¿Qué fundamentos exigen la presencia política del cristiano?

Como una persona más, al cristiano le afectan el mismo planteamiento y las mismas exigencias de la vida pública. El seguidor de Cristo puede vivir la libertad en la comunidad política como simple ciudadano o como responsable en el gobierno con todas las consecuencias y riesgos. Sin embargo, su opción religiosa y su pertenencia a la comunidad eclesial confieren cierta peculiariedad a la concepción y presencia de su libertad en la vida política. Le motivan y orientan las orientaciones bíblicas, las vinculaciones que tiene con Dios, Cristo, la Iglesia y la vida teologal. Son los fundamentos para la presencia del cristiano en la vida política

Cristo ante la vida política. ' Rasgos. Jesús, como todo judío, sufrió las consecuencias de la ocupación romana en lo religioso y político dentro de cierta autonomía. Él convive con fariseos, zelotes y saduceos, pero con otro planteamiento: está en contra de la identificación del ideal religioso con el ideal político y en contra de la indiferencia religiosa de los saduceos. Y no fue un zelote aunque fuera condenado como tal por los romanos.

Jesús, libre ante las autoridades.
El ciudadano de Nazaret no rehusó pagar el tributo al César. Ante Herodes demuestra su libertad como ante cualquier realidad políica. Ahora bien, su respuesta a Pilato indica que su muerte está inserta en la historia de la salvación: él obedece a la voluntad de Dios (Jn 19,11; Mc 12, 13-17; Le 13,31-32). Jesús no absolutiza el Estado, pero ve que hay que darle lo que necesita para su realización.

Profeta que denuncia los abusos y límites de los políticos
Llamó zorro a Herodes; recuerda a Pilato que su poder viene de Dios; sus discípulos son diferentes «a los reyes de la tierra», y rompió con algunas normativas al tratar con los samaritanos o conversar con las mujeres... (Lc 13,31-33; 22,23-27; Jn 19,11). Con su actitud, prevé su muerte, la del siervo de Dios. Él sabe las implicaciones políticas de su muerte por el abuso de poder de los judíos, moral y jurídico de los romanos. Como profeta, Jesús critica muchas respuestas de opresión por parte de los gobernantes en la comunidad política. Recuérdese su respuesta ante los fariseos y los ricos con sus célebres «ay» de vosotros...De hecho, su actitud profética le acarreó la muerte.

La doctrina Entre los criterios relacionados con la vida política de Jesús destaca su misión que es moral y religiosa: rehúsa entrar en el engranaje político; no se compromete con cuestiones de política partidaria o de mesianismo político (Le 2,13s; Mt 4,2-10; Lc 4,3-12; Jn 6,14). El ha venido a cumplir una misión espiritual, de redención universal (Mc 2,17; 10,45; Jn 3,16; 10, 10; 12,46). En el Evangelio no hay normas para la actuación política de los discípulos; la pertenencia a Cristo no es de militancia en un partido político.
Ahora bien, su doctrina tiene repercusiones políticas porque desea que sus discípulos estén en el mundo, exige justicia, solidaridad y un amor que transformará las relaciones comunitarias, etc. (Mt 10,16; 10,5-6; 24,14s). Por otra parte, en su doctrina describe con realismo la vida con guerras, justicia, administración, etc. (Lc 14,31s; 16,1-7; 18,1-5; Mt 10,42...). No olvidemos que las bienaventuranzas contienen toda una revolución que incide en la vida pública. Pero su Reino no es de este mundo ni es el resultado del poder en la vida pública. La venida del Reino de Dios no es un manifiesto político, aunque tenga implicaciones políticas; no habrá dominio de unos sobre otros porque todos serán servidores por amor de Dios, desaparecerá la opresión entre los hermanos, hijos del mismo Padre Dios.

Las primeras comunidades ante la vida pública.
La respuesta depende de las diferentes situaciones políticas en que se encuentran. Ante la prohibición de predicar, responden que antes hay que obedecer a Dios que a los hombres, pero los enfrentamientos son diferentes tanto con la autoridad teocrática que es de persecución y muerte como con la autoridad romana existió más comprensión (Hch 4,5-22; 5,17-40; 7,51s; 16, 19-24; 18,13-17; 22,24-25; 25,12-21...). Ante la autoridad, los Apóstoles insisten en el sometimiento a las potestades humanas, en el acatamiento y en la obediencia... (Rom 13,1-7; 1 Cor 6,ls; 1 Pe 2,13-16; Tit 3,1-38; 1 Tim 2,1-3). 297 )

Fundamentación teocéntrica y cristocéntrica
Dios y su reinado.
Incidencias para la comunidad política. Tener presente la: unidad en su plan como Dios Creador y como Dios que salva. Es el mismo Dios el fundamento último de toda vida comunitaria con su orden moral, autoridad, obediencia, etc. Y la unidad total en su Reino y reinado que incluye el dominio del mundo, la ordenación de las sociedades, la dirección de la historia. Y todo tendrá plenitud en el estadio escatológico, «en los cielos nuevos y en la tierra nueva», donde se cumplirán los objetivos de la comunidad: vivir en justicia, verdad, paz... Ahora, en el estadio temporal, se prepara la «tierra nueva». Sin embargo, no hay que confundir progreso de la comunidad política con el crecimiento del Reino de Dios, aunque exista cierta vinculación y continuidad (GS 39)

Cristo, Señor y Salvador de todo.
Criterios: Cristo participó de la vida social humana, «sometiéndose voluntariamente a las leyes de su patria, santificó los vínculos humanos...»; predicó la fraternidad, la unidad, el amor total; constituyó una nueva comunidad fraterna, su Cuerpo Místico, la Iglesia, con la ayuda mutua de sus miembros, la solidaridad entre todos (GS 32). El Vaticano II ratificó el dominio o señorío universal de Jesús como Señor de la Iglesia y del mundo, por quien Dios ejerce su soberanía salvadora. Todo entra en su señorío: lo íntimo de las conciencias y toda realidad pública. Jesucristo «es el fin de la historia humana, punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones» (GS 45). Ahora bien, el señorío de Cristo no es una teocracia que prive al hombre de su autonomía o que subordine el mundo a la Iglesia.
La renovación por el misterio pascual. La vida pública acusa los efectos del pecado y la necesidad de la acción salvadora de Cristo, participando en su misterio pascual, que curará y llenará de sentido y de vida al mundo secular. De esta manera, «vivificados y reunidos en su Espíritu, caminamos como peregrinos hacia la consumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio: «restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra» (Ef 1,10; d. GS 45).
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