¡8º Pobre justicia mexicana y pobre justicia española !
Hace unos 20 años, pregunté a un abogado mexicano la razón por la que dejaba su profesión: “mire, Padre, estoy harto de ver cómo ingresan a la cárcel personas inocentes pero pobres; y de contemplar cómo salen de la prisión personas culpables pero con dinero”. La respuesta de uno, un servidor, que empleó muchos años en estudiar, predicar y exigir la justicia como la “ordinario rationis”, y el que cada uno reciba lo que merece y necesita, fue la siguiente: "¡pobre justicia mexicana”. Y con el orgullo del que ahora estoy arrepentido me dije, en los años 90, “menos mal que en España la Justicia es diferente, es mejor ”. Pero hoy día, después de leer, ver y escuchar los indefinidos casos de corrupción, después de contemplar el mapa de España con los puntos que indican la presencia de la corrupción, tanto en el norte como en el centro y en el sur, tanto en autonomías, instituciones como en personas, después de escuchar que España es la número uno de corrupción en el mundo, tengo que exclamar ¡pobre Justicia española! ¡La justicia mexicana no tiene porqué envidiarla! ¡Pobre justicia mexicana y pobre justicia española!
Injusticia universal española
Aunque ya sea un tópico, lo afirmo como lo siento: “me duele España”. Ciertamente, que por la situación económica que afecta al bienestar mínimo de millones de españoles. Pero más dolor al contemplar la situación ética de los tantos millones de españoles que carecen del mínimo de valores éticos, pilares para la conducta personal e interpersonal. Y como practicante, contemplo el escaso influjo de la fe en la vida pública, política. ¡Si Dios estuviera presente en la conciencia no existiría crisis tan grave y universal!
Si hay un tema fácil para un escritor hoy día, es la enumeración de casos donde brilla la falta de justicia en España, tanto en personas como en instituciones. Basta con recordar las noticias sobre la corrupción de estos últimos meses. O si prefieren, es suficiente con buscar en Internet “mapa de la corrupción española”….y contemplaremos con sonrojo los INDEFINIDOS PUNTOS ROJOS de localidades, autonomías, partidos políticos y personas
Compruebo cómo los partidos mayoritarios se acusan mutuamente de presentar candidatos imputados e incluso condenados. Denuncian la corrupción de su contrincante, mientras intentan ocultar la suya. Y comprendo la indignación de tantas personas que ven recortados sus derechos sociales y tienen que hacer malabares para poder llegar a fin de mes, mientras que otras logran meter su dinero en cajas “blancas” o en paraísos fiscales.Me digo: ¡qué pronto saldríamos de la crisis si el dinero de españoles que duermen en el extrajero estuvieran bien invertido en España!
Cómo iluminar la situación
Nada más fácil de enunciar los criterios para clarificar la situación actual pero nada más difícil de aplicar hoy día. “¡El egoísmo es tan feroz, el orgullo nacionalista es tan ciego! Por lo menos recordemos algunos de los criterios:
1º Un mundo humanizado como hogar-familia para sus moradores
Un mundo humanizado por la verdad, la vida digna, la justicia social, la libertad política y la paz fraterna es la mística que debiera motivar la conducta de toda persona. Y lograr que este mundo “mejor” se convierta en el marco histórico-cultural para el reinado de Dios es el gran desafío para todo creyente y, especialmente, para el cristiano. El rostro humanizado del mundo se manifiesta en:
1º la verdad expresada en las relaciones sinceras, la comunicación transparente, el respeto a la fama y la exclusión de la mentira;
2º una vida digna para todos, especialmente para los más desfavorecidos, fruto de la valoración integral de la persona y de la aceptación del plan de Dios. Estos criterios constituyen el fundamento para rechazar el homicidio, el aborto, la eutanasia y la tortura;
3º la justicia social aplicada con fidelidad a los derechos humanos y subordinada al bien común. Debe regir la equidad en las relaciones interpersonales, las estructuras socioeconómicas, el uso de los bienes, el trabajo y la propiedad. Para evitar la injusticia y superar los conflictos se impone, además, el respeto mutuo y la solidaridad corresponsable según posibilidades;
4º la libertad política ejercida con igualdad de oportunidad para todos. Que sea efectivo el dinamismo socio-político para conseguir la liberación de toda opresión;
5º la paz, fruto de la justicia y expresión de la caridad, esté fuera del alcance de los orgullos nacionales y nacionalistas, de la agresividad y del desorden personal que conducen a la división, la violencia y la guerra
6º la fraternidad que aspire al amor entre todos y excluya toda clase de egoísmos.
¿A qué persona como referente acudir?
