¿Qué categorías configuran el trato con Dios?
Las categorías estructuradoras que ofrecemos son: la relación interpersonal, la opción fundamental cristiana como amistad y la coherencia como respuesta global a las propias raíces. Desde estas perspectivas se pueden contemplar las manifestaciones básicas de las relaciones del cristiano con Dios que han regido durante veinte siglos.
La relación interpersonal
Diversos aspectos de la relación interpersonal iluminan como clave para estructurar la opción por Dios.
Importancia
La relación interpersonal es presentada como plataforma, eje, y norma a manera de principio y fundamento para expresar los vínculos existentes entre el hombre y Dios. ¿Por qué razones? Ante todo porque la relación interpersonal es la que anima las exigencias de la virtud de la religión como el trato debido entre un yo humano y el tú trascendente. En segundo lugar, porque los tres primeros mandamientos preceptúan unas determinadas respuestas en el creyente respecto de Dios según la dinámica yo-tú. Y en tercer lugar, porque hoy día vivimos en el mundo de las comunicaciones que facilita cualquier relación entre personas y grupos humanos.
Identidad
La relación interpersonal se entiende como la vinculación que fundamenta el trato en general, la mutua comunicación en particular y el mutuo enriquecimiento entre personas o grupos humanos. El factor más importante de la relación es la comunicación como capacidad que tiene el «yo» de contactar con el «tú», de abrirse y de ser aceptado por el «no-yo» individual o grupal.
El amor y sus modalidades
De las múltiples relaciones existentes destaca la del amor. La comunicación con amor auténtico puede considerarse como la relación más perfecta, puesto que el amor consiste básicamente en la donación e identificación del «yo» con el «tú».
El amor auténtico presenta varias modalidades. La mejor de ellas es la de amistad o amor mutuo correspondido entre las personas que se ven iguales y fomentan la comunicación de bienes, la afinidad de voluntades y el gusto por compartir cuanto tienen. En la amistad se recorre todo el proceso que arranca del interés (amor de concupiscencia) para desembocar en el amor desinteresado o amor de benevolencia. Ni que decir tiene que la relación más completa del hombre con Dios será la de la amistad que está contenida en la gracia y la caridad.
La opción fundamental cristiana como amistad con Dios
Especial valor contiene la opción fundamental para relacionarse con Dios.
Identidad
Si nos atenemos al significado de los vocablos, la opción designa la elección de una persona, de un valor, o de un ideal, o de un fin, o de un humanismo entre varios. El vocablo fundamental hace referencia a lo elegido como lo más importante, lo principal de la existencia personal, la fuente de un comportamiento coherente. Y como expresión, la opción fundamental comprende el objeto elegido por la voluntad, el «tú» personal o no-personal que más influye en la vida del «yo» como centro de valores, el motor de las opciones parciales, la raíz más profunda de las opciones concretas, la motivación más decisiva para el trabajo y el secreto que explica los sacrificios, esperanzas, alegrías y sufrimientos. De lo expuesto se deduce que el amor como donación es el factor esencial en la opción fundamental.
El amor de amistad con Dios, opción fundamental del cristiano
Dios, aceptado por la fe en Cristo, es el objeto supremo, el tú «más» radicalmente amado. Y es el Padre de Jesús y padre nuestro, el Dios Amor, que nos ama y que ofrece su amistad. Gracias a la opción fundamental se estructuran los factores más importantes de la fe cristiana: la relación amorosa con Dios, el seguimiento de Cristo, la fidelidad al Espíritu, la vivencia radical del Evangelio, la conversión al Reino de Dios para servir a los hermanos, el «sí» de la vida teologal y el «no» al pecado, la integración de las virtudes humanas a la vida de gracia, el fin último de la gloria de Dios y la vida como una intimidad con Dios.
