto. Y según avanza el XXI, la situación empeora con el progreso científico-técnico y alguna que otra legislación contra la vida respaldada por el relativismo democrático. Con dolor: estamos ante un enfoque cultural favorable a la muerte donde luchan los poderosos contra los débiles.
Algunos ejemplo del adviento dramático.
Los millones de niños que mueren víctimas del hambre o tienen que empuñar las armas o son vendidos como esclavos o están en trabajos forzados o malviven en las calles sin padre ni madre.
De las personas, lamentamos la calidad de vida de mujeres prácticamente esclavas del machismo y de culturas. Como marco global, rige la injusticia institucionalizada, y los niños como víctimas especiales.
Tampoco debemos olvidar a las víctimas del terrorismo, máxime el que se respalda en su religión. Se llega hasta el absurdo de matar a inocentes en nombre de Dios.
Y las contradicciones de un mundo, sensibilizado a la hora de proclamar derechos pero insensible ante muchas violaciones, como sucede con el aborto. Un mundo que exalta los valores de la vida pero pretende ignorar la realidad humana del dolor, enfermedad, vejez y muerte.
Presentes en el adviento dramático, las legislaciones que contrarían sus mismas Constituciones. Como afirmó Juan Pablo II: se da el hecho “de que las legislaciones de muchos países, alejándose tal vez de los mismos principios fundamentales de sus Constituciones, hayan consentido no penar o incluso reconocer la plena legitimidad de estas prácticas contra la vida” (EV 4).
Junto a muchas acciones solidarias e instituciones que trabajan a favor de la vida, está la culpabilidad personal de quien comete la acción delictiva física o moral como el destruir la buena fama, la crítica humillante, dar disgustos que causan infartos….
Y también está la culpabilidad estructural-colectiva de quien despilfarra cuando millones de personas mueren víctimas del hambre o la desnutrición; cuando emite un voto que contribuye a la liberación del aborto.
Contra la vida del presente y del futuro están los que de modo desproporcionado contaminan el ambiente; influyen para que siga la carrera de armamentos o consumen materias primas nutritivas que necesitan los del Tercer Mundo (EV 3,4 y 17)
El camino ético
Si el adviento dramático es el resumen de muchas frustraciones debidas a la injusticia, el odio, el egoísmo y el orgullo, el camino ético para la Navidad necesita entre otros criterios y exigencias:
1º Tomar conciencia de los fundamentos que humanizan. Toda comunidad es sostenida por la proyección del ser humano hacia su prójimo, la madurez social de los hombres, el bien común que les une y los derechos humanos que concretan los rasgos de humanización.
2º Comprometerse para conseguir una vida digna para todos. Un mundo humanizado es el grito unánime de nuestra generación y el valor global más importante aunque cada uno lo interprete a su manera. Como todos los hombres gozan de igual dignidad y derechos fundamentales, todos tienen derecho a vivir según su condición humana y a disfrutar de un mundo fraterno.
3º Ser coherentes con la solidaridad y el amor interpersonal. En los párrafos anteriores se han detallado las manifestaciones o exigencias que caracterizan a una comunidad digna de llamarse humanizada. ¿Dónde está la clave? En el trato sincero, respetuoso, pacífico solidario y fraterno.
El camino de la fe
El creyente tiene muchas cosas que añadir al camino ético porque su Adviento está centrado en la espera del Salvador, y la Navidad en el nacimiento del Dios con nosotros y nosotros con Dios. El creyente cristiano adora al Salvador, Jesús el Maestro, que enseñó y vivió las claves más profundas y revolucionarias para que la humanidad que camina en adviento pueda llegar a la definitiva navidad con Dios después de esta vida.
Jesús, el pobre de Nazaret, compartió al cien por cien la vida humana menos en el pecado. El siervo de Yahvé, en su ministerio alivió las necesidades corporales de muchas personas. Con la predicación del Reino de Dios, el Maestro y Profeta, fundamentó, amplió y enriqueció la dignidad del hombre. Y a todos, el Redentor reveló horizontes insospechados: Él traía y concedía la vida eterna. Y entregó su vida para que todos pudiéramos alcanzar la vida eterna. El niño nacido en Belén predicó y testimonió el auténtico camino para toda navidad: el reino y reinado de Dios.
El adviento dramático
Junto a la proclamación de los derechos a la vida digna y a la salud, está la realidad histórica que nos habla de homicidios, abortos, eutanasia, suicidios deliberados, torturas morales o físicas, condiciones infrahumanas de vida que conducen a enfermedades irreversibles: “todas estas prácticas y otras parecidas son en sí mismas infamantes, degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus victimas y son totalmente contrarias al honor debido al Creador” (GS 27).