Un problema de la injusticia-justicia es la falta de personas referentes y de confianza. Con más claridad: existe desconfianza en el pueblo hacia los llamados a implantar leyes y ejecutar respuetas justas, esa justicia como “ordinatio rationis ad bonum commune promulgata ab eo qui habet curam commnitatis”
El cristiano tiene como referente a Cristo con su testimonio y doctrina
El centro-eje de la Buena nueva es Jesucristo que transmite el mensaje de Dios sobre la justicia tanto en la dimensión antropológica como en la salvífica..
Luchó por la justicia. Como parte de las exigencias del reino de Dios, Cristo luchó por la justicia según el momento cultural e histórico de su tiempo. Él observó como era la justicia de sus contemporáneos, respondió con su doctrina a las necesidades de un trato justo y criticó las situaciones de injusticia.
Fué una víctima de la injusticia. En su vida y especialmente en su pasión y muerte, Jesús sufrió la injusticia humana en indefinidas modalidades. Crucificado, Cristo es el símbolo del amor redentor y prototipo de la persona violada en los derechos humanos.
Redentor y juez. La justicia es inseparable del Cristo redentor y de la dimensión escatológica del reino de Dios. Él nos justificó del pecado y en el juicio final seré el Juez de nuestra obras.
La justicia, pieza clave en el dinamismo del Reino. La justicia es virtud cardinal, no teologal. Por eso, cuando Cristo exige una conducta justa a sus discípulos lo hace en el contexto de fe, esperanza y caridad, de la salvación eterna que exigen conversión, seguimiento y colaboración dentro del dinamismo del reino de Dios.
Restaurador de la justicia plena
Toda la misión de Cristo se puede enfocar como la obra de la justicia bajo el aspecto de liberación y justificación. El vino como justicia de Dios para traer la buena nueva a los pobres, liberar a los oprimidos y hacer triunfar la justicia. Pero no se trata de una liberación política, sino liberación del pecado, del egoísmo, del orgullo (Lc 6, 16-31; 17, 9-14; 1Cor 1,30). Su misión de justificación se realizó mediante el proceso en el cual Jesucristo pone al hombre en la relación debida con Dios; es la justicia comunicada que justifica al pecador como gracia y misericordia (Rom 1, 17; 931). Se trata de una liberación y una justicia para instaurar la definitiva fraternidad universal y redimir a la humanidad mediante su Misterio Pascual (Ef 2, 14-18; Rom 12, 15).
La justicia integra un trío cristocéntrico unida a la verdad y la caridad. Los criterios anteriores pueden resumirse con dos textos de Benedicto XVI en la Caritas in veritate:” el testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre”(15) La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad (1)
Sí, Cristo es el gran referente. Enumerarmos algunos de los muchos textos que fundamentan la figura de Cristo como el gran referente y el maestro con mayor autoridad en el tema de la justicia.
Cristo maestro y profeta de toda justicia
Junto al amor, Jesús propugnó un cambio profundo, revolucionario, cuando defendió la dignidad y la libertad de la persona frente a determinadas normativas tradicionales. Él buscó la esencia de la ley y la redujo al amor en un ambiente religioso donde la observancia de dicha ley se consideraba como la mediación esencial en la relación del hombre con Dios. Por eso, violar la ley era una respuesta grave para un judío.
Cierto que es Maestro y que le llamaron “rabbi” pero no estaba dedicado a interpretar fielmente la Ley de Moisés. Su estilo profético contrasta con el de Juan el Bautista o el de los anteriores profetas que se mueven en el marco de la alianza entre Yahveh e Israel: Pero el definitivo Mesías trae la Buena Nueva del Reino de Dios.
Aunque la Buena nueva tiene presente a la caridad como motor de la justicia, también contiene muchos criterios que acreditan a Jesús como maestro para las relaciones de igualdad entre las personas. Así, por ejemplo:
proclamó la dignidad humana como base de toda justicia. El sábado es para el hombre y no...(Mc 2,23,38; Lc l1, 10-17...). Por eso defiende a la adúltera y a la Magadalena (Jn 8,1-11; Mt 26, 6-6-13);
enseñó criterios humanos como el no juzgar por apariencias, obrar con otros como queremos que obren con nosotros, pagar el salario justo, gobernar sin tiranía (Lc 6,28; Mt 7,l2; Jn 7,24; Mt 12,13; Lx 22, 34,38);
discernió la justicia auténtica como en el caso de la viuda que lo echó todo (Mc 7,17,23). El samaritano cumplió y los otros no cumplieron (Lc 10, 25-42);
apuntó las causas de la injusticia que radican en el corazón malo, en el orgullo farisaico y en el legalismo (Mc 2,4-8; 7,17-23;Mt 15,1s; Mc 7, 6-11; lc 11, 41-44);
denunció las injusticias del que no quiere perdonar, de los ricos y poderosos. Lo hizo mediante parábolas, en estilo directo o con gestos de protesta como en la expulsión de los mercaderes del templo (Mt 21, 13-13; Jn 7, 1-8; Lc 6,24-38);
enseñó la vuelta a la justicia mediante la conversión, el regreso humilde a la casa del Padre, el cambio de conducta (Lc 15, 1s ; 19, 1-10; Mt 6,12). En Cristo, la justicia se fusiona con la caridad, un amor que incluye a los enemigos (Mt 5, 43-48);
juzgó bienaventurado, feliz, a todos los perseguidos por causa de la justicia (M5 5,10) y a todo aquel que tiene hambre y sed de justicia (M5 5,1).
