¿Qué dificultades surgen en la persona inmadura?
Con esfuerzo y paciencia, la persona tiene que luchar contra las deficiencias de su personalidad, el descontrol de sus impulsos (¡los virus psicológicos!), y contra los influjo negativos del hombre actual, que encarna en mayor o menor grado. Dentro de la clave tercera, se impone el esfuerzo para superar los obstáculos que radican en el interior de la misma persona.
Deficiencias e inmadurez
El primer objetivo, quizás el más inmediato, es la supresión de cuantos rasgos deficientes residen en la persona. Del amplísimo temario de la inmadurez, elegimos algunos de los más significativos.
La persona desmotivada Quien se encuentra bajo el influjo de la motivación está atraído por un objetivo, y de tal manera, que reacciona positivamente, acepta el esfuerzo requerido para conseguir la meta propuesta; experimenta una fuerza para conseguir su propósito. Como fruto de esta positiva situación, es la decisión para emprender y mantener un determinado comportamiento hasta alcanzar los objetivos propuestos. Ahora abien, cuando falta la motivación o es deficiente, surge entonces en la persona el desánimo y hasta la desesperanza ante los obstáculos. En esta situación, el ser humano cae en depresión, pierde energías, se sumerge en el pesimismo, desciende la autoestima. y carece del mínimo de los estímulos para vivir.
El deprimido y desanimado
La depresión, disposición anímica que disminuye el tono visceral y que tanto destruye la paz interna, está causada por factores físico-psicológicos, sí, pero también por el sufrimiento, una vida infrahumana, las humillaciones, los fracasos, el peligro de muerte, la carencia de un mínimo de compensaciones, la rutina, la soledad, etc. La persona deprimida puede mostrarse irritable y achaca su malestar emocional al trabajo y a los defectos de su carácter. Bajo la depresión, el individuo pierde el interés por actividades que antes le gustaban; se muestra apático, fatigado y con poca energía, con sentimientos de culpa, impotente e inútil.
El cobarde y el tímido La debilidad antes las dificultades también está presente, desde otra perspectiva, en el cobarde que tiembla descontrolado ante el mal futuro, en el nervioso que se desconcierta a la hora de hablar y gesticular, en el tímido que desconfía de sí mismo y rinde menos de lo que puede; en el triste, desalentado ante el mal que le atenaza o el bien que perdió; en el pesimista que exagera el mal posible ante el futuro incierto; todo lo ve negro y nada le motiva para luchar; en el desesperado que llega a la conclusión de que no hay salvación posible alimentando una actitud de amargura, fracaso, resentimiento, destrucción y huída.
El que está dominado por la comodidad y apatía
No falta quien afirme: “mi comodidad sobre todo”. Es la respuesta del ser humano dominado por la pasividad-pereza, que rehuye enteramente el trabajo pues su gozo y gran aspiración es el no hacer nada; su ley consiste en evitar cualquier esfuerzo o molestia que le complique la vida. Dominado por la pereza se muestra indiferente a los grandes ideales; le falta entusiasmo, energía, entrega. Aparentemente es dócil con tal que no se les obligue a trabajar. Esta persona se conforma con muy poco y su vida discurre con gran rutina en un cambio constante de trabajo y de actividades, en la búsqueda de otra tarea que esté en conformidad con su debilidad. Por su misma abulia, por su obrar lento como una tortuga, sus decisiones -las que conllevan sacrificio- nunca acaban de llegar.
Defectos caracterológicos Muy unidos a las deficiencias en la personalidad están los aspectos negativos que tienen una raíz genética tal y como aparece en la caracterología y que impiden la realización de los objetivos propuestos
Carencias del amorfo y del apático.
Son las personas más pobres porque les falta emotividad y actividad en grado aceptable. La diferencia radica en la resonancia, primaria en uno y secundaria en otro. En concreto, el carácter apático no es emotivo ni tampoco activo pero su resonancia es secundaria. De todos modos es, por genética, un perezoso, sin interés por los demás. Algo terco y cerrado. Poco emprendedor, poca habilidad y sensibilidad. Pero un tanto empírico, pragmático y persona tranquila.
Y unido al apático estár el carácter más pobre, el amorfo, que ni es emotivo ni activo y además resulta ser primario. También es por naturaleza un perezoso, vacío de sentimientos que se contenta con poco. Otros defectos: no siente mucho la conciencia del deber, le domina la inmortificación, se muestra descendiente ante las dificultades y cobarde ante los enemigos, no se domina, murmura con frecuencia. Débil e inconstante en su voluntad.
