¿Necesitan modernizarse la piedad y la religiosidad popular?

Muchos son los creyentes que se relacionan con Dios mediante la piedad o la religiosidad popular. Y muchas son las críticas dirigidas contra algunas de estas manifestaciones religiosas. Para muchos, tanto la piedad como la religiosidad popular pertenecen al pasado y no sirven para el creyente de la posmodernidad. Pero, ¿contienen valores incuestionables? ¿Cuáles son las manifestaciones contrarias a la letra y espíritu del Vaticano II? Se impone un juicio sereno sobre estas prácticas religiosas tan frecuentes en la Iglesia católica.

La piedad y los ejercicios de piedad A nivel universal y de modo constante, especialmente los cristianos de las naciones católicas más antiguas, utilizan para relacionarse con Dios unos ejercicios piadosos tradicionales y modernos que viven con entusiasmo y fervor.
Desde la era apostólica, existe la práctica de la oración en forma comunitaria identificándose con la acción litúrgica. Pero con la vida cenobítica y la monástica, los ejercicios de piedad, distintos de la celebración litúrgica, tuvieron gran relieve y se convirtieron en un elemento esencial de la espiritualidad cristiana. Y así nació la meditación, la oración y la contemplación en formas bien determinadas. Y como manifestaciones de la piedad popular surgieron el oficio a la Virgen, el rosario, el viacrucis, el ángelus, las devociones a los santos, las procesiones, etc.

La religiosidad popular Desde finales del siglo XV, comienza la Evangelización de América y posteriormente la de África. Al mezclarse la religión católica con las dos culturas, (la europea-americana y la europea-africana), comenzó la religiosidad popular con rasgos añadidos a la piedad popular. El católico americano y el africano, especialmente el de clase social pobre, impregnó con su cultura algunas de las relaciones con Dios. Es rasgo fundamental la dimensión antropológica de mestizaje de culturas, (la indígena, la europea y africana), fusionándose en ese crisol de elementos valiosísimos de la historia humana.
¿Qué identifica a la religiosidad popular de latinoamérica? Los protagonistas son los pobres que mezclan su cultura con la fe cristiana muy profunda, manifestada en la devoción a Jesucristo (en sus misterios, especialmente en la pasión y muerte, en su presencia eucarística, en su corazón...), y en las múltiples devociones a la Virgen María y a los santos protectores. Tales expresiones de fe y amor congregan a multitudes en santuarios, peregrinaciones y fiestas religiosas.

Valores de la religiosidad popular Como camino para llegar a la plenitud cristiana en la Iglesia católica, encontramos múltiples valores y motivaciones, tanto en la piedad como en la religiosidad popular:
-la gran confianza en la providencia de Dios;
-la búsqueda de seguridad y de salvación,
-la capacidad de generosidad y el sacrificio hasta el heroísmo,
-el sentido de la cruz en la vida cotidiana,
-el desprendimiento, dolor y paciencia para vivir la amistad;
-las razones para la alegría y el humor ante la dureza de la vida.
Como camino para llegar a Dios, encontramos también según el magisterio latinoamericano (en Puebla n.454), en la religiosidad popular no exaltada,
-la capacidad de generosidad y el sacrificio para manifestar abiertamente la fe;
-el sentido de los atributos de Dios como su paternidad, providencia y presencia cercana de Él);
-la paciencia, el sentido de la cruz en la vida cotidiana, desprendimiento, la aceptación de los demás;
-la gran confianza en la providencia de Dios Padre Creador y Salvador;
-una energía extraordinaria para rezar, sufrir, resignarse y para vivir la amistad;
-la búsqueda de seguridad y de salvación que surge del fuerte sentido de impotencia frente a la muerte, a la falta de trabajo, al dolor y a las frustraciones de todo tipo;
-la fantasía y la creatividad en las expresiones de sus fiestas populares, procesiones y peregrinaciones ricas en símbolos,
-la capacidad de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (el canto, las imágenes, los gestos, la danza); el respeto filial a los pastores, en especial al Papa; las razones para la alegría y el humor ante la dureza de la vida

Defectos y carencias La misma Conferencia episcopal latinoamericana (CELAM en Puebla 454 y 914) detalla carencias y defectos. Fundamentalmente, resalta la exaltación de los medios y la relativización de Dios. Ocasionalmente, la falsedad de la comunicación religiosa, la inclinación ritualista y sacramentalista, presencia de motivaciones míticas o de religiosidad cósmica. Ven a Dios como respuesta a todo, destaca el individualismo religioso sobre todo en lo devocional, y su transmisión, casi siempre oral a causa del analfabetismo.
Otros defectos: la superstición y magia: y fatalismo, idolatría del poder, fetichismo y ritualismo falta de información e ignorancia, reinterpretación sincretista, reduccionismo de la fe a un mero contrato en la relación con Dios, falta de sentido de pertenencia a la Iglesia; desvinculación entre fe y vida; el hecho de que no conduce a la recepción de los sacramentos; valoración exagerada del culto a los santos con detrimento del conocimiento de Jesucristo y su misterio; idea deformada de Dios; concepto utilitario de ciertas formas de piedad; inclinación, en algunos lugares, al sincretismo religioso; infiltración del espiritismo y en algunos, casos, de prácticas religiosas del Oriente, influjo excesivo de la tradición que ejerceun papel casi tirano, emoción religiosa que absolutiza a los mediadores. El culto a la Virgen o a los santos es para muchos tan acentuado, que sustituye prácticamente al Cristo mediador y al mismo Dios como tú último y absoluto.

¿Qué decir, entonces? ¿Necesitan modernizarse?
Para evitar confusiones conviene afirmar que la piedad popular y la religiosidad popular como tales están en comunión con la Iglesia y han sido alabadas por el magisterio. Cierto: muchos son sus valores y los servicios que prestan a tantos fieles para vivir su fe. Pero por sus deficiencias pueden convertirse en obstáculos insuperables para la madurez religiosa.
¿Necesitan “modernizarse”? Desde mi experiencia pastoral, 21 años en América Latina con un tiempo como misionero en un “pueblo joven peruano”, opino que dadas las implicaciones culturales, antes que plantearse una “modernización” global, es mejor examinar, aprobar o rechazar una determinada práctica piadosa y religiosa con un sereno discernimiento. Y en la duda, reconocer los méritos de este camino hacia Dios y hacia el prójimo de millones de cristianos que viven su fe coherente, gracias a las prácticas, más o menos conservadoras, de la piedad o de la religiosidad popular.
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