En el siglo XX proliferaron los ataques masivos contra la vida en una auténtica conjura que propagaron los medios de comunicación social y en la que no faltó la colaboración de muchos responsables de la salud. Y junto a los ataques, la justificación de toda una cultura donde se considera hasta un derecho el poder matar a seres inocentes. Muchos deforman la verdad con el subjetivismo y justifican el aborto y hasta la eutanasia cuando proponen la libertad como derecho absoluto. Y según avanza el XXI, la situación empeora con el progreso científico-técnico y alguna que otra legislación contra la vida respaldada por el relativismo democrático. Con dolor: estamos ante un enfoque cultural favorable a la muerte donde luchan los poderosos contra los débiles.
Algunos ejemplo del adviento dramático.
Los millones de niños que mueren víctimas del hambre o tienen que empuñar las armas o son vendidos como esclavos o están en trabajos forzados o malviven en las calles sin padre ni madre.
De las personas, lamentamos la calidad de vida de mujeres prácticamente esclavas del machismo y de culturas. Como marco global, rige la injusticia institucionalizada, y los niños como víctimas especiales.
Tampoco debemos olvidar a las víctimas del terrorismo, máxime el que se respalda en su religión. Se llega hasta el absurdo de matar a inocentes en nombre de Dios.
Y las contradicciones de un mundo, sensibilizado a la hora de proclamar derechos pero insensible ante muchas violaciones, como sucede con el aborto. Un mundo que exalta los valores de la vida pero pretende ignorar la realidad humana del dolor, enfermedad, vejez y muerte.
Presentes en el adviento dramático, las legislaciones que contrarían sus mismas Constituciones. Como afirmó Juan Pablo II: se da el hecho “de que las legislaciones de muchos países, alejándose tal vez de los mismos principios fundamentales de sus Constituciones, hayan consentido no penar o incluso reconocer la plena legitimidad de estas prácticas contra la vida” (EV 4).
Junto a muchas acciones solidarias e instituciones que trabajan a favor de la vida, está la culpabilidad personal de quien comete la acción delictiva física o moral como el destruir la buena fama, la crítica humillante, dar disgustos que causan infartos….
Y también está la culpabilidad estructural-colectiva de quien despilfarra cuando millones de personas mueren víctimas del hambre o la desnutrición; cuando emite un voto que contribuye a la liberación del aborto.
Contra la vida del presente y del futuro están los que de modo desproporcionado contaminan el ambiente; influyen para que siga la carrera de armamentos o consumen materias primas nutritivas que necesitan los del Tercer Mundo (EV 3,4 y 17)
El camino ético
Si el adviento dramático es el resumen de muchas frustraciones debidas a la injusticia, el odio, el egoísmo y el orgullo, el camino ético para la Navidad necesita entre otros criterios y exigencias:
1º Tomar conciencia de los fundamentos que humanizan. Toda comunidad es sostenida por la proyección del ser humano hacia su prójimo, la madurez social de los hombres, el bien común que les une y los derechos humanos que concretan los rasgos de humanización.
2º Comprometerse para conseguir una vida digna para todos. Un mundo humanizado es el grito unánime de nuestra generación y el valor global más importante aunque cada uno lo interprete a su manera. Como todos los hombres gozan de igual dignidad y derechos fundamentales, todos tienen derecho a vivir según su condición humana y a disfrutar de un mundo fraterno.
3º Ser coherentes con la solidaridad y el amor interpersonal. En los párrafos anteriores se han detallado las manifestaciones o exigencias que caracterizan a una comunidad digna de llamarse humanizada. ¿Dónde está la clave? En el trato sincero, respetuoso, pacífico solidario y fraterno.
El camino de la fe
El creyente tiene muchas cosas que añadir al camino ético porque su Adviento está centrado en la espera del Salvador, y la Navidad en el nacimiento del Dios con nosotros y nosotros con Dios. El creyente cristiano adora al Salvador, Jesús el Maestro, que enseñó y vivió las claves más profundas y revolucionarias para que la humanidad que camina en adviento pueda llegar a la definitiva navidad con Dios después de esta vida.
Jesús, el pobre de Nazaret, compartió al cien por cien la vida humana menos en el pecado. El siervo de Yahvé, en su ministerio alivió las necesidades corporales de muchas personas. Con la predicación del Reino de Dios, el Maestro y Profeta, fundamentó, amplió y enriqueció la dignidad del hombre. Y a todos, el Redentor reveló horizontes insospechados: Él traía y concedía la vida eterna. Y entregó su vida para que todos pudiéramos alcanzar la vida eterna. El niño nacido en Belén predicó y testimonió el auténtico camino para toda navidad: el reino y reinado de Dios.