Novela PhD. 2º Fascinado por Cristo

¿Es Cristo el mejor ideal y líder para un joven? Entre los referentes para toda persona y más para un joven, destaca la figura de Cristo, auténtico líder e ideal para la vida. En una situación crucial, y gracias a los Ejercicios espirituales, Alberto se encuentra con Cristo que le atrae por su personalidad, le entusiasma por el mensaje revolucionario, le fascina por la radicalidad en el amor y le atrapa por su vida y muerte perdonando a los enemigos. En la amistad con Cristo encontró el joven Alberto la motivación decisiva para perdonar y la mejor orientación para su vida colaborando en el Reino de Dios. Y ante la llamada de Cristo no tuvo miedo a un “sí” coherente, pero como laico en la Iglesia.


Fascinado por Cristo (1946)

Un Alberto reconciliado y animado
Alberto y Luis se encuentran en la mañana del cuarto día del retiro espiritual.
-¿Cómo te ha ido en esos dos día de “auto retiro” espiritual? Creía que te habías marchado. Fue el saludo de Luis.
-Estupendamente, de maravilla, le respondió Alberto. Ya sabes que vine a los Ejercicios desorientado y desanimado. Duros los primeros días pero con reflexión profunda sobre mi problema. Don Felipe me ayudó pero ha sido el Señor quien tocó mi corazón. Comprendí, perdoné, encontré la paz y me voy reconciliando con mi pasado. ¿Que cómo ha sido? Conseguí la comprensión y la serenidad a la hora de valorar los acontecimientos. He tenido que pagar un precio, la humildad al aceptar el pasado y la generosidad para perdonar. De esta manera he comenzado el proceso de reconciliación.
Alberto contó con detalle las tareas realizadas. Con rostro alegre le comunicó su espontánea decisión de confesarse con todas las consecuencias: las de pedir perdón y, por supuesto la de perdonar.
-No te puedes imaginar, Luis, cómo la paz comenzó a reinar en mi vida. Ahora, tengo muchas ganas de comenzar la segunda etapa de los Ejercicios con todos vosotros. Don Felipe me dijo “te espera la segunda etapa que es la más interesante. Como joven necesitas un ideal, un proyecto de vida, un referente y una respuesta fundamental”. Veremos qué sucede hoy.
Encuentra a un Jesucristo diferente
Cuarto día de los Ejercicios espirituales. Más sereno y muy receptivo, escuchó Alberto la primera charla sobre los valores de Cristo. Don Felipe expuso con tal entusiasmo la figura humana de Jesús que Alberto quedó totalmente impactado. Era todo un descubrimiento que desterraba la visión infantil sobre el Jesús poco varonil, el de una presencia triste en el sagrario y el protagonista de unas devociones muy sentimentales en la iglesia y de unas exposiciones muy frías en las clases de religión. Lo que escuchó fue una interpretación totalmente diferente. ¡Este Jesús sí que atraía! Además, el amor que traslucía don Felipe por Cristo contagiaba a los jóvenes.
Alberto no quiso perderse ninguna de las reflexiones sobre Cristo, presentado aún en lo humano como la primera figura de la historia. Gracias a su buena memoria y a la rapidez en escribir, tomó apuntes de los criterios más importantes de la charla. Posteriormente, en su habitación, retocó y acomodó a su situación, la figura de Jesús, que empezaba a ser su mejor amigo. En sus apuntes tenía presente dos interrogantes que procuró contestar: ¿qué es lo que más me impresiona de Jesucristo? ¿Y qué aspecto de su doctrina me cuesta aceptar más?
“Admirado” por la “admiración” universal por Cristo.
Cierto que Alberto había escuchado sobre la grandeza de Jesús como Dios y Redentor, pero muy poco o nada acerca de su personalidad, sobre sus valores humanos que han suscitado y suscitan la admiración universal. Aunque su persona resulte un tanto enigmática, sin embargo en Jesús aparece el hombre coherente y libre que fascinó al mundo.
