En Madrid, JMJ: ¿De qué modo se ofende a Dios?
“Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento“ Benedicto XVI .Primera homilía en la JMJ).
En las relaciones interpersonales, el trato más negativo que un yo otorga a un tú se traduce en respuestas de rechazo, hostilidad, odio y ofensas graves contra el honor o los bienes de quien considera enemigo. También en la relación del yo humano con el Tú divino el trato más negativo consiste en criterios, actitudes y acciones de rechazo o “no” a su existencia, de hostilidad contra signos religiosos y personas creyentes, de odio como acción destructiva para todo lo que se refiere a Dios y al culto debido y la indiferencia ante todo lo religioso. Y dada la unión íntima entre el respeto a Dios con el respeto al prójimo, cuantas injusticias graves se cometen contra las personas, son otras tantas ofensa graves contra su Creador y Padre, Dios. Por eso enseñó Jesús: "Aléjaos de mí, malditos; id al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y no me disteis de comer… Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido? Y él les responderá: "Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo" (Mt 25,41).
Ofenden a Dios: el rechazo de los ateos, la hostilidad de los laicistas, los que rechazan la imagen de Dios, los bautizados que perdieron o mutilaron la fe, la indiferencia religiosa y sobre todo el odio, raíz y fuente de las graves ofensas
El rechazo de los ateos Frente al creyente que considera a Dios como máximo Valor, están los millones de personas para quienes Dios nada significa. De hecho, viven de espaldas a Dios al que juzgan como un antivalor para el hombre. Es la respuesta del ateísmo en sus diferentes manifestaciones. El ateísmo científico sostiene: «para el hombre, el ser supremo es el hombre»; la interpretación nihilista de Nietzsche con el «Dios ha muerto»; el ateísmo existencialista de Sastre que grita: «Dios no existe, ¡aleluya!, ¡alegría! No hay cielo, no hay infierno: no hay más que la tierra; sólo existen los hombres»; el rechazo ateo del literato Camus: «el hombre es su propio fin, su único fin», en el psicoanálisis Dios no tiene sentido y lugar alguno. Y últimamente, la posmodernidad que acentúa la hostilidad hacia Dios y todo lo religioso. Benedicto XVI en la Spe Salvi sostiene que el ateísmo de la era moderna provocó "las mayores crueldades y violaciones de la justicia",
La hostilidad de los laicistas
Los laicistas beligerantes aprovechan todos los medios para fomentar el anticlericalismo y expulsar los signos religiosos de la vida pública. Muchos de los católicos progresistas critican los defectos de la jerarquía y las carencias institucionales con una actitud dogmática y exaltada, propia de quien se cree en posesión de la verdad y de lo que se debe hacer en la Iglesia; mantienen una posición rebelde y exaltada a la hora de juzgar el autoritarismo jerárquico, la poca participación del laico en la marcha de la Iglesia, la disciplina canónica eclesial que considera desfasada. Los que tienen una fe “light”, débil aceptan determinadas enseñanzas del Magisterio, pero rechazan otras. Por ejemplo, sobre sexualidad, matrimonio, justicia social, la necesidad de la confesión. Toman de la Iglesia lo que les conviene y pacíficamente rechazan los aspectos que les molestan (de moral y de disciplina). Viven un catolicismo sincretista y oportuno.
Los que rechazan la imagen de Dios
Son muchas las personas que rehúsan creer en Dios porque rechazan la imagen que les presenta la fe cristiana o, por lo menos, la imagen que viven muchos creyentes o que enseñan algunos sacerdotes y teólogos. Creen que Dios es como un cuento para niños o como un poema ideológico.
Existen muchas representaciones del Tú divino que dicen poco o nada a la sensibilidad de los creyentes en los tiempos de posmodernidad como para colocar a Dios en el primer puesto de los valores. Baste con tener presente las críticas del secularismo y de los postmodernos sobre el «dios ex maquina», el «dios tapa-agujeros», el Señor soberano que opaca la autonomía del hombre, etc.