La coherencia con las raíces resume las relaciones básicas con Dios
La estructuración de la opción por Dios se completa con la enumeración de las principales relaciones por parte del cristiano seguidor de Cristo. ¿Cuáles son estas manifestaciones básicas enseñadas y vividas durante veinte siglos? Todas aquellas que se derivan de la coherencia con las raíces histórico-antropológicas, bíblicas, cristocéntricas y eclesiales.
El trato respetuoso con Dios Creador y Señor
Nos encontramos ante una constante en las raíces histórico-antropológicas.. A Dios se le ha reconocido unos derechos y se le ha rendido culto variado según las religiones. Sobre estas raíces histórico-antropológicas universales, descansa el trato respetuoso dado a Dios que se traduce en la ausencia de ofensas y en el respeto a sus derechos.
El cristiano trata de manera respetuosa, justa, a Dios apoyado en estas raíces pero las enriquece con la interpretación cristiana de la virtud de la religión, (dar a Dios lo debido), con las exigencias del segundo mandamiento de la ley de Dios, «no tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios» (Éx 20,7; Dt 5,11), y, sobre todo, con el testimonio y la enseñanza de Jesús que recuerda que hay que dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, y que solamente Dios merece la adoración y el servicio (Mt 22,21; 4,11).
La adoración a Dios Padre, centro en las raíces bíblicas
Soberanía de Dios y dependencia del hombre son los aspectos fundamentales de la adoración que expresa la verdad sobre lo que es Dios y el hombre, lo que Dios da al hombre y lo que merece por parte del ser humano. Pero en un sentido amplio, la adoración comprende criterios, actitudes, sentimientos y respuestas de reconocimiento ante la suprema grandeza de Dios, de admiración, humildad, confianza, sumisión, homenaje, silencio, alabanza, culto, amor y entrega a Dios por lo que es y merece. Así aparece en el cántico del Magnificat (Lc 1,46-49).
La antítesis de la adoración se da en la idolatría que consiste en transferir el honor debido únicamente a Dios a una criatura. Su malicia radica en el cambio que se hace: la relación de honor dada a Dios como Absoluto se otorga a otra criatura. Entre las idolatrías modernas hay que enumerar las del poder, el dinero, la técnica, el placer-comodidad, el cuerpo, el sexo-pornografía, la deificación del hombre sobre Dios. El antropocentrismo como supervaloración del hombre en detrimento del respeto y amor que Dios merece es una idolatría típica del mundo postmoderno.
La radicalidad en el amor a Dios y a los hermanos
Es la máxima relación en las raíces cristocéntricas. Desde Cristo, pero en Cristo, a la manera de Cristo y dentro de la dinámica del Reino de Dios, se justifica la radicalidad y el dinamismo del amor a Dios y a los hermanos por parte del cristiano. Efectivamente, junto a las raíces antropológicas y bíblicas, están las cristocéntricas, polarizadas en el testimonio de Cristo, en la doctrina del Reino de Dios, en su presencia sacramental y en la dinámica del seguimiento del Señor. De estas raíces brota una actitud nueva para la fe coherente: el dinamismo y la radicalidad que impregnan una relación excepcional de intimidad con Dios, un amor sin límites con los hermanos y una justicia fusionada con la caridad.
La fidelidad a Dios en la práctica religiosa
¿Se trata del distintivo en las raíces eclesiales? Así es para el católico. Él tiene en su iglesia la comunidad en la que recibió su fe, con la que puede expresar el culto a Dios y desde donde puede difundir el Reino de Dios predicado por Cristo. Estamos ante las cuartas y últimas raíces de una fe coherente, las eclesiales, que canalizan la fidelidad en la práctica religiosa y que se entienden con la base de la comunión eclesial. Para cumplir esta finalidad están los «mandamientos» propios de la Iglesia y la recepción de los sacramentos. Esta práctica religiosa, propia del católico, pide superar determinadas carencias y poner en prácticas otras tantas condiciones internas: que la recepción sacramental sea un verdadero encuentro con Dios realizado por Cristo, celebrado con dignidad, con la intención de agradar a Dios, con amor desinteresado y con la comunión de obediencia a la propia Iglesia.
