En el 11-11-11: ¿la mayor ofensa contra Dios?
Si en el día de hoy planteo cuál es la mayor ofensa contra Dios, respondo que hoy como ayer y mañana, es el odio, la injusticia y la guerra las respuestas y las actitudes más contrarias al reino de Dios que es de verdad, justicia, libertad, paz y, sobre todo, de amor. Otras respuestas encontraremos en la “sensibilidad” de nuestro mundo, porque son muchas las ofensas personales y sociales que se disputan el primer puesto en la lista de la maldad. Desde otra perspectiva, en las palabras y obras de Jesús, aparecen condenas graves y hechos crueles que plantean la duda sobre cuál sea la ofensa mayor contra Dios. De modo indirecto ilumina la respuesta, Benedicto XVI con su discurso en Ancona (Italia: 12/09/2011) al recordar el 11 de septiembre de 2001. El Papa exhortó “a resistir a la tentación del odio y a obrar en la sociedad, inspirándose en los principios de la solidaridad, la justicia y la paz”.
Las grandes ofensas contra el prójimo Sin pretender agotar la materia ni establecer prioridad sobre la mayor ofensa, presentamos algunas injusticias.
En plan individual.
El que paga a un o asesino para que mate al que le estorba; la traición del amigo en quien pusimos nuestra confianza; los insultos y desprecios que recibimos de quien se cree superior a nosotros, el engaño del que nos perjudica haciéndonos creer que es para nuestro bien; la manipulación del jefe que estafó, humilló e instrumentalizó; la ingratitud de la persona a quien tanto dimos y que nos niega un favor muy elemental; el que profesa odio a la religión y al mismo Dios o los terroristas que matan respaldados por la voluntad de Dios.
En la vida familiar
El cónyuge que adultera con la persona amiga de la casa; quien tiene un amante y termina abandonando a su familia porque “ya no es feliz”; la ingratitud del hijo rico que manda a un asilo a los padres empobrecidos para quitarse “un problema”; el miembro de familia de carácter fuerte, más cultura y más poder económico que oprime, maltrata psicológicamente a los demás y les impide hablar; el que ofende y asesina alegando con mentiras que primero fue atacado; los que prohiben a sus familiares las prácticas religiosas; los miles de abortistas que disfrutan del amparo de leyes “democráticas”.
Y en la vida socio-política
La traición a la Patria, el enriquecimiento a costa de los pobres, el falso testimonio decisivo para la muerte del inocente; la doble vida de quien aparenta virtud pero con habilidad se enriquece y comete inmoralidades de todo tipo; la corrupción y las mentiras de los políticos convertidas en “verdad” a fuerza de repetirlas en los Medios de comunicación; la inmoralidad (droga, prostitución y pornografía) que enriquece a unos y esclaviza a otros; los que sacralizan s la violencia con muerte de inocentes por una “guerra santa”; o quienes atacar la libertad y la misma vida de creyentes de otras religiones.
Jesucristo y las graves ofensas Jesús denunció pecados contra Dios y él mismo sufrió graves injusticias.
-mantuvo en las tentaciones un “no” enérgico a la idolatría mostrando su fidelidad a Dios;
-expulsó a los mercaderes porque profanaban la santidad de Dios en el templo;
-criticó fuertemente la hipocresía de los fariseos;
-rechazó severamente el egoísmo de los que pueden ayudar al necesitado y no lo hacen como el rico epulón;
-condenó severamente la insensibilidad ante el necesitado, hambriento, sediento en la parábola y del juicio final;
-afirmó que el pecado contra el Espíritu Santo no será perdonado;
-se quejó por la traición de Judas, la torpeza de Pedro y la pasividad de sus discípulos. Y ante Judas que le traicionó con un beso
Y como resumen de ofensas, también como pecados graves contra Dios, la pasión y muerte de Cristo, víctima de los poderes religiosos judaicos y de la justicia romana.
El odio, la mayor ofensa Este vocablo, el odio, significa aversión contra alguno, enfadarse, irritarse. Quien odia muestra contrariedad y hasta irritación por lo que molesta, por lo que se considera nocivo. Siempre será la respuesta contraria al amor de amistad porque el odio de malevolencia considera a la otra persona o grupo como malos en sí mismos a quienes desea el mal. También odia quien rechaza al tú como alguien que perjudica a mi yo o a mis intereses.
