¿Qué de especial tiene el trato del católico con Dios?
Además de las respuestas comunes de fidelidad como creyente y de cristiano como seguidor de Jesús, el miembro de la Iglesia católica, posee otras modalidades de relacionarse con Dios. De manera directa está el trato con Dios mediante los actos litúrgicos y de modo indirecto posee la intercesión de María y de los santos tal y como se realiza en la devoción y en la religiosidad popular.
Fundamento: la comunión con la Iglesia
Las relaciones con Dios en la iglesia católica brotan de las fuentes de la Revelación, cuentan con Cristo el gran mediador y presentan la intervención del Magisterio para el dogma, la moral, la liturgia y la normativa canónica.
En el cristianismo común el yo es el bautizado que en la iglesia católica pasa a ser el yo miembro en comunión de una determinada comunidad. El tú divino en el cristianismo común es el Dios único y trino que ahora es el mismo pero interpretado por el Magisterio de la Iglesia. Las relaciones entre el cristiano y Dios son vividas por el seguidor de Cristo según las exigencias de la vida teologal y del Reino de Dios. Ahora bien, en la Iglesia católica, además de esas relaciones cristianas comunes, existen otras relaciones que están bajo la mediación del Magisterio y de la comunión de cada católico.
Ante la amplitud de la temática, este artículo dedicado a la iglesia católica en general, prescinde de los matices que se han dado y que se dan. Aquí se podría hablar de las relaciones con Dios en la devoción popular (piedad y religiosidad) y en las diferentes espiritualidades que predominaron a lo largo de la historia en las diferentes escuelas y escritores. El tema analizado es la modalidad del yo católico y los matices que adquiere el tú divino, el Dios uno y trino como fruto de la comunión eclesial y de la mediación de la Iglesia
El yo humano y el Tú divino en la Iglesia católica.
El «yo» es el católico en comunión eclesial. El cristiano, bautizado en la comunidad eclesial católica, recibe la salvación en la Iglesia, Pueblo de Dios donde todos sus miembros se sienten corresponsables para promover el Reino de Dios. Como católico, las relaciones con Dios son comunitarias, eclesiales, y no individuales. Son las relaciones propias del ambiente familiar de la Iglesia.
Cada miembro está llamado a vivir en comunión por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del régimen eclesiástico» (cn 205). ¿Cuáles son las principales manifestaciones de quien vive en comunión? Se comprende que las primeras sean el conocimiento y el amor a la Iglesia.
b) El «tú divino» está bajo la mediación de la Iglesia. El Dios de Jesús, el Padre nuestro, es el gran tú divino que presentan las fuentes de la Revelación, pero la identidad del tú divino y la manera de relacionarse el católico con Él, pasa por la mediación del Magisterio para interpretar la Palabra de Dios y los criterios básicos que propone para la conducta cristiana. El católico tiene como una de sus tareas el armonizar en sus relaciones con Dios la fidelidad a la propia conciencia con la fidelidad al Evangelio y al Magisterio.
Las mediaciones litúrgicas y sacramentales
El católico puede vivir las relaciones con Dios de manera personal, como sucede con cualquier creyente, pero junto a las expresiones individuales están las comunitarias, las que se viven en la Liturgia en general y en cada sacramento en particular.
La mediación litúrgica. Junto al culto íntimo «en espíritu y en verdad» que cada cristiano rinde a Dios, está el culto público, que el católico ofrece a Dios mediante su participación en acciones litúrgicas. Junto a la virtud de la religión se da la religión como mediación estructuradora de las relaciones individuales y comunitarias de los cristianos con Dios Padre de todos.
Con Cristo, en la Iglesia, cada miembro rinde culto a Dios Padre bajo el Espíritu. No se entiende la Liturgia sin la presencia del sacerdocio de Cristo participado por todo bautizado y ejercido de manera especial en la Eucaristía. En la Liturgia se realiza “el culto público e íntegro a Dios por parte del cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y los miembros» (cn 834). Nada añade la Liturgia al trato individual del cristiano con Dios. Su particularidad es la de ser el sacramento de la plegaria personal o comunitaria. Es la oración de la iglesia, oración de todo el Pueblo de Dios por la presencia de Cristo cabeza.