La relación interpersonal
Diversos aspectos de la relación interpersonal iluminan como clave para estructurar la opción por Dios.
Importancia
La relación interpersonal es presentada como plataforma, eje, y norma a manera de principio y fundamento para expresar los vínculos existentes entre el hombre y Dios. ¿Por qué razones? Ante todo porque la relación interpersonal es la que anima las exigencias de la virtud de la religión como el trato debido entre un yo humano y el tú trascendente. En segundo lugar, porque los tres primeros mandamientos preceptúan unas determinadas respuestas en el creyente respecto de Dios según la dinámica yo-tú. Y en tercer lugar, porque hoy día vivimos en el mundo de las comunicaciones que facilita cualquier relación entre personas y grupos humanos.
Identidad
La relación interpersonal se entiende como la vinculación que fundamenta el trato en general, la mutua comunicación en particular y el mutuo enriquecimiento entre personas o grupos humanos. El factor más importante de la relación es la comunicación como capacidad que tiene el «yo» de contactar con el «tú», de abrirse y de ser aceptado por el «no-yo» individual o grupal.
El amor y sus modalidades
De las múltiples relaciones existentes destaca la del amor. La comunicación con amor auténtico puede considerarse como la relación más perfecta, puesto que el amor consiste básicamente en la donación e identificación del «yo» con el «tú».
El amor auténtico presenta varias modalidades. La mejor de ellas es la de amistad o amor mutuo correspondido entre las personas que se ven iguales y fomentan la comunicación de bienes, la afinidad de voluntades y el gusto por compartir cuanto tienen. En la amistad se recorre todo el proceso que arranca del interés (amor de concupiscencia) para desembocar en el amor desinteresado o amor de benevolencia. Ni que decir tiene que la relación más completa del hombre con Dios será la de la amistad que está contenida en la gracia y la caridad.
La opción fundamental cristiana como amistad con Dios
Especial valor contiene la opción fundamental para relacionarse con Dios.
Identidad
Si nos atenemos al significado de los vocablos, la opción designa la elección de una persona, de un valor, o de un ideal, o de un fin, o de un humanismo entre varios. El vocablo fundamental hace referencia a lo elegido como lo más importante, lo principal de la existencia personal, la fuente de un comportamiento coherente. Y como expresión, la opción fundamental comprende el objeto elegido por la voluntad, el «tú» personal o no-personal que más influye en la vida del «yo» como centro de valores, el motor de las opciones parciales, la raíz más profunda de las opciones concretas, la motivación más decisiva para el trabajo y el secreto que explica los sacrificios, esperanzas, alegrías y sufrimientos. De lo expuesto se deduce que el amor como donación es el factor esencial en la opción fundamental.
El amor de amistad con Dios, opción fundamental del cristiano
Dios, aceptado por la fe en Cristo, es el objeto supremo, el tú «más» radicalmente amado. Y es el Padre de Jesús y padre nuestro, el Dios Amor, que nos ama y que ofrece su amistad. Gracias a la opción fundamental se estructuran los factores más importantes de la fe cristiana: la relación amorosa con Dios, el seguimiento de Cristo, la fidelidad al Espíritu, la vivencia radical del Evangelio, la conversión al Reino de Dios para servir a los hermanos, el «sí» de la vida teologal y el «no» al pecado, la integración de las virtudes humanas a la vida de gracia, el fin último de la gloria de Dios y la vida como una intimidad con Dios.
La coherencia con las raíces resume las relaciones básicas con Dios
La estructuración de la opción por Dios se completa con la enumeración de las principales relaciones por parte del cristiano seguidor de Cristo. ¿Cuáles son estas manifestaciones básicas enseñadas y vividas durante veinte siglos? Todas aquellas que se derivan de la coherencia con las raíces histórico-antropológicas, bíblicas, cristocéntricas y eclesiales.