Injusticia universal española
Aunque ya sea un tópico, lo afirmo como lo siento: “me duele España”. Ciertamente, que por la situación económica que afecta al bienestar mínimo de millones de españoles. Pero más dolor al contemplar la situación ética de los tantos millones de españoles que carecen del mínimo de valores éticos, pilares para la conducta personal e interpersonal. Y como practicante, contemplo el escaso influjo de la fe en la vida pública, política. ¡Si Dios estuviera presente en la conciencia no existiría crisis tan grave y universal!
Si hay un tema fácil para un escritor hoy día, es la enumeración de casos donde brilla la falta de justicia en España, tanto en personas como en instituciones. Basta con recordar las noticias sobre la corrupción de estos últimos meses. O si prefieren, es suficiente con buscar en Internet “mapa de la corrupción española”….y contemplaremos con sonrojo los INDEFINIDOS PUNTOS ROJOS de localidades, autonomías, partidos políticos y personas
Compruebo cómo los partidos mayoritarios se acusan mutuamente de presentar candidatos imputados e incluso condenados. Denuncian la corrupción de su contrincante, mientras intentan ocultar la suya. Y comprendo la indignación de tantas personas que ven recortados sus derechos sociales y tienen que hacer malabares para poder llegar a fin de mes, mientras que otras logran meter su dinero en cajas “blancas” o en paraísos fiscales.Me digo: ¡qué pronto saldríamos de la crisis si el dinero de españoles que duermen en el extrajero estuvieran bien invertido en España!
Cómo iluminar la situación
Nada más fácil de enunciar los criterios para clarificar la situación actual pero nada más difícil de aplicar hoy día. “¡El egoísmo es tan feroz, el orgullo nacionalista es tan ciego! Por lo menos recordemos algunos de los criterios:
1º Un mundo humanizado como hogar-familia para sus moradores
Un mundo humanizado por la verdad, la vida digna, la justicia social, la libertad política y la paz fraterna es la mística que debiera motivar la conducta de toda persona. Y lograr que este mundo “mejor” se convierta en el marco histórico-cultural para el reinado de Dios es el gran desafío para todo creyente y, especialmente, para el cristiano. El rostro humanizado del mundo se manifiesta en:
1º la verdad expresada en las relaciones sinceras, la comunicación transparente, el respeto a la fama y la exclusión de la mentira;
2º una vida digna para todos, especialmente para los más desfavorecidos, fruto de la valoración integral de la persona y de la aceptación del plan de Dios. Estos criterios constituyen el fundamento para rechazar el homicidio, el aborto, la eutanasia y la tortura;
3º la justicia social aplicada con fidelidad a los derechos humanos y subordinada al bien común. Debe regir la equidad en las relaciones interpersonales, las estructuras socioeconómicas, el uso de los bienes, el trabajo y la propiedad. Para evitar la injusticia y superar los conflictos se impone, además, el respeto mutuo y la solidaridad corresponsable según posibilidades;
4º la libertad política ejercida con igualdad de oportunidad para todos. Que sea efectivo el dinamismo socio-político para conseguir la liberación de toda opresión;
5º la paz, fruto de la justicia y expresión de la caridad, esté fuera del alcance de los orgullos nacionales y nacionalistas, de la agresividad y del desorden personal que conducen a la división, la violencia y la guerra
6º la fraternidad que aspire al amor entre todos y excluya toda clase de egoísmos.
¿A qué persona como referente acudir?
Un problema de la injusticia-justicia es la falta de personas referentes y de confianza. Con más claridad: existe desconfianza en el pueblo hacia los llamados a implantar leyes y ejecutar respuetas justas, esa justicia como “ordinatio rationis ad bonum commune promulgata ab eo qui habet curam commnitatis”
El cristiano tiene como referente a Cristo con su testimonio y doctrina
El centro-eje de la Buena nueva es Jesucristo que transmite el mensaje de Dios sobre la justicia tanto en la dimensión antropológica como en la salvífica..
Luchó por la justicia. Como parte de las exigencias del reino de Dios, Cristo luchó por la justicia según el momento cultural e histórico de su tiempo. Él observó como era la justicia de sus contemporáneos, respondió con su doctrina a las necesidades de un trato justo y criticó las situaciones de injusticia.