La Liturgia es medio y no obstáculo para relacionarse con Dios. La Liturgia como tal ayuda al yo humano, (al católico), para que se comunique con Dios. Pero determinados cultos con sus ritos, oraciones, contenidos y mediadores pueden «distraer» la atención y convertir en barrera lo que debiera ser un canal que facilite la unión. Así puede suceder con la Misa participada por simple obligación o con el culto idolátrico a María o a los santos.
La mediación sacramental
Hablamos de unas relaciones específicas del católico con Dios que brotan de su vida sacramental y que están muy unidas a su integración a la Iglesia católica. La disciplina sacramental que rige los sacramentos incide en la conciencia del católico, en sus virtudes y pecados. Por lo tanto influyen en las relaciones con Dios. Una vivencia auténtica sacramental incluye toda relación con Dios vivificador realizada desde la gracia de Cristo y de las realizaciones litúrgicas que la iglesia católica determina. Las relaciones del católico están directa o indirectamente influenciadas por los sacramentos instituidos por Cristo.
En todos los sacramentos. Son «acciones de Cristo y de la Iglesia, son signos y medios con los que se expresa y fortalece la fe, se rinde culto a Dios y se realiza la santificación de los hombres y, por tanto, contribuyen en gran medida a crear, corroborar y manifestar la comunión eclesiástica» (cn 840).
Por otra parte, la liturgia sacramental «significa la santificación de los hombres por signos sensibles y se realiza según la manera propia a cada uno de ellos al par que se ejerce el culto público e íntegro a Dios por parte del cuerpo místico de Cristo, es decir, la cabeza y los miembros« (cn 834)
Trato con Dios mediante la Eucarístía
La eucaristía como don es el sacramento cumbre de la vida cristiana, que contiene a la fuente de la vida, Cristo nuestra pascua; sacramento por el que la Iglesia vive y crece y a quien los otros sacramentos y obras eclesiales están unidos y ordenados. En este sacramento se da la presencia verdadera, real y sustancial de Jesucristo, el Verbo hecho carne, presencia de su cuerpo y de su sangre bajo las apariencias de pan y vino. Es la eucaristía como una Encarnación prolongada.
En la eucaristía se ofrece el sacrificio memorial de la muerte y resurrección del Señor; se perpetúa a lo largo de los siglos. La eucaristía como presencia de Cristo merece la máxima veneración, el culto de adoración. Los fieles están invitados al banquete eucarístico.
Como resumen, la Eucaristía se convierte en marco y camino de muchas de las relaciones del católico: glorifica al Padre con la participación eucarística, vive su adoración y gratitud identificándose con Cristo, se compromete a vivir más la caridad cuando recibe a Cristo y es el momento culmen de la vivencia de comunión como miembro de la religión católica.
La participa en la Misa. Antes que una obligación o precepto, la asistencia a la Eucaristía dominical es un privilegio para poder santificar el nombre de Dios en el “día del Señor” y recordar la Resurrección de Cristo. También es una ocasión para adorar a Dios, reparar sus pecados, escuchar la Palabra, reafirmar la fe, ofrecer su vida, interiorizar el Misterio Pascual, orar por la Iglesia y el mundo, recibir la paz y el cuerpo de Cristo que le fortalece y vigoriza la esperanza
En la confesión se recibe el perdón de Dios
Por la virtud de la penitencia y/o por el sacramento de la confesión, el cristiano se reconcilia con Dios y con los hermanos siente dolor por los pecados con el propósito de cambiar con medios eficaces, recibe el perdón de sus pecados, experimenta la misericordia de Dios y recibe fuerzas para testimoniar las exigencias propias del cristiano. Ante la conciencia de pecado grave acude al sacramento de la Penitencia, manifiesta el dolor por los pecados como ofensas contra el amor de Dios y del prójimo; recupera la gracia perdida, se reconcilia con la Iglesia. Quien se confiesa bien y repara las ofensas, consigue la paz y la tranquilidad de la conciencia a la que acompaña un profundo consuelo espiritual, una verdadera "resurrección espiritual" y el restablecimiento de la coherencia perdida.
