¿Qué claves humanas y cristianas para la Navidad?

Junto a la dignidad de la persona está como gran valor la comunidad pero humanizada. Es decir: el grupo social, político o religioso merece el calificativo de comunidad con valor real en la medida en que los derechos humanos estén presentes en las estructuras y en las relaciones, interpersonales e internacionales. A esa situación llamamos “navidad” pero interpretada como el nacimiento de un mundo mejor, de una comunidad universal humanizada. Ahora bien, para que se produzca tal “navidad” es preciso que durante el “adviento” del tiempo presente, todos tomemos conciencia de las exigencias de los derechos y deberes humanos; asumamos el compromiso de dar pasos convincentes hacia la meta que consiste en una vida digna y practiquemos la solidaridad y el amor interpersonal.


1º Tomar conciencia de los fundamento que humanizan.
Toda comunidad es sostenida por la proyección del ser humano hacia su prójimo, la madurez social de los hombres, el bien común que les une y los derechos humanos que concretan los rasgos de humanización:

-el hombre proyectado hacia el prójimo. Toda persona, como animal social, está proyectado hacia los demás y encuentra su comunión personal en la alteridad. Por ello es el hombre el principio, sujeto y fin de todas las instituciones sociales como la familia y la comunidad civil que le son necesarias. ¿Y qué factor mide su proyección hacia el prójimo? La capacidad de trascender, la donación del yo al tú individual o colectivo, humano o divino. Por naturaleza, los hombres y mujeres desean amar y ser amados. Este amor-comunión es una fuente de integración personal y un factor decisivo para la unidad del yo, una condición indispensable para la trascendencia, el agente excepcional de compensaciones y una concretización de la felicidad;

-la madurez social: meta para toda persona. El saber convivir en armonía, paz, respeto y amor, es uno de los rasgos de la persona socialmente madura que goza también de una recta independencia ante los influjos extraños y que posee la capacidad para influir en los demás. Pero junto a este núcleo del saber convivir, se da el conjunto de valores y actitudes como es la fácil y agradable sociabilidad, la capacidad para establecer nuevas relaciones, la práctica de la justicia y del amor, el trato sencillo, cordial, comprensivo, amable con fácil conversación, etc.

¿Qué se requiere para una dignificar la convivencia? Ante todo poseer el impulso de extroversión que inclina a relacionarse con los otros miembros de la comunidad familiar, política o religiosa. Y sobre este impulso está la capacidad para comunicarse, de contactar y de ser aceptado por el "otro" como tú individual o colectivo; el impulso hacia la justicia que motiva al respeto de los derechos humanos y a cumplir las responsabilidades asumidas; la simpatía innata, don de gentes que despierta admiración y cariño en la convivencia comunitaria

-el bien común como fundamento para una comunidad humanizada. Para que exista comunidad es necesario un “algo” que una a los miembros. Este “algo” es el bien común interpretado como "el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección" (GS 26). Por bien común también puede entenderse el punto equidistante entre el polo individualista y el colectivista; el bien de las personas abiertas entre sí, unidas para conseguir un proyecto común; el complejo de bienes, fines y condiciones de toda la vida social que interesan a todos y en los cuales todos pueden participar.

-los derechos y deberes humanos
Dos aspectos son necesarios para el proceso de humanización:

1º La conciencia de los derechos humanos entendidos como las exigencias más elementales de la persona para mantener la vida, desarrollar sus facultades y conseguir las legítimas aspiraciones del ser humano, espiritual, libre y trascendente.

2º El respeto a los derechos del hombre mediante el cumplimiento de los deberes sociales por parte de la comunidad y de cada persona en particular. Todos están llamados como protagonistas de una comunidad humanizada a testimoniar cuanto se refiere a la verdad, la justicia, la libertad, la paz y la vida. A todos conviene la lectura de la Declaración universal de derechos humanos proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas (1948). Como ciudadanos, la interiorización de la Constitución que rija en su nación. Y como cristianos, la lectura de los documentos de la Iglesia sobre el tema, entre lo cuales destaca la doctrina del Vaticano II con la Constitución Pastoral Gaudium et spes, y la de otros documentos de Papas y Episcopados.

2º Comprometerse para conseguir una vida digna para todos.
Un mundo humanizado es el grito unánime de nuestra generación y el valor global más importante aunque cada uno lo interprete a su manera. Como todos los hombres gozan de igual dignidad y derechos fundamentales, tienen derecho a vivir según su condición humana y a disfrutar de un mundo fraterno.
¿Qué incluye la vida digna en un mundo humanizado gracias al desarrollo integral?

Primero, el servicio a cada persona a fin de que pueda conseguir su realización personal según necesidades y aspiraciones en el ámbito individual, familiar y político-religioso.

Segundo, la promoción y el bienestar para todos los individuos de todos los pueblos. Al progreso económico se une lo esencial del desarrollo como disfrute por parte de todos de los derechos humanos. El desarrollo debe ser integral, es decir, que promueva a todos los hombres y a todos los valores del hombre.

Y tercero, el progreso en toda dimensión, entendido como un caminar hacia adelante, avanzar no sólo en lo económico, técnico, sino también en lo cultural y ético; no sólo exclusivo para unos grupos o naciones, sino para todas las personas de todos los grupos y naciones como pide la realización de los derechos humanos.

3º Ser coherentes con la solidaridad y el amor interpersonal
En los párrafos anteriores se han detallado las manifestaciones o exigencias que caracterizan a una comunidad digna de llamarse humanizada. ¿Dónde está la clave? En la solidaridad y el amor interpersonal.

La solidaridad, fruto de la justicia y del amor
En sentido estricto, la solidaridad es la ayuda que prestamos al bien común o a cualquier miembro necesitado. En un sentido amplio, la persona solidaria interioriza la vocación comunitaria, la preocupación por el bien común, la conciencia de los derechos y deberes humanos, la práctica de la responsabilidad social y la colaboración en actividades comunitarias con otras personas.

El amor como donación interpersonal
Lo esencial del amor consiste en el impulso de un yo personal hacia otro personal o comunitario. Los que se aman desean y buscan estar juntos. La capacidad de amar hace que el yo vea lo del otro como suyo propio, más aún, que prologue su yo en el tú y entable relaciones de comunión. El amor en su dimensión de praxis, se mide por la capacidad de preocuparse, servir y entregarse a otra persona o colectividad. La donación total conlleva fidelidad en todo momento, en las circunstancias fáciles y en las difíciles.

¿Algo más? Desde la fe, el creyente tiene muchas cosas que añadir porque su Adviento está centrado en la espera del Salvador y la Navidad en el nacimiento del Dios con nosotros. El creyente cristiano adora al Salvador, Jesús el Maestro, que enseñó y vivió las claves más profundas y revolucionarias para que la humanidad que camina en adviento pueda llegar a la definitiva navidad con Dios después de esta vida.
Volver arriba