¿Más criterios para relacionarse en plenitud?
Son indispensables los cinco criterios enumerados para unas relaciones humanas en plenitud:
el respeto mutuo como expresión de la justicia,
el servicio desinteresado, óptimo ejercicio de la libertad;
un trato afectuoso y agradecido,
el saber dar y merecer la confianza como amigo fiel
y la búsqueda de la verdad: el “arte” de escuchar y de dialoga.
Son indispensables pero no suficientes. Todavía queda por detallar
la comprensión como laboriosidad al ponerse en los zapatos del otro,
el gran sacrificio de aceptarse a sí mismo y de aceptar al prójimo,
el equilibrio a la hora de alabar sin adular,
para que exista paz en la convivencia es necesario el discernimiento a la hora de tener que corregir sin herir,
la humildad al reconocer los errores propios,
la bondad y la generosidad para personar y olvidar,
la sensibilidad y la solidaridad ante el necesitado,
la autenticidad y la profundidad en el amor sin discriminaciones,
y, por último, la belleza en el referente que motiva
6º La comprensión: laboriosidad al ponerse en los zapatos del otro
Esta actitud y respuesta se dirige a las personas, a la situación de su ánimo y al sentido que quieren dar a sus palabras. En definitiva, se trata de cultivar la empatía o el "ponerse en los zapatos del otro" para intentar valorar y sentir como el interlocutor. Actitud contraria es la de quien se encierra en sí mismo y solamente ve las cosas desde su punto de vista. La comprensión pide también asumir la fragilidad-debilidad del otro y el no querer imponer “mi opinión” en la conducta ajena. Tarea laboriosa, fruto de la comprensión.
7º El gran sacrificio: aceptarse y aceptar al otro
¿A quién y cómo? La gran virtud de la aceptación comienza por uno mismo, pero debe prolongarse en el otro y terminar en los contratiempos de las relaciones familiares o de la profesión.. Esta aceptación queda potenciada con la solidaridad oportuna en las alegrías y en las tristezas del prójimo. Se requiere apertura y saber conectar con sus aspiraciones y necesidades. Una buena máxima: asumir con paciencia los defectos en vez de criticarlos sin fundamento.¿Quién duda de que se trata de un gran sacrificio, indispensable para mantener la relación amistosa?
8º Equilibrio a la hora de alabar sin adular
Se trata de reconocer internamente y con palabras los valores y méritos ajenos. Y de saber estimular a los semejantes con la sincera alabanza. Es importante rechazar la adulación y expresar la admiración por cuanto de positivo observamos. El elogio efusivo -siempre sincero- estimula mucho a quienes dependen, por alguna razón, de nosotros. Esta relación pide el equilibrio del amigo prudente. Ellos pueden quejarse con razón de que no reconocemos sus valores y méritos.
9º Para la paz, valor y discernimiento al corrregir sin herir.
En ocasiones, las relaciones interpersonales se rompen por los efectos de una corrección irónica y excesiva, de fiscal acusador, reiterada o con expresiones coléricas. ¿Cómo debería ser la corrección? Constructiva, oportuna, pocas veces, y con suavidad en la crítica. Así se evita que explote el orgullo del criticado y que desaparezca la convivencia pacífica. Tengamos presente que las críticas injustas suscitan la agresividad, el desánimo y el deseo de venganza con otras críticas. Será mejor ofrecer consejos cuando lo pidan pero no intentar cambiar al prójimo "a nuestra imagen y semejanza". Y el gran complemento de la corrección: recibir con humildad la verdad amarga que contienen las correcciones de los demás. La paz tiene un precio muy duro.
10º Humildad al reconocer los errores propios Gran remedio para restablecer las relaciones cortadas por los fallos personales es la humildad cuando reconocemos nuestras faltas y errores. ¿Cómo será la reacción? Con prontitud en disculparse y en pedir disculpas al notar que el prójimo se sintió ofendido. Y no insistir en justificarse como si el otro fuera "el malo" y yo "el bueno" de la película. Para el futuro, bueno será adoptar los recursos convenientes para no repetir actos y actitudes que ofenden al prójimo. Difícil pero necesario será procurar con diligencia un cambio de conducta.
11º Bondad y generosidad para perdonar y olvidar
Dos palabra necesarias en nuestro vocabulario: perdón y olvido. Gran tarea para el hombre bondadoso. Si alguien te ofendió y se excusa, sea generosa la respuesta al manifestar el perdón. Ante el recuerdo de ofensas e ingratitudes, urge el esfuerzo para borrar de la mente los recuerdos negativos. ¿Cuál es el cáncer de la convivencia pacífica? El orgullo que no perdona, que no olvida y que está pronto a devolver el golpe. Quien reza el Padre-Nuestro posee una motivación más fuerte: pide perdón a Dios de sus ofensas porque antes ya perdonó a quien le ofendiera.
