Sufrir con el que sufre
El sufrimiento, dolor o cruz, es una vivencia universal con múltiples manifestaciones. Y una manifestación del amor, humano o cristiano, es sufrir con el que sufre, compartir el dolor como el buen samaritano. Desde el razonamiento humano y desde la fe, surgen muchas respuestas que iluminan el sufrimiento con sus causas y factores.
Nadie escapa al sufrimiento, dolor o cruz
En la vida de los mortales se da como un via-crucis con múltiples situaciones de sufrimiento, cruz o dolor humano. He aquí algunas situaciones de la persona que sufre cuando:
-es injustamente criticada, traicionada, rechazada y hasta condenada;
-no encuentra sentido alguno a los sufrimientos inevitables de la vida,
-le falta esperanza al creer que con la muerte se acabó todo.
-sufre como algo personal por el dolor ajeno y lejano, especialmente el de los millones de niños que mueren de hambre; las mujeres esclavizadas, los hijos de divorciados, los padres de drogadictos, los contagiados por el sida, los que trabajan en condiciones inhumanas mientras otros se enriquecen fácilmente; los cónyuges y niños abandonados por la pareja, los asesinados por el terrorismo; los torturados, las víctimas de los abusos sexuales. En resumen: el dolor ajeno es su dolor;
-se siente aplastada por la enfermedad, los fracasos o la ancianidad. Le duele de modo especial la humillación de la marginación y dependencia;
-vive en soledad sin consuelo alguno en los momentos de enfermedad o de fracaso. Está abandonada de todos, familiares y amigos;
-se indigna porque no respetan sus derechos y porque no tiene medios para su defensa;
-pierde a los seres queridos, familiares o amigos. Y con su ausencia, en muchas personas muere también la ilusión por vivir;
-le detectaron una enfermedad incurable y ve que pronto morirá. Pero no quiere morir porque su presencia es necesaria para los seres queridos;
-como creyente, exagera, dramatiza y se angustia por su irresponsabilidad y por las ofensas que comete contra el prójimo y contra Dios;
-también sus pecados e incoherencias le causan gran sufrimiento y constituyen un dolor angustioso, dolor de corazón, a la hora de la confesión sacramental;
-cuando posee una mentalidad negativa y con el peso de los fracasos, su conciencia acentúa las respuestas de egoísmo, soberbia, pereza, irresponsabilidad. Es incapaz de ver la botella medio llena y los valores-virtudes que tiene. Se considera como inútil;
-cuando es persona creyente y escrupulosa, el sufrimiento aumenta porque todo lo ve como pecado grave que le aparta de Dios. Su piedad no es bálsamo sino como un martirio que necesita continuamente la confesión
-cuando padece alguna crisis espiritual, cree que su fe se apaga, pues “Dios no la oye”, “no siente a Dios a quien ama”; vive como “alejada de Dios”. Hasta juzga sin fundamento que su vida es un fracaso total y que está como en el purgatorio y hasta en el mismo infierno.
El sufrimiento como antítesis de la paz. Sus causas.
Si la paz se entiende como un estado de tranquilidad, sosiego, cierto bienestar, orden y quietud, el sufrimiento es la situación anímica opuesta cuando provoca:
-una emoción negativa de malestar porque alguna estructura de la persona está en peligro. O quizás porque el sufrimiento amenaza total o parcialmente la integridad del yo individual o de las personas queridas;
-una desarmonía entre lo esperado y lo que se experimenta porque . aparece una insuficiencia de energías a la hora de responder normalmente con los estímulos;
-la experiencia de incapacidad a la hora de dar respuestas normales,. de poder contrarrestar el bombardeo de estímulos nocivos o triviales del medio circundante.
Algunos factores que explican el sufrimiento
Además de los enumerados, (la presencia de un mal físico o moral, el peligro para la persona, la incapacidad ante el mal), se pueden enumerar las frustraciones, el rechazo del dolor, el peligro para el poder y poseer, el descontrol periférico y la visión pesimista.