Como fuente del odio, surgen otras ofensas como los insultos, la blasfemia, las maldiciones, la burla, las persecuciones a los creyentes, la burla a los ritos y misterios, los sacrilegios, los actos de crueldad, las venganzas y asesinatos.
Efectivamente, quien odia comete el mayor pecado porque no quiere lo que es bueno en sí mismo. Entraña, como es lógico, el rechazo, la ruptura con la persona y con todo lo que se relacione con Dios. El que odia se convierte en el enemigo de Dios a quien persigue según posibilidades: no quiere que Dios exista, se burla de los creyentes, fomenta ideologías ateas. Con fundamento, al odio a Dios se le puede aplicar la condena de Jesús: “todo pecado y blasfemia les será perdonada a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no les será perdonada...”(Mt 12, 231-32 ; 2 Tes 2,7)
La blasfemia, una manifestación del odio. ¿Un derecho para los ateos y un delito en el Islam? Quien maldice, odia, quien blasfema muestra odio mayor o menor contra Dios o lo sagrado. Se entiende por blasfemia toda palabra injuriosa contra Dios, la Virgen o los santos. Es una irreverencia hacia lo que es digno de respeto según la religión. Viene a expresar la indignación, la extrañeza y hasta el júbilo. Siempre será una manifestación de incultura, especialmente incomprensible en nuestra sociedad secularizada. Extraña comprobar que no se dé en los países americanos y que sea frecuente en algunos de Europa.
En cuanto a la inmoralidad: si la blasfemia se realiza con intención, dando un sentido natural a las palabras que entienden los oyentes, es una horrible manifestación del odio interno contra Dios. Pero es diferente la injuria que brota del corazón, de la que se expresa con palabras o con gestos. También existe diferencia entre la propiamente blasfemia -la llamada diabólica-, de la que se profiere sin intención expresa de injuriar a Dios. De todos modos, nos encontramos ante una de las ofensas más graves que se puedan cometer. Por inadvertencia o por falta de consentimiento, la culpa no es tan grave aunque siempre produce escándalo en algunas personas.
Prueba de su gravedad han sido las penas recibidas. En el AT se castigaba con la pena de muerte (Lev 24,152 Re 19,7; Ez 36,20). Hasta San Pío V estableció que pudiera ser perforada la lengua del blasfemo. El Código penal español establecía que fueran castigados con arresto y multa los blasfemos. Es de admirar que la conferencia islámica haya conseguido que la ONU (2008) esté dispuesta a formular una declaración contra la blasfemia, en la que se reconozca la blasfemia como un delito contra los Derechos Humanos. Admira que en Europa no faltó algún grupo ateo que protestara contra la condena de la blasfemia en nombre de la libertad de expresión.
Otras ofensas contra Dios: la indiferencia y la pereza espiritual:
Mención especial tendrá la idolatría. Ahora enumeramos:
-la indiferencia, como paso previo al olvido. La indiferencia ante Dios radica en el amor desordenado a personas y cosas que posponen la primacía de la obediencia y amor a Dios. Implícitamente, existe cierto desprecio por quien es sumo e infinito bien; se da una actitud incoherente de quien dice amar a Dios pero está dispuesto a quebrantar la ley divina antes de renunciar a determinadas personas, cosas o situaciones que ocupan el primer lugar en el afecto práctico;
-el olvido de Dios. En ocasiones la indiferencia es el paso previo al olvido de Dios, a una vida que transcurre pacíficamente como si Dios no existiera. En los círculos de motivaciones, tareas y relaciones, Dios no cuenta: se piensa, se ama y se actúa como si Dios no existiera;
-la pereza espiritual. Es el malestar que acompaña al cumplimiento de los deberes con Dios. Cierta tristeza y disgusto en la vivencia de lo que exige una relación positiva con Dios; actitud de desgana, apatía y mezquindad ante la ley, los intereses y la gloria de Dios;
-el descuido y omisiones de los deberes religiosos, contenidos en la religión o en la iglesia a la que se pertenece. Es la conducta de quien descuida la oración y la vida sacramental. De particular gravedad es la omisión del precepto dominical, expresión fundamental del católico practicante.
