¿Qué hace sufrir a los ancianos?
La vida de las personas mayores, abuelos y abuelas, es todo un rosario ondulante de penas y alegrías. Quizás superen en número los dolores pero, y también quizás, los gozos fueron más intensos. Ahora, como ancianos, con pocas tareas y muchas limitaciones, la felicidad pareciera diluirse. Son muchos los obstáculos que impiden conseguir el mínimo de satisfacciones, el mínimo para ser felices. ¿Qué dificultades experimentan en su vida personal, familiar, social y religiosa, para no tener lo que desean y merecen? ¿Por qué no son felices los ancianos? ¿Qué hace sufrir a los ancianos?
Como personas
Ante todo, el anciano es, aunque mayor, una persona que no renuncia a la felicidad, a la realización positiva en sus principales aspiraciones y valores. También para los abuelos ser felices es el ideal de vida que se esconde en la lucha por conseguir fines totales o parciales. Para ellos, lograr la felicidad, liberarse del mal, ser feliz pasándolo "lo mejor posible", gozar de la vida, amar y ser amado, realizarse o salvarse según la propia fe, son términos que expresan una dimensión básica de la persona. Con su experiencia confirman el clásico el criterio de San Agustín: "feliz es aquel que tiene todo lo que quiere y nada malo quiere". Ellos afirmaron para sus hijos y nietos que sería feliz quien posea los bienes vitales y carezca de males durante el mayor tiempo posible. Y como cristianos coherentes lamentan que para muchos la felicidad consista solamente en pasarlo bien y por mucho tiempo con quienes aman y les aman. Por el contrario y por su radicalidad de seguidores de Jesús, procuraron integrar la fe con la felicidad, la convivencia en paz, en alegría compartida, en mutuo amor y colaboración entre los miembros de la comunidad familiar, religiosa o política.
Tengamos presente que la persona mayor siempre trabajó por la felicidad de los suyos y por su realización personal, impulsada por una esperanza o deseo profundo. Su esperanza, que incluye la de hijos y nietos, pide la realización de los deseos y la satisfacción de las aspiraciones más profundas del ser humano. Aunque ahora, la esperanza de los abuelos siempre será la razón de su vivir; el conjunto de motivaciones que justifican sus humildes trabajos, la superación de sus dolores, el riesgo desinteresado; la roca que da seguridad ante las dificultades cada vez mayores. Mientras exista el equilibrio entre el objetivo difícil y las posibilidades, aparecerán sus ilusiones y esperanzas como fuente gozosa de fortaleza y confianza.
Tengamos presente: no puede renunciar el anciano a la realización personal, a sus legítimas esperanzas, y sobre todo al amar y ser amado. Y a estas aspiraciones podemos añadir otras como el comunicarse y vivir en compañía de seres queridos; el sentirse útil ayudando a los demás; descansar tras el trabajo; recibir un premio, el reconocimiento justo; vivir en un ambiente de libertad, justicia y paz; recibir el honor y la gloria debidos a la propia dignidad; gozar de algún que otro triunfo relacionado con sus posibilidades; tener seguridad ante el futuro para sí y para cuantas personas ama, tener una familia sana, unos ingresos suficientes, una casa confortable y un tiempo para la diversión con los amigos.
Qué impide una vida feliz de los ancianos
Junto a las satisfacciones y profundas alegrías, muchas son las quejas y sufrimientos de los padres y abuelos. Dentro o fuera del hogar familiar, ante su pareja o con personas íntimas, no faltan estas manifestaciones que encierran dolor y en muchos casos, a la persona que no es feliz. Advierto que esta “lista de sufrimientos y quejas” no sucede a todos y siempre. Son más bien ocasionales y de una minoría.
Como personas
No faltan abuelos-as que no ven sentido para seguir viviendo. Experimentan gran remordimiento cuando hacen balance de lo que ha sido su vida. En algunos, el sufrimiento es intenso y permanente, porque.