También conviene, por lo menos, un discernimiento crítico sobre los criterios acerca de Dios que en el pasado provocaban en el fiel un gran impacto tales como: el de «protector contra los enemigos», el «seguro» contra las desgracias, el «papá» que todo concede a quienes se lo piden, el «juez» implacable que condena al infierno, etc.
A lo largo de la historia se ha «culturizado» excesivamente la imagen de Dios de modo que muchos creyentes han forjado un concepto de Dios «a su imagen y semejanza», y lo han convertido prácticamente en un ídolo domesticado por la mente humana.
Bautizados que perdieron o mutilaron la fe
Los datos confirman que la fe en Dios está ausente total o parcialmente en un porcentaje alarmante de bautizados. La ausencia de la fe es el problema mayor que tiene la Iglesia a comienzos del siglo XXI. A la falta de fe hay que añadir la confusión en los criterios que la identifican como un sentimiento religioso más, el opio del pueblo, un credo ritualista ocasional, la costumbre folklórica, el simple cumplimiento de prácticas piadosas o unas normas cristianas de moralidad, la religiosidad supersticiosa que comercia con Dios, el miedo religioso o una simple ideología social, política o moralizante.
La indiferencia religiosa
Tan grave como la falta de fe es la indiferencia que caracteriza a la Europa secularizada y quizás al mundo de hoy. El indiferente prescinde de Dios, vive como si el Tú no existiera. En efecto, Dios no le interesa, manifiesta insensibilidad hacia las cuestiones religiosas, carece de cualquier tipo de obligación religiosa y sustituye lo religioso por la profesión, la política, la familia o por la simple evasión. Entre las causas de esta indiferencia destacamos la comodidad, una libertad exaltada, el hedonismo, la confusión ideológica y el bombardeo de los medios de comunicación social. Muchos justifican su postura indiferente por las deficiencias de la fe, por la moral que aparece “como muy exigente”, o por el mal testimonio de los mismos representantes de la Iglesia.
El odio, raíz y fuente de las graves ofensas Este vocablo, el odio, significa tener aversión contra alguno, enfadarse, irritarse. Quien odia muestra contrariedad y hasta irritación por lo que molesta, por lo que se considera nocivo. Siempre será la respuesta contraria al amor de amistad porque el odio de malevolencia considera a la otra persona o grupo como malos en sí mismos. También odia quien rechaza al tú como alguien que perjudica a mi yo o a mis intereses.
Como fuente del odio, surgen otras ofensas como los insultos, la blasfemia, las maldiciones, la burla, las persecuciones a los creyentes, la burla a los ritos y misterios, los sacrilegios, los actos de crueldad, las venganzas y asesinatos.
El odio a Dios. Efectivamente, quien odia comete el mayor pecado porque no quiere lo que es bueno en sí mismo. Entraña, como es lógico, el rechazo, la ruptura con la persona y con todo lo que se relacione con Dios. El que odia se convierte en el enemigo de Dios a quien persigue según posibilidades: no quiere que Dios exista, se burla de los creyentes, fomenta ideologías ateas. Con fundamento, al odio a Dios se le puede aplicar la condena de Jesús: “todo pecado y blasfemia les será perdonada a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no les será perdonada...”(Mt 12, 231-32 ; 2 Tes 2,7)
Enumeración esquemática de los principales tratos injustos:
El blasfemo, el irreligioso, el que usa en vano, el que perjura
Ofensas que provocan la enemistad permanente.
1ª la indiferencia ante Dios 2ª el olvido de Dios. 3ª la pereza espiritual. 4ª el descuido y omisiones de los deberes religiosos, 5ª el odio a Dios, pecado máximo,
Toda idolatría ofende la dignidad de Dios.
-la divinización de lo que no es Dios.-el rechazo del único Señorío de Dios:-la perversión del sentido religioso, -la adhesión a varios dioses (politeísmo), -la falsa veneración de los santos.
Idolatrías modernas.
El antropocentrismo La soberbia. El narcisismo Los sistemas económicos y la ciencia.