Ocasión para progresar en la conversión: evita y repara las ofensas: La conversión exige luchar contra el pecado como falta contra el amor verdadero para con Dios y para con el prójimo; siempre es una ofensa que afecta a la vida de gracia. Ahora bien, por la virtud de la penitencia y/o por el sacramento de la confesión, el cristiano se reconcilia con Dios y con los hermanos siente dolor por los pecados con el propósito de cambiar con medios eficaces, experimenta la misericordia de Dios y recibe fuerzas para testimoniar las exigencias propias del cristiano. Ante la conciencia de pecado grave acude al sacramento de la Penitencia por el que recuperará la gracia perdida, se reconciliará con la Iglesia y recibirá fuerzas para seguir en el proceso de conversión.
¿También una relación con Dios en los sacramentales?
Sí, porque estos signos sagrados y eclesiales obtienen sus efectos espirituales a imitación de los sacramentos, santifican diversas circunstancias de la vida y colaboran para recibir bien los sacramentos (SC 60; cn 1166). Los sacramentales dan gracias, perdonan los pecados veniales, obtienen otros auxilios de Dios, revelan que en Cristo quedó santificada y asociada toda la naturaleza a la perfecta alabanza de Dios.¿Cuáles son los sacramentales más significativos? El Padrenuestro, el agua bendita, la confesión en la Misa, las obras de misericordia, los exorcismos y otros actos con aprobación de la Iglesia gozan de la índole sacramental (cf. cc 1167-1172). ¿Qué efectos producen en el cristiano? Dan gracias, perdonan los pecados veniales, obtienen otros auxilios de Dios, revelan que en Cristo quedó santificada toda la naturaleza y asociada a la perfecta alabanza de Dios. Por ello santifican la vida en toda dimensión.
Fundamento: la comunión con la Iglesia
Las relaciones con Dios en la iglesia católica brotan de las fuentes de la Revelación, cuentan con Cristo el gran mediador y presentan la intervención del Magisterio para el dogma, la moral, la liturgia y la normativa canónica.
En el cristianismo común el yo es el bautizado que en la iglesia católica pasa a ser el yo miembro en comunión de una determinada comunidad. El tú divino en el cristianismo común es el Dios único y trino que ahora es el mismo pero interpretado por el Magisterio de la Iglesia. Las relaciones entre el cristiano y Dios son vividas por el seguidor de Cristo según las exigencias de la vida teologal y del Reino de Dios. Ahora bien, en la Iglesia católica, además de esas relaciones cristianas comunes, existen otras relaciones que están bajo la mediación del Magisterio y de la comunión de cada católico.
Ante la amplitud de la temática, este artículo dedicado a la iglesia católica en general, prescinde de los matices que se han dado y que se dan. Aquí se podría hablar de las relaciones con Dios en la devoción popular (piedad y religiosidad) y en las diferentes espiritualidades que predominaron a lo largo de la historia en las diferentes escuelas y escritores. El tema analizado es la modalidad del yo católico y los matices que adquiere el tú divino, el Dios uno y trino como fruto de la comunión eclesial y de la mediación de la Iglesia
El yo humano y el Tú divino en la Iglesia católica.
El «yo» es el católico en comunión eclesial. El cristiano, bautizado en la comunidad eclesial católica, recibe la salvación en la Iglesia, Pueblo de Dios donde todos sus miembros se sienten corresponsables para promover el Reino de Dios. Como católico, las relaciones con Dios son comunitarias, eclesiales, y no individuales. Son las relaciones propias del ambiente familiar de la Iglesia.