Fué una víctima de la injusticia. En su vida y especialmente en su pasión y muerte, Jesús sufrió la injusticia humana en indefinidas modalidades. Crucificado, Cristo es el símbolo del amor redentor y prototipo de la persona violada en los derechos humanos.
Redentor y juez. La justicia es inseparable del Cristo redentor y de la dimensión escatológica del reino de Dios. Él nos justificó del pecado y en el juicio final seré el Juez de nuestra obras.
La justicia, pieza clave en el dinamismo del Reino. La justicia es virtud cardinal, no teologal. Por eso, cuando Cristo exige una conducta justa a sus discípulos lo hace en el contexto de fe, esperanza y caridad, de la salvación eterna que exigen conversión, seguimiento y colaboración dentro del dinamismo del reino de Dios.
Restaurador de la justicia plena
Toda la misión de Cristo se puede enfocar como la obra de la justicia bajo el aspecto de liberación y justificación. El vino como justicia de Dios para traer la buena nueva a los pobres, liberar a los oprimidos y hacer triunfar la justicia. Pero no se trata de una liberación política, sino liberación del pecado, del egoísmo, del orgullo (Lc 6, 16-31; 17, 9-14; 1Cor 1,30). Su misión de justificación se realizó mediante el proceso en el cual Jesucristo pone al hombre en la relación debida con Dios; es la justicia comunicada que justifica al pecador como gracia y misericordia (Rom 1, 17; 931). Se trata de una liberación y una justicia para instaurar la definitiva fraternidad universal y redimir a la humanidad mediante su Misterio Pascual (Ef 2, 14-18; Rom 12, 15).
La justicia integra un trío cristocéntrico unida a la verdad y la caridad. Los criterios anteriores pueden resumirse con dos textos de Benedicto XVI en la Caritas in veritate:” el testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre”(15) La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad (1)
Sí, Cristo es el gran referente. Enumerarmos algunos de los muchos textos que fundamentan la figura de Cristo como el gran referente y el maestro con mayor autoridad en el tema de la justicia.
Cristo maestro y profeta de toda justicia
Junto al amor, Jesús propugnó un cambio profundo, revolucionario, cuando defendió la dignidad y la libertad de la persona frente a determinadas normativas tradicionales. Él buscó la esencia de la ley y la redujo al amor en un ambiente religioso donde la observancia de dicha ley se consideraba como la mediación esencial en la relación del hombre con Dios. Por eso, violar la ley era una respuesta grave para un judío.
Cierto que es Maestro y que le llamaron “rabbi” pero no estaba dedicado a interpretar fielmente la Ley de Moisés. Su estilo profético contrasta con el de Juan el Bautista o el de los anteriores profetas que se mueven en el marco de la alianza entre Yahveh e Israel: Pero el definitivo Mesías trae la Buena Nueva del Reino de Dios.
Aunque la Buena nueva tiene presente a la caridad como motor de la justicia, también contiene muchos criterios que acreditan a Jesús como maestro para las relaciones de igualdad entre las personas. Así, por ejemplo:
proclamó la dignidad humana como base de toda justicia. El sábado es para el hombre y no...(Mc 2,23,38; Lc l1, 10-17...). Por eso defiende a la adúltera y a la Magadalena (Jn 8,1-11; Mt 26, 6-6-13);
enseñó criterios humanos como el no juzgar por apariencias, obrar con otros como queremos que obren con nosotros, pagar el salario justo, gobernar sin tiranía (Lc 6,28; Mt 7,l2; Jn 7,24; Mt 12,13; Lx 22, 34,38);
discernió la justicia auténtica como en el caso de la viuda que lo echó todo (Mc 7,17,23). El samaritano cumplió y los otros no cumplieron (Lc 10, 25-42);
apuntó las causas de la injusticia que radican en el corazón malo, en el orgullo farisaico y en el legalismo (Mc 2,4-8; 7,17-23;Mt 15,1s; Mc 7, 6-11; lc 11, 41-44);
denunció las injusticias del que no quiere perdonar, de los ricos y poderosos. Lo hizo mediante parábolas, en estilo directo o con gestos de protesta como en la expulsión de los mercaderes del templo (Mt 21, 13-13; Jn 7, 1-8; Lc 6,24-38);
enseñó la vuelta a la justicia mediante la conversión, el regreso humilde a la casa del Padre, el cambio de conducta (Lc 15, 1s ; 19, 1-10; Mt 6,12). En Cristo, la justicia se fusiona con la caridad, un amor que incluye a los enemigos (Mt 5, 43-48);
juzgó bienaventurado, feliz, a todos los perseguidos por causa de la justicia (M5 5,10) y a todo aquel que tiene hambre y sed de justicia (M5 5,1).