El trato respetuoso con Dios Creador y Señor
Nos encontramos ante una constante en las raíces histórico-antropológicas.. A Dios se le ha reconocido unos derechos y se le ha rendido culto variado según las religiones. Sobre estas raíces histórico-antropológicas universales, descansa el trato respetuoso dado a Dios que se traduce en la ausencia de ofensas y en el respeto a sus derechos.
El cristiano trata de manera respetuosa, justa, a Dios apoyado en estas raíces pero las enriquece con la interpretación cristiana de la virtud de la religión, (dar a Dios lo debido), con las exigencias del segundo mandamiento de la ley de Dios, «no tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios» (Éx 20,7; Dt 5,11), y, sobre todo, con el testimonio y la enseñanza de Jesús que recuerda que hay que dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, y que solamente Dios merece la adoración y el servicio (Mt 22,21; 4,11).
La adoración a Dios Padre, centro en las raíces bíblicas
Soberanía de Dios y dependencia del hombre son los aspectos fundamentales de la adoración que expresa la verdad sobre lo que es Dios y el hombre, lo que Dios da al hombre y lo que merece por parte del ser humano. Pero en un sentido amplio, la adoración comprende criterios, actitudes, sentimientos y respuestas de reconocimiento ante la suprema grandeza de Dios, de admiración, humildad, confianza, sumisión, homenaje, silencio, alabanza, culto, amor y entrega a Dios por lo que es y merece. Así aparece en el cántico del Magnificat (Lc 1,46-49).
La antítesis de la adoración se da en la idolatría que consiste en transferir el honor debido únicamente a Dios a una criatura. Su malicia radica en el cambio que se hace: la relación de honor dada a Dios como Absoluto se otorga a otra criatura. Entre las idolatrías modernas hay que enumerar las del poder, el dinero, la técnica, el placer-comodidad, el cuerpo, el sexo-pornografía, la deificación del hombre sobre Dios. El antropocentrismo como supervaloración del hombre en detrimento del respeto y amor que Dios merece es una idolatría típica del mundo postmoderno.
La radicalidad en el amor a Dios y a los hermanos
Es la máxima relación en las raíces cristocéntricas. Desde Cristo, pero en Cristo, a la manera de Cristo y dentro de la dinámica del Reino de Dios, se justifica la radicalidad y el dinamismo del amor a Dios y a los hermanos por parte del cristiano. Efectivamente, junto a las raíces antropológicas y bíblicas, están las cristocéntricas, polarizadas en el testimonio de Cristo, en la doctrina del Reino de Dios, en su presencia sacramental y en la dinámica del seguimiento del Señor. De estas raíces brota una actitud nueva para la fe coherente: el dinamismo y la radicalidad que impregnan una relación excepcional de intimidad con Dios, un amor sin límites con los hermanos y una justicia fusionada con la caridad.
La fidelidad a Dios en la práctica religiosa
¿Se trata del distintivo en las raíces eclesiales? Así es para el católico. Él tiene en su iglesia la comunidad en la que recibió su fe, con la que puede expresar el culto a Dios y desde donde puede difundir el Reino de Dios predicado por Cristo. Estamos ante las cuartas y últimas raíces de una fe coherente, las eclesiales, que canalizan la fidelidad en la práctica religiosa y que se entienden con la base de la comunión eclesial. Para cumplir esta finalidad están los «mandamientos» propios de la Iglesia y la recepción de los sacramentos. Esta práctica religiosa, propia del católico, pide superar determinadas carencias y poner en prácticas otras tantas condiciones internas: que la recepción sacramental sea un verdadero encuentro con Dios realizado por Cristo, celebrado con dignidad, con la intención de agradar a Dios, con amor desinteresado y con la comunión de obediencia a la propia Iglesia.