Las frustraciones. El drama del hombre surge cuando contempla que la vida no le ofrece un mínimo de compensaciones a sus legítimas aspiraciones. En una persona frustrada (desigualdad entre aspiraciones y realizaciones), surge fácilmente la agresividad y la tentación de la violencia;
El dolor físico rechazado. El dolor perturba la paz interior y mucho más cuando se le resiste. En el fondo de una paz perdida está el sufrimiento rechazado;
Peligro para el poder y poseer. Cuando se desequilibra el legítimo impulso a poseer-poder-e-influir surge el conflicto interior, que pronto salta al exterior en formas de agresividad abierta o camuflada. Los fracasos, los objetivos bloqueados, las ilusiones tronchadas, las humillaciones recibidas, desgarran la unidad del yo y ponen en peligro la serenidad personal y la convivencia pacífica;
El descontrol del «yo periférico». Los impulsos sin control hacen triunfar al yo superficial o periférico sobre el yo profundo. Este descontrol desequilibra a la persona y debilita a la voluntad para cumplir las exigencias de la paz;
La visión pesimista. Es la actitud de quien cree que el eje de toda realidad es el sufrimiento universal que está en el nacimiento, enfermedad, muerte, en la unión con lo que uno no ama, en la separación de lo que uno ama y en el no poder obtener lo que uno desea. Para esta persona todo es dolor-sufrimiento.
Otros factores y causas del sufrimiento
El sufrimiento es mayor cuando los factores y las situaciones aludidas se desarrollan en un ambiente violento lleno de tensiones y cuando la persona padece los efectos de sus crisis internas, los conflictos extenos y toda clase de preocupación que la sumergen en la apatía y hasta la desesperación.
Las preocupaciones
La persona preocupada sufre un estado emocional negativo que en ocasiones interfiere en el razonamiento lógico, le provoca intranquilidad, inquietud, angustia, ansiedad, nerviosismo, impaciencia, fatiga, cansancio y dificultad para concentrarse. El que está dominado por las preocupaciones es el tipo inquieto, angustiado, muy distraído en sus actividades mentales, pronto para alarmarse o afligirse. Persona desasogada, obsesionada, impaciente pero con ansias de reponsabilizarse.
La crisis sobre la verdad
De la compleja problemática de la crisis personal, elegimos como causa de sufrimiento las dudas referentes a la verdad sobre la vida, la fe, la valoración integral de los acontecimientos, las cosas y las relaciones. Sufre quien no tiene respuesta al por qué vivir, sufrir y morir; quien comprueba que es una persona fracasada y sin ninguna motivación para vivir. Y sufre también todo individuo dominado por el escepticismo ante «los grandes ideales» propuestos o porque tiene que resignarse, impotente, a la hora de rectificar la actual situación. El escepticismo y la resignación hacen sufrir y conducen a respuestas agresivas.
Las tensiones
Entre las manifestaciones sobresalen las que brotan de las actitudes radicalizadas, tanto del conservador como del progresista. Unas y otras provocan conflictos, suscitan respuestas violentas: sufren ellos mismos y hacen sufrir a otros. El clima de tensiones está integrado también por la discordia o disensión de personas fuera de los límites que impone la convivencia y el pluralismo; por la contienda o discusión violenta con las palabras; la riña o refriega entre personas privadas a base de golpes y heridas, el cisma como voluntaria ruptura de la unidad y la sedición que se origina al formar bandos o partidos en el seno de una localidad o de una nación con objeto de conspirar o de promover tumultos.
Los conflictos familiares y sociales
Algunos conflictos más típicos son los que originan los cónyuges que buscan “su felicidad” a costa del sacrificio de su pareja y el de sus hijos; el enfrentamiento de padres-hijos con faltas de respeto; los machistas que maltratan y esclavizan a su mujer (en ocasiones llegan hasta el homicidio) aprovechándose de su inferioridad física y de su amor de madre; la duda ante una nueva maternidad por las dificultades económicas y por el respeto a su conciencia; los abortistas con el problema interior antes, en y después de abortar o no; el amor posesivo de la madre que olvida al esposo; la ingratitud e insensibilidad de los hijos que no dan el cariño ni el respeto que los padres merecen y necesitan; los abuelos que son marginados y recluidos en una residencia cuando podían recibir el afecto familiar...
El clima de violencia
Los inevitables conflictos de toda convivencia degeneran con frecuencia en actos de violencia entre las personas, los grupos sociales, los ciudadanos hasta llegar al terrorismo como expresión máxima de violencia. La violencia como acción injusta contra la libertad o los bienes ajenos, admite varias formas: la estructural, revolucionaria, de las armas bélicas, la resistencia pasiva, la subversiva o terrorista, la que persigue la desestabilización mediante acciones antisociales y aun con crímenes... y. la espiral. Es la violencia de las estructuras que provocan la reacción violenta subversiva, que es sofocada por la autoridad con medios violentos. Existe un círculo infernal de violencia que tiene su origen en la violencia estructural
Ahora bien, ante el sufrimiento, ¿de qué modo compartir el dolor ajeno? ¿Y como el “sufriente” debe superar-aliviar el dolor sufrimiento o cruz? Tema del próximo artículo.