De modo especial, Alberto quedó sorprendido por las opiniones de Renán, y Dostoievski: «de tal modo próximo a Dios que casi no se nota la diferencia. Jesús ha creado el mundo donde se encuentra la perfecta nobleza, la santidad total, la libertad» (Renán). ”Creo que no existe nada más bello, más profundo, más simpático, más viril, más perfecto que Cristo. No existe nada como Él, ni puede existir” (Dostoievski);
Atraído por la personalidad excepcional del Maestro
A manera de una película, muchos fueron los aspectos que don Felipe expuso sobre la personalidad de Jesús. Alberto se fijo de modo especial en el porte del Maestro que debió ser majestuoso como aparece en la predicación, (nadie habló como él, hablaba con autoridad propia), en la discusión con los judíos, en el prendimiento y en toda la pasión. También en la actividad durante su vida pública con las correrías apostólicas y privaciones que exigían vigor físico. De él no se habla de enfermedad, ni agotamiento o desequilibrios nerviosos como en otros fundadores de religiones.
Mayor importancia adquieren los valores psicológicos y su doctrina que revela gran profundidad, originalidad e independencia en su pensar como Maestro. Basta con analizar el Sermón de la montaña y las parábolas. También atrae la plasticidad y la fuerza en la argumentación, patentes en el enfrentamiento dialéctico contra sus adversarios.
Entusiasmado por el Jesús, revolucionario y rebelde
En Alberto, como joven y superada su crisis de odio, llamó especialmente la atención el aspecto “revolucionario” de Jesús. Efectivamente, junto al amor, Jesús propugnó un cambio profundo, revolucionario cuando defendió la dignidad y la libertad de la persona frente a determinadas normativas tradicionales. Él buscó la esencia de la ley y la redujo al amor en un ambiente religioso donde la observancia de dicha ley se consideraba como la mediación esencial en la relación del hombre con Dios. Por eso, violar la ley era una respuesta grave para un judío.
Mucho disfrutó Alberto al escuchar la exposición sobre las discrepancias legales de Jesús y sus respuestas contra el “orden” establecido, cuando, por ejemplo, acoge también a los paganos, es decir a los no judíos, conversa con las prostitutas, critica con dureza a los dirigentes religiosos, etc.
Fascinado por la radicalidad de Jesús
Muy arraigado estaba en Alberto la exaltación y el extremismo. Por ello no es de extrañar que le atrajera de modo especial la radicalidad de Jesús al exponer el amor sin límites y la dignidad personal ante la ley. El joven todavía inmaduro, Alberto, aceptaba con entusiasmo las afirmaciones de Jesús, tales como, por ejemplo, que no se puede servir a dos señores (Mt 6,24); si tu ojo te escandaliza, sácatelo (Mt 5,29-30); a quien me niegue lo negaré (Mt 10,37).
Perplejo ante el amor sin límites, piedra de toque para el orgullo de Alberto
No todo lo del Maestro fue bien recibido “a la primera” por la soberbia de Alberto que acaba de salir de una crisis fuerte por la muerte de sus padres. Aceptó, sí y con entusiasmo, la revolución que Cristo testimonió y predicó sobre el amor fraterno viendo a Dios en el prójimo y tratándolo como lo haríamos con Dios. Pero chocó contra su temperamento primario y orgulloso, la radicalidad de Jesús al extender el amor a los enemigos.
Con claridad y valor, don Felipe insistió: el amor al enemigo es el núcleo de la «revolución» cristiana; una conclusión lógica que tiene su raíz en el amor de Dios Padre que hace llover sobre justos y pecadores (Mt 5,45). Ante la ley del talión, el Maestro Jesús prescribe: «mas yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por quienes os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial.
Alberto tomó nota con fidelidad de cuanto expuso el Director de los ejercicios. Con sinceridad, reconocía que nunca se había detenido a reflexionar sobre Mateo 5,35-48. Tantos años de catecismo, clases de religión y sermones en la iglesia, y el amor a los enemigos, el universal y sin límites, no había calado en su conciencia cristiana. Ahora comenzó a subsanar este fallo.