-se ven fracasados en su vida profesional. Aspiraron a mucho y consiguieron poco;
-contemplan fracasada su vida como pareja y como padres. Especialmente cuando abandonaron su hogar o cuando reconocen que fueron los más culpables de la ruptura de su matrimonio y del daño causado a los hijos;
-contemplan su gran irresponsabilidad religiosa, en el trato con Dios y en la ayuda a la Iglesia. Tuvieron muchas ocasiones que no las aprovecharon;
-palpan su frialdad religiosa, el orgullo que les impide reconciliarse con Dios pero no tienen ánimos-ganas-deseos para rectificar;
-reconocen internamente que su agnosticismo o la misma pérdida de fe, esconde muchas incoherencias. En el fondo-fondo, imitaron a la zorra…”están verdes” por su comodidad que no aceptan y que no saben cómo combatirla
Como padres y abuelos
Los abuelos sufren de manera más intensa:
-la ingratitud: cuando los hijos ni les visitan, ni les llaman por teléfono, ni les permiten disfrutar de los nietos;
-el fracaso de sus hijos divorciados. Con silencio prudente han seguido los conflictos conyugales y con miedo para dar consejos;
-la responsabilidad de educar a los nietos cuando son abandonados de sus padres divorciados;
-el temor fundado al comprobar que con su pensión y escasos ahorros no pueden ayudar como ellos quisieran a los hijos sin trabajo;
-la desunión y peleas entre los hijos. Sobre todo cuando critican a los padres por la “injusta” distribución de la herencia;
-el problema de la droga en los nietos que tantos sufrimientos provocan a los padres. Siempre: el sufrimiento de hijos y nietos repercute en ellos, en los abuelos, que los sienten como propios
Como pareja de personas mayores
El pasado, la jubilación y el estar, ahora, mucho tiempo juntos, es ocasión para que el diálogo conyugal sea un obstáculo serio para la felicidad.¿Cuándo?
-cuando surgen la crítica por infidelidad o malos tratos en los años pasados.
-cuando uno de los dos enferma gravemente y necesita cuidados intensivos en el hogar. El cónyuge sano comprueba cómo su libertad queda hipotecada las 24 horas. Y en su dignidad sufre cuando el enfermo-a es exigente, ingrato y de malos modales.
-cuando desapareció la gran fortuna del pasado por la mala gestión o por los gastos excesivos. Todo es motivo de continuas quejas “y de peleas matrimoniales”;
-cuando socialmente bajó su situación social. Ahora, sin amigos, despreciados, fracasados, y sin poder alternar en la vida como antes sí lo hacían. De ricos pasaron a pobres.
-cuando se acentúa la situación de miseria. Les falta dinero para los gastos más elementales y no se atreven a comunicar su situación a los hijos….que podrían ayudarles.
-cuando, enfermos y muy limitados, tienen que abandonar la casa en la que vieron nacer a sus hijos. Por la comodidad de hijos y nietos, los abuelos no pueden seguir en la casa. Tienen que vivir e otra casa de peores condiciones;
-cuando los hijos deciden el ingreso de la persona mayor en una residencia donde les aseguran “que lo tendrán todo”…Ignorando que les faltará lo más necesario para su edad: la compañía de hijos y nietos
Como católicos practicantes
La fe práctica, una de las columnas que sostuvieron la felicidad como padres y “jóvenes abuelos”, ahora se ve amenazada. Y ellos sufren porque:
-no pueden asistir a los actos del culto religioso. Les cuesta mucho tener que pedir el favor de que los lleven y traigan;
-faltan a la misa del domingo que consideran pecado grave. Y juzgar estar apartados de Dios por estas ausencias;
-siguen tentados y caen en pecado ante los enemigos del alma: mundo, demonio y carne;
-la vida moral, religiosa y de comunión católica es cada vez menor. Y cada vez son mayores los enemigos de la Iglesia a la que siempre defendieron;
-palpan su debilidad al caer en varias tentaciones sobre los pecados capitales.