12º Sensibles y solidarios ante el necesitado
La solidaridad como fruto de la sensibilidad marca las relaciones interpersonales del cristiano. ¿Y de qué manera ayudar al prójimo? Mediante el servicio desinteresado que hoy se entiende mejor como promoción y liberación para que el necesitado remedie sus necesidades con ayuda ajena, pero sin paternalismos y no dar "por caridad lo que se le debe por justicia", sin hipotecas para su libertad, sin empañar su dinigdad (cf. AA 8). En cuanto a la ayuda material o limosna, hoy necesita enfoques más conformes con le mentalidad y sensibilidad del hombre moderno. Pero rigen las clásicas obras de misericordia, tanto las de orden espiritual (enseñar al que no sabe, consolar al triste...) como las de tipo corporal (visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento...).
13º Auténticos y profundos en el amor sin discriminaciones El amor profundo, el más auténtico, es la respuesta de quien se sacrifica ocultamente para hacer felices a los demás, ama a las personas desagradecidas, trata amablemente a los antipáticos, tiene paciencia con los intransigentes, realiza el servicio que corresponde a otro, cede en las conversaciones por el bien de la paz, oculta sus problemas para no afligir al prójimo, sonríe cuando internamente está enojado, responde a la ofensa con un trato generoso. Y como cristiano, pone en práctica otras exigencias de la caridad según pide la Palabra de Dios (Mt 5,35-48; 1Cor 13, 1-10).
14º Belleza en el referente que motiva
Todos necesitamos un referente para dar sentido al trato con los semejantes. Para los cristianos es Jesucristo, testigo moral y belleza ética, quien iluminó y potenció el amor con su vida de buen pastor, servidor de todos hasta entregar la vida.
En sus relaciones interpersonales, Cristo ofreció nuevas razones para servir al prójimo, manifestar el afecto, la confianza, saber dialogar con espíritu comprensivo, tolerante y sin violencia. El cristiano coherente sabe cómo amar con la radicalidad de Cristo.
A la hora de subrayar algunos criterios de Jesús nos quedamos con el amor al enemigo, hacer bien a los que nos odian y persiguen, dar la túnica al que nos quita el vestido, poner la otra mejilla al que nos golpea (Mt 5, Lc 6,29; 17,3-4), reconciliarse con los que hemos ofendido antes de acercarse al altar (Mt. 5, 23-24).
Y como gestos suyos está la humildad lavando los piés a los discípulos, el perdón para los que le crucificaban y su identificación con los pobres.
el respeto mutuo como expresión de la justicia,
el servicio desinteresado, óptimo ejercicio de la libertad;
un trato afectuoso y agradecido,
el saber dar y merecer la confianza como amigo fiel
y la búsqueda de la verdad: el “arte” de escuchar y de dialoga.
Son indispensables pero no suficientes. Todavía queda por detallar
la comprensión como laboriosidad al ponerse en los zapatos del otro,
el gran sacrificio de aceptarse a sí mismo y de aceptar al prójimo,
el equilibrio a la hora de alabar sin adular,
para que exista paz en la convivencia es necesario el discernimiento a la hora de tener que corregir sin herir,
la humildad al reconocer los errores propios,
la bondad y la generosidad para personar y olvidar,
la sensibilidad y la solidaridad ante el necesitado,
la autenticidad y la profundidad en el amor sin discriminaciones,
y, por último, la belleza en el referente que motiva
6º La comprensión: laboriosidad al ponerse en los zapatos del otro
Esta actitud y respuesta se dirige a las personas, a la situación de su ánimo y al sentido que quieren dar a sus palabras. En definitiva, se trata de cultivar la empatía o el "ponerse en los zapatos del otro" para intentar valorar y sentir como el interlocutor. Actitud contraria es la de quien se encierra en sí mismo y solamente ve las cosas desde su punto de vista. La comprensión pide también asumir la fragilidad-debilidad del otro y el no querer imponer “mi opinión” en la conducta ajena. Tarea laboriosa, fruto de la comprensión.
7º El gran sacrificio: aceptarse y aceptar al otro
¿A quién y cómo? La gran virtud de la aceptación comienza por uno mismo, pero debe prolongarse en el otro y terminar en los contratiempos de las relaciones familiares o de la profesión.. Esta aceptación queda potenciada con la solidaridad oportuna en las alegrías y en las tristezas del prójimo. Se requiere apertura y saber conectar con sus aspiraciones y necesidades. Una buena máxima: asumir con paciencia los defectos en vez de criticarlos sin fundamento.¿Quién duda de que se trata de un gran sacrificio, indispensable para mantener la relación amistosa?