Cada miembro está llamado a vivir en comunión por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del régimen eclesiástico» (cn 205). ¿Cuáles son las principales manifestaciones de quien vive en comunión? Se comprende que las primeras sean el conocimiento y el amor a la Iglesia.
b) El «tú divino» está bajo la mediación de la Iglesia. El Dios de Jesús, el Padre nuestro, es el gran tú divino que presentan las fuentes de la Revelación, pero la identidad del tú divino y la manera de relacionarse el católico con Él, pasa por la mediación del Magisterio para interpretar la Palabra de Dios y los criterios básicos que propone para la conducta cristiana. El católico tiene como una de sus tareas el armonizar en sus relaciones con Dios la fidelidad a la propia conciencia con la fidelidad al Evangelio y al Magisterio.
Las mediaciones litúrgicas y sacramentales
El católico puede vivir las relaciones con Dios de manera personal, como sucede con cualquier creyente, pero junto a las expresiones individuales están las comunitarias, las que se viven en la Liturgia en general y en cada sacramento en particular.
La mediación litúrgica. Junto al culto íntimo «en espíritu y en verdad» que cada cristiano rinde a Dios, está el culto público, que el católico ofrece a Dios mediante su participación en acciones litúrgicas. Junto a la virtud de la religión se da la religión como mediación estructuradora de las relaciones individuales y comunitarias de los cristianos con Dios Padre de todos.
Con Cristo, en la Iglesia, cada miembro rinde culto a Dios Padre bajo el Espíritu. No se entiende la Liturgia sin la presencia del sacerdocio de Cristo participado por todo bautizado y ejercido de manera especial en la Eucaristía. En la Liturgia se realiza “el culto público e íntegro a Dios por parte del cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y los miembros» (cn 834). Nada añade la Liturgia al trato individual del cristiano con Dios. Su particularidad es la de ser el sacramento de la plegaria personal o comunitaria. Es la oración de la iglesia, oración de todo el Pueblo de Dios por la presencia de Cristo cabeza.
La Liturgia es medio y no obstáculo para relacionarse con Dios. La Liturgia como tal ayuda al yo humano, (al católico), para que se comunique con Dios. Pero determinados cultos con sus ritos, oraciones, contenidos y mediadores pueden «distraer» la atención y convertir en barrera lo que debiera ser un canal que facilite la unión. Así puede suceder con la Misa participada por simple obligación o con el culto idolátrico a María o a los santos.
La mediación sacramental
Hablamos de unas relaciones específicas del católico con Dios que brotan de su vida sacramental y que están muy unidas a su integración a la Iglesia católica. La disciplina sacramental que rige los sacramentos incide en la conciencia del católico, en sus virtudes y pecados. Por lo tanto influyen en las relaciones con Dios. Una vivencia auténtica sacramental incluye toda relación con Dios vivificador realizada desde la gracia de Cristo y de las realizaciones litúrgicas que la iglesia católica determina. Las relaciones del católico están directa o indirectamente influenciadas por los sacramentos instituidos por Cristo.
En todos los sacramentos. Son «acciones de Cristo y de la Iglesia, son signos y medios con los que se expresa y fortalece la fe, se rinde culto a Dios y se realiza la santificación de los hombres y, por tanto, contribuyen en gran medida a crear, corroborar y manifestar la comunión eclesiástica» (cn 840).
Por otra parte, la liturgia sacramental «significa la santificación de los hombres por signos sensibles y se realiza según la manera propia a cada uno de ellos al par que se ejerce el culto público e íntegro a Dios por parte del cuerpo místico de Cristo, es decir, la cabeza y los miembros« (cn 834)
Trato con Dios mediante la Eucarístía
La eucaristía como don es el sacramento cumbre de la vida cristiana, que contiene a la fuente de la vida, Cristo nuestra pascua; sacramento por el que la Iglesia vive y crece y a quien los otros sacramentos y obras eclesiales están unidos y ordenados. En este sacramento se da la presencia verdadera, real y sustancial de Jesucristo, el Verbo hecho carne, presencia de su cuerpo y de su sangre bajo las apariencias de pan y vino. Es la eucaristía como una Encarnación prolongada.