Contrariado ante el perdón, criterio difícil de aceptar
Contra la historia reciente de Alberto, chocó la doctrina de Cristo sobre el perdón y la reconciliación. De haber escuchado este criterio una semana antes, el arrogante Alberto se hubiera levantado del asiento y marchado del retiro espiritual. Pero ahora no. Con facilidad recordó cómo ante la ofensa recibida, la venganza o represalia suele ser la respuesta ordinaria, pero no la cristiana. Con dificultad aceptó que Jesús exija perdonar como la condición para obtener el perdón de Dios: «si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas» (Mt 6,14-15; cf. Mt 6,12; Rom 5,8ss). Es tan importante el perdón (darlo o pedirlo) que es una de las peticiones del Padrenuestro: «perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden».
Atrapado por la amistad de quien sufrió y perdonó
El Director espiritual aconsejó que los ejercitantes leyeran y meditaran por su cuenta la Pasión del Señor bajo el enfoque de la amistad con Jesús. Y que después escribieran sus reflexiones. Alberto imaginó que observaba de cerca el choque de valores en los protagonistas. Y eligió varias escenas:
-la amistad que ofreció el Maestro y la traición de Judas;
-la ambición de los discípulos y la humildad del Servidor en el lavatorio de pies;
-el abatimiento en Getsemaní y la fortaleza del Hijo para cumplir la voluntad del Padre;
-la paz que Cristo defendía y la violencia de Pedro;
-la presunción del mismo Pedro y su humillación al negar al Maestro;
-la conducta intachable de Jesús y la injusticia de los jueces;
-la serenidad del reo y el nerviosismo de los defensores de la Ley;
-la dignidad del Hijo del Hombre y la mezquindad de sus acusadores;
-la justicia romana y la cobardía de Pilato;
-el Cristo predilecto del Padre y el blasfemo según la sentencia de muerte;
-la Verdad personificada y la hipocresía de un Caifás y de un Herodes;
-la grandeza de Jesús y la debilidad del Ecce homo;
-los derechos humanos y la crueldad sufrida en toda la Pasión;
-el benefactor del pueblo y la ingratitud de la masa con el “crucifícale”...
¿Y algo más? Sí, lo que más afectaba al pasado de Alberto y lo que más impresionaba de la pasión: el amor de Cristo y el odio de los que le mataron; las graves ofensas recibidas y el “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.
Una vez más, Alberto se acordó de la última frase de su madre moribunda que suplicaba perdón para los asesinos. En su habitación, al comparar el amor de Cristo en toda la Pasión con el Alberto orgulloso que durante meses deseó la muerte de sus enemigos, el joven pintor lloró, pidió perdón, volvió a perdonar y agradeció el encuentro con Cristo, su gran modelo, el ideal de vida. El amigo.
La oferta de Cristo
Algunos jóvenes creían que con la confesión y la decisión de aceptar a Cristo amigo ya podían hacer la maleta y preparar la salida porque faltaban pocas horas y el Retiro terminaba con la comida. Pero no opinaba lo mismo don Felipe que reservaba para la mañana del último día una prueba “de fuerza” para el entusiasmo y la generosidad de los jóvenes. La prueba consistía en presentarles el mensaje de Jesús con la invitación a seguirle y con la respuesta de cada uno. ¿Hasta qué punto la amistad con el Dios hecho hombre y el entusiasmo por su mensaje suscitaban el compromiso coherente de colaborar con Cristo?
Una vez más apareció el entusiasmo de don Felipe. Ahora, con la exposición del mensaje de Jesús, el proyecto sobre el reino de Dios, adaptado a la psicología del joven. Les dijo: “habéis meditado sobre la salvación del alma y la amistad con Cristo. Os falta la respuesta a estos interrogantes: ¿qué ofrece Cristo para que la persona consiga la felicidad en la tierra y después de la muerte? Y ¿qué criterios integran la Buena Nueva de Jesús, pilares fundamentales para las relaciones interpersonales y que sean capaces de construir un mundo más humano? Aquí tenéis mi respuesta”.
El Reino de Dios, corazón de la Buena Nueva de Jesús
El experto Director comenzó su primera charla con una rotunda afirmación: la doctrina sobre el Reino de Dios es el eje del proyecto de Jesús. El centro de la predicación del Maestro no fue ni su persona, ni la Ley, ni Dios en sí mismo. No. Cristo reinterpreta la doctrina del Antiguo Testamento del Reino de Dios como soberanía amorosa que Dios ejerce sobre las personas, las relaciones y las estructuras.