Aspectos negativos del hombre posmoderno De modo consciente o sin advertirlo, en el hombre de la posmodernidad encontramos rasgos muy presentes en el mundo actual al que imaginamos como un tren alocado por la crisis, cambio o transformación acelerada y profunda que afecta a los criterios, estructuras, las instituciones y personas; como una torre de babel por la confusión ideológica debido a la mezcla de ideas diferentes y opuestas que bombardean a la aldea global; como un sunamis por la revolución en las costumbres en los valores de la libertad y de la conciencia exaltadas y que se manifiestan en el subjetivismo y relativismo; y como un hijo pródigo: hombre endiosado que se aleja de Dios y con un retorno un tanto ambiguo.
Comprobamos cómo muchos del mundo posmoderno cultivan una actitud escéptica ante la verdad; se sienten árbitros de toda conducta moral, se agarran a lo provisional y fugaz; responden con desconfianza a los granes interrogantes, tienen en su mente gran confusión ante el sentido de la vida; pierden muchos valores fundamentales y se valoran como autosuficientes y dueños de su futuro. No se puede negar que el hombre de la posmodernidad está confundido ante los valores éticos como fruto de la crisis ideológica. Más aún, se puede hablar de una tergiversación de valores, de una insensibilidad ante algunos valores trascendentales. Se perdió el sentido de los fines supremos que son sustituidos por medios inmediatos.
Es el hombre angustiado y solitario
En definitiva, el ser humano a quien nos referimos se debate entre el egoísmo y el amor, la soledad y la comunión. Como animal social, está proyectado hacia los demás y encuentra su comunión personal en la alteridad, pero cae en el egoísmo, en el punto cero de quien se encierra en sí mismo, incapaz de salir de sí y de mantener contacto con el no-yo, con el tú que socialmente le trasciende.
En el mundo actual de la televisión, el fax, correo electrónico, teléfono móvil, internet...., la soledad convierte a la persona en una isla incomunicada, no-trascendente. Es la situación de quien carece de relaciones interpersonales o de quien por una opción narcisista, se aísla en su mundo para contemplarse a sí mismo
Cierto que no todo es negativo, ni mucho menos, en el mundo moderno. Ahora tocó enumerar la parte negativa. Y todavía quedan otras causas por los “virus” psicológicos de unos impulsos descontrolados. Los analizaremos.
Deficiencias e inmadurez
El primer objetivo, quizás el más inmediato, es la supresión de cuantos rasgos deficientes residen en la persona. Del amplísimo temario de la inmadurez, elegimos algunos de los más significativos.
La persona desmotivada Quien se encuentra bajo el influjo de la motivación está atraído por un objetivo, y de tal manera, que reacciona positivamente, acepta el esfuerzo requerido para conseguir la meta propuesta; experimenta una fuerza para conseguir su propósito. Como fruto de esta positiva situación, es la decisión para emprender y mantener un determinado comportamiento hasta alcanzar los objetivos propuestos. Ahora abien, cuando falta la motivación o es deficiente, surge entonces en la persona el desánimo y hasta la desesperanza ante los obstáculos. En esta situación, el ser humano cae en depresión, pierde energías, se sumerge en el pesimismo, desciende la autoestima. y carece del mínimo de los estímulos para vivir.
El deprimido y desanimado
La depresión, disposición anímica que disminuye el tono visceral y que tanto destruye la paz interna, está causada por factores físico-psicológicos, sí, pero también por el sufrimiento, una vida infrahumana, las humillaciones, los fracasos, el peligro de muerte, la carencia de un mínimo de compensaciones, la rutina, la soledad, etc. La persona deprimida puede mostrarse irritable y achaca su malestar emocional al trabajo y a los defectos de su carácter. Bajo la depresión, el individuo pierde el interés por actividades que antes le gustaban; se muestra apático, fatigado y con poca energía, con sentimientos de culpa, impotente e inútil.
El cobarde y el tímido La debilidad antes las dificultades también está presente, desde otra perspectiva, en el cobarde que tiembla descontrolado ante el mal futuro, en el nervioso que se desconcierta a la hora de hablar y gesticular, en el tímido que desconfía de sí mismo y rinde menos de lo que puede; en el triste, desalentado ante el mal que le atenaza o el bien que perdió; en el pesimista que exagera el mal posible ante el futuro incierto; todo lo ve negro y nada le motiva para luchar; en el desesperado que llega a la conclusión de que no hay salvación posible alimentando una actitud de amargura, fracaso, resentimiento, destrucción y huída.