Ofender al prójimo es pecar contra Dios. Si las ofensas son graves, graves son los pecados que se cometen contra el Creador y Padre de todos.
En las relaciones interpersonales, el trato más negativo que un yo otorga a un tú se traduce en respuestas de rechazo, hostilidad, odio y ofensas graves contra el honor o los bienes de quien considera enemigo. También en la relación del yo humano con el Tú divino el trato más negativo consiste en criterios, actitudes y acciones de rechazo o “no” a su existencia, de hostilidad contra signos religiosos y personas creyentes, de odio como acción destructiva para todo lo que se refiere a Dios y al culto debido y la indiferencia ante todo lo religioso. Y dada la unión íntima entre el respeto a Dios con el respeto al prójimo, cuantas injusticias graves se cometen contra las personas, son otras tantas ofensa graves contra su Creador y Padre, Dios. Por eso enseñó Jesús: "Aléjaos de mí, malditos; id al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y no me disteis de comer… Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido? Y él les responderá: "Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo" (Mt 25,41).
Ofenden a Dios: el rechazo de los ateos, la hostilidad de los laicistas, los que rechazan la imagen de Dios, los bautizados que perdieron o mutilaron la fe, la indiferencia religiosa y sobre todo el odio, raíz y fuente de las graves ofensas
El rechazo de los ateos Frente al creyente que considera a Dios como máximo Valor, están los millones de personas para quienes Dios nada significa. De hecho, viven de espaldas a Dios al que juzgan como un antivalor para el hombre. Es la respuesta del ateísmo en sus diferentes manifestaciones. El ateísmo científico sostiene: «para el hombre, el ser supremo es el hombre»; la interpretación nihilista de Nietzsche con el «Dios ha muerto»; el ateísmo existencialista de Sastre que grita: «Dios no existe, ¡aleluya!, ¡alegría! No hay cielo, no hay infierno: no hay más que la tierra; sólo existen los hombres»; el rechazo ateo del literato Camus: «el hombre es su propio fin, su único fin», en el psicoanálisis Dios no tiene sentido y lugar alguno. Y últimamente, la posmodernidad que acentúa la hostilidad hacia Dios y todo lo religioso. Benedicto XVI en la Spe Salvi sostiene que el ateísmo de la era moderna provocó "las mayores crueldades y violaciones de la justicia",
La hostilidad de los laicistas
Los laicistas beligerantes aprovechan todos los medios para fomentar el anticlericalismo y expulsar los signos religiosos de la vida pública. Muchos de los católicos progresistas critican los defectos de la jerarquía y las carencias institucionales con una actitud dogmática y exaltada, propia de quien se cree en posesión de la verdad y de lo que se debe hacer en la Iglesia; mantienen una posición rebelde y exaltada a la hora de juzgar el autoritarismo jerárquico, la poca participación del laico en la marcha de la Iglesia, la disciplina canónica eclesial que considera desfasada. Los que tienen una fe “light”, débil aceptan determinadas enseñanzas del Magisterio, pero rechazan otras. Por ejemplo, sobre sexualidad, matrimonio, justicia social, la necesidad de la confesión. Toman de la Iglesia lo que les conviene y pacíficamente rechazan los aspectos que les molestan (de moral y de disciplina). Viven un catolicismo sincretista y oportuno.
Los que rechazan la imagen de Dios
Son muchas las personas que rehúsan creer en Dios porque rechazan la imagen que les presenta la fe cristiana o, por lo menos, la imagen que viven muchos creyentes o que enseñan algunos sacerdotes y teólogos. Creen que Dios es como un cuento para niños o como un poema ideológico.
Existen muchas representaciones del Tú divino que dicen poco o nada a la sensibilidad de los creyentes en los tiempos de posmodernidad como para colocar a Dios en el primer puesto de los valores. Baste con tener presente las críticas del secularismo y de los postmodernos sobre el «dios ex maquina», el «dios tapa-agujeros», el Señor soberano que opaca la autonomía del hombre, etc.