8º Equilibrio a la hora de alabar sin adular
Se trata de reconocer internamente y con palabras los valores y méritos ajenos. Y de saber estimular a los semejantes con la sincera alabanza. Es importante rechazar la adulación y expresar la admiración por cuanto de positivo observamos. El elogio efusivo -siempre sincero- estimula mucho a quienes dependen, por alguna razón, de nosotros. Esta relación pide el equilibrio del amigo prudente. Ellos pueden quejarse con razón de que no reconocemos sus valores y méritos.
9º Para la paz, valor y discernimiento al corrregir sin herir.
En ocasiones, las relaciones interpersonales se rompen por los efectos de una corrección irónica y excesiva, de fiscal acusador, reiterada o con expresiones coléricas. ¿Cómo debería ser la corrección? Constructiva, oportuna, pocas veces, y con suavidad en la crítica. Así se evita que explote el orgullo del criticado y que desaparezca la convivencia pacífica. Tengamos presente que las críticas injustas suscitan la agresividad, el desánimo y el deseo de venganza con otras críticas. Será mejor ofrecer consejos cuando lo pidan pero no intentar cambiar al prójimo "a nuestra imagen y semejanza". Y el gran complemento de la corrección: recibir con humildad la verdad amarga que contienen las correcciones de los demás. La paz tiene un precio muy duro.
10º Humildad al reconocer los errores propios Gran remedio para restablecer las relaciones cortadas por los fallos personales es la humildad cuando reconocemos nuestras faltas y errores. ¿Cómo será la reacción? Con prontitud en disculparse y en pedir disculpas al notar que el prójimo se sintió ofendido. Y no insistir en justificarse como si el otro fuera "el malo" y yo "el bueno" de la película. Para el futuro, bueno será adoptar los recursos convenientes para no repetir actos y actitudes que ofenden al prójimo. Difícil pero necesario será procurar con diligencia un cambio de conducta.
11º Bondad y generosidad para perdonar y olvidar
Dos palabra necesarias en nuestro vocabulario: perdón y olvido. Gran tarea para el hombre bondadoso. Si alguien te ofendió y se excusa, sea generosa la respuesta al manifestar el perdón. Ante el recuerdo de ofensas e ingratitudes, urge el esfuerzo para borrar de la mente los recuerdos negativos. ¿Cuál es el cáncer de la convivencia pacífica? El orgullo que no perdona, que no olvida y que está pronto a devolver el golpe. Quien reza el Padre-Nuestro posee una motivación más fuerte: pide perdón a Dios de sus ofensas porque antes ya perdonó a quien le ofendiera.
12º Sensibles y solidarios ante el necesitado
La solidaridad como fruto de la sensibilidad marca las relaciones interpersonales del cristiano. ¿Y de qué manera ayudar al prójimo? Mediante el servicio desinteresado que hoy se entiende mejor como promoción y liberación para que el necesitado remedie sus necesidades con ayuda ajena, pero sin paternalismos y no dar "por caridad lo que se le debe por justicia", sin hipotecas para su libertad, sin empañar su dinigdad (cf. AA 8). En cuanto a la ayuda material o limosna, hoy necesita enfoques más conformes con le mentalidad y sensibilidad del hombre moderno. Pero rigen las clásicas obras de misericordia, tanto las de orden espiritual (enseñar al que no sabe, consolar al triste...) como las de tipo corporal (visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento...).
13º Auténticos y profundos en el amor sin discriminaciones El amor profundo, el más auténtico, es la respuesta de quien se sacrifica ocultamente para hacer felices a los demás, ama a las personas desagradecidas, trata amablemente a los antipáticos, tiene paciencia con los intransigentes, realiza el servicio que corresponde a otro, cede en las conversaciones por el bien de la paz, oculta sus problemas para no afligir al prójimo, sonríe cuando internamente está enojado, responde a la ofensa con un trato generoso. Y como cristiano, pone en práctica otras exigencias de la caridad según pide la Palabra de Dios (Mt 5,35-48; 1Cor 13, 1-10).
14º Belleza en el referente que motiva
Todos necesitamos un referente para dar sentido al trato con los semejantes. Para los cristianos es Jesucristo, testigo moral y belleza ética, quien iluminó y potenció el amor con su vida de buen pastor, servidor de todos hasta entregar la vida.
En sus relaciones interpersonales, Cristo ofreció nuevas razones para servir al prójimo, manifestar el afecto, la confianza, saber dialogar con espíritu comprensivo, tolerante y sin violencia. El cristiano coherente sabe cómo amar con la radicalidad de Cristo.
A la hora de subrayar algunos criterios de Jesús nos quedamos con el amor al enemigo, hacer bien a los que nos odian y persiguen, dar la túnica al que nos quita el vestido, poner la otra mejilla al que nos golpea (Mt 5, Lc 6,29; 17,3-4), reconciliarse con los que hemos ofendido antes de acercarse al altar (Mt. 5, 23-24).
Y como gestos suyos está la humildad lavando los piés a los discípulos, el perdón para los que le crucificaban y su identificación con los pobres.