En la eucaristía se ofrece el sacrificio memorial de la muerte y resurrección del Señor; se perpetúa a lo largo de los siglos. La eucaristía como presencia de Cristo merece la máxima veneración, el culto de adoración. Los fieles están invitados al banquete eucarístico.
Como resumen, la Eucaristía se convierte en marco y camino de muchas de las relaciones del católico: glorifica al Padre con la participación eucarística, vive su adoración y gratitud identificándose con Cristo, se compromete a vivir más la caridad cuando recibe a Cristo y es el momento culmen de la vivencia de comunión como miembro de la religión católica.
La participa en la Misa. Antes que una obligación o precepto, la asistencia a la Eucaristía dominical es un privilegio para poder santificar el nombre de Dios en el “día del Señor” y recordar la Resurrección de Cristo. También es una ocasión para adorar a Dios, reparar sus pecados, escuchar la Palabra, reafirmar la fe, ofrecer su vida, interiorizar el Misterio Pascual, orar por la Iglesia y el mundo, recibir la paz y el cuerpo de Cristo que le fortalece y vigoriza la esperanza
En la confesión se recibe el perdón de Dios
Por la virtud de la penitencia y/o por el sacramento de la confesión, el cristiano se reconcilia con Dios y con los hermanos siente dolor por los pecados con el propósito de cambiar con medios eficaces, recibe el perdón de sus pecados, experimenta la misericordia de Dios y recibe fuerzas para testimoniar las exigencias propias del cristiano. Ante la conciencia de pecado grave acude al sacramento de la Penitencia, manifiesta el dolor por los pecados como ofensas contra el amor de Dios y del prójimo; recupera la gracia perdida, se reconcilia con la Iglesia. Quien se confiesa bien y repara las ofensas, consigue la paz y la tranquilidad de la conciencia a la que acompaña un profundo consuelo espiritual, una verdadera "resurrección espiritual" y el restablecimiento de la coherencia perdida.
Ocasión para progresar en la conversión: evita y repara las ofensas: La conversión exige luchar contra el pecado como falta contra el amor verdadero para con Dios y para con el prójimo; siempre es una ofensa que afecta a la vida de gracia. Ahora bien, por la virtud de la penitencia y/o por el sacramento de la confesión, el cristiano se reconcilia con Dios y con los hermanos siente dolor por los pecados con el propósito de cambiar con medios eficaces, experimenta la misericordia de Dios y recibe fuerzas para testimoniar las exigencias propias del cristiano. Ante la conciencia de pecado grave acude al sacramento de la Penitencia por el que recuperará la gracia perdida, se reconciliará con la Iglesia y recibirá fuerzas para seguir en el proceso de conversión.
¿También una relación con Dios en los sacramentales?
Sí, porque estos signos sagrados y eclesiales obtienen sus efectos espirituales a imitación de los sacramentos, santifican diversas circunstancias de la vida y colaboran para recibir bien los sacramentos (SC 60; cn 1166). Los sacramentales dan gracias, perdonan los pecados veniales, obtienen otros auxilios de Dios, revelan que en Cristo quedó santificada y asociada toda la naturaleza a la perfecta alabanza de Dios.¿Cuáles son los sacramentales más significativos? El Padrenuestro, el agua bendita, la confesión en la Misa, las obras de misericordia, los exorcismos y otros actos con aprobación de la Iglesia gozan de la índole sacramental (cf. cc 1167-1172). ¿Qué efectos producen en el cristiano? Dan gracias, perdonan los pecados veniales, obtienen otros auxilios de Dios, revelan que en Cristo quedó santificada toda la naturaleza y asociada a la perfecta alabanza de Dios. Por ello santifican la vida en toda dimensión.