También conviene, por lo menos, un discernimiento crítico sobre los criterios acerca de Dios que en el pasado provocaban en el fiel un gran impacto tales como: el de «protector contra los enemigos», el «seguro» contra las desgracias, el «papá» que todo concede a quienes se lo piden, el «juez» implacable que condena al infierno, etc.
A lo largo de la historia se ha «culturizado» excesivamente la imagen de Dios de modo que muchos creyentes han forjado un concepto de Dios «a su imagen y semejanza», y lo han convertido prácticamente en un ídolo domesticado por la mente humana.
Bautizados que perdieron o mutilaron la fe
Los datos confirman que la fe en Dios está ausente total o parcialmente en un porcentaje alarmante de bautizados. La ausencia de la fe es el problema mayor que tiene la Iglesia a comienzos del siglo XXI. A la falta de fe hay que añadir la confusión en los criterios que la identifican como un sentimiento religioso más, el opio del pueblo, un credo ritualista ocasional, la costumbre folklórica, el simple cumplimiento de prácticas piadosas o unas normas cristianas de moralidad, la religiosidad supersticiosa que comercia con Dios, el miedo religioso o una simple ideología social, política o moralizante.
La indiferencia religiosa
Tan grave como la falta de fe es la indiferencia que caracteriza a la Europa secularizada y quizás al mundo de hoy. El indiferente prescinde de Dios, vive como si el Tú no existiera. En efecto, Dios no le interesa, manifiesta insensibilidad hacia las cuestiones religiosas, carece de cualquier tipo de obligación religiosa y sustituye lo religioso por la profesión, la política, la familia o por la simple evasión. Entre las causas de esta indiferencia destacamos la comodidad, una libertad exaltada, el hedonismo, la confusión ideológica y el bombardeo de los medios de comunicación social. Muchos justifican su postura indiferente por las deficiencias de la fe, por la moral que aparece “como muy exigente”, o por el mal testimonio de los mismos representantes de la Iglesia.
El odio, raíz y fuente de las graves ofensas Este vocablo, el odio, significa tener aversión contra alguno, enfadarse, irritarse. Quien odia muestra contrariedad y hasta irritación por lo que molesta, por lo que se considera nocivo. Siempre será la respuesta contraria al amor de amistad porque el odio de malevolencia considera a la otra persona o grupo como malos en sí mismos. También odia quien rechaza al tú como alguien que perjudica a mi yo o a mis intereses.
Como fuente del odio, surgen otras ofensas como los insultos, la blasfemia, las maldiciones, la burla, las persecuciones a los creyentes, la burla a los ritos y misterios, los sacrilegios, los actos de crueldad, las venganzas y asesinatos.
El odio a Dios. Efectivamente, quien odia comete el mayor pecado porque no quiere lo que es bueno en sí mismo. Entraña, como es lógico, el rechazo, la ruptura con la persona y con todo lo que se relacione con Dios. El que odia se convierte en el enemigo de Dios a quien persigue según posibilidades: no quiere que Dios exista, se burla de los creyentes, fomenta ideologías ateas. Con fundamento, al odio a Dios se le puede aplicar la condena de Jesús: “todo pecado y blasfemia les será perdonada a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no les será perdonada...”(Mt 12, 231-32 ; 2 Tes 2,7)
Enumeración esquemática de los principales tratos injustos:
El blasfemo, el irreligioso, el que usa en vano, el que perjura
Ofensas que provocan la enemistad permanente.
1ª la indiferencia ante Dios 2ª el olvido de Dios. 3ª la pereza espiritual. 4ª el descuido y omisiones de los deberes religiosos, 5ª el odio a Dios, pecado máximo,
Toda idolatría ofende la dignidad de Dios.
-la divinización de lo que no es Dios.-el rechazo del único Señorío de Dios:-la perversión del sentido religioso, -la adhesión a varios dioses (politeísmo), -la falsa veneración de los santos.
Idolatrías modernas.
El antropocentrismo La soberbia. El narcisismo Los sistemas económicos y la ciencia.
Ofender al prójimo es pecar contra Dios. Si las ofensas son graves, graves son los pecados que se cometen contra el Creador y Padre de todos.