-crece el pesimismo ante los peligros del mundo moderno que amenaza con destruir la moral, los valores evangélicos y la misma fe;
-están desconcertados, como fracasados y con sentimientos de culpa, porque algunos de los hijos o nietos (a veces, todos) se apartan de la fe que ellos inculcaron. Y Ni siquiera admiten que les recuerden la asistencia a la misa
Conclusión: la persona mayor, abuelo o abuela, sufre indefinidas situaciones que le roban la paz y, ocasionalmente, la felicidad. Pero ellos disponen de medios, recursos y ayudas para superar los obstáculos a su felicidad.
Como personas
Ante todo, el anciano es, aunque mayor, una persona que no renuncia a la felicidad, a la realización positiva en sus principales aspiraciones y valores. También para los abuelos ser felices es el ideal de vida que se esconde en la lucha por conseguir fines totales o parciales. Para ellos, lograr la felicidad, liberarse del mal, ser feliz pasándolo "lo mejor posible", gozar de la vida, amar y ser amado, realizarse o salvarse según la propia fe, son términos que expresan una dimensión básica de la persona. Con su experiencia confirman el clásico el criterio de San Agustín: "feliz es aquel que tiene todo lo que quiere y nada malo quiere". Ellos afirmaron para sus hijos y nietos que sería feliz quien posea los bienes vitales y carezca de males durante el mayor tiempo posible. Y como cristianos coherentes lamentan que para muchos la felicidad consista solamente en pasarlo bien y por mucho tiempo con quienes aman y les aman. Por el contrario y por su radicalidad de seguidores de Jesús, procuraron integrar la fe con la felicidad, la convivencia en paz, en alegría compartida, en mutuo amor y colaboración entre los miembros de la comunidad familiar, religiosa o política.
Tengamos presente que la persona mayor siempre trabajó por la felicidad de los suyos y por su realización personal, impulsada por una esperanza o deseo profundo. Su esperanza, que incluye la de hijos y nietos, pide la realización de los deseos y la satisfacción de las aspiraciones más profundas del ser humano. Aunque ahora, la esperanza de los abuelos siempre será la razón de su vivir; el conjunto de motivaciones que justifican sus humildes trabajos, la superación de sus dolores, el riesgo desinteresado; la roca que da seguridad ante las dificultades cada vez mayores. Mientras exista el equilibrio entre el objetivo difícil y las posibilidades, aparecerán sus ilusiones y esperanzas como fuente gozosa de fortaleza y confianza.
Tengamos presente: no puede renunciar el anciano a la realización personal, a sus legítimas esperanzas, y sobre todo al amar y ser amado. Y a estas aspiraciones podemos añadir otras como el comunicarse y vivir en compañía de seres queridos; el sentirse útil ayudando a los demás; descansar tras el trabajo; recibir un premio, el reconocimiento justo; vivir en un ambiente de libertad, justicia y paz; recibir el honor y la gloria debidos a la propia dignidad; gozar de algún que otro triunfo relacionado con sus posibilidades; tener seguridad ante el futuro para sí y para cuantas personas ama, tener una familia sana, unos ingresos suficientes, una casa confortable y un tiempo para la diversión con los amigos.
Qué impide una vida feliz de los ancianos
Junto a las satisfacciones y profundas alegrías, muchas son las quejas y sufrimientos de los padres y abuelos. Dentro o fuera del hogar familiar, ante su pareja o con personas íntimas, no faltan estas manifestaciones que encierran dolor y en muchos casos, a la persona que no es feliz. Advierto que esta “lista de sufrimientos y quejas” no sucede a todos y siempre. Son más bien ocasionales y de una minoría.
Como personas
No faltan abuelos-as que no ven sentido para seguir viviendo. Experimentan gran remordimiento cuando hacen balance de lo que ha sido su vida. En algunos, el sufrimiento es intenso y permanente, porque.
