¿Por qué el amor es el fundamento de toda mística?

El protagonista del ser y vivir hoy fundamenta su mística en el valor o valores, amados como ideal de vida, del que surgen metas, esperanzas y motivaciones. El valor interiorizado da paso a respuestas coherentes mediante la opción fundamental, orientada al bien personal o comunitario. Sin amor, sea de la naturaleza que fuere, no se dan las manifestaciones de la persona entusiasmada, radicalizada y coherente. Es decir, que sin amor no hay mística. Y con amor tenemos el fundamento de toda mística.

El amor surge del valor aceptadoDel valor aceptado surge el amor que se manifiesta en la apertura y sintonía hacia el objeto amado, sea una persona, comunidad, profesión o pasatiempo. Como fuerza, el amor impulsa a buscar el bien, a desear la posesión. Siempre se manifiesta como la capacidad de donación, de preocuparse, servir y entregarse. El amor alcanza su máxima expresión cuando la donación es mutua y desinteresada entre el yo y el tú. ¿Y cuándo es falso el amor? Cuando se identifica con el placer: se toma como una droga sin compromiso, se experimenta como una necesidad, se cosifica al tú como algo que llena la vida pero que no es amado por sí mismo, o se confunde el sentimiento con el afán de poseer. Y así sucede que el orgulloso quiere conquistar al otro pero no darse; siempre desea que le sirvan pero es incapaz de sacrificarse por el tú (95).

El ideal brota del amor.
Cuando se ama con profundidad, le persona orienta su vida hacia un ideal relacionado con el tú amado. He aquí el proceso completo: del valor interiorizado surge el amor y del amor, el ideal que marca a las personas y es indispensable para la felicidad. Y junto al ideal se dan los factores de esperanza, entusiasmo, ilusión y compensaciones. Bajo el ideal, la vida de las personas giran en torno a un absoluto, a una gran esperanza, al fin último y principal que se traduce en un proyecto apasionante a la hora de trabajar y relacionarse con los demás. Impulsada por un ideal o amor interiorizado, la persona posee un estímulo para vivir, dispone de un secreto para superarse, tiene a su disposición el medio más eficaz para combatir obstáculos, recibe una grata compensación en el dolor, actúa el criterio principal que coordina otros secundarios, unifica las decisiones más heterogéneas de la voluntad y pone en marcha al motor que da energía ante las dificultades (96)

La esperanza define a la persona
El factor primero del ideal o razón para vivir es la esperanza que se sitúa en el corazón del hombre como uno de los valores que mejor definen una vida. Espera quien desea un bien futuro y posible de conseguir. Su esperanza se convierte en la fuerza que atrae y pone en camino; el puente que une a la persona con el objeto deseado; la razón del vivir, o bien el conjunto de motivaciones que justifican el trabajo, la superación del dolor o el riesgo desinteresado. Frutos de la esperanza son el entusiasmo, el endiosamiento, la energía del amor y las compensaciones que se alimentan con pequeñas ilusiones. Cuando falta el mínimo de satisfacciones corre peligro el ideal como razón para vivir (96).

Las metas actualizan la esperanza
Quien ama y tiene una ideal estructura su vida con unos objetivos o metas que actualizan la esperanza. Los valores aceptados y más amados, son la fuente de la que surgen las metas y las motivaciones que dan sentido a la vida. Enumeramos los más significativos: 1º La realización personal y el ser feliz mediante el desarrollo de las facultades y aspiraciones. 2º El bienestar de la comunidad donde se vive: la familia, el pueblo y la Nación. 3º El reino de Dios y la misión de la Iglesia, porque quien opta por Jesucristo tiene como meta colaborar en el Reino-reinado de Dios. 4º La relación con Dios de innumerables creyentes que aspiran a la intimidad profunda con el Señor. 5º La salvación en el más allá de la muerte: el creyente confiesa su fe en la vida eterna siendo la salvación la última meta a la que aspira y una esperanza que da sentido a su vida (88)

Motivaciones para vivir
Después de exponer los valores y las metas, surge la pregunta: ¿qué es lo que más motiva para vivir? El valor elegido como prioritario cuando se convierte en la meta central de la vida. Otra respuesta más desarrollada: toda persona es motivada por su realización personal, el amar y ser amado, el bien de la comunidad y por cualquier ideal transformado en opción fundamental. El creyente, tiene a Dios como la motivación decisiva, luz y fuerza para su vivir. Al cristiano, además le motiva seguir a Cristo para instaurar el reino de Dios dentro de la comunidad eclesial. ¿Y cómo se manifiesta la persona bajo el influjo de la motivación? Atraída por un objetivo, enriquecida, satisfecha, decidida e interpelada para superar dificultades (94).

La opción fundamental, respuesta que impulsa
El dinamismo antropológico queda incompleto sin la respuesta personal. Si la respuesta es global y fuerte se convierte en la opción fundamental Efectivamente, el ideal es la meta, la opción fundamental, la respuesta. Si el ideal es motivación que atrae, la opción fundamental es la motivación que impulsa. La opción designa la elección de una persona, de un valor o de un ideal o de un fin o de un humanismo entre varios. El vocablo fundamental hace referencia a lo elegido como lo más importante, lo principal de la existencia personal, la fuente de un comportamiento coherente. Como expresión, la of comprende lo que más influye en la vida del «yo» como centro de valores, el motor de las opciones parciales, la raíz más profunda de las opciones concretas, la motivación más decisiva para el trabajo y el secreto que explica los sacrificios, esperanzas, alegrías y sufrimientos. Esta categoría repercute en la conciencia y también motiva a la voluntad (97)

La realización personal y social
La mística tiene su campo de aterrizaje. El más general se centra en la realización de la propia persona o de una comunidad, bien familiar o patriótico. Porque el hombre como individuo aspira a su realización personal y como ciudadano está motivado para trabajar por un mundo mejor. Este desarrollo de las facultades y aspiraciones, felicidad relativa, no puede ser “narcisista” y por lo tanto dominado por el egoísmo personal o de la propia familia. Al contrario, la realización es aceptable en el “hombre para los demás”: prudente, humilde, responsable, sacrificado y colaborando en el bien común de un mundo más humano. ¿De qué modo? Con la promoción de los derechos humanos para facilitar una vida digna. Y a continuación, poniendo su “granito” de arena en la práctica de la justicia, la paz, la ayuda mutua y de la corresponsabilidad (89-90).
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