Nadie escapa al sufrimiento, dolor o cruz
En la vida de los mortales se da como un via-crucis con múltiples situaciones de sufrimiento, cruz o dolor humano. He aquí algunas situaciones de la persona que sufre cuando:
-es injustamente criticada, traicionada, rechazada y hasta condenada;
-no encuentra sentido alguno a los sufrimientos inevitables de la vida,
-le falta esperanza al creer que con la muerte se acabó todo.
-sufre como algo personal por el dolor ajeno y lejano, especialmente el de los millones de niños que mueren de hambre; las mujeres esclavizadas, los hijos de divorciados, los padres de drogadictos, los contagiados por el sida, los que trabajan en condiciones inhumanas mientras otros se enriquecen fácilmente; los cónyuges y niños abandonados por la pareja, los asesinados por el terrorismo; los torturados, las víctimas de los abusos sexuales. En resumen: el dolor ajeno es su dolor;
-se siente aplastada por la enfermedad, los fracasos o la ancianidad. Le duele de modo especial la humillación de la marginación y dependencia;
-vive en soledad sin consuelo alguno en los momentos de enfermedad o de fracaso. Está abandonada de todos, familiares y amigos;
-se indigna porque no respetan sus derechos y porque no tiene medios para su defensa;
-pierde a los seres queridos, familiares o amigos. Y con su ausencia, en muchas personas muere también la ilusión por vivir;
-le detectaron una enfermedad incurable y ve que pronto morirá. Pero no quiere morir porque su presencia es necesaria para los seres queridos;
-como creyente, exagera, dramatiza y se angustia por su irresponsabilidad y por las ofensas que comete contra el prójimo y contra Dios;
-también sus pecados e incoherencias le causan gran sufrimiento y constituyen un dolor angustioso, dolor de corazón, a la hora de la confesión sacramental;
-cuando posee una mentalidad negativa y con el peso de los fracasos, su conciencia acentúa las respuestas de egoísmo, soberbia, pereza, irresponsabilidad. Es incapaz de ver la botella medio llena y los valores-virtudes que tiene. Se considera como inútil;
-cuando es persona creyente y escrupulosa, el sufrimiento aumenta porque todo lo ve como pecado grave que le aparta de Dios. Su piedad no es bálsamo sino como un martirio que necesita continuamente la confesión
-cuando padece alguna crisis espiritual, cree que su fe se apaga, pues “Dios no la oye”, “no siente a Dios a quien ama”; vive como “alejada de Dios”. Hasta juzga sin fundamento que su vida es un fracaso total y que está como en el purgatorio y hasta en el mismo infierno.
El sufrimiento como antítesis de la paz. Sus causas.
Si la paz se entiende como un estado de tranquilidad, sosiego, cierto bienestar, orden y quietud, el sufrimiento es la situación anímica opuesta cuando provoca:
-una emoción negativa de malestar porque alguna estructura de la persona está en peligro. O quizás porque el sufrimiento amenaza total o parcialmente la integridad del yo individual o de las personas queridas;
-una desarmonía entre lo esperado y lo que se experimenta porque . aparece una insuficiencia de energías a la hora de responder normalmente con los estímulos;
-la experiencia de incapacidad a la hora de dar respuestas normales,. de poder contrarrestar el bombardeo de estímulos nocivos o triviales del medio circundante.
Algunos factores que explican el sufrimiento
Además de los enumerados, (la presencia de un mal físico o moral, el peligro para la persona, la incapacidad ante el mal), se pueden enumerar las frustraciones, el rechazo del dolor, el peligro para el poder y poseer, el descontrol periférico y la visión pesimista.
Las frustraciones. El drama del hombre surge cuando contempla que la vida no le ofrece un mínimo de compensaciones a sus legítimas aspiraciones. En una persona frustrada (desigualdad entre aspiraciones y realizaciones), surge fácilmente la agresividad y la tentación de la violencia;
El dolor físico rechazado. El dolor perturba la paz interior y mucho más cuando se le resiste. En el fondo de una paz perdida está el sufrimiento rechazado;
Peligro para el poder y poseer. Cuando se desequilibra el legítimo impulso a poseer-poder-e-influir surge el conflicto interior, que pronto salta al exterior en formas de agresividad abierta o camuflada. Los fracasos, los objetivos bloqueados, las ilusiones tronchadas, las humillaciones recibidas, desgarran la unidad del yo y ponen en peligro la serenidad personal y la convivencia pacífica;
El descontrol del «yo periférico». Los impulsos sin control hacen triunfar al yo superficial o periférico sobre el yo profundo. Este descontrol desequilibra a la persona y debilita a la voluntad para cumplir las exigencias de la paz;
La visión pesimista. Es la actitud de quien cree que el eje de toda realidad es el sufrimiento universal que está en el nacimiento, enfermedad, muerte, en la unión con lo que uno no ama, en la separación de lo que uno ama y en el no poder obtener lo que uno desea. Para esta persona todo es dolor-sufrimiento.