-se ven fracasados en su vida profesional. Aspiraron a mucho y consiguieron poco;
-contemplan fracasada su vida como pareja y como padres. Especialmente cuando abandonaron su hogar o cuando reconocen que fueron los más culpables de la ruptura de su matrimonio y del daño causado a los hijos;
-contemplan su gran irresponsabilidad religiosa, en el trato con Dios y en la ayuda a la Iglesia. Tuvieron muchas ocasiones que no las aprovecharon;
-palpan su frialdad religiosa, el orgullo que les impide reconciliarse con Dios pero no tienen ánimos-ganas-deseos para rectificar;
-reconocen internamente que su agnosticismo o la misma pérdida de fe, esconde muchas incoherencias. En el fondo-fondo, imitaron a la zorra…”están verdes” por su comodidad que no aceptan y que no saben cómo combatirla
Como padres y abuelos
Los abuelos sufren de manera más intensa:
-la ingratitud: cuando los hijos ni les visitan, ni les llaman por teléfono, ni les permiten disfrutar de los nietos;
-el fracaso de sus hijos divorciados. Con silencio prudente han seguido los conflictos conyugales y con miedo para dar consejos;
-la responsabilidad de educar a los nietos cuando son abandonados de sus padres divorciados;
-el temor fundado al comprobar que con su pensión y escasos ahorros no pueden ayudar como ellos quisieran a los hijos sin trabajo;
-la desunión y peleas entre los hijos. Sobre todo cuando critican a los padres por la “injusta” distribución de la herencia;
-el problema de la droga en los nietos que tantos sufrimientos provocan a los padres. Siempre: el sufrimiento de hijos y nietos repercute en ellos, en los abuelos, que los sienten como propios
Como pareja de personas mayores
El pasado, la jubilación y el estar, ahora, mucho tiempo juntos, es ocasión para que el diálogo conyugal sea un obstáculo serio para la felicidad.¿Cuándo?
-cuando surgen la crítica por infidelidad o malos tratos en los años pasados.
-cuando uno de los dos enferma gravemente y necesita cuidados intensivos en el hogar. El cónyuge sano comprueba cómo su libertad queda hipotecada las 24 horas. Y en su dignidad sufre cuando el enfermo-a es exigente, ingrato y de malos modales.
-cuando desapareció la gran fortuna del pasado por la mala gestión o por los gastos excesivos. Todo es motivo de continuas quejas “y de peleas matrimoniales”;
-cuando socialmente bajó su situación social. Ahora, sin amigos, despreciados, fracasados, y sin poder alternar en la vida como antes sí lo hacían. De ricos pasaron a pobres.
-cuando se acentúa la situación de miseria. Les falta dinero para los gastos más elementales y no se atreven a comunicar su situación a los hijos….que podrían ayudarles.
-cuando, enfermos y muy limitados, tienen que abandonar la casa en la que vieron nacer a sus hijos. Por la comodidad de hijos y nietos, los abuelos no pueden seguir en la casa. Tienen que vivir e otra casa de peores condiciones;
-cuando los hijos deciden el ingreso de la persona mayor en una residencia donde les aseguran “que lo tendrán todo”…Ignorando que les faltará lo más necesario para su edad: la compañía de hijos y nietos
Como católicos practicantes
La fe práctica, una de las columnas que sostuvieron la felicidad como padres y “jóvenes abuelos”, ahora se ve amenazada. Y ellos sufren porque:
-no pueden asistir a los actos del culto religioso. Les cuesta mucho tener que pedir el favor de que los lleven y traigan;
-faltan a la misa del domingo que consideran pecado grave. Y juzgar estar apartados de Dios por estas ausencias;
-siguen tentados y caen en pecado ante los enemigos del alma: mundo, demonio y carne;
-la vida moral, religiosa y de comunión católica es cada vez menor. Y cada vez son mayores los enemigos de la Iglesia a la que siempre defendieron;
-palpan su debilidad al caer en varias tentaciones sobre los pecados capitales.
-crece el pesimismo ante los peligros del mundo moderno que amenaza con destruir la moral, los valores evangélicos y la misma fe;
-están desconcertados, como fracasados y con sentimientos de culpa, porque algunos de los hijos o nietos (a veces, todos) se apartan de la fe que ellos inculcaron. Y Ni siquiera admiten que les recuerden la asistencia a la misa
Conclusión: la persona mayor, abuelo o abuela, sufre indefinidas situaciones que le roban la paz y, ocasionalmente, la felicidad. Pero ellos disponen de medios, recursos y ayudas para superar los obstáculos a su felicidad.