Y no olvidemos: quien ofende al prójimo, ofende a Dios Para los criterios y sensibilidad del creyente moderno, la mayor ofensa serán los pecados contra el prójimo, tal y como Jesús los condenó y padeció. Tengamos presente que cuanto ofende al prójimo, ofende a Dios. En el Antiguo Testamento aparece claro cómo las injusticias contra los amados de Dios son pecados contra Dios. Serán los profetas quienes condenen el pecado social. En el Nuevo Testamento, Jesús denuncia la gravedad del pecado contra el prójimo con el cual Dios está identificado: "les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo" (Mt 25,41)
Las grandes ofensas contra el prójimo Sin pretender agotar la materia ni establecer prioridad sobre la mayor ofensa, presentamos algunas injusticias.
En plan individual.
El que paga a un o asesino para que mate al que le estorba; la traición del amigo en quien pusimos nuestra confianza; los insultos y desprecios que recibimos de quien se cree superior a nosotros, el engaño del que nos perjudica haciéndonos creer que es para nuestro bien; la manipulación del jefe que estafó, humilló e instrumentalizó; la ingratitud de la persona a quien tanto dimos y que nos niega un favor muy elemental; el que profesa odio a la religión y al mismo Dios o los terroristas que matan respaldados por la voluntad de Dios.
En la vida familiar
El cónyuge que adultera con la persona amiga de la casa; quien tiene un amante y termina abandonando a su familia porque “ya no es feliz”; la ingratitud del hijo rico que manda a un asilo a los padres empobrecidos para quitarse “un problema”; el miembro de familia de carácter fuerte, más cultura y más poder económico que oprime, maltrata psicológicamente a los demás y les impide hablar; el que ofende y asesina alegando con mentiras que primero fue atacado; los que prohiben a sus familiares las prácticas religiosas; los miles de abortistas que disfrutan del amparo de leyes “democráticas”.
Y en la vida socio-política
La traición a la Patria, el enriquecimiento a costa de los pobres, el falso testimonio decisivo para la muerte del inocente; la doble vida de quien aparenta virtud pero con habilidad se enriquece y comete inmoralidades de todo tipo; la corrupción y las mentiras de los políticos convertidas en “verdad” a fuerza de repetirlas en los Medios de comunicación; la inmoralidad (droga, prostitución y pornografía) que enriquece a unos y esclaviza a otros; los que sacralizan s la violencia con muerte de inocentes por una “guerra santa”; o quienes atacar la libertad y la misma vida de creyentes de otras religiones.
Jesucristo y las graves ofensas Jesús denunció pecados contra Dios y él mismo sufrió graves injusticias.
-mantuvo en las tentaciones un “no” enérgico a la idolatría mostrando su fidelidad a Dios;
-expulsó a los mercaderes porque profanaban la santidad de Dios en el templo;
-criticó fuertemente la hipocresía de los fariseos;
-rechazó severamente el egoísmo de los que pueden ayudar al necesitado y no lo hacen como el rico epulón;
-condenó severamente la insensibilidad ante el necesitado, hambriento, sediento en la parábola y del juicio final;
-afirmó que el pecado contra el Espíritu Santo no será perdonado;
-se quejó por la traición de Judas, la torpeza de Pedro y la pasividad de sus discípulos. Y ante Judas que le traicionó con un beso
Y como resumen de ofensas, también como pecados graves contra Dios, la pasión y muerte de Cristo, víctima de los poderes religiosos judaicos y de la justicia romana.
El odio, la mayor ofensa Este vocablo, el odio, significa aversión contra alguno, enfadarse, irritarse. Quien odia muestra contrariedad y hasta irritación por lo que molesta, por lo que se considera nocivo. Siempre será la respuesta contraria al amor de amistad porque el odio de malevolencia considera a la otra persona o grupo como malos en sí mismos a quienes desea el mal. También odia quien rechaza al tú como alguien que perjudica a mi yo o a mis intereses.
Como fuente del odio, surgen otras ofensas como los insultos, la blasfemia, las maldiciones, la burla, las persecuciones a los creyentes, la burla a los ritos y misterios, los sacrilegios, los actos de crueldad, las venganzas y asesinatos.