Y continuó lanzando otra pregunta: ¿cuál fue el gran deseo, la gran pretensión del Salvador? Me atrevo a dar esta respuesta: que Dios esté presente en el corazón del hombre por la gracia y en las relaciones interpersonales como reflejo del Padre bueno y universal.
Cristo personaliza las dimensiones del Reino de Dios
Don Felipe les recordó la figura del Señor, asimilada por los ejercitantes en clave de amistad. En definitiva, ¿en qué consiste el Reino de Dios? Se puede comprender el Reino de Dios como el resumen de la persona de Cristo y de su obra. Es fácil comprobar las exigencias del Reino en el testimonio del hombre Jesús: sincero, justo, libre, pacífico, promotor de la vida, máximo referente del amor y Redentor que reconcilia al hombre con Dios.
Es la hora de responder al mensaje de Jesús
Alberto y sus compañeros recibieron con entusiasmo la Buena nueva de Jesús sobre el Reino.
Don Felipe preguntó en directo: ¿a qué grupo deseáis pertenecer? Imagino que al primero. Pues aquí tenéis las exigencias de Cristo amigo y Maestro:
De fe, conversión y esperanza. Ahí tenemos el mensaje de Jesús: “el tiempo se ha cumplido, el reino de Dios ha llegado; convertíos y creed al Evangelio'' (Mc 1, 15). La conversión y la fe son urgidas por Jesús como condiciones indispensables para tener parte en el Reino de Dios.
Con apertura a la verdad-sinceridad. Para que el Reino sea de verdad con manifestaciones de sinceridad habrá que rechazar como hiciera Cristo, toda falsedad (Mt 23). Tener muy presente todo cuanto Cristo reprochó a los fariseos como hipócritas, sepulcros blanqueados, soberbios que se creían justos (Mt 21,31-32 y 23).
En una vida responsable y respetuosa según justicia. El Reino está abierto a todos pero en él no entran los injustos, los corruptos, los ladrones, avaros, ultrajadores (1Cor 6,10;Mt 23). Y están excluidos los imprudentes y los irresponsables, los ricos insensibles ante las necesidades de los pobres como el epulón o los cobardes ante la invitación de Cristo (Mt 25, 14-30. Mt 19,23-24; Lc 16,21).
Desde la madurez: cada persona sea libre y liberadora. Cristo pide que el discípulo sea dueño de sí mismo, libre de ataduras y capaz de liberar al prójimo esclavizado: «fuisteis llamados a la libertad, mas procurad que la libertad no sea un motivo para la carne» (Gál 5,13).
Espíritu paciente y humilde, promotor de la paz. "El Reino de Dios es justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rm 14,17). “Aprended de mí que soy paciente y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestra alma (Mt 11,29).
Y la capacidad creciente de amar a imitación del Padre Dios. Leed dos textos significativos: «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo...” “Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5.43-45 y Lc 6, 35-36). Amaos mutuamente como el Padre me ama y yo amo al Padre.
¿Como laico o como sacerdote?
Este Retiro, dijo don Felipe, está destinado a jóvenes laicos aunque alguno se plantee su vocación sacerdotal en la Iglesia. Bien sabéis que como cristiano, todo fiel bautizado está llamado a colaborar con Cristo en la instauración del reino de Dios en su vida y en los demás. El seglar o laico, es decir el fiel cristiano que no es miembro del clero, como miembro corresponsable y en comunión, asume como una meta propia la misión de la Iglesia de enseñar, evangelizar y santificar. El católico consciente no quiere ser inútil en la Iglesia sino que desea contribuir según posibilidad (cf. Ef 4,16).
Se ha dicho que el cristiano que no es apóstol es un apóstata porque no valora su fe sino que la esconde “bajo un celemín”. A vosotros os toca dar testimonio de vuestra fe con el ejemplo, la oración y la palabra. Más aún, y según posibilidades, colaborar en las tareas de Evangelización como adultos en la fe. Se impone, pues, vivir el sentido comunitario de una fe que estará presente en la Iglesia y en las instituciones sociales.
No me extrañaría que alguno de vosotros ingresara en las filas de la Acción Católica o en el Seminario.