El que está dominado por la comodidad y apatía
No falta quien afirme: “mi comodidad sobre todo”. Es la respuesta del ser humano dominado por la pasividad-pereza, que rehuye enteramente el trabajo pues su gozo y gran aspiración es el no hacer nada; su ley consiste en evitar cualquier esfuerzo o molestia que le complique la vida. Dominado por la pereza se muestra indiferente a los grandes ideales; le falta entusiasmo, energía, entrega. Aparentemente es dócil con tal que no se les obligue a trabajar. Esta persona se conforma con muy poco y su vida discurre con gran rutina en un cambio constante de trabajo y de actividades, en la búsqueda de otra tarea que esté en conformidad con su debilidad. Por su misma abulia, por su obrar lento como una tortuga, sus decisiones -las que conllevan sacrificio- nunca acaban de llegar.
Defectos caracterológicos Muy unidos a las deficiencias en la personalidad están los aspectos negativos que tienen una raíz genética tal y como aparece en la caracterología y que impiden la realización de los objetivos propuestos
Carencias del amorfo y del apático.
Son las personas más pobres porque les falta emotividad y actividad en grado aceptable. La diferencia radica en la resonancia, primaria en uno y secundaria en otro. En concreto, el carácter apático no es emotivo ni tampoco activo pero su resonancia es secundaria. De todos modos es, por genética, un perezoso, sin interés por los demás. Algo terco y cerrado. Poco emprendedor, poca habilidad y sensibilidad. Pero un tanto empírico, pragmático y persona tranquila.
Y unido al apático estár el carácter más pobre, el amorfo, que ni es emotivo ni activo y además resulta ser primario. También es por naturaleza un perezoso, vacío de sentimientos que se contenta con poco. Otros defectos: no siente mucho la conciencia del deber, le domina la inmortificación, se muestra descendiente ante las dificultades y cobarde ante los enemigos, no se domina, murmura con frecuencia. Débil e inconstante en su voluntad.
Aspectos negativos del hombre posmoderno De modo consciente o sin advertirlo, en el hombre de la posmodernidad encontramos rasgos muy presentes en el mundo actual al que imaginamos como un tren alocado por la crisis, cambio o transformación acelerada y profunda que afecta a los criterios, estructuras, las instituciones y personas; como una torre de babel por la confusión ideológica debido a la mezcla de ideas diferentes y opuestas que bombardean a la aldea global; como un sunamis por la revolución en las costumbres en los valores de la libertad y de la conciencia exaltadas y que se manifiestan en el subjetivismo y relativismo; y como un hijo pródigo: hombre endiosado que se aleja de Dios y con un retorno un tanto ambiguo.
Comprobamos cómo muchos del mundo posmoderno cultivan una actitud escéptica ante la verdad; se sienten árbitros de toda conducta moral, se agarran a lo provisional y fugaz; responden con desconfianza a los granes interrogantes, tienen en su mente gran confusión ante el sentido de la vida; pierden muchos valores fundamentales y se valoran como autosuficientes y dueños de su futuro. No se puede negar que el hombre de la posmodernidad está confundido ante los valores éticos como fruto de la crisis ideológica. Más aún, se puede hablar de una tergiversación de valores, de una insensibilidad ante algunos valores trascendentales. Se perdió el sentido de los fines supremos que son sustituidos por medios inmediatos.
Es el hombre angustiado y solitario
En definitiva, el ser humano a quien nos referimos se debate entre el egoísmo y el amor, la soledad y la comunión. Como animal social, está proyectado hacia los demás y encuentra su comunión personal en la alteridad, pero cae en el egoísmo, en el punto cero de quien se encierra en sí mismo, incapaz de salir de sí y de mantener contacto con el no-yo, con el tú que socialmente le trasciende.
En el mundo actual de la televisión, el fax, correo electrónico, teléfono móvil, internet...., la soledad convierte a la persona en una isla incomunicada, no-trascendente. Es la situación de quien carece de relaciones interpersonales o de quien por una opción narcisista, se aísla en su mundo para contemplarse a sí mismo
Cierto que no todo es negativo, ni mucho menos, en el mundo moderno. Ahora tocó enumerar la parte negativa. Y todavía quedan otras causas por los “virus” psicológicos de unos impulsos descontrolados. Los analizaremos.