¿Cuál es tu carácter?

El hijo mayor de la familia, catedrático de psicología y padre de tres hijos, gozaba de cierto prestigio-autoridad ante los hermanos, sobrinos y los mismos abuelos. Sus opiniones eran escuchadas con atención. Persona prudente nunca alardeó de sus conocimientos. Sin embargó el abuelo, su padre, le puso en un compromiso al preguntarle sobre el perfil psicológico, el carácter, que le merecía cada miembro de la familia. Un tanto nervioso, el catedrático se excusó porque no quería enemistarse al tener que señalar también decir los defectos o escasos valores de algunos miembros de la familia. Pero no quiso desairar a su padre y propuso exponer los rasgos de varias caracterologías. Y que cada uno, por sí mismo supiera sus valores y limitaciones humanas. El abuelo aceptó con una condición o ruego: que la exposición fuera breve y sencilla para que estuviera al alcance de la .cultura y edad de los presentes. Y el hijo catedrático tomó la palabra


Observaciones previas.
Todos somos iguales pero nos olvidemos que la persona incluye elementos genéticos, temperamentales y de educación que convierten a cada adulto en un ser humano único e irrepetible. Cada persona, en definitiva, posee su carácter que la diferencia de las otras.
Conviene advertir que no existe un modelo único para clasificar a las personas porque los principales valores y virtudes admiten gran pluralidad de realizaciones según sea el contexto cultural, la raza, el sexo y la configuración genética que estudian la biotipología y la caracterología
También deseo subrayar que la naturaleza predispone para determinados valores y para ejercer con facilidad determinadas tareas humanas. Así mismo, por hipoteca biopsicológica (perdón por la frase), muchas personas encuentran mayor o menor dificultad para el encuentro consigo mismo y con los demás. Unos individuos pueden llegar antes y mejor que otros a la meta de la personalidad madura.
Ante un tema tan complejo, desarrollado por muchos autores y escuelas, me inclino por una de las caracterologías clásicas más sencillas como es la de Heymans-Le Senne. En ella encontramos la orientación sobre varios tipos de temperamento y carácter (personalidad), con sus valores y defectos, con las causas y las manifestaciones de su conducta. Por su índole práctica resumiré algunos criterios de la obra de Luigi Rossetti, Práctica de caracterología.

Componentes temperamentales según Heymans-Le Senne y Le Gall.
Estos psicólogos estructuran la personalidad en ocho caracteres según sea el predominio de tres componentes temperamentales:
1º la emotividad o disposición para conmoverse o impresionarse con mayor o menor repercusión;
2º la actividad como disposición para obrar por necesidad interna y no por “fuerza” externa o por miedo. Y así sucede que al inactivo le cuesta trabajar, pero el activo siempre está atareado y alegre en sus tareas.
Y 3º la resonancia de los estímulos que puede ser primaria, inmediata y de poca duración. Se da en el individuo primario, pero la resonancia secundaria que es lenta, permanece largo tiempo en un tipo perseverante. También se dan otros factores como la mentalidad abierta, (flexible, tolerante) o cerrada (estricta, muy rígida). También influye el mayor o menor egocentrismo, el altruismo. Y la mayor o menor agresividad, la inteligencia analítica o sintética.
Cada uno de los ocho caracteres recibe el influjo mayor o menor de la educación recibida, del esfuerzo personal y del ambiente en que vive.

Los valores del apasionado y del colérico.
Las personas con estos caracteres poseen una fuerte emotividad y actividad pero les diferencia la resonancia. El carácter apasionado es un emotivo, activo y secundario. Quizás sea el temperamento más completo. En él predomina la acción, el “hacer cosas”. Siente vivamente el influjo de unl ideal. Es organizador, religioso, apegado al pasado y al orden. Como santos “apasionados”, fueron Agustín, Bernardo, Teresa de Ávila y Francisco Javier.
El carácter colérico es emotivo, activo pero primario. Persona muy activa y con mucho sentimiento. Entusiasta, hablador, nunca quieto. Personalidad extrovertida, impresionable y un tanto dispersa. Algunos psicólogos afirmar que San Pedro y San Ignacio de Loyola fueron coléricos.

Los valores del nervioso y del sentimental.
Los dos tienen de común la emotividad y la no-actividad, pero les separa la resonancia que puede ser primaria o secundaria. Así, el carácter nervioso es un emotivo, no activo y primario. Es, por lo tanto, “nervioso”, impulsivo, inestable, indisciplinado, superficial. Explosivo, pero inactivo con una vida un tanto irregular. A San Francisco de Asís le asignan muchos rasgos del nervioso.
Por su parte, el sentimental es también emotivo y no activo pero goza de la secundariedad. Resulta ser una personalidad introvertida, tímida, indecisa, conservadora, reflexiva, constante, pesimista, algo embrollada. Dicen que el cura de Ars fue un santo sentimental.

Los valores del sanguíneo y del flemático.
Estas dos personalidades son activas pero no emotivas. Una es primaria y la otra secundaria. El carácter sanguíneo es activo pero es primario y no emotivo. Resulta ser una personalidad práctica, observadora, buen diplomático y comerciante pero presta poco interés al mundo interior. Práctico, observador, diplomático y con poco interés por el mundo interior. Para muchos, sanguíneos fueron Santo Tomás Moro y San Bernardino de Siena.
El carácter flemático tiene dos buenos rasgos, pues es activo y secundario pero no es emotivo. La personalidad del flemático es un tanto fría, firme y constante, objetiva y organizada. Habla poco y se mantiene imperturbable. Algunos rasgos del flemático tienen santos como Juan Fisher y Pedro Canisio.

Las carencias del amorfo y del apático.
Son las personas más pobres porque carecen de emotividad y de actividad en grado aceptable. La diferencia radica en la resonancia, primaria en uno y secundaria en otro. En concreto, el carácter apático no es emotivo ni tampoco activo pero su resonancia es secundaria. De todos modos es, por genética, un perezoso, sin interés por los demás. Algo terco y cerrado. Poco emprendedor, poca habilidad y sensibilidad. Pero un tanto empírico, pragmático y persona tranquila. Con esta pobreza temperamental trabajó y se santificó San José Copertino.
Y por último, el que dicen ser el carácter más pobre, el amorfo, que ni es emotivo ni activo y además resulta ser primario. También es por naturaleza un perezoso, vacío de sentimientos que se contenta con poco. Gran mérito tuvo Benito Labre al combatir sus defectos temperamentales y llegar a la santidad
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