El seguimiento coherente
Al comienzo de la última meditación del Retiro, el Director, don Felipe, con un tono serio dijo a los jóvenes, futuros universitarios:
Permitidme que os diga con toda claridad en qué consiste el SÍ coherente a Cristo. Después, en el rato de meditación, tendréis oportunidad de concretar vuestra respuesta. Una propuesta: en el ofertorio de la Eucaristía, cada uno puede colocar en el altar su cuaderno de apuntes que recoja en la última página su compromiso por seguir a Cristo y colaborar con Él en la edificación del Reino de Dios.
¿En qué consiste el SÍ coherente a Cristo y cuál es el secreto para conseguirlo?
Gracias a la fe viva, el cristiano acepta a Cristo de manera consciente y personal, le sitúa en el centro de sus intereses y vivencias. El seguidor de Jesús convierte su vida entera en una manifestación de su incorporación a Cristo. Vive en, con y para Cristo porque se siente de Cristo y va teniendo sus mismos sentimientos (Rom 8,1; 16,11; 1 Cor 1,20).
Para el discípulo coherente, su vivir es Cristo que se convierte en la razón de su existir en el mundo (Flp 1,21; 2,5; 1 Jn 4,17; Rom 8,29; 1 Cor 15,23). Ya no se rige por un simple código, sino por la nueva ley del amor de Cristo como escribió san Pablo: «me amó y se entregó por mí» (Gál 2,19.20).
Tres verbos resumen el seguimiento: pensar, amar y compartir. Cristo pidió a los primeros colaboradores que le siguieran y vivieran como Él. Y como el distintivo de la doctrina de Jesús es el amor en toda dirección, el seguidor se compromete en amar a imitación del maestro y en compartir su misión. A imitación de los apóstoles, el bautizado-cristiano está llamado a colaborar en el Reino de Dios, y, según sus posibilidades, a predicar la Buena Nueva del Reino del Padre (cf. Mt 4,18s; 28,19-20; Jn 15,1-15; Lc 14,25s; Mc 3,13).
El secreto de don Felipe
Terminaré mi charla comunicándoos mi secreto para el seguimiento: la amistad personal con Cristo alimentada con la oración. Como los auténticos seguidores de Jesús, el ideal está centrado en vivir como amigos en el consorcio de toda una vida y en seguir al amigo interiorizando sus actitudes, en especial la del amor (Jn 15,2-15; Flp 1,21; Gál 2,20; 1 Jn 2,6; Ef 5,2; Col 2,6). Y para actualizar tal respuesta nada mejor que meditar en la Buena Nueva como luz, espíritu y camino que se traducirá en opciones concretas para la vida ordinaria (Mt 5-7; 5,43-48; Rom 13,9-10).
Amigos: ¿queréis dar sentido a vuestras vidas? Aceptad con valentía a Cristo, camino, verdad y vida. Y teniendo presente a Cristo, edificar vuestra vida sobre estas cuatro columnas: ilusión, entusiasmo, coherencia y radicalidad.
Final y despedida
En el salón de charlas brotó espontáneo el aplauso de los jóvenes hasta que don Felipe les rogó silencio y que pasaran a la capilla. Alberto y Luis fueron los últimos en dejar de aplaudir. No era para menos. Para el joven pintor fueron cinco días inolvidables que marcaron un antes y un después para toda su vida.
Como todos, anotó los criterios sobre el seguimiento. En su libreta escribió un interrogante final: ¿me querrá Dios para el sacerdocio? Pero a continuación respondía: no por ahora. Son muchas las cosas que tengo pendientes. Después cerró su libreta que depositaría en el altar durante la Misa.
Al terminar el Retiro, Alberto y Luis fueron juntos a despedirse de don Felipe.
Luis se adelantó para darle las gracias por todo. Alberto, gozoso, comunicó a don Felipe: salgo entusiasmado, ¡encontré mi ideal, Cristo! Pero, por ahora, no encontré mi sitio definitivo en la Iglesia. Y sonriendo, añadió: espero que pasado un tiempo, nos veamos en otro lugar, quizás en el Seminario.
-Si Dios os llama, no tengáis miedo al Señor. Responded con valor, nunca os arrepentiréis, les dijo don Felipe mientras les abrazaba.
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