Efectivamente, quien odia comete el mayor pecado porque no quiere lo que es bueno en sí mismo. Entraña, como es lógico, el rechazo, la ruptura con la persona y con todo lo que se relacione con Dios. El que odia se convierte en el enemigo de Dios a quien persigue según posibilidades: no quiere que Dios exista, se burla de los creyentes, fomenta ideologías ateas. Con fundamento, al odio a Dios se le puede aplicar la condena de Jesús: “todo pecado y blasfemia les será perdonada a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no les será perdonada...”(Mt 12, 231-32 ; 2 Tes 2,7)
La blasfemia, una manifestación del odio. ¿Un derecho para los ateos y un delito en el Islam? Quien maldice, odia, quien blasfema muestra odio mayor o menor contra Dios o lo sagrado. Se entiende por blasfemia toda palabra injuriosa contra Dios, la Virgen o los santos. Es una irreverencia hacia lo que es digno de respeto según la religión. Viene a expresar la indignación, la extrañeza y hasta el júbilo. Siempre será una manifestación de incultura, especialmente incomprensible en nuestra sociedad secularizada. Extraña comprobar que no se dé en los países americanos y que sea frecuente en algunos de Europa.
En cuanto a la inmoralidad: si la blasfemia se realiza con intención, dando un sentido natural a las palabras que entienden los oyentes, es una horrible manifestación del odio interno contra Dios. Pero es diferente la injuria que brota del corazón, de la que se expresa con palabras o con gestos. También existe diferencia entre la propiamente blasfemia -la llamada diabólica-, de la que se profiere sin intención expresa de injuriar a Dios. De todos modos, nos encontramos ante una de las ofensas más graves que se puedan cometer. Por inadvertencia o por falta de consentimiento, la culpa no es tan grave aunque siempre produce escándalo en algunas personas.
Prueba de su gravedad han sido las penas recibidas. En el AT se castigaba con la pena de muerte (Lev 24,152 Re 19,7; Ez 36,20). Hasta San Pío V estableció que pudiera ser perforada la lengua del blasfemo. El Código penal español establecía que fueran castigados con arresto y multa los blasfemos. Es de admirar que la conferencia islámica haya conseguido que la ONU (2008) esté dispuesta a formular una declaración contra la blasfemia, en la que se reconozca la blasfemia como un delito contra los Derechos Humanos. Admira que en Europa no faltó algún grupo ateo que protestara contra la condena de la blasfemia en nombre de la libertad de expresión.
Otras ofensas contra Dios: la indiferencia y la pereza espiritual:
Mención especial tendrá la idolatría. Ahora enumeramos:
-la indiferencia, como paso previo al olvido. La indiferencia ante Dios radica en el amor desordenado a personas y cosas que posponen la primacía de la obediencia y amor a Dios. Implícitamente, existe cierto desprecio por quien es sumo e infinito bien; se da una actitud incoherente de quien dice amar a Dios pero está dispuesto a quebrantar la ley divina antes de renunciar a determinadas personas, cosas o situaciones que ocupan el primer lugar en el afecto práctico;
-el olvido de Dios. En ocasiones la indiferencia es el paso previo al olvido de Dios, a una vida que transcurre pacíficamente como si Dios no existiera. En los círculos de motivaciones, tareas y relaciones, Dios no cuenta: se piensa, se ama y se actúa como si Dios no existiera;
-la pereza espiritual. Es el malestar que acompaña al cumplimiento de los deberes con Dios. Cierta tristeza y disgusto en la vivencia de lo que exige una relación positiva con Dios; actitud de desgana, apatía y mezquindad ante la ley, los intereses y la gloria de Dios;
-el descuido y omisiones de los deberes religiosos, contenidos en la religión o en la iglesia a la que se pertenece. Es la conducta de quien descuida la oración y la vida sacramental. De particular gravedad es la omisión del precepto dominical, expresión fundamental del católico practicante.
Y no olvidemos: quien ofende al prójimo, ofende a Dios Para los criterios y sensibilidad del creyente moderno, la mayor ofensa serán los pecados contra el prójimo, tal y como Jesús los condenó y padeció. Tengamos presente que cuanto ofende al prójimo, ofende a Dios. En el Antiguo Testamento aparece claro cómo las injusticias contra los amados de Dios son pecados contra Dios. Serán los profetas quienes condenen el pecado social. En el Nuevo Testamento, Jesús denuncia la gravedad del pecado contra el prójimo con el cual Dios está identificado: "les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo" (Mt 25,41)