Otros factores y causas del sufrimiento
El sufrimiento es mayor cuando los factores y las situaciones aludidas se desarrollan en un ambiente violento lleno de tensiones y cuando la persona padece los efectos de sus crisis internas, los conflictos extenos y toda clase de preocupación que la sumergen en la apatía y hasta la desesperación.
Las preocupaciones
La persona preocupada sufre un estado emocional negativo que en ocasiones interfiere en el razonamiento lógico, le provoca intranquilidad, inquietud, angustia, ansiedad, nerviosismo, impaciencia, fatiga, cansancio y dificultad para concentrarse. El que está dominado por las preocupaciones es el tipo inquieto, angustiado, muy distraído en sus actividades mentales, pronto para alarmarse o afligirse. Persona desasogada, obsesionada, impaciente pero con ansias de reponsabilizarse.
La crisis sobre la verdad
De la compleja problemática de la crisis personal, elegimos como causa de sufrimiento las dudas referentes a la verdad sobre la vida, la fe, la valoración integral de los acontecimientos, las cosas y las relaciones. Sufre quien no tiene respuesta al por qué vivir, sufrir y morir; quien comprueba que es una persona fracasada y sin ninguna motivación para vivir. Y sufre también todo individuo dominado por el escepticismo ante «los grandes ideales» propuestos o porque tiene que resignarse, impotente, a la hora de rectificar la actual situación. El escepticismo y la resignación hacen sufrir y conducen a respuestas agresivas.
Las tensiones
Entre las manifestaciones sobresalen las que brotan de las actitudes radicalizadas, tanto del conservador como del progresista. Unas y otras provocan conflictos, suscitan respuestas violentas: sufren ellos mismos y hacen sufrir a otros. El clima de tensiones está integrado también por la discordia o disensión de personas fuera de los límites que impone la convivencia y el pluralismo; por la contienda o discusión violenta con las palabras; la riña o refriega entre personas privadas a base de golpes y heridas, el cisma como voluntaria ruptura de la unidad y la sedición que se origina al formar bandos o partidos en el seno de una localidad o de una nación con objeto de conspirar o de promover tumultos.
Los conflictos familiares y sociales
Algunos conflictos más típicos son los que originan los cónyuges que buscan “su felicidad” a costa del sacrificio de su pareja y el de sus hijos; el enfrentamiento de padres-hijos con faltas de respeto; los machistas que maltratan y esclavizan a su mujer (en ocasiones llegan hasta el homicidio) aprovechándose de su inferioridad física y de su amor de madre; la duda ante una nueva maternidad por las dificultades económicas y por el respeto a su conciencia; los abortistas con el problema interior antes, en y después de abortar o no; el amor posesivo de la madre que olvida al esposo; la ingratitud e insensibilidad de los hijos que no dan el cariño ni el respeto que los padres merecen y necesitan; los abuelos que son marginados y recluidos en una residencia cuando podían recibir el afecto familiar...
El clima de violencia
Los inevitables conflictos de toda convivencia degeneran con frecuencia en actos de violencia entre las personas, los grupos sociales, los ciudadanos hasta llegar al terrorismo como expresión máxima de violencia. La violencia como acción injusta contra la libertad o los bienes ajenos, admite varias formas: la estructural, revolucionaria, de las armas bélicas, la resistencia pasiva, la subversiva o terrorista, la que persigue la desestabilización mediante acciones antisociales y aun con crímenes... y. la espiral. Es la violencia de las estructuras que provocan la reacción violenta subversiva, que es sofocada por la autoridad con medios violentos. Existe un círculo infernal de violencia que tiene su origen en la violencia estructural
Ahora bien, ante el sufrimiento, ¿de qué modo compartir el dolor ajeno? ¿Y como el “sufriente” debe superar-aliviar el dolor sufrimiento o cruz? Tema del próximo artículo.